dianaalenay000 Diana Alenay

-Yo no iría a ninguna parte contigo, Pablo. Que siempre se mueren los otros i tu eres el único que sale vivo -le dijo una vez uno de sus yernos a un Pablo ya casi calvo y abuelo de cuatro nietos. Cuando Pablo era niño le pusieron por mote El Bala debido a que era el de pensamiento más rápido... y puños igual de rápidos. Por ahí sus once años, un fraile se presentó en la escuela del pueblo, y preguntó al maestro quien era el niño más listo. El maestro le respondió que Pablo. Mas nunca sabremos si la respuesta del maestro se debió a que realmente era el más rápido de pensamiento o a que era el más rápido en liarla, y el maestro vio en la visita del fraile la oportunidad perfecta para quitarse de encima un dolor de cabeza. En ese entonces, los frailes iban de pueblo en pueblo buscando a los niños más listos para reclutarlos. *** Después de casi veinte años de oír las anécdotas (a menudo de casi muerte, o de casi muerte al escucharlas por la risa), me he decidido a ponerlas por escrito y compartirlas con quién pase por aquí. No puedo jurar que las de cuando era un niño sean la pura verdad, pero teniendo en cuenta las que ha llegado a hacer de adulto y que sí he verificado con otros miembros de la familia, probablemente sean verdad.


Récits de vie Tout public.

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El rayo

Los truenos bramaron la llegada de su señor, el rayo. Uno. Dos. Tres. Las primeras golpearon la cabeza de los dos niños de ocho años a lo sumo, resbalando por sus narices manchadas de tocárselas con las manos sucias de tierra. Y entonces cayó la tromba.

Instintivamente buscaron con los ojos un refugio.

-¡Ahí! ¡Debajo de esos chopos! –exclamó uno de ellos.

Y hacia allí corrieron los dos, a refugiarse bajo las copas de esos árboles altos y lechosos. La tromba, aunque se había desatado apenas unos momentos antes, descargaba ya con toda su furibunda potencia; y se les metían las gotas en los ojos, dejándolos ciegos y amenazando con hacerles tropezar. Al fin, lograron llegar sin incidentes a los chopos. Eran niños humanos, sí, pero ágiles cuál alimaña, y sus pies, bien amaestrados, los llevaron con seguridad aun con tan poca ayuda de la vista.

Pablo se refugió bajo uno de los árboles, mientras que su amiguito hacía lo propio en otro treinta metros más allá. Se mojaban, pero al menos no tanto. Los truenos eran ensordecedores.

Los rayos caían, como quien dice.

Luz. Tal luz que cegaría a un ángel.

¡BROOO-UUUUUUUUUUMMMMM!

Huele a quemado –pensó Pablo mientras sus ojos se recuperaban.

Ese rayo había caído, como quien dice demasiado cerca. Miró en dirección al chopo bajo el que se había refugiado su amiguito.

El rayo había caído por ahí. De hecho, había caído justo en el chopo bajo el que se refugiaba su amigo, que ahora yacía inerte en el fango. El árbol estaba todo chamuscado, las hojas, cenizas en el viento.

Huele a carne quemada. –pensó Pablo.

Y desafiando la furia asesina de la tormenta, corrió hasta su amigo.

Estaba tan chamuscado como el chopo, y, como quien dice, muerto.

27 Juin 2022 10:29 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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