La
hiper-modernidad y el caos caraqueño.
La
bicicleta como medio de transporte, una delgada línea entre ser y no ser peatón,
pues al contar con menos comodidades de las que puede tener otro vehículo, el
ciclista tiende a estar tan expuesto y desprotegido cómo un ciudadano de a pie.
Por esa razón, no es fácil conducir un biciclo en las calles de Caracas, ya que
la principal amenaza de los ciclistas está en la poca empatía de algunos automovilistas.
Suelo preguntarme de dónde vendrá la intolerancia
de un conductor, ante un velocipedista que está rodando delante de él.
Normalmente esa impaciencia viene acompañada de desaprobación verbal y sonora. No sabría
decidir cuál de las dos es más humillante. Tampoco podría explicar lo molesto
que es el pitido de la corneta que un chófer utiliza para señalarme.
Pero
al intentar entender las emociones del piloto que me juzga como un obstáculo,
pienso que él cree que el poco tiempo que pierde en mí, es más valioso que el
esfuerzo que yo hago por pedalear.
Igualmente he podido observar el ansia que
les hace ignorar algunas normas de tránsito. Ese afán característico del
caraqueño proyecta un ambiente
carente de parsimonia. De este modo, la relación dinámica que se da en esta
ciudad es caótica.
Veo las carreteras de Caracas como un
desbarajuste. Un desorden que particularmente asimilo a través del beboop,
pues como algunos lugares me recuerdan a la música beboop y su estilo
frenético, la similitud me sirve para representar la sensación de recorrer sus
calles en un día común.
Aunque puede parecer algo superficial mi
comparación, para Christopher Meeder tiene mucho sentido, ya que él explicó que el beboop expresaba el
hiper-modernismo de la América de la posguerra[1].
De esa manera, los músicos expresaban la vida acelerada del hombre moderno, en
contraste con el swing tradicional. En este sentido, se entiende la
hiper-modernidad no sólo como la infraestructura avanzada, también como una idea del pensamiento y el
reflejo de la sociedad moderna.
Así mismo, la analogía con el beboop y mi
inclinación por este son ideales para ilustrar la emocionante experiencia del
ajetreo de la vía pública. La adrenalina que siento al esquivar los carros
cuando voy en bicicleta se asemeja a la
astucia con la que el jazzista toca líneas musicales con distancias mínimas de
intervalos.[2] Como
si tuviese que introducir el sonido por un hueco muy estrecho. Esa metáfora la
experimento en la bicicleta cuando voy entre dos carros que obstaculizan la
calle, ya que al conducir en una ciudad
llena de automóviles, es necesario eludirlos
para ahorrar energía y tiempo.
Igualmente percibo el parecido ritmo de
Caracas con el tempo característico de los temas beboop. Si bien me encanta la
libertad desenfrenada de los músicos de jazz; no disfruto lo apresurados que
son los caraqueños. Muchas veces me sobrepasa la situación de no ser tan rápido
como otros vehículos. Al convivir con ellos, me exigen rapidez. Aunque no
siempre tengo prisa, prefiero la facilidad de desplazarme con el mínimo
esfuerzo, y eso implica mantener la velocidad en las ruedas. De este modo,
también me veo inmerso en este espíritu de la inmediatez que caracteriza a la
hiper-modernidad.
Sin embargo, no todo es culpa de la hiper-modernidad, pues
hay evidencia de grandes ciudades modernas que cumplen sus normas
estrictamente. Por esto tendríamos que preguntarnos ¿cuál es el factor que diferencia la cultura
de una sociedad que se rige con orden y otra en la que reina el caos? La
respuesta inicial a esa pregunta es la educación. Por ejemplo, las escuelas japonesas promueven el
entusiasmo cívico, el respeto a la tradición y el amor al país. Esto lo ha
logrado haciendo énfasis en la actividad cooperativa, la disciplina de grupo y
el cumplimiento de las normas.[3]
El
modelo ideal de eso es Tokio, una ciudad ultra-modernizada pero que también
conserva la identidad de sus tradiciones. Esa esencia también está fuertemente
arraigada por la influencia del budismo, pues esta religión valora bastante la
tranquilidad tanto en el mundo interior, como en el exterior.
De esta forma, el japonés está
naturalmente habituado al orden. Aquí hay un contraste más claro entre un
ciudadano tokiota y uno caraqueño. Ya que posiblemente el segundo esté tan
acostumbrado al caos que, parece formar parte de su estilo de vida. Aunque no
se trata de algo eligiera conscientemente; lo ha absorbido como consecuencia de
la falta de educación, y la pérdida de su identidad en la era
hiper-moderna.
