kimx2jisoo Kim Amy

⚠ADAPTACIÓN⚠ [Está historia originalmente está en Wattpad en mi cuenta @kimx2jisoo] 🏈 2° de la Saga. BULLS 🏈 Kim Seokjin esta determinado a tener a la legendaria estrella de fútbol Park Jimin cuando regrese a su hogar, Texas y ahí grabe su primera película. Mientras que, Jimin tiene sus dudas y le gusta hacer enfadar a Seokjin. 🎈Pareja principal🎈 ✨Jimin top ✨Seokjin bottom 🎇TODOS LOS DERECHOS PARA LA AUTORA ORIGINAL. 🎇DONCELES


Fanfiction Groupes/Chanteurs Interdit aux moins de 18 ans.

#Jimjin #minjin #jinmin #kimseokjin #parkjimin #bl #fanfic
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🎞🏈1🏈🎞

—¡Un guardaespaldas! ¡No necesito un jodido guardaespaldas!

Las puntas plateadas de las botas vaqueras de piel de serpiente de Park Jimin centellearon bajo la luz del sol cuando el ex-futbolista atravesó la alfombra y plantó los talones de sus manos sobre el escritorio de su abogado.

Jack Aikens lo miró con cautela.

—HYBE Studios piensa que sí.

—No me importa lo que piensen. Todo el mundo sabe que no hay ni una sola persona en el sur de California que tenga ni una pizca de sentido común. —Jimin se incorporó—. Bueno, puede que algunos rancheros, pero nadie más. —Acomodó su larguirucha silueta en una silla de cuero, apoyó las botas sobre el escritorio, y cruzó los tobillos.

Jack Aikens observó a ese hombre que era su cliente más importante. Hoy Jimin vestía casi conservadoramente, unos pantalones de lino blancos, una camisa de seda color lavanda, sus botas púrpuras de piel de serpiente y un sombrero vaquero gris claro. El ex-receptor no iba a ningún sitio sin su sombrero stetson. Algunos de sus novios llegaban a jurar que no se lo sacaba siquiera para hacer el amor, aunque eso Jack no se lo creía. Bueno, Jimin se enorgullecía de ser texano, aunque su carrera profesional lo había obligado a pasar la mayor parte de la última década viviendo en Chicago.

Con su atractivo de modelo de portada, su sonrisa matadora y sus dos anillos de ganador de la SuperBowl, Jimin era el niño mimado más famoso del fútbol profesional. Desde el comienzo de su carrera la audiencia televisiva había quedado encandilada por su aire provinciano; pero los jugadores rivales no habían quedado tan encandilados por su encanto de niño bueno. Sabían que Jimin era listo, decidido y difícil de atrapar. No sólo había sido el receptor más destacado de la NFL, sino que también había sido el mejor en su puesto y cuando una lesión en la rodilla, cinco meses antes de que se jugara en enero la SuperBowl, lo había obligado a retirarse con sólo treinta y tres años había sido natural que Hollywood mostrara interés en convertirle en el último héroe de sus películas de acción y aventura.

—Jimin, los de HYBE tiene derecho a preocuparse. Te pagan bastantes millones de dólares para que ruedes tu primera película con ellos.

—¡Soy futbolista, no una jodida estrella de cine!

—En enero, pasaste a ser un futbolista retirado —señaló Jack—. Y fuiste tú quien firmó el contrato para rodar esa película.

Jimin se quitó su sombrero de vaquero, se pasó una mano entre su grueso cabello rubio y se volvió a poner el sombrero.

—Estaba borracho y buscaba darle un nuevo rumbo a mi vida. Deberías de haber impedido que tomara decisiones tan importantes cuando estoy bebido.

—Somos amigos desde hace mucho tiempo, y aún no te he visto borracho, así que esa no es una excusa. Y resulta que eres uno de los hombres de negocios más listos que conozco, así que sin duda alguna no necesitas el dinero. Si no hubieras querido firmar ese contrato con HYBE, no lo habrías hecho.

