"Se terminó Jamie. No quiero verte más, ya no siento nada por ti".
Había terminado. Realmente había terminado.
Aline, su primera novia, con la que había estado casi tres años, lo había dejado.
Había sido así de sencillo como un par de palabras.
Hasta que se dio cuenta de que realmente no había sido tan sencillo como eso.
No podía terminar así ¿Qué se supone que tenía que hacer ahora?
Pensó que iba a perder la cordura.
Pero la terminó de perder cuando la vio entrar a un Porsche rojo con un tipo cincuenta veces más guapo que él.
Mierda siempre pensó que era demasiado para él, pero nunca, que se lo refregaría en la cara de esa manera.
Su abuela le había hablado mil veces de Cupido, de como obraba Cupido, que aunque parecía que se equivocaba, simplemente te daba pequeñas lecciones para prepararte y que así, finalmente encontraras a tu amor verdadero.
¡Pero el hijo de puta se había equivocado! Esta no era una lección, era un completo error, un desastre, una caída al vacío.
Aline era su amor verdadero, habían estado juntos tres malditos años.
Iba a estabilizar su situación financiera y pedirle matrimonio en un par de meses.
Tenía incluso el maldito anillo reservado en la tienda.
Pero ella había conocido a ese imbécil Damian Ross con su brillante sonrisa blanca, sus costosos trajes y su maldito Porsche que costaba más que su sueldo de un año.
No había manera de competir con eso.
Había pasado casi una semana bebiendo hasta la inconsciencia, cuando se dio cuenta de que había una manera de vengarse.
No tenía idea cómo no se le había ocurrido antes.
Era una idea tan brillante como completamente descabellada y estúpida: Simplemente, tenía que matar al maldito cupido que había flechado a su casi prometida con ese saco de billetes.
No se la devolvería, pero al menos se sentiría satisfecho.
Soltó una carcajada, parecía un completo demente, sin embargo, se puso de pie y caminó a la azotea para buscar ese libro que su abuela solía llevar a todos lados. Creía fervientemente en él.
Hasta que alguno de sus dioses había decidido llevársela.
Esperaba que le hubieran cumplido todas esas promesas que ella solía mencionar.
Pasó las páginas casi con desesperación hasta que lo encontró:
Cupido, Eros, dios del amor.
Había ahí un pequeño ritual para atraerlo, para atraer el amor a tu vida.
Jamie rodó los ojos, «Misma basura, distinto nombre», pensó.
Mientras recolectaba el montón de cosas que salían ahí. Era una tontería, pero en ese momento estaba borracho y parecía que sería lo único que podía darle algo de consuelo.
Encendió las mendigas velas, dos rojas, una blanca.
Y luego se encontró a sí mismo repitiendo una par de palabras que le sonaban completamente como una imbecilidad:
Oh clemente dios del amor, Cupido, Eros, te invoco, invoco tus poderes para traer el amor nuevamente a mi mundo. Escucha mis suplicas y ven, ven a mí.
Se quedó allí en silencio por un largo minuto, nada pasó.
Lo que lo hizo terminar maldiciendo entre dientes. Soltó una carcajada, estaba haciendo el ridículo de todas la maneras posibles, finalmente había tocado fondo.
«Nunca debes convocar a un dios sin una ofrenda adecuada o no te escucharan», había dicho su abuela.
Afirmo el cuchillo con el pretendía asesinarlo, sobre la mesa y se sentó, cuando apareciera lo mataría, sin dudarlo. Estaba completamente seguro.
—Ven, maldito Cupido, ven y déjame matarte — se le escapó una risa amarga y se bebió todo el ron que le quedaba en la botella —A cambio te ofrezco todo lo que soy ¡VEN CUPIDO, HIJO DE LA GRAN PUTA!— gritó a todo pulmón y se desplomó sobre la mesa, inconsciente.
Cuando despertó un chico estaba sentado sobre su viejo sofá. Lo miraba con una gran sonrisa. Tenía el cabello dorado y los ojos de un verde muy intenso, parecía irreal.