Así el caraqueño no es otra cosa que el
resultado de una transformación social, Caracas siendo la capital de Venezuela,
donde se mueven los principales intereses de la nación, ha sido moldeada por el
estado moderno. El
proyecto de unidad nacional liderado por el mantuanaje[4]
caraqueño no fue más que la expresión de la homogeneización cultural que negaba
la diferencia y restringía los particularismos regionales en favor de la centralización.[5]
Aquí la hiper- modernidad contrasta con
aquella modernidad de años anteriores. Esta se transformó en una globalización inversa,
ya que se intentó estandarizar el plano socio-cultural y económico, pero devino
en lo contrario, puesto que en la actualidad parece cautivar la idea de sobresalir por ser diferente. Es
decir, predomina la subjetividad y el individualismo.
Así vemos cómo los avances tecnológicos
repercuten en la accesibilidad que se tiene al mundo y responden a las
exigencias del individuo. Esto se trasluce en comodidad y bienestar. En ese
sentido, todo se orienta al gusto personal, pues en la búsqueda irracional del
placer hiper- moderno, el sujeto deja de lado el respeto por la integridad el
otro. De esa forma la modernidad influye en la falta de principios morales y
costumbres cívicas. La consecuencia más evidente se ve diariamente en los
ciudadanos que infringen la ley.
Por
esa razón, el hombre se auto-impone pautas de consumo desenfrenado, lo que
genera una lucha que divide a la sociedad entre los que acceden al nuevo modelo
y aquellos que no lo logran. El resultado es una profunda brecha desigual.
Bajo esta argumentación, me refiero a
Caracas como la ciudad de las burbujas, pues algunos lugares tienen aspectos
tan diferentes y ajenos a otros que, pareciera que no forman parte del mismo
territorio. Al estar cada uno encerrado en su propia capa social, se distinguen por el estilo de vida que se puede adquirir, hasta el punto
des-homogenizar la ciudad tanto físicamente, como intelectualmente.
Esto se puede constatar visitando
distintos sitios de Caracas, donde algunos espacios son regularmente aseados.
Se nota una preocupación por la limpieza y la armonía de esos lugares. En términos musicales,
transmiten consonancia y sensación de seguridad. Pero en otros, la limpieza escasea y tienden a ser disonantes e
inquietantes.
Tal
vez los individuos que se familiarizan más con alguno de estos círculos, se
desenvolverán de forma diferente a otros. Pero en el tránsito de una burbuja a
otra, es cuando realmente se produce el choque. La competencia constante por
acapararlo todo y sobresalir exitosamente. De este modo, la era hiper-moderna nos
deja ciudadanos acelerados. “El hombre siendo un lobo para el hombre”. He visto
cómo la frase de Hobbes sigue vigente en las calles de Caracas.
Referencia
Bibliográfica
J. A.
Puentes. (2004) Desanudando el lío de la identidad nacional en
Venezuela. Maracaibo. Gazeta de Antropología. [Página en línea]Disponible
en https://www.ugr.es/~pwlac/G20_18Johnny_Alarcon_Puentes.html
Web Japan (2020) Educación. Los
cimientos para el crecimiento y la prosperidad. [Página en línea] Disponible en: http://web-japan.org/
C.
Meeder. Jazz:The Basics.
Barcelona. Routledge. 2008
[1] C.
Meeder. Jazz:The Basics. Barcelona.
Routledge. 2008.. p87
[2] El
beboop se caracteriza por melodías con
aproximaciones cromáticas. Esto consiste en el movimiento por semitonos hacia
una nota “objetivo”. Pero antes de esa nota objetivo, se tocan las notas más
cercanas a ella que están a la menor distancia de intervalos (1 semitono).
[3] Un
modelo que concibe al hombre como parte fundamental de un sistema enfocado al
bienestar de toda una comunidad. Esto cultiva la capacidad de solventar los
conflictos de forma pacífica. Esta virtud consiste en la mirada hospitalaria y
solidaria que se tiene con el otro, pues se necesita de la otredad para
coexistir. Con esto se fomentan valores como empatía, humildad, tolerancia, y
respeto. Así se puede comprender que los intereses del prójimo son igual de
válidos los que cada uno desea para si
mismo. Web Japan (2020) Educación.
Los cimientos para el crecimiento y la prosperidad [Página en línea] Disponible en: http://web-japan.org/
[4] Para
referirse a los blancos criollos aristócratas.
[5] Con la
llegada de la modernidad, los diferentes criterios que se daban entorno al
espacio público quedarían supeditados los intereses del estado moderno. Las
raíces del problema de la identidad en la actualidad, nos llevan
indiscutiblemente a la manera como a partir de 1811 se asumió la modernidad en
el país, puesto que se pretendió
concentrar todo un territorio bajo unos parámetros
convenientes para la elite de poder de turno. Está élite estaba conformada por
los blancos criollos, influenciados por la modernidad.
J. A. Puentes. (2004( Desanudando el lío de la
identidad nacional en Venezuela. Maracaibo. Gazeta de Antropología. [Página en
línea]Disponible en https://www.ugr.es/~pwlac/G20_18Johnny_Alarcon_Puentes.html.
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