rock_inunderland Rock InUnderland

Un detective es acusado de doble asesinato y contrabando. Para probar su inocencia debe encontrar el cargamento de cocaína que supuestamente robó y la pistola que posee la persona que lo ha incriminado, su única esperanza para realizar esta misión es su hermano pequeño, un adolescente drogadicto que se internará en dos peligrosas pandillas, guiado por un experimentado policía, hasta encontrar la droga oculta y el arma homicida, con el fin de descubrir al verdadero culpable.


Thriller/Mystère Interdit aux moins de 21 ans.

#accion #crimen #mafia #asesinato #policiaca #detective #novelanegra #criminal
5
10.0mille VUES
Terminé
temps de lecture
AA Partager

NO SÉ NADA

—¡Tontín! ¡Abre la puta puerta! ¡Abre o la tumbaré!


Los fuertes golpes y la voz al otro lado lo despertaron, el jovencito se levantó trabajosamente de unas frazadas en el suelo que fungían como colchón, en un pequeño condominio maloliente. Tambaleándose y limpiando la saliva de su boca, se cubrió la cabeza con la capucha del suéter que llevaba para disimular tan desaliñado aspecto y abrió. Frente a él estaban cinco muchachos con ropas holgadas y paliacates o gorras en la cabeza; el chico los observó a todos y se encorvó. El que llamaba era un tipo peligroso, lo empujó por un lado para entrar, seguido de los otros y el último cerró, así quedaron los cinco.


—¿Qué pasa, Peter? —inquirió el adolescente entre dientes, en tono muy bajo— ¿Qué hice?


—¿Dónde están las cosas de tu hermano el policía? —preguntó el invasor, se levantó la sudadera mostrándole una pistola que traía fajada; el muchacho bajó la cabeza.


—Él no está aquí.


—¡Ya sé que no está aquí, maldito retrasado mental! —gritó y le hizo señas a los otros, quienes de inmediato comenzaron a revisar el cuartucho, ante la mirada confundida del morador— ¿Dónde está la coca*?


—¿Qué? —El chico abrió tanto los ojos que casi se le salieron de las cuencas— ¿Qué coca? Yo no uso coca.


—¡El policía escondió coca, imbécil! —insistió Peter, quien traía la pistola, lucía una cicatriz que le atravesaba la cara en diagonal; jaló al chico por la ropa y lo echó contra la pared, junto a la puerta, se desfajó la pistola y lo encañonó; el adolescente estaba a punto de llorar— Escucha, maricón, tu hermano el policía está en la cárcel, ¿lo sabías? —El jovencito lo negó con un movimiento de cabeza, mirándole el arma en ristre—. Ha desatado la búsqueda del tesoro. ¿Entiendes lo que te digo, retrasado? —El chico no respondió porque realmente no tenía idea de lo que hablaba su agresor— Si el policía te dijo algo, más te vale que lo escupas, Tontín.


—Te juro que no sé nada, Peter, ni siquiera que mi hermano está en la cárcel, ¡lo juro! ¡Hace meses que no sé de él!


—¡Peter! ¡Nada aquí! —Se adelantó uno de ellos tras sacudir el cuartito— Es imposible esconder algo en este chiquero, sin muebles ni nada en las paredes. —Peter apretó los dientes y le toqueteó la frente al chico con la punta de la pistola.


—Escúchame, Tontín, haz memoria, porque hay dos policías muertos y tu hermano está encarcelado; ellos escondieron cocaína en algún puto lugar y si otros lo encuentran antes que yo, te juro que te mataré a ti. ¿Entendiste?


—De verdad, Peter, no sé nada. —Él esperó un momento, pero al ver que el adolescente estaba muy asustado, se fajó la pistola y se alejó.


—Te vigilaré, mierdita. Si me mientes, te enviaré a la tumba con tus otros hermanos y no te preocupes, yo pagaré un hermoso mausoleo para los Pryor.


Salió primero él y luego los otros cuatro, el adolescente se precipitó a cerrar la puerta y se sentó en el suelo, mirando el pequeño cuarto. Apenas tenía una parrilla eléctrica, un fregadero sucio y una habitación con la base de una cama, recordó que tenía entre las frazadas del suelo unos cigarros de mariguana, se deslizó allá y revolvió las mantas, se alegró de que no se los llevaran y se acostó para fumar con el fin de calmar sus nervios, las manos le temblaban.


Él fue el menor de seis hermanos, todos pandilleros menos el mayor, que se convirtió en detective. Tenía sentido que sus hermanos estuvieran en la cárcel o muertos si eran delincuentes, pero no entendía por qué alguien como su hermano mayor podría estar encerrado. El chico no sabía nada, hacía años que vivía prácticamente solo en el último piso de ese repugnante edificio de condominios, de rayadas escaleras de cemento.


Por la noche, oyó que nuevamente llamaron varias veces a la puerta, la última y más desgastada. Se asomó por la mirilla y destrabó los seguros, pero no la cadena que frenaba la puerta. El hombre era de tez oscura y barba corta, con gesto serio y una chamarra de piel elegante, éste examinó el único ángulo del rostro blanco que se asomaba debajo de una gorra sucia.


—¿Qué quieres? —preguntó el chico, desconfiado.


—Déjame verte, quítate la gorra —demandó. El muchacho estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, pero el tipo le mostró una placa de policía—. Niño, abre la puerta y quítate la gorra. —repitió la orden.


—Yo no hice nada malo. —Se anticipó.


—Lo sé, niño. —Aun si dudó, cerró la puerta para destrabar la cadena y abrirla un poco más, lo suficiente para que el adulto le viera el cabello mal cortado hasta los hombros, sin la gorra.


—¿Eres Mo Pryor? —dijo y el chico asintió— Vine a hablar de tu hermano, es confidencial. —El gesto del muchachito le cambió al oírlo, se angustió.


—¿Mi hermano el policía? —Cuando el hombre confirmó, Mo abrió la puerta, con un ademán le permitió el paso y en cuanto estuvo dentro, corrió los seguros y se quedó de pie, quieto.


—Soy el detective Frick Greb, amigo de Marshal desde hace cuatro años. Él está en la cárcel —El adolescente bajó la cara a eso—. ¿Ya lo sabías? —supuso y el otro corroboró— ¿Quién te avisó?


—Un chico de la pandilla de los Bulls vino buscando droga que, según él, mi hermano escondió. —El policía atisbó las paredes y arrugó la nariz, como azorado por el ambiente asfixiante.


—Abre una ventana, niño, este lugar apesta a drenaje y hierba —Mo cruzó los brazos, disgustado por el comentario. El hombre se adelantó admirando en el suelo un cúmulo de comida que se había echado a perder y buscaba con los ojos un lugar más o menos limpio; no existían muebles ahí salvo una televisión vieja y las cobijas desordenadas—. ¿Dónde me siento?


—En el piso o en el aire, como quieras. —El policía se acomodó en el suelo y el adolescente, frente a él.


—A tu hermano le tendieron una trampa, lo acusaron de doble asesinato y contrabando de estupefacientes.


Le soltó a rajatabla y dejó atónito a Mo.



°*°*°*°

Nota *Nombre coloquial de la cocaína.

19 Avril 2023 01:13 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
3
Lire le chapitre suivant MARSHAL ES INOCENTE

Commentez quelque chose

Publier!
Il n’y a aucun commentaire pour le moment. Soyez le premier à donner votre avis!
~

Comment se passe votre lecture?

Il reste encore 63 chapitres restants de cette histoire.
Pour continuer votre lecture, veuillez vous connecter ou créer un compte. Gratuit!