jeon-kimin- Jeon Kimin

Esta historia es una adaptación, por lo tanto, todos los créditos y derechos van dirigidos a la autora original: Alessandra Hazard. Jeon Jungkook es uno de los mejores fisioterapeutas de Europa. Park Jimin es una joven estrella del futbol con una lesión en la ingle. Ellos se detestan uno al otro desde el momento en que se conocieron. En cuanto Jungkook se refiere, Jimin es un rico mocoso mimado que está demasiado acostumbrado a hacer lo que quiere. Por lo que a Jimin se refiere, Jungkook es un idiota mandón y presumido. Jimin odia a Jungkook. Lo hace. El problema es que también quiere empujarlo contra la pared más cercana y trepar en Jungkook como en un árbol... Veintisiete capítulos (27) + Final.


Fanfiction Livres Interdit aux moins de 18 ans.

#Jimin #jikook #jikookmin #Jeongguk #Seokjin #Hoseok #suga #Jungkook #Kookmin #BTS #bangtan #gaylove #mm #gl #smut #lemon
155
20.0mille VUES
Terminé
temps de lecture
AA Partager

1

Park Jimin no estaba de buen humor.


–Todavía no entiendo porque no puedo tener a un fisioterapeuta que conozca. No conozco a ese tipo.


La mirada que su asistente personal le dedicó podría considerarse profundamente sufrida en el mejor de los casos.


–Porque los fisioterapeutas del club ya están tapados de trabajo –dijo ella–. Y, el Dr. Jung quiere que trabajes con un terapeuta de su confianza.


Jimin chequeó la hora en su teléfono.


–El tipo está demorado. No tengo todo el día.


Volteó el rostro para ocultar su sonrisa mientras Lydia apretaba los dientes. Sin embargo, su voz sonó increíblemente calmada mientras decía:


-Él está sólo 17 minutos demorado, Jimin. Y es la tercera vez que dices eso durante los últimos 5 minutos.


Jimin le dedicó una mirada inocente.


–¡Pero él está llegando tarde!


–Tu llegas tarde todo el tiempo, princesa –Lydia murmuró bajito, claramente sin intención de que él la oyera.


A pesar de ser su asistente personal durante un año, Lydia aún no tenía idea de cuan aguda era su audición y tenía el hábito de decir cosas sucias sobre él cuando pensaba que no podría oírla. Era bastante molesto.


Jimin evitó sonreír. Sabía que probablemente debería dejar de irritarla deliberadamente, pero estaba tan aburrido. Ahora que él estaba lesionado y bastante confinado dentro de la casa, molestar a su asistente personal era la única cosa remotamente interesante para hacer. Era casi gracioso ver a Lydia tratando de contener las respuestas ingeniosas que deseaba dar. Casi.


–Jeon Jungkook está altamente recomendado –dijo Lydia más fuerte.– Estoy segura de que hay una buena razón para su tardanza. Es un fisioterapeuta, y entrenador personal, exageradamente costoso. Debe ser bueno.


Jimin se encogió de hombros. El médico de su equipo le prometió encontrar al mejor fisioterapeuta para ayudarle a recuperarse de su lesión en la ingle, pero Jimin no había pedido ningún detalle; ese era el trabajo de Lydia.


–¿De qué me sirve eso a mí si él no está aquí? Mi lesión no va a curarse por sí sola. Estoy cansado de esperar.


–Entonces volvamos dentro –dijo Lydia, con una nota de exasperación arrastrándose en su voz de nuevo.– De todos modos, estoy bastante convencida de que no se supone que estés caminando.


Apoyándose contra el árbol, Jimin miró la casa y frunció el ceño.


–Estoy harto de estar atrapado dentro durante todo el día. No soy un inválido.


Esta vez no se quejaba solo para molestar a Lydia. La falta de actividad realmente lo estaba volviendo loco. Extrañaba el fútbol. Extrañaba la sensación de estar sano y en forma, el viento en su cara mientras corría hacia la portería, la alegría que sentía cuando metía un gol, el rugido de la multitud cantando y coreando su nombre. El fútbol era su vida.


Lo único que importaba.


