joseco José Cortés

¿Hasta qué punto somos capaces de tolerar la rutina?. Una pregunta que hace sucumbir a los personajes de esta breve historia.


Thriller/Mystère Déconseillé aux moins de 13 ans.

#suspenso #trabajo #vida #libertad
Histoire courte
2
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...Libre

-Mi nombre es José. La calle es Arturo delgado, número quince-cincuenta. No pondré resistencia. -Colgó el teléfono y se deslizó suavemente por el mueble de la cocina hasta quedar sentado en el piso-.

-Este piso nunca ha tenido ninguna otra textura.¿Existirá algún tipo de cerámica que simule el pasto de una cancha de fútbol? -José toma su cabeza con sus manos. Su corazón late de manera controlada, pero sus piernas no se detienen de sacudirse como quién quisiera remover todas las manzanas de un árbol. -Creo que tendré que comentárselo a Cecilia, aunque sé que eso puede tardar en negociarse -Murmuró cabeza abajo, sin ninguna expresión, mientra aún apoyaba sus cabeza en sus manos-

José, para Cecilia, era su mejor amigo, su alma gemela. Ambos se conocieron en un taller de Mediación de Conflictos Laborales que se impartían  a líderes y jefaturas de reconocidos centros comerciales.
-¿Crees que me puedo sentar aquí a escuchar las mentiras que habla esta gente?- preguntaba José a Cecilia, quien hasta en ese entonces, era una desconocida más de todo ese grupo.
-No creo que vayas a interrumpir lo que los demás hablan. Si es así. Siéntate. No hay problema.

La elocuencia de ambos era evidente a quién pudiera escucharlos. La simpatía de ambos se desplegaba por todo a su alrededor. Por lo que predecir que serían un buen complemento como pareja, no era nada descabellado... y así fue.
-Cecilia,¿crees que es momento de discutir sobre el futuro cambio del piso de esta cocina?. La casa necesita estos cambios, y empezar por este lugar es lo mejor. Pero sobre lo de textura de pasto, ¿es muy caprichoso?- Un silencio invadió la casa como una nube oscurece el cielo anunciando que se acerca la lluvia. José aún sentado en el piso, con mirada inexpresiva hacia el cielo, y sus piernas que no paraban de temblar, continúaba dialogando.

-A mi parecer, no es caprichoso. Hay que tomarlo como una manera de innovar los espacios. Crear otros ambientes que hagan más llebadero el hermoso arte de cocinar. Hasta se nos podría despertar nuevamente el Chef que llevabamos dentro, ¿no crees?- José, suelta una leve sonrisa. Una lágrima cae por su cara y su mirada se pierde en el techo de la casa.
Sin respuestas, un campanaso penetra en esa eterna pausa silenciosa. El final del temporizador del horno, genera un clic en las emociones de José, y éste entra en pánico, mientras observa sus manos.

-No vas a volver, ¿cierto?. Tenía miedo de no hacer lo que quiero. Mis sueños contigo nunca se harán realidad. Lo mejor que puedo hacer es ayudarte a cambiar este piso, y te dejaré en paz. Disculpame, mi vida. No quiero hacerte daño. Sólo quiero ser feliz, ¿lo podrás entender algún día?-. José rompe el llanto. Un llanto desesperado y desgarrador. Sus piernas dejan de temblar. Se pone de pié y camina hacia un lado del sillón contemplando toda la casa.

Como nunca, el teléfono de José ni de Cecilia alarmó de ninguna llamada.

El trabajo de José agobiaba cada mañana que salía de casa. Ser un buen jefe, no fue nunca fácil, y cada día era una estaca que debía ser clavada en su alma. Los largos viajes de ida y vuelta. Los fines de semana semana interrumpidos por avances del trabajo que debían ser ejecutados durante la semana, reducía todo espacio para la desconeción y volver a su estado.

¿Cuán fuertes podemos ser para tolerar y abandonarnos a nosotros mismos ante toda una sociedad moderna que atormenta y amaneza toda integridad física y emocional?. ¿Hasta qué límites nos puede llevar una vida que nace de la rutina y el estrés?. Y si somos capaces de tolerar todo esto,¿no nos convertiremos, al fin, en una especie que sucumbe a la lógica y se desprende de  toda emocionalidad dejándonos como meros instrumentos comerciales?. ¿Se convierte cada vez más la vida una eutopía y la muerta un camino para encontrarnos, nuevamente, con ella?

Desde la puerta, que había quedado entreabierta, entra un policía apuntando hacia el interior.
-¡Quiéto ahí!- Exclamó éste, viendo una imagen horrorosa frente a sus ojos.
La casa estaba desparramada en sangre. Un cuerpo sin ropa, estaba tumbado en la cocina. Sus piernas y torso arañados. Sus gluteos con marcas de dientes, y cabello suelto desde la cocina hasta el living de la casa. Junto al sillón, José, con un rostro de tranquilidad y paz, acariciaba y besaba la cabeza decapitada sin cabello de Ceciliay repetía: -Cambiaré ese piso y me iré, ¿si?.



20 Septembre 2018 03:48 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

José Cortés Origen desconocido. Viviendo en Ovalle, Chile. 26 años. Deportes, música y nada de libros.

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