Y él miraba y deseaba sus pechos, soñaba con sentirlos, tocarlos, acariciarlos, besarlos, lamerlos. En silencio, deseaba todo eso y más.
Imaginaba como sería poder hacer realidad ese deseo y más aún, se preguntaba cómo sería poseerla, tenerla y por un momento, ser un solo ser formado por 2 cuerpos.
Cuerpos ardientes y sedientos de placer, cuerpos que se consumen juntos miéntras los gemidos de ella le hacen perder la noción del tiempo, del espacio, de todo. Sólo quiere estar ahí con ella, dentro de ella, fundiéndose en el calor de su vagina, sintiendo su piel, oliéndola, degustándola. Hundiéndose en sus pechos, esos con los que sueña, casi hasta el tormento, no se los puede sacar de la cabeza. La desea con tal pasión que no puede concentrarse en casi nada.
Cada noche la piensa, la imagina a su lado, deseando que ella también lo deseé y pueda hacer realidad sus sueños de estar juntos, de tener sexo hasta que sus cuerpos se agoten de tanto placer, de tanto gozo, de tanto fuego que los consumen.