Lo único que Katherine recuerda es haber sentado cabeza en su cálida cama después de un arduo día de trabajo sacando las cuentas y haciendo inventario en aquél concesionario.
Despertó entonces, cómo si apenas hubiesen pasado minutos desde que durmió, la única luz que se filtraba por su ventana, era la luz del poste que había justo afuera de su casa.
Sus cortinas gruesas lograban filtrar el destello, sin embargo las cortinas yacían arremangadas en un moño, las ventanas estaban abiertas.
El frío de afuera junto con la luz accedió a su cuarto cómo si fuese un torrente violento de agua.
Su cuarto estaba hecho un desastre y lo peor de todo, es que la puerta de su cuarto ya no estaba.
Se levantó desconcertada, y con el tacto áspero y ligero del frio ingresando por su ventana, trasladándose hasta su cuerpo, rozando su piel.
Decidió ponerse sus pantuflas y averiguar que estaba ocurriendo.
Lo primero que llegó a su cabeza fue.
"¡Un intruso!"
Ojalá.
Fue a su mesita de noche, y tomó una linterna.
Se sentía afortunada de tener aquella linterna de seguridad, la cual llevaba consigo siempre en su cartera cada que salía.
Estaba diseñada para defensa propia, tenía una placa de metal capaz de dar toques eléctricos muy fuertes, aparte de que también era rígida, lo suficiente como para poder propiciarle una buena paliza a cualquier acosador.
Eso y un modo de destello bastante fuerte capaz de cegar a cualquiera.
La tomó, y decidió salir de su cuarto rumbo al pasillo.
Ella vivía con su hermano mayor, ambos trabajaban para poder pagar la renta de la casa en la que vivían.
Ella se encargaba de pagar el agua y el gas, mientras que su hermano la luz y la vivienda.
Al salir, notó que la puerta del cuarto de su hermano había sido tirada por la fuerza, tanto así que dicha puerta estaba tendida en el suelo, con pedazos de madera rotos esparcidos por todas partes, las bisagras estaban completamente rotas y los clavos un par de centímetros lejos.
Encendió su linterna, pues el cuarto estaba a oscuras, y cuando lo hizo, notó con algo de temor el vacío que había en el cuarto donde debería de estar su hermano.
Habían indicios de forcejeo, algunos gabinetes estaban tirados, y en el suelo había un martillo ensangrentado.
Lo habían secuestrado.
O eso pensó Katherine.
¿La realidad?, estaba muy lejos de ser eso.
Se sentó en la esquina de la cama, y comenzó a pensar, tanto que su cabeza le terminó doliendo por el esfuerzo.
Fue a por su teléfono y decidió llamar al 911.
Mientras lo hacía, se asomó por la ventana.
Y mientras el teléfono sonaba, ella se iba percatando de su entorno, y entre mas le prestaba atención, mas se iba dando cuenta que las cosas no cuadraban.
Fue hasta que no recibió una respuesta de absolutamente nadie detrás de la línea, que decidió dejarlo a un lado sin quitarle la vista de enfrente a la calle, pues su atención ya no la tenía el teléfono móvil, si no las casas.
Cada una de ellas, con sus ventanas completamente tapadas con tablas de madera por dentro, de modo en que no se pudiera ver el interior, y quizas a manera de barricada también.
Sea lo que sea que estaba pasando, no estaba nada bien.
Tomó su teléfono, se colocó una chaqueta de plumas negra forrada con cuero y salió afuera.
Al bajar por las gradas, se deslizó en un charco de sangre, cayó sentada encarando a la cocina, la cual tenía una puerta corrediza que daba al patio.
Se asustó cuando se dio cuenta de que aquel liquido era sangre.
Se levantó con miedo, dejando caer la linterna la cual se apagó, dejándola en total oscuras.
Y en esa oscuridad, se dio cuenta como la luz de afuera penetraba la sala gracias a que también, la puerta de la calle estaba tirada.