Jimin miró al cielo gris. Ya estaban en marzo. La Copa del Mundo estaba a tan sólo tres meses de distancia. El tiempo se estaba agotando. Necesitaba volver al campo de juego tan pronto como fuera posible, y recuperar su forma, si quería impresionar al entrenador del equipo nacional. Jimin podría ser el jugador más talentoso de Inglaterra en generaciones (en su humilde opinión), pero tenía, relativamente, poca experiencia a nivel internacional y sabía que eso obstaculizaba sus posibilidades de ser elegido.


El entrenador era bastante anticuado y prefería a veteranos fiables antes que a las jóvenes estrellas en ascenso. Y ahora su lesión sólo lo había complicado todo. Cuanto más tiempo estuviera lesionado, menores serían sus posibilidades de participar en la Copa del Mundo. Y para empeorar las cosas, estaban en marzo y todavía no tenía un fisioterapeuta, o mejor dicho, su fisioterapeuta aparentemente había decidido que tenía mejores cosas que hacer que su jodido trabajo.


Jimin desvió su mirada de nuevo hacia Lydia.


–Llama al Dr. Jung y pregúntale dónde está ese idiota inútil.


Detrás de él, alguien se aclaró la garganta.


–Eso no será necesario –dijo una voz seca–. El idiota inútil está aquí.


Jimin hizo una mueca. Incómodo. Y un poco inconveniente. Le gustaba causar una buena primera impresión en la gente. Tenía una imagen pública que mantener, después de todo.


Fijando una sonrisa en su rostro, Jimin se dió la vuelta. Su sonrisa vaciló un poco y se humedeció los labios con la punta de la lengua.


El hombre que estaba a unos pocos pies de distancia -Jeon Jungkook- no era el hombre más guapo que había visto. Él no lo era. Pero exudaba tal confianza, fuerza y virilidad, que daba la impresión de ser increíblemente apuesto. Era alto, con un cuerpo firme y musculosos hombros anchos. Su espeso cabello castaño tenía destellos de oro en él. Tenía una fuerte mandíbula, mejillas magras, piel oliva clara, y un par de profundos ojos negros. Su boca estaba finamente moldeada, con un ligero rasgo irónico en ella, pero no suavizaban la dureza de sus rasgos en absoluto. Había un surco entre las cejas del tipo mientras que estudiaba a Jimin.


–Estás descargando todo el peso en una pierna –dijo–. Ve adentro.


Jimin parpadeó.


–¿Discúlpame?


Jeon se acercó, lo agarró entre sus piernas y le apretó el muslo. Con los ojos ampliándose, Jimin se quedó sin aliento, en parte por el shock y en parte por el dolor.


–¿Estás loco?


–Como pensaba –dijo Jeon–. No debes estar parado. Deberías descansar.


–¿Ya acabaste de manosearme?


Jeon retiró la mano.


–¿Manosearte? Pensaba que fui contratado para ayudarte a recuperar de una lesión de tercer grado en la ingle. Entra y siéntate. No deberías estar de pie si un simple toque continúa siendo doloroso.


Jimin cruzó los brazos sobre el pecho.


–Estoy bien aquí, gracias.


–Eso no fue una petición –dijo Jeon.


El calor se precipitó a las mejillas de Jimin. Nadie le ordenaba que hacer. Nadie.


Detrás de él, Lydia rió -pequeña traidora- y, rápidamente, empezó a toser.


–Te despido –Jimin dijo apretando los dientes.


–Jimin, lo siento –comenzó Lydia.


–No, tú –dijo Jimin y miró Jeon–. Tú.


Jeon no se veía preocupado. En todo caso, algo así como diversión brilló en sus ojos.


–No puedes despedirme por hacer mi trabajo. En realidad, tú no me puede despedir y punto. No eres quien me contrató: el club de fútbol para el que juegas lo hizo. Ahora, vaya adentro, Sr. Park –Los labios de Jeon se arquearon ligeramente.


Dios, Jimin quería borrar esa sonrisa de su cara. Le frunció el ceño al tipo, pero antes de que pudiera decir nada, Jeon se dirigió a Lydia.


–Jeon Jungkook –dijo con una agradable sonrisa, estrechando la mano de Lydia.


–L-lydia Esmond –dijo en voz baja, lamiéndose los labios.


¿Estaba realmente batiendo sus pestañas para el tipo?


–Deja de babear y guarda la lengua dentro de tu boca –Jimin le dijo–, es repugnante.


Lydia se ruborizó hasta las raíces del pelo y se quedó mirándolo. Jimin sólo levantó sus cejas y sonrió.


