Y ahí estábamos ella, y yo. Entre el cielo y el infierno. Haciendo inmortal cada momento, cada segundo. Haciendo que la temperatura subiera y bajara en cada latir. Y en cada beso que nos dábamos y en cada caricia que compartíamos, salía la más bella inspiración para escribir la más grande de las historias nunca contada. Pero, ¿cómo poder transmitir algo tan bello y tan sublime a través de una pluma?, ¿cómo poder contar lo sutil y lo delicado que nos hace vibrar, reír, latir, amar? ¿cómo poder compartir aquello tan mágico que transforma un momento efímero en uno inmortal?, ¿cómo poder compartir un momento que nos hace conciliar la vida y la muerte en cada roce de nuestra piel? Como poder transmitir toda la luz y toda la vida que nuestras miradas en complicidad comparten a través de la oscuridad. Como ser y no ser. Como hacerte vibrar las notas tan altas y tan profundas que nuestros corazones comparten cada vez que se escuchan en un lenguaje que solamente nuestra piel y nuestros silencios, nuestras miradas, nuestros besos comparten. No encuentro lugar ni momento más sagrado ni elevado que aquel que compartimos ella y yo.
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