Ha de tener en sus nobles manos
el tinte perfecto y sereno.
De niño me cobijó en su seno
y de grande fui perdonado.
En la ausencia de los días
que humanamente pelea,
de mi padre que aun la desvela
por esa triste partida.
Viendo su mirada fría
entendiendo no entender
creo quizás comprender
que con él, se fue su vida.
Pero sostenida del cajón
con lo poco que le quedaba
sosteniéndome se encontraban
sus manos, mi corazón.
Así abrazados nos fuimos
a la tarde recién nacida
juntos por la senda vacía
de un mundo que ya no sentimos.
juntos así lo aprendimos
juntos vivimos la ausencia
y sus manos son la clemencia
desde ese día en que nacimos.
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