“Para muchos una nueva vida sin duda es una alegría, sin embargo, existen familias donde un nacimiento es más un peso que una bendición y este es uno de eso caso”.
Salir del vientre materno no es una opción, se tiene que hacer ya que para empezar nuestra protagonista es parte de una camada de cuatro pequeños gatos y al no salir pondría en peligro a todos.
Pronto comienza a sentir un ambiente diferente al vientre materno, ya no es cálido, ahora siente algo que en el corto periodo dentro de su madre jamás había sentido y eso la comienza a abrumar, es el frío, aunque la bolsa protectora en la que es expulsada aún contiene algo del calor, no es lo mismo que estar en el interior de su madre, repentinamente unos ligeros mordiscos perforan el escudo protector, el líquido que la cubría comienza a salir obligándola a descubrir lo que significa respirar provocando una desesperación que solo es calmada cuando la tersa lengua de su madre le limpia el fino pelaje con el que ha nacido, quisiera verla pero no puede, solo existe oscuridad en su mundo.
La madre continúa su labor de limpieza hasta que un pequeño chillido sale del hocico de la recién nacida, no solo comienza a sentir frío, ahora también siente hambre, pero en ese momento un nuevo hermano comienza a salir provocando que toda la atención de la mamá se centre en el nuevo pequeño.
Para la pequeña gata la falta de visión se convierte en un aparente impedimento en su búsqueda de alimento por lo que tiene que hacer gala de sus otros sentidos; sus pequeñas pero muy sensibles orejas captan cada sonido del momento, logra escuchar el latido de otros corazones así como las diferentes respiraciones, tanto de su madre como de sus hermanos menores quienes han salido de su madre, su nariz capta los aromas a su alrededor, aunque son confusos, sabe que algunos pertenecen a su progenitora y otros a sus pequeños hermanos, solo necesita diferenciarlos, en un principio parece complicado ya que se confunden todos los aromas, pero poco a poco se da cuenta que puede separar cada olor y así saber a quién pertenece cada uno, por último, se da cuenta que las diminutas almohadillas en sus patas son más sensibles al frío y al calor por lo que las dirige a donde es más cálido ya que está segura que es la dirección donde se encuentra el regazo materno.
Estar con su madre alegra a la pequeña, sentir su pelaje, escuchar su respiración, el ronroneo le da una seguridad tal que la falta de visión no le importa por lo que continúa su camino a esa zona cálida que tanto le agrada, sin embargo, no es la única, también se escuchan los chillidos de sus demás hermanos que siguiendo el ejemplo de la mayor desean también el regazo materno.
De pronto, la recién nacida siente un leve mordisco en su cuello, en un primer momento la asusta, pero enseguida se calma al notar que es su madre acercándola a sus tetillas, rápido y por instinto se sujeta a una de ellas con su diminuto hocico enseguida mueve de forma rítmica sus pequeñas patas para comenzar a probar ese delicioso néctar llamado leche materna.
La joven madre mira a sus cuatro crías, sigue limpiándolas con su lengua, los toca con su nariz dándose cuenta que de sus cuatro hijos tres son machos y una es hembra.
Que dicha para sus crías machos, piensa, no habrá problema con ellos, los humanos que la tienen encerrada encontrarán sin problemas un hogar para ellos, para los humanos es mejor un gato macho que cualquier hembra.
Sin embargo, su hija solo puede tener dos destinos en ese lugar, el sueño frío o ser una más de las hembras que solo dan crías para beneficio de los humanos que la tiene cautiva.
Ivan Quiroga