—Bueno, pues he cambiado de idea.

—Te he visto firmar más contratos de los que puedo contar, y nunca te he visto romper uno. ¿Estás seguro que quieres comenzar ahora?

—No he dicho que fuera a romper el maldito contrato.

Jack se levantó y colocó un par de carpetillas y cogió un tubo de Tums. Se conocían desde hacía una década, pero sospechaba que no conocía a Jimin mejor que el peluquero que le cortaba el pelo. A pesar de su amabilidad y simpatía, el ex-jugador de fútbol era muy celoso de su privacidad. Jack no lo culpaba. Todo el mundo quería algo de Jimin y el futbolista había aprendido a protegerse. En opinión de Jack, no siempre lo conseguía. Todos los ex- compañeros, donceles, mujeres o vecinos de su ciudad natal con algún tipo de infortunio habían llegado a considerar a Jimin una presa fácil.

Jack abrió el tapón plateado del bote de Tums.

—Sólo por curiosidad. ¿Sabes algo de actuar?

—Caramba, no.

—Me lo figuraba.

—No veo que importancia puede tener. Todas las películas son iguales, todo lo que se tiene que hacer es dar una patada en el culo a alguien y desnudar a un par de personas. Caramba, yo lo llevo haciendo desde los ocho años.

Ese tipo de comentarios era típico de Park Jimin, y Jack sonrió. A pesar de lo que su cliente dijera, quería creer que Jimin tenía intención de hacer una película de éxito. Lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a cobrar por algo que no tuviera intención de hacer lo mejor posible, desde comprar tierras hasta acciones de nuevos negocios. Aunque de todas maneras se estaba tomando su tiempo.

Jack se reclinó en su silla.

—Hablé con Willow Craig de HYBE hace un par de horas. Es una mujer tremendamente infeliz, sobre todo desde que insististe en que los exteriores se rodaran en Telarosa.

—Necesitaban un pequeño pueblo en Texas. Sabes lo mal que va allí la economía.

—Creía que intentabas mantenerte alejado de allí algún tiempo, especialmente con toda esa locura del festival para revitalizar el pueblo.

Jimin se estremeció.

—No me lo recuerdes.

—Pero el hecho es que tienes que ir allí. HYBE ya ha trasladado al equipo y todos los empleados, pero como tú no estás aún no pueden empezar.

—Les dije que iba a ir.

—Igual que les dijiste que ibas a ir a todas esas pruebas de vestuario que habían programado hace dos semanas en Los Ángeles.

—No quería parecer un jodido pollo relleno. Caramba, tengo el mejor guardarropa de la NFL. ¿Para qué necesito pruebas de vestuario?

Jack se rindió. Como siempre, Jimin iba a hacer las cosas a su manera. A pesar de toda su superficial amabilidad, el texano era testarudo como una mula y no le gustaba que lo presionaran.

Jimin bajó las botas del escritorio y lentamente se levantó. Aunque lo ocultaba perfectamente, Jack sabía cómo se había sentido por su retirada forzosa. Desde que los médicos le habían dicho que nunca podría volver a jugar, Jimin se había comportado como un hombre al borde de la ruina en vez de una leyenda del deporte que había percibido un multimillonario salario de los Bulls y que sólo era una parte del dinero que poseía. Jack se preguntó si el contrato para hacer la película no sería simplemente la manera que tenía Jimin de pasar el tiempo mientras intentaba aclararse respecto a qué hacer con el resto de su vida. Jimin se paró en la puerta y le dirigió a su agente la mirada; la mirada penetrante de sus ojos azules que todos los defensas de la liga habían aprendido a temer.

—Llama a esa gente de HYBE ahora mismo y diles que no venga ese guardaespaldas.

Aunque la petición fue dicha con suavidad, Jack no se engañó. Jimin siempre sabía exactamente lo que quería y generalmente lo obtenía.

—Me temo que ya hay alguien en camino. Y es un escolta, no un guardaespaldas.

