Les quedaba cerca de media hora. Les hubiera gustado hablar a solas, pero tuvieron que conformarse con una conversación semipública rodeadas de cientos de personas en la abarrotada estación de tren. La nueva ley las obligaba a separarse, los mayores de setenta partirían a la residencia campestre situada a ochenta kilómetros hacia el sur. El argumento era básicamente, el esmerado diseño especial de las casas para los ancianos y el personal encargado de cuidarlos. Olvidaron un detalle: si ya tienes a alguien que te cuida con amor, sobran muchas tonterías. Nunca les había faltado nada durante los años que llevaban viviendo juntas de nuevo.
Los de 50-69 años se quedarían para cumplir labores administrativas en su mayoría, si tenían pareja dentro de su rango de edad, permanecerían juntos, de lo contrario, se reagrupaban en casas bajas con diez habitaciones individuales según los distribuía el sistema informático estatal. ¿Bajo cuáles criterios? Nadie lo entendía muy bien. La respuesta era: se ha estudiado lo más conveniente para cada grupo de ciudadanos.
— Hija, no vale la pena llorar ahora, solo tenemos media hora.
— Lo intento, pero las lágrimas salen solas. Ya te lo he dicho, me parece todo demasiado arbitrario, frío, injusto, por decir lo primero que se me ocurre. Se supone que serán solo diez meses mientras pasa el peligro, pero hay demasiadas lagunas, creo que mienten descaradamente.
— Seremos fuertes como siempre, yo pude criarte sola y no morí en el intento. Tú has podido sobrevivir a tu marido, los chicos están demasiado lejos para venir, pero allá también los están protegiendo. ¡Verás qué pronto volveremos a juntarnos!
— He puesto toda la información importante en varios formatos en tu mochila: en el cuaderno, en tu diario los he metido en una tarjeta de cartulina plastificada, en un pincho, en el portátil y en la memoria externa.....seguro que alguien te ayudará con la tecnología.....
— ¿Guardaste tu álbum de fotos? El mío lo guardé al fondo de la maleta.
— Por supuesto, lo tengo en la mía. Oye, creo que mi casa está por los lados del parque de atracciones, dicen que están muy chulas, cada uno tiene su propia habitación.
— Sobre todo, recuerda siempre que te amo, pase lo que pase, sentirás mi cariño en el fondo de tu corazón—musitó la anciana con la voz quebrada mirando tiernamente a su hija.
— ¡Y yo a ti, mi viejita linda!—respondió Lorna abrazando fuertemente a su madre mientras recordaba atropelladamente anécdotas graciosas para comentar durante el resto de la despedida.
Finalmente llegó el momento, llamaron para abordar el tren y cientos de personas quedaron con el corazón roto sin poder elegir otra opción.
Ya había pasado un año desde que el nuevo gobierno elegido por mayoría absoluta decidiera reorganizar la población para la inminente llegada de las naves de la lejana galaxia contactada. Gracias a la avanzada tecnología desarrollada por los visitantes alienígenas la comunicación había sido muy fluida: hablaban perfectamente las lenguas humanas además presentaron numerosas pruebas irrefutables de lo que podía ser el exterminio masivo de la raza humana. Habiendo salvado ya otros tantos planetas en la misma situación, debían confiar en su experiencia. Ahora empezaba la primera etapa, que consistía en la clasificación de la población.
El tren repleto de ancianos llegó a su destino, los aguardaban muchos guardias humanos y un puñado de extraterrestres, los mismos que veían desde hace meses en los medios de comunicación. A pesar de su aspecto baboso, eran muchísimo menos extraños de lo que siempre habían visto en las películas de ficción.
Pasaron uno a uno identificación en mano, hacia el gigantesco edificio que los esperaba, los habían repartido en 10 filas, cada una con uno de esos extraños seres como supervisor.
Cuando ingresó el último cerraron herméticamente las puertas, no se escuchaba un susurro. Alzaron la vista hacia una gigantesca pantalla en la que empezó una cuenta regresiva desde el diez.
Al llegar al final, un único y sincronizado grito de “¡Reditus!” les devolvió su aspecto baboso. Su misión continuaba colonizando el siguiente planeta viable.
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