Me pasaste un frasco con algo parecido a un feto de dinosaurio, como si fuera un renacuajo con patas; lo tragué en su líquido amniótico esa sensación viscosa que parecía llenar cada bronquio.
Esa cosa de azul brillante término creciendo dentro de mis pulmones, con cada respiro sentía esas garras diminutas cortando los alvéolos, arañando la esponja más delicada del mundo. El fluido se expandía por cada fibra pulmonar que seguía viva; me quedé con el frasco en la mano vomitaria a ese ser en él, con su maldito y chillón color azul, parecía que con cada aliento aumentaba su porte y su peso, intente vomitarlo, vomitar todo el estancamiento anímico, mi bloqueo del escritor, echarlo fuera con un par de arcadas consagradas. De a poco, muy poco a poco fui regurgitando los restos de él, pensé que lo tiraría vivo pero solo había viscosidad y pedazos medio disueltos de esos restos de lagartija azul; incluso ahora que estoy despierta y sé el significado de la canción, siento que esa cosa pronto romperá mi pecho.
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