–¿Siempre eres así de imbécil, cruel y sin tacto? –dijo Jeon.


Jimin amplió sus ojos y le dedicó su mejor mirada inocente.


–¿Yo? Creo que estás confundido.


–Sí, estoy confundido –dijo Jeon, evaluando a Jimin–. Tienes reputación de ser un hombre agradable, con los pies sobre la tierra. Todavía me estoy preguntando dónde está él.


Jimin sonrió.


–¿Oíste hablar de mí? Espera, ¿eres un fan?


Los labios de Jeon se torcieron.


–Difícilmente. Soy fanático de Arsenal.


Lo imaginaba. Perdedor.


Como si pudiera leer sus pensamientos, Jeon dejó escapar una carcajada.


–Incluso si me gustara tu equipo, yo no sería un fanático tuyo. Creo que tu hermano es el mejor jugador y debería ser el que esté jugando en el ala izquierda para el Chelsea.


Palideciendo de furia, Jimin apretó los puños. En su vista periférica, podía ver a Lydia haciendo una mueca por la observación de Jeon. Ella sabía que era muy mala idea incluso dar a entender que su hermano adoptivo era mejor jugador que él, porque Taehyung no era el mejor jugador, maldición.


Al carajo con dar una buena primera impresión. Este imbécil no se merecía desperdiciar ninguna sutileza en él.


–¿Ah, sí? –dijo Jimin, dando un paso más cerca de Jeon.


Sus caras estaban a pulgadas de distancia ahora. De cerca, la mirada de Jeon era algo inquietante. No es que Jimin dejara que lo notara. Y era molesto que el tipo fuera media cabeza más alto que él— y Jimin era de una estatura perfectamente normal, muchas gracias.


Trabó los ojos sobre los de Jeon y dijo suavemente:


–Se requiere muy poco para arruinar la carrera de una persona, ya sabes. Unas pocas palabras a la persona equivocada harían el truco. Si yo fuera tú, querría ser un poco más respetuoso. Me sorprende que no te estés muriendo de hambre en las calles, si esta es tu actitud habitual hacia los clientes. Ten cuidado –Él sonrió con dulzura–. Sólo un consejo amistoso.


Los ojos de Jeon se estrecharon, todos los rastros de diversión desaparecieron de ellos.


–Se necesitaría mucho más que las palabras de algún malcriado niño rico para arruinar mi carrera.


–¿De verdad? –dijo Jimin, ladeando la cabeza–. ¿Tan seguro de tí mismo?


–Creo que estás malentendiendo algo –dijo Jeon lentamente–. No necesito este trabajo. Mis servicios son reservados normalmente con meses de antelación. Acepté hacer esto, sólo como un favor a Jung Hoseok. Así que no soy yo quien debe tener cuidado, mocoso. Si no te gusta que yo no vaya a lamerte las suelas como todos los demás...


–¿Cómo sabes eso? –dijo Jimin, curioso a pesar de sí mismo–. ¿Que la gente me "lame las suelas"?


Una sonrisa apareció en los labios de Jeon.


–He oído hablar de ti. He sido advertido sobre ti.


–¿Por quién? –preguntó Jimin, pero una sospecha ya se estaba formando en su mente. Ahora la actitud del tipo estaba empezando a tener mucho más sentido–. ¿No será por mi hermano, de casualidad?


–Sí. Por Taehyung.


Jimin se echó a reír.


–¿Te importaría compartir la broma? –dijo Jeon cuando la risa de Jimin se calmó.


–Mi llamado "hermano" simplemente odia que la gente me quiera más –Jimin levantó la mano y acarició la mejilla bien afeitada del tipo–. Pobrecita, cosita ingenua. Tae sólo está celoso de mí, siempre lo ha estado. Soy más talentoso, guapo e inteligente.


–Y más humilde –dijo Jeon.


–La humildad está sobrevalorada –dijo Jimin con una sonrisa, mirándolo desde bajo sus pestañas.


La cara de Jeon permaneció impasible. Él cogió la muñeca de Jimin y le apartó la mano.


–Puedes terminar con esto. Tus dramáticos ojitos azules de bebé no funcionan sobre mí.


Jimin parpadeó, apenas dándose cuenta de lo que había estado haciendo —intentando hacer. Estaba tan acostumbrado a intentar tener a cada persona comiendo de su mano, que apenas se daba cuenta cuando lo hacía.


