alejandra-barajas1639189998 Nona Kookmin

Para Park Jimin la vida de su hija es lo más importante y la salvará al precio que sea. Jeon Jungkook es un arquitecto Italo-Coreano conocido por su mal carácter. Su vida y su pasado son mundos a los que pocas personas tienen acceso. Someterse al mundo del arquitecto es su último intento para solucionar sus problemas, pero ¿podrá salvar la vida de su hija sin entregar la suya a la oscuridad de un hombre cuyo corazón ha estado congelado por años? Cuando un lazo te une más allá de lo imposible. Cuando es la última opción que te queda. Cuando ya no hay más caminos, ¿qué estarías dispuesto a sacrificar? Primer libro de la saga Contrato de Aryam Shiels. +18 Mpreg


#7 Dan Romance #2 Dan Érotique Interdit aux moins de 18 ans.

#amor #erótico #bts #kookmin #straykids
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PREFACIO


New York, 2014.

Estaba decidiendo qué peinado hacerme cuando Felix entró al salón, lo vi mirarme con desaprobación y sentarse en uno de los sofás que adornaban la estancia. El sonido de nuestras respiraciones inundaba el lugar mientras Félix me daba un rictus serio a través del espejo, haciéndome sentir más nervioso de lo que estaba.

Dejé que mis ojos abarcaran todo el espacio, intentando distraerme en otra cosa que no fuera el zumbido en mis oídos y la mirada dura de mi mejor amigo, "El salón de Lix", como él lo llamaba, era amplio, constaba de dos partes; la primera, era una especie de boutique, donde estaban expuestos algunos de los diseños que él mismo creaba; la segunda parte era un mini spa, un lugar donde las personas iban a
relajarse a un precio módico y justo.

—¿En realidad lo harás? —La voz de Felix me sacó de mi divagues, había estado haciéndome la misma pregunta desde esa mañana.

Di un suspiro frustrado, observando su reflejo.

—No encuentro otra opción, Felix, es eso o eso —agarre mi cabello con desesperación, tenía el cabello demasiado liso para poder hacerme un peinado que se viese elegante y sofisticado; y si agregábamos que, hacía un par de semanas, lo había cortado con el fin de firmar un contrato para ganar un poco de dinero y así pagar la última factura del hospital. Me llené de paciencia, volviendo a tomar el peine y empezando a acomodarlo para atrás.

—Hay más opciones, podemos trabajar… —Los ojos grises de mi amigo me miraron con súplica.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer era una completa locura, pero no me quedaba otra opción. Tenía que hacerlo.

—Tú, Chris y yo ya trabajamos. —Si es que podía llamar trabajo a hacer turnos de mesero en el bar del cual Lix era el estilista.

Me levanté de la silla en la que estaba sentado, dejando que mi cabello volviese a caer sobre mis ojos; me acerqué a mi amigo, colocando mis manos sobre sus hombros. Odiaba causar eso, esa mirada desolada en su rostro, esa impotencia a la que él parecía no dar mayor importancia cuando yo sabía que no era así.

Felix y Christopher eran todo lo que yo tenía, me habían ayudado mucho desde que me había quedado solo y tenía una deuda con ellos que no pagaría jamás.

—Tú tienes tus propias responsabilidades. Antonella es mi responsabilidad. —Me giré de vuelta al espejo y tomé la ropa, si no podía hacer nada con el cabello, al menos me vestiria para la ocasión. De verdad esperaba que todos esos tutoriales que había visto de Dulce Candy por YouTube sirvieran de algo… Estaba intentando que el nudo de la corbata quedara derecho cuando el grito de Felix hizo que fracasara en el intento.

—¡Pero, hombre!... Podemos hipotecar la casa y el negocio, pedir un nuevo préstamo en el banco...

—Lix —volví a mirarlo y dejé la corbata en el tocador antes de clavar mi mirada en la suya—, no voy a permitir que arriesgues tu negocio y tu casa con una segunda hipoteca. —Sentencié. —Además, sabes que para aprobar un préstamo de la cantidad que necesito toma muchísimo tiempo y, al final, nos dirán lo de siempre. “No tenemos capacidad de endeudamiento” —imité la voz del señor Arthur, nuestro asesor bancario.

—No hay que tomar una decisión tan radical, pequeño. —Se acercó a mí.

—Y yo no puedo seguir exponiendo a Antonella.

Fijé mi mirada en él.

—Cada segundo cuenta, Felix. —Suspiré —Tú la viste hace un mes, viste lo que le costaba respirar. —Negué con mi cabeza—. Necesita esa intervención, así que, nada me hará cambiar de idea. No intentes convencerme —tomé el peine una ves más—. ¿Cómo luzco?

—Como un pollito asustado —respondió escaneándome con la mirada de arriba abajo.

Lo miré con una ceja en alto. Era más que obvio que estaba aterrorizado, no todos los días se le entregaba la virginidad a un completo extraño.

