A
Augusto Salvador


El hijo del camino es un cuento corto de Jacinto Octavio Picón Bouchet (Madrid, 8 de septiembre de 1852 - ibídem, 19 de noviembre de 1923) fue un escritor, pintor, crítico de arte y periodista español, sobrino del dramaturgo y libretista de zarzuelas José Picón.


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I

Era el tiempo en que para trasladar a los presos y penados de cárcel a cárcel, de penal a penal, se les llevaba todavía a pie por los caminos, entre destacamentos de gente armada.

Tras el día de calor insufrible, vino la noche sin brisa, cálida y sofocante.

No corría un pelo de aire, ni se alzaba del suelo un átomo de polvo. La carretera abierta en la dilatada extensión de la llanura, se destacaba interrumpiendo el gris terroso de los campos, como una cinta blanca y ancha tendida sobre los surcos en rastrojo.

Por su centro iba la cuerda, la reata humana, doblemente rendida a la pesadumbre de la fatiga y del delito.

Quién llevaba morral, quién alforjas, quién manta, los más, nada; veíanse muchos descalzos, despeados; pocos fumaban, no reía ninguno. A los lados marchaba la tropa obligada a meterse por la estrecha hondura de las cunetas, o a subirse en los montones de guija y pedernal recién partido, mientras el brillo de las armas, iluminadas por la luna, limitaba la movible masa de aquella triste muchedumbre. Los grillos y las cigarras cantaban libremente; voces humanas se oían pocas, y esas eran blasfemias; tal vez envidia de los animalillos, desahogo propio de gente forzada del rey que iba a las galeras.

En la Venta de la Mora se hizo alto: la cuerda se recogió a un lado del camino, en un repecho: los soldados desataron los cabos de bramante, y luego, apartándose y formando extenso círculo en torno de los presos, colocaron centinelas. De allí a poco salieron de la venta quince o veinte mujeres harapientas, sucias, miserables, y esquivando a los de uniforme corrieron hacia los del grupo central, aunándose con ellos en parejas que desaparecían tras un tronco, tras un peñasco, en un repliegue del terreno, donde pudieran ocultarse.

Era la visita del amor a la desgracia; amor momentáneo, vicioso, repugnante, y venal; pero amor. Y era también costumbre sancionada por los años, tolerancia perpetuada por la tradición, abuso que tomó origen en el capricho de un rey absoluto, ganoso de repoblar su reino.

Antes de romper el alba, la columna se ponía en marcha. Después, los padres anónimos morían en presidio, y los hijos de aquellas esposas de una noche se llamaban los hijos del camino.

31 Mai 2018 23:23 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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