—Les dije que yo iría a Telarosa, y lo haré. Si aparece un maldito guardaespaldas y cree que puede darme órdenes, será mejor que sea un hombre tenaz porque, de otra manera, volverá con mis iniciales grabadas en el trasero.

Jack miró el sobre amarillo que tenía delante y decidió que ese no era el mejor momento para decirle a Jimin que el “hombre tenaz” que enviaba HYBE Studios respondía al nombre de Kim Seokjin. Mientras deslizaba el sobre debajo de una carpetilla deseó que el señor Kim tuviese un buen culo y los instintos de una piraña. De cualquier otra manera, no iba a tener ninguna posibilidad contra Park Jimin.



(....)



El pelo de Seokjin era un desastre. Mientras la húmeda brisa nocturna de principios de julio empujaba un mechón de su pelo castaño cobrizo delante de sus ojos, decidió que debería haberse pensado mejor lo de confiar en un peluquero llamado Mister Ed. Sin embargo, no creía que se debiese hacer hincapié en algo tan negativo, así que en vez de pensar en la desastrosa permanente, cerró la puerta del coche de alquiler y caminó por la acera en dirección a la casa de Park Jimin.

Media docena de coches estaban aparcados en el curvo camino de acceso, y al acercase a la estructura de madera y vidrio que asomaba sobre el lago Michigan, oyó música sonando con gran estruendo. Eran las nueve y media. Desearía poder posponer el encuentro hasta el día siguiente, cuando estuviera más descansado y menos nervioso, pero simplemente no podía darse el lujo de disponer de tiempo. Necesitaba probar a Willow Craig lo eficazmente que podía solucionar su primera responsabilidad real.

Cuando presionó el timbre otra vez, creyó oír la reverberación de un gong desde el interior, pero la música era tan fuerte, que no estuvo seguro. Un pequeño hormigueo de anticipación recorrió su cuerpo. La fiesta sonaba salvaje.

Aunque Seokjin tenía treinta años, nunca había asistido a una fiesta salvaje. Se preguntó si habría películas pornográficas y platitos con cocaína pasándose entre los invitados. Estaba casi seguro de que lo desaprobaría, pero no tenía en realidad ningún tipo de experiencia al respecto, así que se reservó la opinión.

¿Por qué no había recordado a tiempo sus años de adolescente cuando todos sus esfuerzos de autosuperación habían resultado desastrosos? Se había pasado meses con el pelo verde por haber calculado mal la cantidad de peróxido de un tinte y otra vez se le había puesto la piel hecha un desastre por una reacción alérgica a una crema para pecas. Aún oía las carcajadas de sus compañeros de clase de secundaria. Ese incidente había sido un golpe mortal y en ese mismo momento se había prometido a si mismo aceptar las francas palabras que su padre había dicho desde que Seokjin tenía seis años:

Desciendes de una larga serie de donceles feos, Kim Seokjin. Acepta que nunca serás guapo y vivirás bastante más feliz.

Era de altura mediana, ni lo suficientemente bajo como para ser gracioso, ni lo suficientemente alto para resultar esbelto. Sus ojos no eran ni ardientemente castaños ni chispeantemente azules, sino de un gris de difícil descripción. Su boca era demasiado ancha, su barbilla demasiado terca. Ni se molestaba en agradecer su piel clara, pues montones de pecas se esparcían sobre su nariz, ni tampoco que ésta última fuera pequeña y recta. Se decía a sí mismo que la fuerza de carácter era más importante que cualquier tipo de belleza.

La puerta finalmente se abrió, sus pensamientos y ella se encontraron cara a cara con uno de los hombres más feos que había visto nunca.

—¿Sí?

Enderezó los hombros y alzó la barbilla una pizca.

—Estoy aquí para ver al Sr. Park.

—Pues ya era hora. —Sin previo aviso, lo agarró del brazo y tiró de él hacia el interior—. ¿Trajiste música?

