uncronopio Frank Verlaine

La rutinaria vida de una pareja porteña cambiará para mal con la llegada de un artefacto a la casa. El viejo reloj (cuyo rol en la historia es pasivo) hará las veces de catalizador de la disconformidad en la que ambos viven, descubriendo sus verdaderos rostros a la par que ventila sus peores defectos.


Histoire courte Tout public.

#cuento #cuentocorto #ficción #juliocortázar
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Sobre los Relojes

Cuando Aurora atravesó la sala con el enorme reloj a cuestas, Fitz no dijo nada. Bajó la vista y continúo leyendo su libro. La verdad es que no le interesaba. Nada le importaba más en esa tarde fría de otoño que acabar con su lectura.

Aurora dejó el reloj sobre la mesa de la cocina y colgó el abrigo en el espaldar de la silla. Las patas de la pequeña mesita se sacudieron un poco, pero soportaron con suficiencia el pesado reloj de madera. Después revolvió el cajón de los cubiertos y sacó un cuchillo para desgarrar el empaque.

—No sabés lo que pesa —dijo Aurora, intentando entrar en conversación. Fitz odiaba dos cosas: 1). Que lo interrumpiesen. 2). Que intentasen contagiarle algo que no sentía. En ese momento solo tenía interés por acabar esa colección de cuentos de Cortázar que tanto le había costado conseguir el verano pasado, y ninguna reliquia de anticuario se lo iba a impedir.

—Mirá vos —respondió, moviendo apenas los labios.

Ella había quitado por completo el envoltorio de periódico. Contemplaba el viejo reloj con admiración. Era una fina pieza de madera negra y brillante, y las agujas brillaban bajo el vidrio como un puñado de estrellas. El encargado del anticuario se había puesto la diez* con el precio.

—Me lo dejaron en cinco mil pesos, amor. Es un reloj alemán, estuvo guardado por cincuenta años en una casona de Budge —dijo Aurora. Fitz siguió leyendo.

—Bastante caro para ser tan viejo.

—Sí, que sé yo. Supongo que lo exótico justifica el precio.

—¡Lo exótico, Aurora!

—¡Sí, lo exótico! ¿Ya lo viste?, es precioso.

—Si te venden un pedazo de ladrillo con la excusa de que es una pieza de arte exótica, ¿vos la comprarías?

—Ay, Fitz. Tampoco soy estúpida. Lo vi y me gustó, por eso lo compré.

—Está bien. ¿Y dónde lo vas a poner?

—No sé, todavía no lo pensé. Quizás acá en... ¿Me podés mirar un segundo? —dijo Aurora, exigiendo la atención de Fitz. Él siguió dándole la espalda.

«No nos mirábamos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuertes, pero siempre sordos» leía cómodo Fitz, cuando la mano de Aurora le arrebató el libro y lo dejó sobre una silla.

—Lo vamos a poner allá, cerca de la ventana. Es una pena que semejante reloj se quede perdido y nadie lo vea, así que no lo podemos poner en la biblioteca. Tiene que ser acá. Cuando vengan mis padres o nuestros amigos lo verán y entonces van a pensar:"que gente refinada y coqueta" —dijo ella, pero Fitz no escuchó nada. La oyó, es claro, pero oír y escuchar son cosas diferentes.

—¿Qué haces?, estaba leyendo, Aurora.

—Siempre estás leyendo, Fitz. No viene mal un descanso.

—¿Un descanso? ¿Un descanso para qué?

—Para ayudarme a poner el reloj y decorar la casa. Hace rato que no hacemos nada por la casa, Fitz. No me gusta tenerla tan abandonada, van a pensar que somos unos vagabundos.

—Me importa un cuerno lo que piensen, Aurora. Vos te interesas demasiado.

—Sí, no te lo niego. Así es la vida, querido. Vivimos y morimos siempre pendientes de lo que hacen y dicen los demás. ¿Tenés algún problema con eso?

—Todos los problemas del mundo. ¿Me dejás terminar el libro?

—¡Vos y tus libros!

—Sí, yo y mis libros, Aurora.

—¿Y qué tiene ese libro que no tenga mi reloj? ¿Sólo importa lo que hacés vos en esta casa?

—Es un libro de Julio Cortázar.

—¡Qué se vaya a cagar Cortázar, Fitz!

—Como vos quieras, Aurora. Suerte con el reloj —dijo Fitz. Después recogió el libro, una edición preciosa del volumen Bestiario de 1951, y continuó la lectura donde la había abandonado: «Los ruidos se oían más fuertes, pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada».


*Ponerse la diez: Sacar adelante una situación complicada sin ayuda.


Fin.

5 Septembre 2022 20:21 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Frank Verlaine En este perfil amamos los gatos y el horror ❤🐱😈

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