“Quiero odiar cada parte de ti dentro de mí…Dices que soy un privilegiado pero mi don es mi maldición”.
~“Bite my tongue” de You Me At Six.
-Siéntate, hijo.
El joven Jungkook hizo lo que su padre le solicitó, sentándose obedientemente en la enorme silla de cuero en la sala de su casa de Londres. El estómago de Kook zumbó con nerviosismo. Muy pocas veces tenía la plena atención de su padre, por lo tanto, se sentía pesado y expuesto bajo la intensa mirada. Jungkook se deleitó con los ojos de Pharzuph puestos en él, y por un momento se permitió fingir que esta reunión se trataba de algo más
que negocios, se permitió imaginar que la sonrisa de su padre era nacida de la preocupación hacia él, en vez del brillo de la malicia. Quiso golpetear con sus dedos su pierna para calmarse, pero su padre no podía soportar el nerviosismo de ningún tipo por lo que permaneció quieto.
Pharzuph le echó un vistazo a su joven hijo, cuyo cabello era más largo que el de los otros chicos de la escuela, y tenía rizos rebeldes en las puntas. Kook usaba la misma camisa blanca y pantalón azul marino que sus compañeros, pero todavía conseguía distinguirse a través de sus talentos musicales y la manera en que se conducía. La manera en que hablaba con indiferente confianza y caminaba con zancadas, sin prisas, todo esto había sido practicado y orquestado por el apuesto hombre sentado delante de él.
-Tienes once años ahora. Es momento de comenzar tu entrenamiento.
Jungkook asintió. Había sabido que este día llegaría. El año pasado había visto cuando sus amigos, los mellizos Haneul y Taehyung, enfrentaron sus entrenamientos. Se había asustado por la amargura que se apoderó de Taehyung, y la tristeza que parecía aferrarse a Haneul. Ya no eran sus compañeros en los hábitos despreocupados de los niños. Inclusos sus ojos eran diferentes: calculando y buscando.
-Sabes que eres el hijo de Lujuria.
-Sí, padre. -Kook se había visto obligado a observar a su padre en el trabajo desde hace algún tiempo. Le había dado revistas y películas para leer detenidamente desde mucho antes que pudiera entender algo de ello.
-Ahora, dime los pecados de los que nos encargamos como Duques y Nephilim.
Jungkook se apartó el cabello de los ojos y recitó de memoria los siete pecados capitales con voz temblorosa.
-Lujuria, avaricia, pereza y gula, asesinato, orgullo, ira y envidia. Los otros pecados que promovemos son odio, abuso de sustancias, mentiras, robo y adulterio. -Puso las manos en
su regazo.
-No te sientes así -espetó su padre. -Te ves demasiado correcto. Pon las manos en los brazos de la silla como si fueras dueño del lugar.
Jungkook movió las manos rápidamente a los brazos de la silla.
-¿Por qué piensas que los pecados son llamados “mortales”?, aparte de lo obvio. Asesinato.
Jungkook tragó saliva. No sabía cómo responder, y tenía miedo de ser golpeado en la cabeza, tal como lo había sido cuando su niñera favorita fue despedida y su padre lo atrapó llorando.
Pharzuph se inclinó hacia delante, poniendo los codos en las rodillas y entrelazando los dedos.
-Escucha, Jungkook. Porque esta es la lección más importante de todas. Este es nuestro propósito, el propósito de todos los demonios y Nephilim. Los pecados son llamados mortales porque matan lentamente el espíritu. -Sus ojos azules comenzaron a brillar con ferviente entusiasmo a medida que proseguía. -Con el tiempo, algo tan simple como el sexo casual o robar objetos de una tienda pueden volverse obsesiones. Los humanos necesitan más. Son seres estúpidos, Jungkook. Nunca tienen suficiente. Más emoción, más atención. Son criaturas egoístas. Nunca satisfechas. Es nuestro trabajo ayudarlos en su camino a la ruina. ¿Entiendes?
Jungkook asintió. El desprecio por los seres humanos había sido arraigado en él desde el principio.