Seokjin se alarmó ante la pregunta, percibiendo sólo una vaga impresión del vestíbulo: suelo de caliza y un montón de aluminio en la escultura de la pared junto con un soporte de granito para un casco de samurai.

—¿Música?

—Claro, le dije a Stella que se asegurara de que traías tu propia música. No importa. Guardo la cinta que se dejó el último chico que vino.

—¿La cinta?

—Para Jimin en el jacuzzi. Los chicos y yo queríamos darle una sorpresa. Espera aquí mientras lo preparo todo. Luego entraremos juntos.

Obviamente lo había confundido con otra persona, ya que sabía que Jimin no aceptaba llamadas de HYBE Studios; se preguntó si debería aprovechar el malentendido.

El viejo Seokjin habría esperado pacientemente a que regresara para poder explicarle su misión, pero el nuevo Seokjin tenía ante sí la aventura que tan ardientemente deseaba y siguió el sonido de la áspera música a lo largo de un pasillo.

El pasillo desembocaba en una lujosa gruta, cuyas paredes eran enormes láminas de vidrio desde el suelo al techo. Palmas, bambú y alguna otra planta exótica se disponían como tumbonas independientes sobre el suelo de mármol negro, haciendo que la gruta pareciera tropical y prehistórica. La piscina de losetas negra y forma asimétrica parecía un estanque escondido donde los dinosaurios podrían acercarse a beber. Incluso las sillas de diseño austero y las mesas hechas de rocas redondeadas se mezclaban con el ambiente.

Era un grupo heterogéneo de unas treinta personas. Todas las mujeres y hombre donceles eran jóvenes y bellos, mientras los varones, tanto blancos como negros, tenían músculos protuberantes y gruesos cuellos. No sabía nada sobre futbolistas salvo las malas reputaciones que les precedían y al observar los escasos bikinis utilizados por la mayor parte de las mujeres, no pudo reprimir la pequeña chispa de esperanza de que podrían estar a punto de comenzar algún tipo de orgía. No era que fuese a participar en tal cosa, suponiendo que alguien lo invitara, pero sería algo interesante de observar.

Luego desplazó la mirada de los secundarios al único varón que había en la plataforma, y se quedó paralizado. Lo reconoció de inmediato por las fotos. Él permanecía de pie al lado del jacuzzi como un sultán examinando a su harén, y mientras lo miraba, todas sus fantasías sexuales secretas tomaron vida. Ese era Park Jimin.

Llevaba un sombrero de vaquero negro, unas botas vaqueras de piel de serpiente y un albornoz de terciopelo con motivos rojos y verdes con forma de relámpago. Tenía una botella de cerveza en una mano y el humo ascendía desde el cigarro que sujetaba en una esquina de su boca. La piel entre el borde de las botas y la bastilla del albornoz estaba desnuda, revelando unas pantorrillas poderosamente fuertes; se le secó la boca al preguntarse si estaría desnudo bajo el albornoz.

—¡Oye! Te dije que me esperaras junto a la puerta.

Dio un brinco cuando el corpulento hombre que la había dejado entrar apareció detrás de él con un casete en la mano.

—Stella dijo que eras bastante caliente, pero le dije que quería un rubio. —Lo miró dubitativamente—. A Jimin le gustan rubios. ¿Eres rubio bajo la peluca?

Llevó la mano hasta su cabello.

—Realmente...

—Me gusta el disfraz de bibliotecario que llevas puesto, pero necesitas bastante más. A Jimin le gusta extravagante.

Jin devolvió la mirada al radiocasete, intentando buscar la manera de aclarar el malentendido entre ellos. Cuando comenzaba a formular una explicación razonable, el hombre se rascó el pecho.

—¿Te dijo Stella que queremos algo especial, ya que está algo deprimido por su retirada? Incluso habla de dejar Chicago para irse a vivir a Texas todo el año. Los chicos y yo creemos que esto le puede divertir. A Jimin le encantan los strippers.

¡Strippers!

Seokjin cerró los dedos con fuerza alrededor de sus perlas falsas.