Las bisagras rotas, y pedazos de madera por todas partes.
Las ventanas también estaban rotas, el viento hacía mecer las cortinas cuán velas.
Avanzó sin su linterna, una decisión bastante extraña.
Y se asomó, y pudo ver la calle, los faros yacían todos encendidos, las casas, o al menos las pocas que no tenían tablas encima, o que yacían con las puertas y ventanas forzadas, tenían las luces encendidas.
Habían indicios de violencia por todas partes, mas sin embargo no habían cadáveres
Katherine salió, y fue a la casa de sus vecinos.
La señora Laidlaw era una mujer adulta de 43 años de edad, solía ser bastante dulce con Katherine y con su hermano.
De vez en cuando les pedía a ellos dos un favor, y era vigilar desde la casa de estos dos; La suya, puesto que tenía un hijo de 13 años que por lo general se solía quedar solo las noches ya que ella recurrentemente salía con sus amigas a pernoctar en fiestas y demás sitios.
Sin embargo, cuando se asomó por una de las ventanas, se encontró con el interior en total oscuridad.
Las ventanas estaban tapadas excepto una, la cuál estaba en el costado del patio de al lado.
Al intentar ver mejor el interior colocando ambas manos cerca de sus ojos se pudo dar cuenta de que había una escopeta tirada en el suelo.
Era de madera, y al parecer había una caja de municiones cerca, con las balas esparcidas por todas partes, y aparentemente, dos casquillos vacíos.
Algo había entrado, y definitivamente el señor Laidlaw, quien era dueño de una tienda de armas en el centro de la ciudad, había hecho uso de la suya en defensa propia y en la de sus dos seres queridos.
Katherine tocó la ventana con sus nudillos.
El silencio que había afuera era tanto, que era posible escuchar la expansión y contracción térmica de las casas.
Cada paso que daba en cualquier superficie era el equivalente a disparos en sus oídos.
No había ni una sola alma, ya sea de humano o animal haciendo ruido.
Ni los insectos.
Absolutamente nada...
Y al tocar la ventana, hizo tanto ruido que se pudo escuchar en toda la cuadra.
Katherine se detuvo, pues temía que haya llamado a algo o alguien, y hubiese delatado su posición.
Fue al patio trasero y se encontró con la puerta corrediza abierta de par en par, con un rastro de sangre que iba desde la puerta corrediza, hasta el cobertizo.
O quizás era al revés...
Decidió entrar, caminó por la cocina, observando platos rotos, un cuchillo ensartado en la pared con tanta fuerza, que se le hizo imposible poder sacarlo.
Lo dejó en su sitio, y fue a por la escopeta.
La tomó.
Tenía sangre en la punta del barril, al igual que en el mango y en la empuñadura frontal con la cuál la bombeaba para el siguiente disparo.
Era una recién egresada de finanzas, jamás había tenido antes un arma en mano así que era justificable el pobre manejo de esta.
No quería subir las escaleras por miedo a encontrarse con algo o alguien.
Tan solo estar allí le daba un aura horripilante a todo, era como si el aire fuese demasiado pesado para respirar.
Salió de la casa por el patio trasero, pues la parte frontal de la casa estaba fuertemente bloqueada por tablas y sillones.
Su respiración cada vez mas se hacía forzada, podía escuchar el latir de su corazón con fuerza.
Cuando avanzó hasta la esquina de la calle, en busca del parque, escuchó algo que le heló la sangre.
Las campanas de la iglesia comenzaron a sonar.
Lo hicieron de una manera violenta, como si un desquiciado enfermo estuviese haciendo retumbar la campana bajo un transe psicótico.
Lo mas aterrador de todo, es que durante ese lapso de tiempo en que las campanas comenzaron a sonar.
Se fue dando cuenta cada vez mas y mas de qué...
Estaba completamente sola.
Y cuando lo hizo.
Las campanas se detuvieron.
El Silencio nuevamente se apoderó de las calles.