Su belleza era completamente otro nivel, no había manera alguna que su aspecto no pudiera ser comparado con algo divino, parecía que una de las estatuas de algún museo romano había tomado vida y de repente había decidido ir a sentarse en su sofá en una postura no muy impecable. Incluso sólo llevaba una toga blanca y sandalias demasiado livianas para el clima que hacía afuera.
—Así que Cupido, hijo de la gran puta— dijo mirándolo con una sonrisa divertida, que de alguna manera lo hizo parecer incluso un poco más glorioso.
Jamie se puso de pie bruscamente y pasó a golpear una de las botellas que tenía alrededor, con el brazo. Se hizo añicos en el piso y por unos momentos fue el único ruido que se pudo escuchar en el cuarto. El chico frente a él lo miraba expectante aún sonriendo, mientras esperaba que encontrara sus palabras, finalmente mientras se refregaba los ojos con el pulgar y el índice de una mano, intentando aparentar que no le dolía la cabeza casi para morirse, preguntó —¿Cómo entraste a aquí?
Enarcó una ceja y se puso de pie, levantando el libro con el que había hecho el ritual la noche anterior, lo miró con curiosidad un par de segundos y finalmente le dijo en voz plana devolviéndose a él—¿No fuiste tú acaso el que me invocó?
—¿Qué…?
Pero el dios elevó los brazos al cielo gritando casi enloquecidamente, completamente seguro de que estaba haciendo una imitación del Jamie mismo muy pero muy precisa —¡Ven aquí cupido hijo de la gran puta, si me dejas matarte te ofrezco todo lo que soy!
Palideció un par de tonos mientras lo miraba con los ojos muy abiertos —Estas jugando conmigo.
El chico soltó el libro y lo miró ahora con una gran sonrisa —Ahora dime, Jamie Sullivan ¿De qué me sirve tu existencia si quieres matarme?
Pero el mismo Jamie Sullivan, que parecía estar sufriendo un shock severo, simplemente repitió —¿Qué?
El chico caminó hacia el lugar en dónde el enloquecido Jamie había encendido las velas examinándolo con curiosidad y soltó una risa —¿Pensabas matarme con eso? —dijo señalando el cuchillo que descansaba sobre la mesa.
Jamie enrojeció varios tonos al instante, sin embargo, tomándolo con rapidez lo escondió tras su espalda —Era... era... para abrir las botellas — dijo no muy convincente.
—Soy inmortal ¿Lo sabias? Puede que no — dijo algo burlón mientras caminaba alrededor del cuarto mirando todo con la curiosidad de un niño. Luego agregó casi con pereza— Si desaparezco habría un gran desequilibrio en el universo.
—Yo…
Jamie seguía sin ser capaz de armar una cadena coherente de pensamientos, así que simplemente lo miraba pasearse por la vieja casa que le había pertenecido a su familia, como si fuera suya, boquiabierto, sin atreverse a hacer nada más.
Hasta que finalmente plantó sus ojos verdes en él, parecía que había tomado una decisión —Para tu buena suerte, te tengo un trato mejor.
Jamie, que sentía que incluso se la había pasado la borrachera, lo miró con atención —¿Un trato?
—De alguna manera ahora soy visible para los mortales, un puto castigo de Marte.
—¿Marte?
—Marte, Ares, llámale como quieras, el viejo no dejará de ser un cabrón sin sentido del humor — dijo con desdén y luego agregó—Tengo que caminar entre los humanos hasta que termine con esto. El problema de que puedan verme, es que realmente pueden verme ¿Sabes?
—No comprendo...
Hizo un gesto algo aburrido —Por supuesto que no, eres un simple mortal, se supone que no comprendas muchas cosas y sólo las aceptes — dijo mirándole intensamente — Necesito alguien que junte las parejas para yo amarrarlas, tu las distraes y yo lo hago ¿Qué te parece?