—¡Oh, Dios mío! Debería saber...

—Hubo un stripper con el que pensé que se casaría, pero no pasó su examen sobre fútbol. —Negó con la cabeza—. Todavía no me puedo creer que el mejor receptor del mundo haya colgado su casco por Hollywood. Maldita rodilla.

Ya que él parecía hablar para sí mismo, Seokjin no respondió. Estaba intentando asimilar el increíble hecho de que este hombre lo había confundido a él, —el último virgen de treinta años del planeta— con ¡un stripper! Era embarazoso. Aterrador.

¡Era emocionante!

Otra vez, lo miró críticamente.

—El último doncel que nos envió Stella vino vestido de sacerdote. Jimin casi se muere de risa.

Era el mejor momento para poner fin a ese malentendido, se aclaró la voz—: Desafortunadamente, señor...

—Bruno. Bruno Metucci. Jugué con los Bulls en la época en la que Bert Somerville llevaba la batuta. Desde luego, nunca fui tan bueno como Jimin.

—Entiendo. Bueno, lo que pasa es que...

Un chillido de mujer surgió del jacuzzi y lo distrajo. Levantó la vista para ver a Jimin mirando con indulgencia a los secundarios que retozaban a sus pies, mientras en la ventana a sus espaldas se veía brillar tenuemente en la distancia las luces del lago Michigan.

—Jimin, me dijiste que me volverías a hacer las preguntas —dijo uno de los donceles desde las burbujas del jacuzzi.

Lo había dicho bastante alto y se oyeron gritos de ánimo cada vez más elevados entre los invitados. Como si fueran un solo cuerpo, todos se giraron hacia la plataforma, aguardando su respuesta.

Jimin, con el cigarro en la boca y el botellín de cerveza en una mano, metió la otra en el bolsillo del albornoz y la miró con preocupación.

—¿Estás seguro de que estás preparado, Jules, cariño? Sabes que sólo tienes dos oportunidades y fallaste la pregunta sobre la carrera de Eric Dickerson y su record de cien yardas la última vez.

—Estoy seguro. He estudiado muchísimo.

Alguien bajó el volumen de la música. Jimin estaba sentado sobre una de las grandes rocas redondeadas y apoyó una de sus botas vaqueras de piel de serpiente sobre la otra rodilla desnuda.

—Ven aquí y te daré un beso de buena suerte. Y no me decepciones esta vez. He puesto mi corazón en que tú serás el señor de Park Jimin.

Mientras Jules cumplía con su petición, Seokjin contempló inquisitivamente a Bruno.

—¿Les hace un examen sobre fútbol?

—Por supuesto. El fútbol es la vida de Jimin. No cree en el divorcio, y sabe que no podría ser feliz con una persona que no entendiera el juego.

Mientras Seokjin intentaba asimilar esa información, Jules besaba a Jimin, que luego palmeó su trasero mojado enviándolo de regreso a su sitio en el borde del jacuzzi.

Jimin dejó el cigarro en un cenicero negro.

—Está Bien, cariño. Comencemos con los quarterbacks. Terry Bradshaw, Len Dawson y Bob Griese, ¿cúal de ellos obtuvo el mejor promedio? Ya ves que intento facilitarte las cosas. No te pido los porcentajes de cada uno, sino que me digas cual fue el mejor.

Jules le dirigió una sonrisa confiada.

—Len Dawson.

—Realmente bien.—Las luces del jacuzzi apuntaban hacia el techo, y su cara estaba visible bajo el ala del sombrero.—Ahora veamos si has resuelto tus lagunas del último examen. Vamos a 1985 y nombra el mejor receptor de la NFC.

—Bien. Marcus Allen.

—¿Y de la AFC?

—Curt... ¡No! Gerald Riggs.

Jimin se llevó la mano al corazón.

—¡Uf!, por un momento me has detenido el corazón. De acuerdo, ahora ¿el gol de campo más largo en un partido de la Super Bowl?

