mariaaando Marian Diaz

En Itea no eres nadie si no formas parte de uno de los Gremios Arcanos, a no ser que seas un noble. Allegra no es ni lo uno, ni lo otro. Como pupila de un mago renegado, pasa los días en los suburbios de la ciudad de Wradian entrenando y haciendo trabajos para su mentor. Ahora, algo se cuece en las sombras del reino. Cuando los secretos del pasado salgan a la luz y viejos mitos retornen, su vida dará un vuelco para siempre. El amor, la traición, la amistad, la magia y la guerra irán dando forma al futuro de los magos. La oscuridad regresa, es hora de que los gremios se unan. Todos tenemos elección ¿Cuál es la tuya?


Fantaisie Épique Tout public. © Historia registrada legalmente en Safe Creative con el código 1704031521594. Queda totalmente prohibido el plagio total o parcial, adaptación o robo de ideas.

#341 #332 #magia #328 #217 #amor #amistad #gremios #385
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Prólogo

1533 años antes. Tierras celestiales de Nadderk.


El sol relucía en lo alto del cielo, reflejando su luz en el pequeño lago en el que Gaïa descansaba. Sentada en el borde, con los pies dentro del agua cristalina, creaba pequeñas ondas al son de una melodía que solo ella parecía escuchar.

Le encantaban estos momentos. Todo en el bosque de Nadderk, era calma. Lo echaría de menos.

Las largas hebras de su pelo se mezclaban con el verde puro del pasto, regándolo de color rojo, azul, blanco y marrón. Las pequeñas Sílfides jugaban con su pelo haciendo pequeñas trenzas mientras que, las Ondinas, se repartían entre jugar a sus pies bajo el agua y molestar a las pequeñas salamandras que descansaban bajo la sombra de un árbol cercano.

Un ruido sordo hizo que se sobresaltara levemente. Giró la cabeza hacía atrás y no pudo evitar reír. Los pequeños gnomos que hasta hace poco habían estado intentando subir al manzano, habían caído, apilándose unos encima de otro como una masa de cuerpos llenos de tierra y barro. Ella ya les había avisado.

Mientras observaba como estos se levantaban, Gaïa miró a Paralda. La pequeña Ondina se escondía tras los arbustos avanzado poco a poco en dirección a Djin. Había creado una esfera de agua en su mano derecha e intentaba esconderla en su espalda sin que se deshiciera.

Gaïa sabía cómo acabaría aquello. En el momento en esa esfera tocará el cuerpo de la salamandra estallaría una pelea entre ambos y eso no era algo bonito de ver. Djin era demasiado temperamental e incontrolable, como el fuego; y a Paralda le encantaba provocarle.

—Paralda —dijo suavemente Gaïa— ¿dónde vas con esa esfera?

Había dicho aquello de manera muy tranquila, pero la Ondina se sobresaltó como si le hubiera gritado. Al romper su concentración tan de repente, la esfera se deshizo mojando a Paralda y la hierba de su alrededor.

—Madre yo... no iba a hacer nada malo, solo quería jugar —el color rojo empezaba a llenar sus mejillas, tiñendo la piel azul de Paralda de una extraña tonalidad morada por la vergüenza.

—¡Eres una mentirosa, ibas a tirármela! —el grito de Djin se oyó en sus cabezas, la pequeña salamandra se había levantado y echaba humo por la nariz— eres una molestia Paralda.

—¡Cállate estúpido lagarto!

Gaïa suspiró. Estos dos siempre estaban igual. Miedo me dan cuando crezcan, sobre todo Djin cuando sea capaz de adquirir forma humana, pensó.

—¿¡A quien llamas lagarto, estúpido pescado!?

Ambas criaturas se habían acercado, sus frentes casi se rozaban y sus ojos relucían con molestia. Paralda apretaba sus pequeños puños con enfado. Si seguían así, dentro de nada empezarían a volar ráfagas de agua y fuego por todas partes.

