Era el primer día del último año escolar, y los pasillos de la escuela vibraban de emoción. Entre la multitud de estudiantes, dos almas, sin saberlo, comenzaron un viaje que cambiaría sus vidas para siempre.
Dana, de 17 años, con una inclinación por el arte y un corazón lleno de sueños, sostenía nerviosamente su cuaderno de dibujos. Acababa de mudarse de un pequeño pueblo, dejando atrás todo lo que había conocido. Mientras caminaba por los pasillos desconocidos, chocó con un chico alto y atlético que tenía una chispa traviesa en los ojos.
"¡Mira por dónde vas!" dijo el chico, con una sonrisa que hizo que el corazón de Dana diera un vuelco.
"Lo siento", balbuceó Dana, sintiendo sus mejillas encenderse de rubor.
Rápidamente se alejó, dejando al chico riendo detrás de ella.
Más tarde ese día, Dana estaba en la sala de arte, buscando refugio en su cuaderno de dibujos.
Mientras se perdía en los trazos de su lápiz, notó al mismo chico de antes sentado frente a ella, dibujando un balón de fútbol.
"Bonito dibujo", comentó, esbozando una cálida sonrisa, que aceleró el corazón de Dana.
"Gracias", respondió Dana tímidamente. "Soy Dana".
"Nick", dijo él, extendiendo la mano. Se estrecharon las manos, y su conexión parecía cosa del destino.
En las semanas siguientes, Dana y Nick se volvieron inseparables. Compartieron sus esperanzas, temores y sueños. La destreza artística de Dana floreció, inspirada por la pasión de Nick por el fútbol. Él, a su vez, encontró refugio en su creatividad.
Su amor floreció en secreto, a escondidas del mundo. Nick era el jugador estrella del equipo de fútbol de la escuela, y Dana era un alma artística que nunca encajó del todo. Sabían que su relación enfrentaría resistencia, pero valía la pena.
Una tarde, mientras paseaban por el parque, Dana reveló su secreto más profundo. "Tengo una rara enfermedad cardíaca", confesó, con la voz temblorosa. "Los médicos dicen que podría no durar mucho".
Las lágrimas llenaron los ojos de Nick mientras la abrazaba. "Haremos que cada momento cuente", prometió.
Con el paso de los meses, su amor se hizo más fuerte, pero el mundo a su alrededor se volvió más frío. Los rumores sobre su relación comenzaron a circular, y la desaprobación de sus amigos y familias crecía.
Mark, el mejor amigo de Nick, se encontró con ellos un día, mientras se escondían bajo su árbol secreto.
"¡Estás arruinando tu futuro, amigo!" exclamó Mark, con voz llena de enojo. "¡Ella es una distracción!"
El corazón de Nick se debatía entre el amor y la lealtad. Sabía que Mark tenía razón, pero no podía soportar perder a Dana. Esa noche, rompió con ella, con lágrimas en los ojos de ambos.
Pasaron meses, y el dolor de la separación pesaba mucho en Dana y Nick. La salud de Dana se deterioraba, y pasaba más tiempo en el hospital. Mientras tanto, Nick destacaba en el campo de fútbol, pero sentía un vacío en su corazón.
Los padres de Dana la visitaron una fatídica tarde, mientras yacía en su cama de hospital. Cuando se dieron cuenta de cuánto afectaba la ruptura a su hija, cambiaron de opinión.
"Queremos que seas feliz, Dana", dijo su padre con lágrimas en los ojos. "Si Nick te hace feliz, entonces apoyamos tu decisión."
Con esperanza renovada, Dana corrió a buscar a Nick. Lo encontró en el campo de fútbol, su rostro iluminado por las luces del estadio.
"¡Nick!" exclamó, corriendo hacia él. "Te amo, y no me importa lo que digan los demás. Quiero estar contigo."
Los ojos de Nick se llenaron de lágrimas mientras la abrazaba. "Yo también te amo, Dana. Te he extrañado todos los días."
Su reunión fue como un final de cuento de hadas, llena de alegría y amor. La historia de amor de Nick y Dana se convirtió en el tema de conversación de la escuela, inspirando a otros a seguir sus corazones. El mundo parecía más brillante, y su amor se sentía invencible.
Sin embargo, la vida tenía otros planes para ellos.
Una tarde soleada, mientras practicaba en el campo de fútbol, Nick recibió una llamada que destrozó su mundo. Dana se había desplomado y la habían llevado de urgencia al hospital. Su condición cardíaca empeoraba, y los médicos no eran optimistas.
La desesperación y el miedo se apoderaron del corazón de Nick mientras corría hacia el lado de Dana. Ella yacía en la cama del hospital, débil y frágil, pero aún con una valiente sonrisa.
"Tengo miedo, Nick", susurró, su voz apenas audible.
Las lágrimas rodaron por su rostro mientras él sostenía su mano. "Estoy aquí, Dana. Siempre estaré aquí".
Los días se convirtieron en semanas y la condición de Dana seguía deteriorándose. Nick rara vez se separaba de su lado, y su amor se volvía más profundo con cada momento que pasaba.
A pesar del dolor y la desesperación, su amor brillaba intensamente.
Dana se volvió hacia Nick una tarde, mientras el sol se ponía por la ventana del hospital.
"Prométeme algo", le dijo, con su voz débil pero decidida.
"Cualquier cosa", respondió Nick, con el corazón roto.
"Vive tu vida, Nick. Sé feliz. Persigue tus sueños. No dejes que mi recuerdo te detenga".
Las lágrimas rodaron por el rostro de él mientras asentía, comprendiendo el peso de sus palabras.
La condición de Dana empeoró, y sus momentos de lucidez fueron cada vez menos frecuentes. Nick permaneció a su lado, susurrando palabras de amor y aliento.
Una tarde, mientras él sostenía su frágil mano, ella sonrió débilmente.
"Te amo, Nick. Siempre te amaré".
"Yo también te amo, Dana", balbuceó él, sus lágrimas fluyendo inconsolablemente.
Y luego, en la tranquilidad de la habitación del hospital, con el amor de su vida a su lado, Dana dio su último suspiro.
Los días que siguieron fueron un borrón para Nick. Se sintió perdido sin Dana, como un barco sin brújula. Intentó mantener su promesa, persiguiendo sus sueños y logrando éxito en el campo de fútbol, pero la sensación de vacío en su corazón permaneció.
Pasaron los años y la vida de Nick siguió adelante, pero él nunca dejó ir verdaderamente el recuerdo de Dana. Llevaba su amor consigo, una sinfonía agridulce que sonaba de fondo en su vida.
Y mientras estaba en el campo de fútbol, mirando al cielo, supo que el amor, incluso con su triste final, lo había cambiado para siempre. Fue un amor que valió la pena, cada momento, cada sacrificio y cada lágrima.
La sinfonía agridulce de su amor resonaría en su corazón hasta el final de sus días.
Javiera Hidalgo