—1970. Jan Stenerud. 4a Superbowl.

Él miró a la gente y sonrió ampliamente.

—¿Soy yo el único que está oyendo campanas de boda?

Seokjin sonreía ante su aire chulesco cuando se inclinó hacia adelante para murmurar en el oído de Bruno:

—¿No es esto un poco humillante?

—No sí él gana. ¿Tienes idea de lo que vale Jimin?

Bastante, supuso. Oyó como él hacía dos preguntas más, las cuales contestó Jules perfectamente.

—Bien, querida, ahora concéntrate. Esta es la pregunta que te puede echar del pasillo central de la iglesia; ya estoy viendo los preciosos bebés que tendríamos. No había sentido tanta presión desde mi primera SuperBowl. ¿Estás concentrado?

Las arrugas inundaban la perfecta frente de Jules.

—Concentradísimo.

—De acuerdo, cariño, ahora no me decepciones. —Llevó la cerveza a sus labios, la vació, y colocó sobre el suelo la botella—. Todo el mundo sabe que entre los postes de la portería tienen que haber cinco metros y 16 centímetros. La altura máxima del larguero...

—¡Tres metros desde el suelo! —gritó Jules.

—Ay, cariño, te respeto demasiado para insultar tu inteligencia con una pregunta tan fácil. Espera hasta que termine, o prefieres que te haga una pregunta sobre penaltis.

Él lo miró tan afligido que Seokjin lo compadeció.

—La altura máxima del larguero es tres metros desde el suelo. Los postes verticales tienen que sobresalir al menos nueve metros quince centímetros por encima del larguero. Esta es tu pregunta, cariño, y antes de que contestes, recuerda que tienes mi corazón en tus manos. —Seokjin esperó impacientemente—.Para que tengas la oportunidad de ser el Sr. de Park Jimin, dime las dimensiones exactas del listón de la parte superior de cada uno de los postes verticales.

Jules se levantó rápidamente del borde del jacuzzi.

—¡Lo sé, Jimin! ¡Lo sé!

Jimin rompió el silencio.

—¿En serio?

Una suave risita nerviosa se escapó de los labios de Seokjin. Le estaría bien que Jules contestase a la pregunta.

—¡Un metro cincuenta y dos centímetros por diez centímetros!

Jimin se apretó el pecho.

—¡Ay, mi amor! Acabas de arrancarme el corazón y estamparlo contra el suelo.

La cara de Jules se arrugó.

—Es un metro veintidós centímetros. Un metro veintidós centímetros, cariño. Estuvimos a sólo treinta centímetros de la dicha conyugal eterna. No puedo recordar la última vez que me sentí tan deprimido.

Seokjin lo observó tomar a Jules entre sus brazos y besarlo a fondo. Los invitados comenzaron a moverse y algunos subieron a la plataforma para ofrecer sus condolencias al perdedor.

—Vamos. —Bruno tomó el brazo de Seokjin, y antes de que él lo pudiera detener, lo había arrastrado hacia delante.

Jadeó alarmado. Lo que había empezado como un simple malentendido había comenzado a írsele de las manos y precipitadamente se volvió hacia él.

—Bruno, hay una cosa que tenemos que comentar. Es realmente gracioso, de verdad, y...

—Bruno, ¿a quién tienes aquí?

Le dio un vuelco en el estómago al oír la voz de Jimin. Él se había acercado al borde de la plataforma del jacuzzi y lo miraba con gran interés y algo casi parecido a la especulación.

Bruno palmeó el radiocasete.

—Lo chicos y yo pensamos que estaría bien un poco de diversión.

Seokjin observó con creciente temor como una amplia sonrisa se extendía por la cara de Jimin, revelando unos dientes blanquísimos.

—Acércate aquí, cariño, para que el viejo Jimin te pueda echar un vistazo antes de que comiences. —Su suave voz con acento texano recorrió su cuerpo e hizo desaparecer su habitual sentido común, por lo que dijo lo primero que le pasó por la mente.