—Suena como si fuéramos a robar billeteras — dijo el chico torciendo el gesto.
—Si no termino con esta lista en un mes estaré en reales problemas ¿Sabes? — se sentó algo más derecho y lo miró intensamente.
—Pero yo no quiero hacer el ridículo — masculló
—Venga tú novia te dejó por alguien con más dinero ¿Qué puede ser más ridículo que eso? — masculló el chico burlesco soltando una carcajada.
Jamie se puso de pie y le empuñó la especie de chitón que llevaba. Se arrepintió casi al instante, la prenda era demasiado delgada y parecía que se le iba a caer al mínimo esfuerzo, sin embargo, no por eso perdió sus palabras — Hablando de eso, voy a matarte.
Los ojos del dios refulgieron levemente —Pues inténtalo. El cuchillo no te va a servir te lo digo ahora, al menos no así como está.
Jamie frunció el ceño —¿Y cómo entonces?
El dios sonrió con una sonrisa gatuna—Te lo contaría... pero no me quiero morir aún.
—Bastardo... — masculló mientras lo soltaba y se sentaba de nuevo.
—Hagamos un trato Jamie, te daré lo que quieres si me ayudas.
—¿Me dirás cómo matarte?
—Ni que fuera un imbécil, te daré algo incluso mejor — dijo maliciosamente y cruzó sus finos dedos de las manos sobre la mesa — Puedo ver el futuro hasta cierto punto, puedo mostrarte quién tiene más potencial de quedarse a tu lado.
Jamie se quedó boquiabierto —¿Puedes hacer eso?
El dios asintió con algo de picardía —Por supuesto que sí.
Jamie sonrió levemente, sonaba demasiado bueno para ser verdad, pero no quería el tipo frente a él supiera lo impresionado que estaba, incluso se dio el gusto de negarse, aunque claramente estaba titubeando —Tengo un trabajo ¿Sabes? No puedo andar por ahí perdiendo el tiempo.
—Te refieres a ese del que te despidieron ¿No?
—¿Que me qué? — dijo con los ojos como plato.
—Desapareciste una semana, sin avisar ¿Que estabas esperando? ¿Una palmadita en la espalda? Te echaron, por si aún no te enterabas— dijo levantando una carta azul con su nombre y el de su empresa en él. Jamie la tomó entre sus manos temblorosas.
Mierda, ese dios no tenía tacto, ni sentido de la empatía alguno.
Lo abrió y se dio cuenta de que tenía razón, lo había perdido todo. Ese estúpido dios le había costado todo ¿Por qué mierda lo había metido en esa relación?
Se tomó la frente y soltó un suspiro —Mierda...¿Qué se supone que voy a comer?
—Pues puedo alimentarte mientras estamos juntos, tú sabes, la ambrosía y todo eso, no nos falta comida en realidad.
—¿Y cómo se supone que pagaré el arriendo?
—Oye, ¿No se supone que tienes una indemnización cuándo te despiden? ¿Acaso pretendes que arregle toda tu vida? Mientras esté contigo no te faltará la comida, una vez que terminemos busca trabajo, vuelve a esa rutina que adoras o lo que sea — masculló.
"Vuelve a esa rutina que adoras"
En el fondo, aunque Jamie no tenía intención alguna de reconocerlo, sentía un alivio profundo.
No se había atrevido jamás a renunciar aunque odiaba ese trabajo, porque tenía miedo de que nadie más le diera uno, la economía no estaba para bromas, tenía que sobrevivir, sólo eso importaba.
Mierda, cómo odiaba su vida.
Frunció el ceño y lo miró en silencio.
—Te daría tu amor verdadero... no más juegos — agregó el dios en voz baja como tanteando terreno.
—No te creo.
—Pues puedo comprobártelo.
Jamie se quedó en silencio por un largo minuto y finalmente soltó un suspiro, no era como si tuviera otra alternativa de todos modos —Mas vale que no me estés engañando. Mi abuela siempre me dijo que no tenía que confiar en los dioses. Que eran engañosos y mentirosos.