Las demás criaturas, al ver la escena, se habían apartado unos pasos más allá a seguir con sus actividades, estaban cansados de las continuas peleas de ambos, sabían que Madre lo arreglaría. Solo Necksa y Gob se quedaron al lado de Gaïa, mirando a los dos con aburrimiento y fastidio.

—Vosotros dos ya está bien —dijo Gaïa con voz autoritaria— estoy cansada de que siempre os estéis peleando.

—Lo siento —ante la reprimenda ambos agacharon la cabeza y se disculparon.

—Anda venid aquí —suspiró Gaïa tendiéndoles las manos— Gob, Necksa, vosotros dos también.

Los cuatro acudieron corriendo a ella, acomodándose en diferentes lugares de su cuerpo. Gaïa los amaba. También quería sus demás hijos e hijas, pero aquellos cuatro habían sido los primeros a quienes había creado, hasta que llegaron los demás, habían sido su única compañía, por ello siempre serían sus favoritos, aunque estuviera mal decirlo. Les echaría de menos.

Aquella mañana, había tenido una visión, hacía eones que no tenía ninguna, no eran muy frecuentes en ella. La verdad... no había sido nada sorprendente, sabía que aquello tarde o temprano debería suceder.

Necksa y Paralda se habían sentado en sus hombros, les encantaba tocar su pelo y jugar con él. Gob se había sentado en su regazo y Djin había apoyado su cálida cabeza en su rodilla.

—¿Podemos verlos Madre? —dijo Gob echando la cabeza hacia atrás— hace tiempo que no nos enseñas sus progresos - sus ojos brillaban con emoción.

—¡Sí!, por favor, quiero verlos —dijo Necksa.

Ante el estallido de emoción de ambos, Paralda y Djin bufaron, al menos coincidían en algo.

—Yo no quiero verlos, son unos tontos y no saben hacer nada —dijo Paralda con los brazos cruzados.

—Eso, ni siquiera tienen magia.

—No debéis juzgarlos así chicos, los humanos apenas llevan unos miles de años en el mundo, están evolucionando. En el futuro poseerán magia, una poderosa y envidiable magia, pero... no por ello todos serán necesariamente buenos —dijo Gaïa con el rostro ensombrecido al recordar su visión.

Esto no escapó a los ojos de los pequeños quienes se miraron entre sí con preocupación.

—Madre... ¿ocurre algo? —dijo Djin.

—Sabes que puedes decírnoslo, después de todo somos tus favoritos —dijo Paralda con orgullo.

Gaïa no pudo evitar reír al escucharla.

—Claro que lo sois pequeña, pero no se lo digas a los demás.

—Entonces... dinos qué es lo que ocurre —dijo Necksa con los ojos acuosos— va a pasar algo malo verdad? Lo sé —la pequeña Sílfide tenía un mal presentimiento, tenía de adivina tanto como de inocente.

Gaïa, ante sus caras, los recolocó a todos en su regazo para poder abrazarles.

—Esta bien... debería haberlo dicho antes pero no quería dañaros antes de tiempo. Yo tengo que...

De repente un trueno relampagueó en el cielo. El sol era casi invisible por culpa de las nubes negras que habían aparecido de repente. En Nadderk aquello nunca ocurría. Por las noches la luna siempre brillaba de un bonito tono blanco puro, rodeada de un manto de estrellas amarillas. Sabía lo que aquella inusual oscuridad significaba.

—Ya está aquí. No puede ser. Ha sucedido antes de tiempo —dijo Gaïa poniéndose en pie rápidamente.

Dejó a los cuatro en el suelo, alrededor de sus pies. Su cara reflejaba pánico, no por ella, no por lo que venía, sino por sus pequeños. Había planeado sacarlos de allí aquella noche para que él no pudiera hacerles daño, pero obviamente había interpretado mal cuándo ocurriría su visión.