—No lo hagas más difícil —murmuré cerrando los ojos, buscando el valor necesario para no arrepentirme, ya era bastante difícil aceptar la decisión que había tomado.

Fue el turno de Felix de negar con la cabeza, emitió un sonido parecido a un bufido y se levantó de su silla.

—Te ayudaré un poco, siéntate, primero hay que limpiarte esa cara. —Tomó un paño húmedo y limpió mi rostro con suavidad—. Cierra los ojos, peque —hice lo que me pidió y lo escuché escarbar entre los cajones del tocador del salón; pronto sentí cómo empezaba a aplicarme mascarillas y cremas humectantes.

—Lix, debo irme, me están esperando —repliqué impaciente—. Haz algo sencillo.

—Lo bueno se hace esperar, Minie. Déjame encargarme de ti, ya que es lo único que puedo hacer.

Rodé mis ojos, aunque él no pudiera observarme y lo dejé. Una vez que terminó, peinó mi cabello, echándome laca suficiente como para que se quedara estable.

—Ya puedes abrir los ojos —giró la silla, dejándome ver al hombre que había creado.

Me observé a conciencia, completamente asombrado por el cambio. Me veía diferente, aunque el miedo corroía mis entrañas, la piel humectada me hacía ver fresco, juvenil y sofisticado… tal cual como quería. A pesar de ser suave, éste resaltaba el marrón tierra de mis ojos.

No parecía que tuviera diecinueve años.

—Has quedado precioso —dijo con voz suave—. ¿Te gusta?

¿Estaba preguntándomelo en serio?

Asentí y miré a Felix; a pesar de que una sonrisa estaba plasmada en su cara, sus ojos tenían una mueca triste.

—Lix… —Quería borrar esa mirada de culpabilidad que me regalaba, no quería que pensaran que hacía un sacrificio, no lo veía así. Antonella nunca sería un sacrificio, era el precioso ángel que mi mejor amiga me había confiado; garantizar que fuera feliz y estuviera sana sería siempre mi más placentera
tarea—. Felix… —deslicé mis manos bajo sus hombros, apoyando mi cabeza en su pecho, dándole un abrazo con mucho cuidado, no quería estropear mi camisa y menos mi cabello.

—Mi niño. —Deshice el abrazo observando a Christopher apoyado en el marco de la puerta con Antonella en la cintura colgada como si fuese un monito—. Vas a hacerlo. —No fue una pregunta, sin embargo, me vi asintiendo—. Estás guapísimo. —Me dio una sonrisa radiante, pero conocía muy bien a Chris, no era una sincera.

—Voy a colocarme el saco y ya regreso. —Aunque intenté sonar fuerte, mi voz se quebró. Me negaba a llorar, había tomado una decisión y llegaría hasta el final.

Caminé hacia mi habitación y saqué de mi armario el saco azul rey tipo cóctel que había comprado hacía unas semanas atrás con lo que había quedado del dinero de mi contrato de dos semanas. Era en tela de raso, de corte recto y con hombreras. La vendedora había dicho que era informal pero glamuroso. Pasé la mano por la tela y luego lo deslicé por mi cuerpo. No tenía la gran figura y tampoco era muy alto, pero el traje parecía resaltar en mi piel. Aunque estaba algo ajustado, pero me sentía bien.

Tomé los zapatos negros que me había comprado Jieun esa vez que nos permitimos ir de compras, cuando aún no sabíamos sobre la llegada de Antonella.

Una vez listo, salí de la habitación, convencido de comerme el mundo.

«Ojalá no sea al revés».

—Estás precioso, muñeco. —Christopher fue el primero en verme. Sonreí a mi amigo, era extremadamente guapo, de piel apiñonada y ojos oscuros. Lo mejor de todo, estaba completamente enamorado de Felix.

Antonella sonrió, batiendo sus manitas pegajosas hacia mí mientras me ofrecía su paleta color verde.

Sus negros rizos estaban sueltos y tenía una pijama de cerdito. Al verla, nadie podía imaginar lo enferma que estaba, pero la verdad era que, a sus cortos catorce meses, el corazón de Antonella no era lo suficientemente fuerte para su cuerpo.

Agarré un par de paños húmedos y metí la paleta en la boca de Chris mientras limpiaba sus manitas.

La tomé de brazos de mi amigo y la apreté contra mi pecho.

—Esta noche saldré, no sé a qué hora llegue, muñequita de mi corazón. —Di un beso en su sien—. Te quedarás con los tíos, así que sé buena con ellos —Antonella colocó sus manos en mis mejillas y planté un beso en cada una de ellas antes de darle una mirada a Chris.

—Es hora de dormir, Pitufina. —Se la entregué y él me atrajo a su pecho, dejando un beso en mi frente.

—Pase lo que pase, respira profundo, relájate y déjate llevar… Entre más te tenses, más difícil será.

—¡Demonios! ¿Te estás escuchando? —Felix, que había permanecido callado, se pasó la mano por el cabello, completamente enojado, antes de caminar hasta quedar un paso separado de Christopher—. ¡Él va directo a la boca del lobo y tú le das consejos!

