Histoire courte
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De anécdotas


Cuántas veces ha pasado por nuestra mente, dentro del espacio social que nos rodea, conocer a alguien, hombre o mujer, al que con sólo mirarlo, no lo toleramos. Nuestra expresión mental y vulgar es “se me hace chinche”; pero qué razón nos lleva a hacernos de un juicio así, carente de todo asidero físico, por cuanto que nunca hemos tratado personalmente a ésa y de ella nada sabemos.


De joven yo también tuve este defecto, si es el término más apropiado para calificarme en lo persona. Dentro del ambiente laboral de la firma en la cual me desempeñaba como parte de su personal, sólo de lejos observaba a una persona por la cual no sentía menudo afecto. Pensaba: “…este tipo me cae chinche”. ¿La razón? Ninguna. No tenía por qué dirigirme a él, para nada; pues nuestras ocupaciones eran bastante distantes. Era éste de baja estatura, algo metido en carnes a más de bastante hablador. Siempre se le veía sonriente y hasta en eso lo sentía distante de mi afecto.


El mundo da vueltas. Tuve un día un problema de carácter laboral que si se relacionaba con la sección dentro de la cual se desempeñaba él y analizando mi situación concluí que sólo ése al cual denigraba mentalmente, era el único al cual dirigirme y pedirle que me ayudara en la solución de ese problema de naturaleza laboral.

Es de suponer la actitud de forma humillante en la que me dirigía a él, opinando; como que descendía a un plano que no era el mío; pero sabiendo que sí que en esa esfera laboral, un empleado de un cargo para mí, casi nominal, me iba a resolver un problema que aún suponiéndome de un mayor rango laboral, dependía de él. Me escuchó detenidamente, me sonrió cariñosamente y me aconsejó no preocuparme; pues a su alcance disponía él, de cómo superar mi preocupación.

Inmediatamente se puso al habla con sus demás compañeros de oficina haciéndoles ver la situación que me embargaba sin encontrar solución. Me miraba con afecto sin dejar de sonreírme, dándome ánimo para esperar, lo que él, finalmente terminó poniendo en mis manos el documento necesario.

Qué disminuido me sentí en mi forma de evaluar a esa persona por la cual nunca sentí menudo afecto. Embargado por la vergüenza que sentía de mí mismo, le agradecí el servicio prestado sin dejar de imaginarlo como un gigante en lo personal, frente a un ser que como un enano, yo, nunca lo tuve en mejor cuenta sin saber nada de su naturaleza personal. Todo el día me acompañó su sonrisa en tanto que me ayudaba sin dejar de pensar que hasta cuando lo veía reír se me hacía odioso.


Desde entonces a la fecha ya nunca sentía aversión por persona alguna que se moviera en mi entorno, ¡Aprendí!

12 Novembre 2018 07:59 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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