El tiempo agitó las alas y como negras aves emergieron tus recuerdos echándose a volar por cielos que me están vedados. Se agrietaron los días del pasado y del bordado de tu alma se fueron deshilachando las hebras de nuestra historia.
Y me dejaste aquí, solo, acompañando el vacío de tu mente ausente y negándome a aceptar que se abriera sin más el cofre de remembranzas del que como chispas volátiles se han esfumado uno a uno de tu ser los momentos compartidos. No hay sosiego desde entonces en mi espíritu, no quiero ver como tus sueños de mañana borran las huellas de todo lo vivido ayer.
El espejo de la vida ha dejado de reflejar nuestro amor, solo veo en él mi soledad y tu ausencia, pues en tu frágil evocación van astillándose las horas de la nostalgia y ahogado en la melancolía mi pobre corazón replica el eco de los latidos de una pasión que un día fue de los dos.
Me someto a la condena de mi existencia en este cruel destierro, pues lentamente mi rostro ha sido expatriado del suelo de tu conciencia y los minutos sobrevuelan por las tierras de nuestro destino mientras tu memoria va cubriéndose de forma inevitable con los velos del olvido.
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