La Luna, brillaba altiva en su vestido rosáceo sobre el manto negro de la noche.
La anciana alzó la mirada sin detenerel ágil movimiento de su mano que removíasin cesar los ingredientes de su caldo. El sonido de la ebullición sobre el fuego la obligó a desviar la mirada. Tomóuna cazuelay se dispuso a servir.
Caminó con paso débil y vertió el contenido sobre el montículo de tierra. Se dejó caer, agotada a un costado, mientras observó con creciente emoción, el momento en que emergía enlodado y entre harapos, el único dueño de sus desvelos.
El viejo que asomó del foso, la oyó decir con su último suspiro…
-Amor mío,te he extrañado.
La traicionera muerte reía a carcajadas, bajo la mirada cómplice de la última Luna llena de verano...
... Por verlos, año tras año, llorar alternadamente, sobre el cuerpo sin vida del fiel amante que moría por ver al otro resucitado.
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