—¡¿Y qué quieres que haga?! —vociferó Christopher con voz dura, pero en el tono justo para no asustar a Antonella—. Diga lo que le diga, va a ir, no puedo hacer su decisión más difícil de lo que ya es.

—¡Es que no lo entiendes!

—Chicos, por favor, no discutan. —Me metí entre los dos—. Solo será esta noche, para mañana a esta hora, todo habrá pasado. Estaremos riéndonos de todo esto y tendremos el dinero suficiente para la operación de Antonella.

—Espero que para mañana estés riendo de verdad, porque si algún imbécil te lastima… ¡Demonios! No vas a vender fresitas, vas a tener sexo con alguien que no conoces.

—¡Mierda! No le des tanto ánimo, cabrón. —Antonella empezó a gimotear en brazos de Chris y él la arrulló antes de acercarse a mí—. Te quiero, cariño, no deseo que hagas esto, pero lo has decidido y, haga lo que haga, no vas a cambiar de parecer. Solo recuerda porqué lo estás haciendo y, por favor, no dejes que esto arruine tu vida.

No quise decir nada, no podía. Por un lado, estaba Felix, cuya frustración había pasado, dándole lugar al enojo; y por otro, Chris, que intentaba disfrazar su sentimiento de culpa con “buenos deseos”

—Tengo que irme, chicos. —Tomé mi abrigo de la mesa donde lo había dejado.

La cabeza de Felix se levantó tan rápido como si tuviese un resorte.

—Te acompañaré.

—Lix…

—Sin excusas, te espero fuera.

—Felix, no es necesario, yo…

—Mira, Park Jimin, ¡Te vas a meter a la boca del infierno! —retrocedí ante su explosión. Felix respiró un par de veces, llevó una mano a su frente y cerró los ojos antes de volver a hablar—. Hwang Jungeum es el ser más perverso que yo haya tenido el infortunio de conocer. Si no fuera porque es una buena clienta que paga lo justo y en el tiempo estipulado, te aseguro que no le daría ni el saludo. Así que nada de Lix, Felix o lo que sea, voy a ir contigo y es mi última palabra.

Me vi asintiendo antes de que terminara, no tenía caso pelear con él.

—Te amo, Antonella —dije dándole un nuevo beso en su cabecita antes de sonreírle a Chris.

—Hay un maratón de Los Simpson en Star, así que estaré en la habitación mientras la Pitufina se duerme. ¡Suerte!

Felix negó con la cabeza antes de salir completamente enojado de la casa. Respiré profundamente antes de seguirlo.

El frío de la noche me golpeó con fuerza, aun así, caminé lo más erguido que pude hasta donde Lix me esperaba.

—Lo odio cuando se comporta así, ¿cómo puede estar tranquilo y decirte eso? A veces no sé ni cómo estamos juntos, somos como el aceite y el agua.

—Chris solo está respetando mi decisión, Felix.

—Yo la respeto, pero no la comparto. —Mi amigo extendió su mano, llamando a un taxi—. ¡Es tu primera vez! Eres demasiado inocente para la mierda que vas a hacer. Temo que te lastime, Jimin, se supone que debe ser con la persona que ames y que te ame.

—¿Sabías que del 99% de las parejas que hacen el amor solo un 15% se aman? —Lo interrumpí antes de que empezara con su diatriba poética.

—La diferencia es que tú no harás el amor, follarás, Minie, follarás con un hombre que puede llegar a ser un sádico, un fetichista, un jodido maltratador…

—Gracias por la motivación, Felix —bufé y extendí mi mano para llamar un taxi que se acercaba; cuando se detuvo, abrí la puerta dispuesto a subir, pero Félix tomó mi mano acercándose a mi oído y
murmurando solo para los dos:

—No quiero ser el malo, quiero que entiendas que, si un hombre se ve en la necesidad de ser tan asqueroso como para comprar a una persona, no es porque vaya a hacerle el amor entre rosas y miel.

Asentí porque sabía lo que estaba enfrentando. Felix me soltó y me subí al coche. Lo escuché decir la dirección de The Chalets al conductor cuando se sentó a mi lado; sin embargo, no lo miré.

Afortunadamente, el local no quedaba muy lejos de nuestra casa, llevaba seis meses ahí trabajando como mesero por las noches y limpiador en la mañana, si bien el pago no era malo, cubría de manera justa los gastos de Antonella.

Mientras el conductor sorteaba el tránsito, me dediqué a mirar por la ventana. El cielo estaba nublado y Felix se mantenía callado. Sentía que, aunque estaba a mi lado, su mente estaba en otra parte.

Una vez que el taxi se detuvo frente al edificio de ladrillos donde se ubicaba The Chalets, respiré profundamente mientras Felix entregaba un par de billetes al taxista, abrió la puerta y salió
tendiéndome su mano.

—Última oportunidad de abandonar esta locura.

—No, voy a hacerlo.

FELIX Y BANGCHAN


2 Septembre 2023 20:55 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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