-Fueron escogidos por el Creador para vivir sus vidas de libertad aquí en la tierra mientras que los ángeles como yo fueron desterrados por querer simplemente un poco más. -Los ojos de su padre destellaron en rojo. -Él los eligió… a esta raza desagradecida, para ostentar sus bendiciones, mientras nosotros fuimos dejados para pudrirnos en el infierno. Pero encontramos una manera de castigarlo. -Pharzuph sonrió diabólicamente. -Cada día, nosotros volvemos a sus queridos terrícolas contra Él. Provocamos que se enfoquen en sus cuerpos y en sus impulsos, sus deseos y necesidades. Les damos algo tangible a lo que aferrarse, pero sólo por un momento. Porque los pecados son satisfacciones efímeras.
Jungkook asintió, sorprendido de que los humanos pudieran ser tan fácilmente engañados.
Tan ciegos.
-Se lo merecen si son así de estúpidos -dijo Kook, y su padre soltó una risotada de orgullo.
-Así es, hijo. Se merecen cada momento de dolor que reciban. El Creador les dice que tengan cuidado, les cuelga un poco de diversión en sus caras, pero les dice que no pueden tenerla. Pero nosotros estamos aquí para decirles a los humanos que tomen lo que deseen. Y cuando tienen el descaro de llorar por las consecuencias, de hacer pucheros y maldecir al mundo, nosotros reímos. Porque el Creador está sufriendo.
-¿Por qué? -susurró; Jungkook. -Si ellos son tan horribles, ¿por qué eso lo lastima?
Los ojos de Pharzuph se entrecerraron en una mueca.
-Porque Él los ama. Porque les prometió libre albedrío, lo que significa que no intervendrá en sus estúpidas decisiones. Es patético. -Ahora Pharzuph se rió. -Se ha acorralado en una esquina y solamente puede observar mientras su creación se destruye a sí misma… con nuestra ayuda. Y nunca olvides, tanto como los ama a ellos, odia a los nuestros. Nunca. Lo. Olvides. Sus seres humanos indignos nacen con una oportunidad de alcanzar el reino celestial. Tú naciste sin esa posibilidad.
Jungkook presionó las manos con fuerza contra los brazos de la silla para evitar temblar.
Odiaba cuando su padre hablaba del infierno, ese lugar de penumbras donde la alegría no podía ser conseguida, el lugar al que estaba destinado a ir cuando muriese.
Cuando alguien llamó a la puerta de la casa, Pharzuph sonrió.
-Ahora entiendo la razón de nuestro trabajo. Es hora de que aprendas cómo. Nuestros ayudantes han llegado. ¿Estás listo, Jungkook?
El joven Neph no pudo hablar. Sólo pudo asentir. Había pasado el último año preparándose mentalmente para esto y quería hacer que su padre se sintiera orgulloso.
-Muy bien entonces -dijo su padre. -Vas a amar nuestro trabajo, hijo. Me atrevería a decir que es el mejor del lote. -Se inclinó hacia delante y le sonrió a Jungkook. -Tienes todos los elementos de un soberbio Neph. Serás una fuerza poderosa. Pondrás a las personas de rodillas con el deseo que sientan por ti, y pasarán el resto de sus vidas ansiando otro toque, buscando otro hombre como tú. Pero sólo hay un Jeon Jungkook, y tú serás como humo. Una fantasía. No pueden sujetarte, porque no hay nadie como tú que exista en su mundo.
El corazón de Jungkook rebotó en la estela de las palabras de su padre. Entonces escuchó varias pisadas provenientes del pasillo hacia la sala, hacia él. Sujetó con firmeza los brazos de la silla y puso en su rostro una expresión aburrida para ocultar el miedo y la emoción explotando a través de él como letras indescifrables. Era momento de apartarse de los otros chicos. No había espacio en su vida para la culpa o las morales humanas. Nació para esto. Estaba determinado a abrazarlo y finalmente ganarse la aprobación de su padre, a pesar de la acidez alzándose en su garganta. Pharzuph se reclinó en su silla, alzando el tobillo sobre la rodilla, mirando sombríamente a Jungkook. Un golpe sonó en la puerta de la sala y los labios de su padre se levantaron en una sonrisa malvada.
-Y ahora, hijo, la diversión comienza.
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