Avanzó hasta una estación de servicio la cuál iluminaba bastante las calles, y el color blanquecino de sus luces era bastante reconfortante entre tantos faros color amarillo.
Las puertas automatizadas estaban destruidas, y los estantes; Los cuales antes se encontraban abarrotados, ahora yacían completamente vacíos, tirados, botellas rotas, comida esparcida por todas partes.
Se asomó por el mostrador, y pudo ver un rastro de sangre el cuál cruzaba la puerta de servicio.
Alzó la escopeta lo mejor que pudo, y temblorosa, decidió cruzar el mostrador.
La puerta estaba semi-abierta, habían marcas de manos ensangrentadas en la palanca para abrirla, al parecer tenían prisa, quizás miedo...
Al abrirla, el cuarto estaba completamente a oscuras, lo único que se encontraba iluminado era el marco de la puerta.
Su silueta se reflejó en aquella porción de suelo y pared, el resto permaneció en las sombras.
—¿Qué estoy haciendo?—Se preguntó a sí misma, entre susurros.
Ojalá no hubiese dejado su linterna atrás.
Decidió retroceder, no tenía razón ni asuntos de estar allí adentro, solo quería encontrar contacto humano en una ciudad muerta.
Salió, y avanzó por las calles.
Seguía pensando en aquella campana y sus tonadas dantescas.
¿Qué era lo que las hizo sonar?
¿Quizás una persona?.
Katherine se hizo muchas preguntas.
Intentó contactar con la policía, pero nadie respondía.
Decidió ir por cuenta propia a las oficinas del departamento de policía local, se sabía la ruta de memoria pues siempre pasaba por allí todas las mañanas de camino al concesionario.
La escopeta pesaba, se cansaba de sostenerla, sin embargo, esta no tenía una correa de donde colgársela.
Pero tampoco estaba dispuesta a tirarla, le era útil, así que se aguantó el dolor de brazos.
Todo parecía un sueño lúcido para Katherine.
Era tan surreal.
Era la única persona presente, no había nadie más.
¿Qué había pasado?.
Llegó a la comisaría.
Jamás se había sentido tan amenazada.
Algo no cuadraba con las oficinas.
Quizás era porque las puertas automáticas estaban tiradas y el marco completamente abollado.
Era como si un gran camión hubiese decidido ingresar al a fuerza.
Las luces parpadeaban, de todos los sitios a los que había ingresado, este se llevaba la palma al sitio con el ambiente mas pesado.
¿Había algo en el aire?.
Pudo sentir miradas tras ingresar a la comisaría.
Era como si cada una de ellas fuera una apuñalada a su espalda y nuca.
—¿Hola?, ¿hay alguien aquí?—Preguntó Katherine, mientras buscaba detrás del mostrador, de puerta en puerta.
Fue a las oficinas, donde se supone que deberían de estar el personal encargado de atender las llamadas.
Para su no muy grata sorpresa, no había nadie.
Los papeles repartidos por todas partes, las ventanas rotas, las persianas destruidas, el aire se filtraba por el marco e ingresaba de manera violenta.
La luz estaba apagada, únicamente siendo visible el interior gracias a los faros del exterior y la luz de la luna.
Katherine comenzó a perder la cordura.
Se replanteaba tantas teorías de lo que podría estar ocurriendo.
Se sentó en una esquina, y observó la escopeta.
Las campanas comenzaron a sonar.
Esta vez de una manera mas violenta...
Cada vez más...
Y más...
Y más...
Y más...
Y más...
Amartillaban sus oídos, podía escuchar murmullos y susurros, no entendía lo que decían, pues balbuceaban frases tan bajito, que eran ininteligibles.
Temblorosa, tomó la escopeta.
Y cada vez más, las campanas iban sonando mas fuerte, y más fuerte.
Era como si estuviese al lado de ellas.
Se sacudió la cabeza, y tiró la escopeta afuera de la ventana.
Las campanas se detuvieron nuevamente...
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