¿Dónde estoy?
¿Quién soy?
No podía ver nada, me encontraba cegada, un escalofrío tal cual látigo empezó a recorrer mis vertebras en su totalidad y mi espalda se arqueó. Mi piel no era mi piel, la sentía ajena, irreal; un chirrido metálico me estremeció desde los dedos de los pies hasta las hebras de mi cabello.
Quería hacer algo, sin embargo, mi cuerpo no colaboraba, no obedecía mis demandas, intenté hablar para clamar ayuda, pedir auxilio, pero solo se escuchó un sonido ahogado, entumecido…
No podía hablar.
Una presión nació en mi garganta, partiendo de mis cuerdas vocales, expandiéndose lentamente, llegando a la boca de mi estómago, hormigueando y escociendo en ese lugar, ocasionándome nauseas, mientras progresivamente obstaculizaba mi respiración, era como un veneno que se iba esparciendo en mi anatomía, despojándome de todas mis funciones y procesos biológicos.
Mi respiración antes acelerada se empezaba a acompasar, mientras más pasaba el tiempo más me costaba respirar.
No podía ver nada, pero lo sentía todo.
Ese hormigueo que me mantenía cautiva pasó de ser casi imperceptible a empezar a recorrerme como una corriente eléctrica, entumeció todas mis extremidades, se apoderó de mí por completo. Un terremoto se desató en mi anatomía de manera garrafal y empecé a temblar.
Un grito ahogado se escabulló de mis labios, intermitente, la electricidad que me embargaba no solo hacía que mi cuerpo se moviera involuntariamente, sino que también me ahogaba, llenándome de unas ganas de vomitar irremediables; podía sentir como cada célula de mi sistema se degradaba, se consumaba.
Un dolor me azotó el vientre bajo, como un relámpago llegando a su destino, impactando directamente con mi útero, cada uno de mis órganos en ese preciso momento detuvo su funcionamiento, hasta que dejé de sentir.
La electricidad que me abrumaba detenía su flujo y todo empezó a sentirse parte de mí, de nuevo.
Me dispuse a hablar alegre por la mejoría que había logrado cuando un golpe aterrizó en mi mejilla, no podía ver si estaba sangrando; paulatinamente en mi abdomen sentí que hacían tajos largos y leves, que me quemaban hasta el último centímetro, un escozor se expandió en toda esa zona.
Mi cuerpo estaba agotado cuando lo sentí moverse, no por órdenes mías, fue tan brusco el movimiento que mi cabeza rebotó chocando con una fuerte plataforma metálica, en ese momento pude ver.
— Coral... —susurró aquél hombre de gélidos ojos grises— Coral Rosselie Bermudez, ese es tu nombre.
Los recuerdos empezaron a abrumar mi mente y grandes gotas saladas empezaron a recorrer mis mejillas, mientras miraba a aquel hombre con desdén.
— ¿Dónde coño está mi familia? —escupí, intentando zafarme de aquél cautiverio.
— Lo cierto es —canturreó jocoso sonriendo, mientras tomaba una jeringa, un temblor me recorrió por completo, llegó ante mí, sacó su lengua para recorrer la aguja y luego lamerse los labios—, que si quieres volver a ver a tu familia, debes morir.
Un grito desgarrador apaciguo el momento, uno que provenía de mí.
Mi último aliento de vida se quedó allí, en ese lugar, despojándome inmediatamente de toda vitalidad.
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