—Yo... ehhh...

—No te preocupes.

Dejó escapar súbitamente un pequeño grito de consternación cuando Bruno lo empujó el trecho que le faltaba por recorrer. Antes de que pudiera echarse para atrás, la gran mano de Jimin se cerró alrededor de su muñeca.

—Dejanle sitio al joven.

—Sr. Park, es necesario que le diga...

Bruno presionó el botón del radiocasete, y su voz quedó ahogado por completo por la áspera música de “The Stripper”. Todos comenzaron a ovacionar y silbar. Jimin le dirigió un guiño alentador, lo soltó y se dio la vuelta para sentarse en una de las grandes rocas redondeadas y observar la función.

Sus mejillas ardieron ruborizadas. Permaneció de pie, solo, en medio de la plataforma del jacuzzi, con todos los ojos de la habitación clavados en él.

—¡Vamos, cariño!

—¡No seas tímido!

—¡Muévete, cariño!

No más de cinco metros lo separaban de Park Jimin, y supo que todo lo que tenía que hacer era acercarse lo suficiente como para susurrarle su identidad. En cuanto él supiera que era HYBE quien la había enviado, él sentiría tanta vergüenza por su error que lo ayudaría a salir discretamente y cooperaría con él.

Con una serie de torpes movimientos, Seokjin se acercó contoneándose, tratando de ignorar los exagerados abucheos que comenzaba a proferir la audiencia.

—Realmente bien —dijo Jimin—. Creo que nunca vi nada que me gustara tanto.

Desafortunadamente, cuando Jin se inclinó hacia adelante para murmurar lo que pasaba en su oído, su mejilla rozó el ala del stetson, inclinándolo. Con una mano, él lo enderezó mientras, con la otra, lo ponía sobre su regazo.

—¿Necesitas ayuda, cariño? —Dirigió su mano al botón superior de su camisa del doncel para desabrochar los demás botones.

—¡Oh, no! —protestó Seokjin agarrando firmemente su brazo.

—Un espectáculo muy interesante, cariño. Un poco lento, pero probablemente eres principiante. —Le mostró una amplia sonrisa que tenía más regocijo que lascivia—. ¿Cómo te llamas?

Seokjin tragó saliva.

—Seokjin..., esto..., Seokjin. Lee Seokjin. —completó, en un intento tardío de poner algún tipo de distancia entre ellos—. Y no soy...

—Joven Lee... —arrastró las palabras, saboreándolas como si fueran un vino de solera. El calor de su cuerpo enturbiaba su cerebro e intentó escapar de su regazo.

—Sr. Park...

—Ve al grano, querido. Los demás se impacientan. —Antes de que lo pudiera detener, le abrió el botón del cuello de su camisa blanca de poliéster—. Debes ser nuevo en esto. —La punta de su dedo índice exploró el hueco de la base de su garganta, haciéndolo temblar—. Pensé que conocía a todos los chicos de Stella.

—Sí, yo..., digo no, yo no soy...

—No te pongas nervioso ahora. Estás haciéndolo genial. Y tienes unas piernas muy bonitas, si no te importa que te lo diga. —Sus ágiles dedos abrieron el siguiente botón.

—¡Sr. Park!

—Joven Lee.

Él vio la misma diversión que había notado en sus ojos un rato antes cuando estaba examinando a Jules sobre fútbol. Bullicio se escucho porque un chica se había subido a la mesa de billar y se había quitado el sujetador.

—Parece que Candi se te adelantó joven Lee.

—Creo..., es mejor..., —tragó saliva—. Hay una cosa que debería comentarle. En privado.

—¿Quieres bailar para mi en privado? Es realmente dulce, pero mis invitados se desilusionarían si viera algo que ellos no pudieran ver.

Seokjin se dio cuenta de que él había desabrochado el botón de la cinturilla de su pantalón y bajaba la cremallera.

—¡Sr. Park! —Lo dijo más alto de lo que pretendió y los invitados de las cercanías se rieron.