—Pero aún así creía en nosotros — dijo como quién no quiere la cosa —Te lo mostraré pero si no te gusta no es problema mío ¿De acuerdo? Los humanos son unos malditos desagradecidos —dijo frunciendo el ceño mientras se ponía de pie y ponía ambas manos sobre el pecho del chico. A Jamie se le aceleró levemente el pulso, después de todo, por mucho que quisiera evitarlo, ese estúpido dios era por lejos el hombre más guapo que había visto en toda su vida. El dios hizo mueca, claramente notándolo —Contrólate ¿Quieres? No te lo mostraré completo, esto es sólo para que veas que no miento, el resto te lo mostraré cuando cumplas con tu parte.
De repente, todo lo que tenía alrededor se difuminó y pareció quedar en blanco. Jamie entrecerró los ojos, había demasiada luz. Y de un segundo a otro, una luz amarilla los envolvió en ella, dos figuras se estaban besando parecían completamente sumergidos en el otro, estaban ajenos a todo lo demás. Ambas tenían un anillo con un sol en sus manos y a su alrededor parecía haber una especie de prado que Jamie jamás había visto. Pero antes de que se mostrará completamente él dios la cortó —A veces pueden ser imprecisas — dijo mirándolo de soslayo, lucía algo incómodo y se había sonrojado levemente, pero el chico frente a él, no lo notó.
Jamie se había quedado con una parte completamente diferente de todo aquello —Era un chico, me estaba besando con un chico.
El dios levantó una ceja algo escéptico mientas prácticamente lo fulminaba con la mirada—Ambos sabemos que eres gay, no es necesario simularlo conmigo ¿Sabes?
—¿Qué?
—¿Es muy pronto para que hablemos de Martín? — dijo elevando una ceja con sonrisa burlona.
Se abalanzó sobre él —¡Fuiste tú maldito hijo de puta!
Pero el dios lo detuvo por las manos haciendo un leve movimiento, que incluso parecía algo perezoso —Ambos tenían que aprender algo de esa relación, para él fue descubrir su sexualidad, para ti... mierda parece que nada. Eres algo duro ¿No es así?
—¿Y quién se supone que decide eso?
—Yo.
—¿Tú? No es verdad.
Sonrió con picardía —No, no lo es — dijo y finalmente soltó una risa —Algún dios, supongo.
—¿Y cuál se supone que es tu rol en todo esto?
— Lo descubrirás con el tiempo, ahora invítame a un café.
—Dijiste que tú me darías la comida —respondió Jamie sarcástico.
—Es verdad, vamos por un café — mencionó dirigiéndose a la puerta, pero Jamie lo sujetó por el brazo negando.
—Ni loco voy a salir contigo vestido así.
—¿Qué?¿Qué tiene? — dijo el dios bajando la vista a su ropa completamente atemporal.
—¿Miraste tu ropa? Dijiste que podían verte — dijo y agregó entre dientes —¿Acaso ya no eres lo suficientemente llamativo?
El dios lo miró unos segundos en blanco, seguramente sorprendido de que el humano hubiera recordado lo que le dijo —Es verdad, préstame algo de ropa.
—Como si ya no estuviera lo suficientemente pobre...— masculló Jamie subiendo la escalera a grandes pasos. El dios lo siguió caminaba tan ligero que el humano tuvo que asegurarse que de verdad lo estaba siguiendo.
Estaba unos centímetros por debajo de él, así que probablemente su ropa no le quedaría tan espantosa, le pasó una camiseta gris y unos pantalones holgados que el dios se puso sin hacer mucho alarde mientras miraba alrededor lleno de curiosidad, levantó unos lentes de marco dorado —¿Llevas lentes?
Jamie se sonrojó un poco —Eh... sí, pero esos fueron una moda alguna vez, no tienen aumento realmente.
Pero entonces el dios se los puso.
