lukistar05 Ana G. Ponce

Esté será un pequeño libro de cuentos variados. En su mayoría retos literarios. Desde suspenso y terror hasta cuantos de amor y quizás algún poema en prosa. Los límites no existen para las letras. Te invito a una noche en vela. Descubre los horrores y milagros que puede esconder la mente al dormir. Disfrútenla.


#68 Dan Histoire courte Déconseillé aux moins de 13 ans. © © Derechos reservados

#cuento #amor #amistad #locura #cuentocorto
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En el bosque del sauce llorón

Había una vez, hace muchos, muchos años, en un lugar cuyo nombre nunca aprendí, una montaña donde crecía mi hogar. Era un lugar de deslumbrante belleza, si me permiten decir. Pinos y robles, robustos y gigantes, con viejas cuerdas colgadas de sus ramas, crecían y dejaban caer sus hojas y semillas por doquier; un arroyo de cristal alimentaba el río, en el que flotaban restos del pasado, y una luz rojiza se reflejaba sobre nosotros. Y de las flores, con pétalos del color de la carne en descomposición y tan suaves como las nubes, se despedía un aroma peculiar, dulce y asfixiante; también un singular camino terroso y lleno de gusanitos, guiaba el camino de quienes se aventuraban a entrar.


Sí, era un lugar sumamente hermoso, y a pesar de no conocer otro lugar, sé que mi hogar era el más hermoso de todos. Pero aún siendo tan bello, solo estábamos nosotros, los árboles, para ver el paso del tiempo.


Recuerdo bien a los muchos humanos que a mi hogar llegaron, pero sobre todos, la recuerdo a ella. Aún permanece en mi memoria la llegada de aquella mujer; era completamente diferente a quienes se habían quedado y eso me desconcertaba; ellos y ellas se veían demacrados, aplastados por la vida, con cicatrices en el alma y la piel; pero… ella era radiante, llena de la vida que traen los brotes que germinan, no sentía odio, melancolía o tristeza… Ella seguía con vida.


Sí, ella vivía, era algo totalmente insólito en este bosque. Desde que puso sus pies aquí algo cambió. La brisa regresó después de milenios solo para ver como sus cabellos perdían el control. Mis compañeros ocultaron las cuerdas desechas, las flores dejaron de asfixiar y se volvieron moradas, el arroyo se aclaró y los restos pasados se disfrazaron de carpas de colores. A cada paso que daba todo se volvía más horrible, la luz se colaba por entre las hojas y bailaban al caer frente a ella, el arroyo cantaba una canción de cuna y los gusanos se convirtieron en verde pasto. Así, ella recorrió el nuevo camino que estas ilusiones le mostraron, adentrándose cada vez más profundo, perdiendo a ratos la dulce mentira que mi hogar le daba. Caminó y caminó, hasta que me encontró. Descubrió un claro en la espesura del bosque de los pecadores, y su pura alma comenzó a teñirse.


Ya no podría regresar.


Los muertos despertaron.


Su alma reclamaban.


Corrió al centro del claro, resguardándose bajo mis lágrimas. ¿Por qué no pudo regresar antes? El terror se apoderó de su mente, vió todo como era realmente: asqueroso, fétido, putrefacto, bello y perfecto. Ella también rompió a llorar, rogando perdón, perdiendo la cordura.


Su blanca alma se perdía más y más, pero era demasiado brillante aún.

Tomé sus grandes alas en un abrazo, acercando su frágil corazón a mis raíces que sobresalían, ella abrazó mi tronco torcido y lloró, más y más fuerte, buscando clemencia.


Desesperación. Un poco más y podría regresar a casa.


El resplandor rojizo avanzó, consumiendo todo y todos. Los gusanos, las cuerdas, los restos, las flores; lo devoró todo hasta rodear el claro.


Los ojos de aquella criatura no podían alejarse de la flameante visión, así se quebró. Su alma se tiñó tan roja como el vino, más oscura que la mía.


Apreté sus alas, las arranqué y el dulce sabor a sangre cayó a mis raíces, los gritos a mis ramas llorosas y las lágrimas al tronco. Aunque no deseaba destruirla de manera tan horrible, solo así le mostraría como ser libre. Rodeé su delgado cuello, lo aplasté hasta que su inocente rostro se volvió azul, luego la solté.


Las llamas se acercaban.

Las llamas llegaron, abrasando nuestros cuerpos con ferocidad. Abrazando nuestras almas con tierno calor.


Los pies del ángel de volvieron raíces, clavándola en la fría tierra. Su piel de convirtió en madera maciza. Su cuerpo se retorcía, sus brazos se alzaron como ramas envueltas en llamas, rasgaron el cielo y el agua brotó, apaciguando la furia del voraz fuego. Y mientras ella se elevaba, lloraba; mi cuerpo seguía ardiendo, pese al chaparrón. Terminé reducido a cenizas, a los pies, o más bien raíces, de un nuevo sauce llorón. Pues hace un tiempo el arroyo cantó:


Había una vez un sauce, en un bello bosque, en una perdida montaña que nunca existió para ti. A los pies del sauce un ángel murió, su vida al tiempo entregó. Arrepentido, la vida a otros arrebató, el bosque contaminó, la montaña para ellos existió. En un ciclo del nunca acabar, a los pies del sauce se perdieron los seres de luz, alados o descalzos, ellos murieron. En un bosque como mi hogar un ángel como ella murió. En el bosque bajo el sauce, un nuevo pecado nació.


Esa es la misma historia que el fuego antes de morir también me cantó, nunca supe si fue real; quizás era lo que en realidad estaba ocurriendo, pues tengo otro viejo recuerdo; recuerdo haber cortado mis alas, mi espalda retorcido, mis brazos levantado al cielo, recuerdo haber llorado.


27 Septembre 2022 22:05 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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