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Historia Uno.

¿VIVIR TANTO VALE LA PENA?


Al escuchar de nuestra visita al asilo, a mi cabeza vino una excusa de inmediato. —Quiero ir, pero no puedo, tengo que encontrar la cura al cáncer—. Aunque todo en mí decía que era mejor no ir, que íbamos a utilizar el día en algo mejor, una parte de mí sabía que era mentira.


Necesitaba un motivo, un suceso, algo o a alguien que me motivara a levantarme aquel día, necesitaba una excusa para estar feliz con los demás, quería un milagro para forzarme a estar.


A las 12:35 am llego aquel milagro que tanto deseaba como un simple —Hola —De un viejo "amor". El pensamiento de que había sido una señal divina vino a mi cabeza, cabeza que buscaba hallar respuesta más coherente al creer que simplemente había sido una casualidad, aunque todo eso me dio igual al contestar de inmediato el mensaje de aquella mujer.


No hablamos mucho, pero aquellos pocos mensajes fueron una salida de los diversos pensamientos que me atormentaban en la mañana. Aquella mujer, la cual no había hablado desde hace tiempo, aquella mujer que solo había visto por fotos, aquella mujer que tenía dueño, se transformó en mi excusa para asistir al asilo.


¿Qué es vivir?


El cielo es maravilloso, ¿Verdad? Sin importar cuanto lo miro, no puedo hallar un defecto en él. Talvez, solo talvez algún día pueda entenderlo, talvez algún día pueda entender por qué estoy parado enfrente de este viejo lugar, lugar que es observado por la vida con nostalgia.


Al tocar el timbre, la muerte abrió la puerta con una sonrisa mientras decía con su mirada —Todo estará bien. —La muerte tomo mi mano y comenzó a mostrarme el sitio mientras me decía el nombre de cada uno de sus invitados con una gran sonrisa, sonrisa que hacía latir mi corazón más rápido de lo habitual. Miraba a la muerte con añoranzas y felicidad mientras la vida susurraba a mi oído—. Búscame cuando tengas una respuesta.


La muerte se marchó dejándome al lado de un hombre mayor, el cual se encontraba en silla de ruedas, sus ojos miraban a la nada, sus labios estaban secos y el poco cabello que le quedaba era blanco. Me senté a su lado y no le dio importancia, talvez sus ojos no miraban la nada, solo miraban recuerdos que no quería olvidar.


—¿Cómo se llama? —le pregunté, al escuchar mi voz su mirada se posó sobre mí.


—Mi nombre es Espior Castaño, tengo 79 años.


—Señor Espior, como está.


—...


—Señor Espior como está!


—...


—Señor e...


Ignorando mis preguntas volvió a mirar a la nada, talvez miraba aquellos recuerdos que olvidaría si hablaba conmigo... pienso en Espior como alguien alegre, pero a su vez serio, un hombre soñador, el cual conoció al amor de su vida y piensa en ella cada vez que tiene la mirada perdida. —Espior ¿vale la pena vivir tanto? Respóndeme POR FAVOR...


Antonio Londoño, sencillamente nada, solo me dijo su nombre y se marchó en busca de alguien. No lo volví a ver en toda la tarde. Talvez sigue buscando aquella persona o simplemente fue una excusa para no hablar conmigo. Quien sabe...


Al darme cuenta estaba recorriendo el lugar en compañía de un hombre, me estaba enseñando hacer ejercicio o algo parecido. Al seguirlo me perdí en mis pensamientos, simples pensamientos que me hicieron perder la noción del tiempo, aquel hombre se marchó sin decir una palabra. Supongo que ahora está escalando el Everest, espero que lo logre...


La muerte lloraba al cantarle aquella mujer que se encontraba acostada en su regazo, yo solo podía observar desde la distancia, mientras hablaba con Miguel Arturo Vélez Día. Un hombre que trabajo toda su vida. —Dime miguel, ¿valió la pena trabajar tanto?


Supongo que sí... su sonrisa al contarme sus diversos trabajos fue algo que me hizo dudar de mi propia felicidad.


La vida esperaba mi respuesta, mientras la muerte cantaba con felicidad, la soledad me había llamado, me esperaba en mi cuarto una vez más.


Comencé a caminar con delirio en mi mundo de fantasía tras ver los ojos vacíos de Rengifo Ospina. Rengifo saco de su bolsillo unos palos de madera pequeños, pero anchos, y comenzó a explicarme cómo se limpiaba las orejas, en nuestra conversación mi teléfono sonó, era una llamada de aquella mujer, le pedí disculpa a Rengifo y conteste. —Estoy afuera —me dijo ella, de inmediato me levanté tras prometer que volvería.


Caminaba con un objetivo, verla de nuevo, quería ver nuevamente a una mujer que miré poco en el pasado, una mujer con la que hable poco, alguien que me hacía sentir feliz. Me encontraba perdido en aquel pequeño, pero enorme lugar, no me hallaba por más que buscara, buscaba una salida del miedo que me sofocaba, buscaba una respuesta que brindarle a la vida, buscaba a alejarme de la soledad y llego ella.


Al ver desde la distancia su hermosa sonrisa, sus ojos cafés y aquellas curvas que habían enamorado a varias personas, vi como una luz se posó sobre ella haciendo que mi corazón se detuviera, mi respiración se cortara y los nervios no me dejaran pensar. Al tenerla a mi lado pude responderle a la vida.


—NADA. SENTÍ NADA...


—Hijo agradecido vuelve a casa—. Fueron las palabras de Rengifo al ver que volví a sentarme a su lado.


La vida y la muerte miraban el cielo a mi lado, cielo que no logro entender, cielo maravilloso y complicado a la vez, cielo que me hace pensar que la vida tiene un poco de sentido al final del día. Simplemente, fue mi culpa por forzar un sentimiento.


Lo que uno hace de joven lo paga de viejo. ¿Qué pagaré? Es lo único que puedo pensar ahora.


7 Septembre 2022 13:57 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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