Y se puso también la chaqueta que Jamie tenía en su mano para pasarle.
Decir glorioso le habría quedado corto al humano en todos los sentidos.
Continuó mirándolo mientras caminaban por la calle, pero no era el único, prácticamente tenía toda la atención de la cuadra.
El dios rodó los ojos —¿Y ahora qué, Jamie?
Jamie, que se había quedado con la boca abierta, la cerró y finalmente encontró algo que decir —¿Y cómo se supone que debo llamarte?
El dios se quedó pensando unos segundos mientras miraba el cielo encapotado de la ciudad como si lo estuviera ofendiendo—Eros sonaba muy bien, hasta que lo censuraron. Detestaba como sonaba Cupido, aunque supongo que es el más clásico.
Se tuvieron que detener porque un par de colegialas se había parado frente a él claramente a tomarle fotos descaradamente. El dios sólo rodó los ojos.
Jamie se obligó a quitar la vista de él y mirar alrededor intentando sonar casual—Supongo que te asociamos a San Valentín.
Rodó los ojos, aparentemente tenía una tendencia demasiado notoria al sarcasmo—Si sabes que no tengo mucho ver con el origen de ese nombre ¿No?
—Por cierto, ¿Dónde escondiste tus ridículas alitas y tu pañal? ¿A ver?
Hizo una mueca mientras lo miraba fijamente —¿Me estás pidiendo que te muestre mis partes? — dijo mientras acomodaba sus lentes, claramente no muy acostumbrado a llevar un accesorio como ese. Jamie se estremeció levemente al escucharlo decir "partes" sonaba demasiado obsceno para un rostro como ese que parecía salido del mismo cielo —Un infortunio que me hayan pintado así. Es como cuando tu madre te toma esa foto de pequeño en el baño con el culo al aire y la difunde por todos lados, como si fuera un tesoro de guerra el que su hijo haya aprendido a cagar donde debe.
El humano soltó una carcajada, ese dios estaba fuera de cualquier cosa que pudiera haber esperado.
Entrecerró los ojos y finalmente le dijo —Entonces, simplemente te llamaré Valentín.
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Presentación de la historia.
03/Septiembre/ 2023
¿Qué estás haciendo Apolo subiendo una historia nueva otra vez? Puedo explicarlo lo juro .
Esta es una ida que nació en un viaje que tuve hace unos meses y de la que, sin embargo, sólo tenía bocetos y nada muy claro.
Será porque quizás voy a volver allí, que de repente me sentí inspirado y quise terminar el "Capítulo piloto" como le llamo yo.
No sé cuando voy a continuarla, como todo el mundo sabrá ya estoy lo suficientemente complicado intentando terminar Magnificente, NxC y Friendzone.
Quizás iré subiendo capítulos conforme me inspire, puede ser, pero no quiero darles una frecuencia de actualización aún, así que por ahora sólo quedará como un cuento.
Ustedes saben, me suelo volver loco cuando las historias tienen buen recibimiento y luego queda la catástrofe. /Impulsivo nivel dios.
¿Cuántos capítulos le estimo? Entre 45-60.
Y por supuesto, esta historia también estará relacionado con todo ese universo que tengo ahí "Deus" en dónde entran Los trazos de su alma, La Hora Dorada (aún tengo una deuda ahí), Los secretos de la Venganza (que se viene muy pronto) y otras cuantas historias que siguen dando vuelta en mi cabeza.
A todos lo que llegaron hasta aquí ¡Gracias! nos veremos pronto.
ApoloC.
Bienvenidos: Hace mucho que quería juntar los trazos de su alma y la hora dorada, ya que hay elementos de ambas historias que se cruzan y pertenecen al mismo mundo. Lo mismo pasará con los senderos de la venganza, que a pesar de no estar directamente involucrada con dioses y demonios, ocurre en un mundo y un periodo similar a los trazos de su alma. En savoir plus Deus.
Merci pour la lecture!
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