El resto de las Ondinas, Sílfides, Gnomos y Salamandras se acercaron a ellos corriendo, escondiéndose detrás de Gaïa. Habían percibido el cambio en el ambiente. Se podía palpar la oscuridad, la maldad.

—¡¿Madre, que está pasando?! —gritaban todos a una, desesperados.

De repente cuatro figuras negras aparecieron volando a alta velocidad hacia ellos con un único objetivo: sangre.

—¡Son demonios! —gritó Djin— ¡Cuidado!

Gaïa puso las palmas de sus manos hacia delante y lanzó rayos de energía pura hacia los demonios, pero se movían demasiado rápido. Con la preocupación por sus hijos no estaba concentrada del todo. Consiguió matar a tres y vio como explotaban en una nube de cenizas negras.

El cuarto la tomó desprevenida y consiguió arañarle el estómago con sus garras antes de que Djin lo rostizara con sus llamas, dejando solo un caparazón de huesos caer al suelo.

A Gaïa nada podía dañarla, nada salvo las hijas e hijos de su hermano Mörk. Si ella era la luz, la calma, la vida; su hermano era lo contrario: la oscuridad, el caos, la muerte. Se llevó una mano al estómago. Le ardía la herida y no paraba de sangrar, pronto se manchó toda la túnica de sangre dorada.

—¡¿Madre estas bien?! —Dijo Paralda con lágrimas en los ojos.

—¡Estás sangrando! —Necksa le tocó e estómago, manchando sus pequeñas manos.

—No es nada chicas, estoy bien.

Con su propia magia realizó un pequeño sello mágico de curación, aquello tendría que bastar para cumplir su cometido.

—No estás bie... - Djin no terminó la frase al recibir la dura mirada de Gaïa. Esto era más serio de lo que creía.

Gaïa se giró hacia sus otras criaturas quienes estaban aterradas detrás de ella. Aún eran niños, hace poco que los había creado a todos y era la primera vez que veían a una de las criaturas de Mörk.

Miró a las pequeñas Ondinas, a las traviesas Sílfides, a las impredecibles Salamandras y a los tenaces Gnomos. Vio horror en sus ojos; horror, preocupación y amor por ella. Gaïa les devolvió la mirada llena de afecto y calma, intentando que se tranquilizaran.

—Soy vuestra madre y os quiero, sois mi creación, por eso voy a hacer esto. No puedo dejar que nada os dañe. Lo siento de verdad —dijo Gaïa con los ojos acuosos.

Las criaturas no entendían nada, aquella frase solo les había confundido y asustado más. De repente Gaïa alzó una mano. Debajo de ellos se creó un amplio circulo de patrones intrincados que brillaba con luz dorada. Poco a poco las criaturas iban desapareciendo una tras otra hasta que después de un momento solo quedaron Necksa, Paralda, Djin y Gob.

—¡¿Qu... que has hecho?! ¿¡Dónde los has enviado!? —dijo una alterada Necksa. Un mini huracán empezaba a formarse alrededor de su pelo por su nerviosismo.

—Los has trasladado ¿verdad? —dijo Gob. El siempre tan inteligente.

—Si. A la Tierra.

—¿¡Qué!? —dijeron al unísono.

—¡No puedes enviarnos allí, este es nuestro hogar! —exclamó Djin

—Chicos no hay tiempo para esto. Mörk está cerca y no puedo permitir que destruya todo lo que he creado. En el mundo de los humanos estaréis a salvo de él. Al menos de momento.

Gaïa veía venir las réplicas, las cuales fueron interrumpidas por una voz susurrante de tono gélido como el hielo.

—Vaya vaya... parece que has trasladado a tus otros bichitos... bueno, tendré que conformarme con la sangre de estos cuatro... y con la tuya por supuesto - la sonrisa se evidenciaba en su tono burlón.

La figura de Mörk estaba cubierta por una túnica del color más negro que nunca hubiera visto. Su rostro escondido entre las sombras de la capucha solo dejaba ver el resplandor de unos ojos amarillos demoniacos. Una de sus manos de tono grisáceo y con uñas negras acabadas en punta se alzó. De su espalda salieron más de sus criaturas quienes sin ni siquiera orden alguna, marcharon contra Gaïa.