—Llámame Jimin, cariño. Todo el mundo lo hace. —Las esquinas de sus ojos se arrugaron como si él se estuviera riendo de un buen chiste privado—. Mira que interesante. Creo que nunca conocí a un stripper que llevara boxer.

—¡No soy stripper!

—Claro que lo eres. ¿Por qué si no estarías desnudándote delante de un montón de futbolistas borrachos?

—Me voy de ... ¡oh! —Sus hábiles dedos había manipulado sus ropas como si no tuvieran más consistencia que un kleenex y la camisa se abrió. Mortificado.

—¡No soy un stripper!

—¿No? —Sacó un cigarro del bolsillo del pecho de su albornoz y lo giró entre sus dedos. Se dio cuenta de que no parecía asombrado por su declaración. Sus palabras obtuvieron la atención de los invitados más cercanos a él, y vio que sus planes de una conversación privada se evaporaban rápidamente. Bajó la voz hasta que no fue nada más que un susurro.

—Esto es un terrible error. ¿Crees que parezco un stripper?

Él colocó el cigarro apagado entre sus dientes y, paseando sus ojos por Seokjin con lentitud, dijo en tono normal:

—Respecto a eso, algunas veces es difícil notarlo. El último que entró aquí iba vestido de sacerdote y era tan lindo como para rejuvenecer a Mick Jagger.

Alguien había desconectado la música, y un antinatural silencio había caído sobre la gente. A pesar de su determinación de mantener el autocontrol, no pudo controlar su voz. Cogió rápidamente la chaqueta del traje que había dejado caer anteriormente.

—Por favor, Sr. Park. ¿Podemos hablar en privado?

Él suspiró y se levantó de la roca.

—Supongo. Pero me tienes que prometer que no te desnudarás. No sería justo que yo te viera desnudo y mis invitados no.

—¡Le prometo, Sr. Park, que nunca me verá desnudo!

Él pareció no creérselo.

—No tengo la intención de cuestionar tu buena voluntad, cariño, pero a juzgar por mi historial, a lo mejor no te puedes resistir.

El tamaño de su ego lo asombró. Cuando lo miró a los ojos, él encogió los hombros levemente.

—Entonces, supongo que será mejor que vayamos a mi estudio, y tengamos esa conversación tan importante. —Tomándola del brazo, la guió para que bajara de la plataforma.

Mientras cruzaban la gruta, Seokjin se dio cuenta de que él no había parecido sorprendido en absoluto por su declaración de que no era un stripper. Estaba demasiado despejado, calmado y divertido por la situación. Antes de que llevara la deducción a su lógica consecuencia, el futbolista pelirrojo que había hablado anteriormente con él, salió de entre la gente y le dio a Jimin un juguetón pellizco en el brazo.

—Joder, Jimin. Espero que ésta no esté embarazado también

29 Janvier 2023 00:15 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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À suivre…

A propos de l’auteur

Kim Amy 𝟙𝟝.𝟘𝟞.𝟙𝟛 ②ⓢⓔⓞⓚ ⓑⓘⓐⓢⓔⓓ ꜱʜɪᴘᴘꜱ ꜰᴀᴠᴏʀɪᴛᴏꜱ ᴊɪɴxᴀʟʟ & ᴊᴜɴɢʜᴏᴘᴇ. “ℑ 𝔥𝔬𝔭𝔢 𝔶𝔬𝔲 𝔨𝔫𝔬𝔴 𝔶𝔬𝔲𝔯 𝔩𝔦𝔪𝔦𝔱𝔰 𝔴𝔢𝔩𝔩, 𝔟𝔲𝔱 𝔡𝔬𝔫'𝔱 𝔰𝔱𝔞𝔶 𝔴𝔦𝔱𝔥𝔦𝔫 𝔱𝔥𝔬𝔰𝔢 𝔩𝔦𝔪𝔦𝔱𝔰”-𝔑𝔞𝔪𝔧𝔬𝔬𝔫.

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