©LyzOrtega
No importa que tan frío sea tu toque, conmigo vas arder como la misma lava. —Y•D❄🌬
Es primavera...
La estación preferida de muchos, la llamada a la sala especial del Olimpo donde los dioses y semidioses se reúnen para establecer acuerdos especiales donde la humanidad no opina. Aun cuando de ellos se trata cada junta dentro de esa gran estructura hecha hace más de miles de años.
En la época actual, hay templos para cada Dios, en las ciudades donde más los adoran se establecen como hogar y reciben regalos casi diario para su protección. Y sin embargo, debido a ello hay una jerarquía obvia al ser un Dios.
Aquellos seres que dividen la sabiduría, maldad y bondad son los más amados. La diosa de la guerra es adorada y tendida como una de las mejores dentro del olimpo. Y existen los renegados, aquellos seres con un poder tan grande que sus progenitoras fallecieron al darlos a luz.
Y entre ellos, hijo del Dios del inframundo se encontraba Yoongi, semidiós con gran poder capaz de destruir continentes enteros con sólo un toque de furia suyo. Culpable según muchos de haber matado a Perséfone, su madre, pues falleció incinerada al momento del parto.
Yoongi sabe que la culpa no existe, siendo un niño no fue decisión suya existir. Y su padre tampoco lo culpa por ello. Sin embargo, controla los castigos y el calor en sus manos. No es capaz de tocar a alguien sin matarlo en el camino por el derroche de calor al fino toque de sus dedos.
Pero siendo un ser peligroso como muchos dicen, asiste después de un año a esa reunión por una sola razón. El semidiós que más desea, aquel que más ama a la lejanía y el único que al verlo logra que mil volcanes hagan erupción en la tierra, se presenta en esa junta cada año.
Desde la lejanía puede verlo llegar con esas prendas largas azules, usar cinturón y cadenas de oro en la cintura y muñecas. Portar una corona preciosa se cristal azul y pendientes de hielo que dejan apreciar sus pestañas congeladas. Él, un ser precioso con cabellos negros largos que a la luz del sol se ven azules.
Y sus ojos, por el Dios Zeus. Son turquesas, preciosos y cristalinos como el agua.
—Más hermoso que el año anterior. —Suspira. Ama verlo llegar, como posee guantes azules especiales con magia suficiente para controlar su poder.
Su nombre de ese semidiós, es Jimin, hijo de una mortal. Un ser ilegítimo hijo de Apolo. Concebido y nacido como un milagro de los dioses, pues la mujer que lo dio a luz también falleció, congelada en los primeros minutos del parto. Perdió la vida cuando le quitaron su calor desde el interior.
Pero a diferencia de Yoongi, ese semidiós fue aceptado. Por las maravillas que trajo su nacimiento, Jimin no hizo que volcanes hicieran erupción. Ni logró que bosques se quemaran de la nada, tampoco eliminó un mar completo. No. Jimin trajo prosperidad, a costa se su familia, trajo agua a los arreglos secos, el invierno, la escarcha en plantas hermosas. Y dio un inicio al año. Él vive la misma maldición pero aceptada por la gente mortal.
—Daremos comienzo a la ceremonia. Semidioses, por favor. —La orden es dada.
Min sonrie observando como varios semidioses incluyendo al ser que adora, comienzan la ceremonia. La danza que deben crear por su nivel inferior es algo que Min odia. No hay necesidad de que bailen, no le gusta que miren a Jimin. Él es mucho para estos dioses.
No pone atención a las reglas, ni le importa cuando el agua fluye alrededor de Jimin y el brillo resplandece cuando está en medio. Aprecia y pone atención cuando el piso comienza a congelarse, y Min desciende de su posición para ir al pasillo, sin que nadie lo vea y notando el pánico que Jimin tiene al darse cuenta del hielo.
Yoongi toca el piso, dejando que el hielo se disipe. Y de esa manera puede ver que el semidios termina su parte y vuelve a usar los guantes.
—Para mi tu eres mi Dios. —Susurra.
Es un vigilante que conoce lo que Jimin ama.
Es su deber cuidar lo que Jimin puede arruinar.
Es cuidar a quien desea, y verlo tranquilo.
Algún día, ese semidiós podrá llamarlo suyo, y sus manos se tocarán para disipar los poderes del otro sin miedo hacerse daño.
Ese es su deseo.
©LyzOrtega
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