Tenía que sacar a los demás de allí, eran demasiado jóvenes y aún no manejaban bien su magia, serían una presa fácil. Gaïa creó una cúpula dorada a su alrededor, impidiendo que los demonios pudieran alcanzarles temporalmente.

—Bien pequeños, os toca, tengo que enviaros con los demás —dijo Gaïa con tristeza y desesperación.

—Pero nosotros podemos ayudarte —dijo Djin

—Si, te ayudaremos a matarlos —dijo Gob —acabaremos con el juntos, podemos hacerlo.

—Sabéis que no podemos chicos. No podemos matarnos mutuamente, pero si puede haceros daño a vosotros y no voy a permitirlo —dijo Gaïa con resolución— Escuchadme, cuidad de los demás ¿de acuerdo?, sois los responsables. Sabéis que esto no ha acabado, pero lo retendré durante algún tiempo. El volverá a destruir todo.

—¿Y cuando pase eso que haremos? ¡Tú no estarás! —la angustia de Paralda era palpable en su tono.

—Solo debéis ayudar a los Guardianes y al pilar, ellos irán en vuestra búsqueda. Brindarles vuestra ayuda, ¿de acuerdo?

—¿Qué? ¿Guardianes, pilar... de que estas hablando madre? ¡¿Qué es eso?! —la incomprensión bañaba la voz de Gob. Él era gnomo más inteligente de todos, por ello, odiaba no poder comprender las palabras de su madre.

Gaïa los miró con ternura.

—Lo entenderéis en su momento. Es hora de iros chicos —Gaïa les abrazó fuerte, le costaba soltarlos más que nada en el mundo, pero la barrera no aguantaría mucho más.

Después de este último abrazo, Gaïa se puso en pie rápidamente, levantó la mano y Necksa, Paralda, Gob y Djin se iluminaron igual que sus hermanos habían hecho mementos antes.

Esto pareció sacar del estupor a los cuatro quienes, con lágrimas en los ojos, le suplicaban que no lo hiciera. Que no les separara. Gaïa sabía que era lo que tenía que hacer, pero eso no hacía que costara y doliera menos.

—Os quiero. Cuidad de los demás —les dijo con lágrimas en los ojos.

Justo cuando la barrera de luz explotó, los cuatro acabaron por desaparecer.

—Sabes que esto no te ha servido de nada. Acabaré contigo, después iré a por tus estúpidos bichos y más tarde a por esas sucias criaturas llamadas humanos a las que tienes tanto aprecio - dijo Mörk con voz enfurecida— Solo estas posponiéndolo unos minutos.

—Te equivocas. Será mucho más que unos pocos minutos —dijo Gaïa con voz de suficiencia. Se limpió las lágrimas con la manga de su túnica blanca y con una explosión de energía mató a los demonios de su hermano acercándose a él con rapidez.

Se concentró solo en él, en atraparlo. Sus ojos se pusieron en blanco y delicados patrones dorados empezaban a dibujarse en su piel. A sus pies fue apareciendo la forma de un pentágono dentro de un circulo. Al ver el símbolo, Mörk comprendió cuál era su intención y empezó a atacar con ráfagas negras que dejaban sin vida a todo lo que tocaban. Pero era demasiado tarde.

—¡¿Eres estúpida?! ¡Tú también quedarás atrapada, desaparecerás conmigo!

—Lo sé. Mientras pueda contenerte, merece la pena.

Con una explosión de luz ambos desaparecieron, uno enfurecido, la otra con calma al saber que, cuando fuera el momento, las fichas estarían en su lugar.

Había merecido la pena el sacrificio.

Poco a poco, fue desapareciendo recordando el olor a bosque y magia de sus hijos por última vez. 

27 Juin 2018 11:09 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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