–Hábito –dijo con el ceño fruncido, evitando su mirada–. Y, ¿Eres daltónico? Mis ojos no son azules de bebé. Son más verdes que azules.


–Son de un azul extraño –dijo Jeon, por lo que el ceño de Jimin se profundizó. Miró a la ingle de Jimin–. Te dije que entraras y te sentaras.


–Y yo te dije que estoy bien aquí –dijo Jimin.


Él no estaba siendo del todo sincero. Sus músculos de la ingle estaban doloridos y la incomodidad crecía cada vez que se desplazaba incluso mínimamente, pero estaría condenado si lo admitiría y demostraría que este gilipollas insoportable tenía razón.


–Si tú lo dices –dijo Jeon, encogiéndose de hombros.


Asintiendo a Lydia, que estaba observando con curiosidad, Jeon se alejó. Jimin frunció el ceño.


–¿A dónde vas?


–A casa –Jeon disparó por encima del hombro.


Jimin fue tras él.


–¿Qué? ¿Qué hay de mi lesión? ¡No puedes irte sin hacer tu trabajo!


–Voy a volver cuando dejes de ser un bebé y, de hecho, me dejes hacer mi trabajo. Yo trabajo con adultos.


–No he dicho que podías irte –Jimin silbó, la ira acelerando sus pasos. Qué hijo de puta presuntuoso–. Si no te dejo mandonearme, eso no quiere decir que puedas simplemente abandonar el trabajo por el que te pagan- ¡Ow!


Jimin se agarró el área superior del muslo y se detuvo, maldiciendo floridamente mientras que un fuerte, agonizante dolor, se disparó por su pierna. Cayó sobre una rodilla, maldiciendo. Jeon estaba a su lado inmediatamente.


–Jodidamente te lo dije. Deberías estar descansando una lesión de ingle, no poniéndola bajo un estrés innecesario.


–Cállate –dijo Jimin, silbando mientras trataba de lograr ponerse de pie. Tratando y fracasando. Hizo otro intento por ponerse de pie y gimió. Jeon suspiró.


–Por el amor de Dios –dijo antes de inclinarse y recogerlo en sus brazos. Lanzó a Jimin por encima del hombro como un saco de patatas y se dirigió hacia la casa.


–Bájame –dijo Jimin, sonrojándose por la humillación–, puedo caminar.


Jeon resopló ante eso.


–Guía el camino –dijo a Lydia –. A su dormitorio.


–Por aquí –dijo ella, caminando por delante. Al menos no fue riéndose a costa suya de nuevo.


Para el momento en que llegaron a la habitación, el labio de Jimin estaba ensangrentado; había estado mordiéndolo para evitar hacer algún ruido. Dios, eso dolía. Se sintió aliviado, y un poco sorprendido, cuando Jeon lo bajó con cuidado sobre la cama: él había esperado que fuera brusco.


Cuando Jeon agarró la cintura de los pantalones de chándal de Jimin, Jimin le agarró la mano.


–¿Qué estás haciendo?


El tipo le dió una mirada extraña.


–Mi trabajo. Necesito examinar la ingle.


Sintiéndose tonto, Jimin asintió a regañadientes y le dijo a Lydia,


–Fuera.


–Tráeme una bolsa de hielo, una toalla húmeda, y vendas –Jeon le dijo. Ella asintió y salió a toda prisa de la habitación.


Jimin miró al techo, mientras que Jeon tiró de sus pantalones de chándal, dejándolo solo en calzoncillos. Fuertes dedos tocaron sus muslos, y a continuación, la parte baja del estómago y la ingle.


Jimin hizo una mueca. No se sentía exactamente agradable.


–¿Y bien?


–Han pasado alrededor de diez días desde que te lesionaste, ¿verdad? –dijo Jeon.


–Sí.


–El dolor debería haber disminuido para ahora –dijo Jeon, sonando un poco molesto–. Mi presencia aquí es prácticamente inútil si no podemos empezar a hacer masajes y ejercicios, y no podemos hacerlo durante la fase aguda inicial. Debería haber pasado ya. ¿Has seguido las instrucciones de Hoseok?


Jimin se encogió de hombros.


–Más o menos.


–¿Más o menos? –repitió Jeon.


–No soy del tipo de sentarse quieto y girar los pulgares durante todo el día –dijo Jimin, todavía mirando al techo.


Jeon respiró hondo y exhaló audiblemente. Jimin reprimió una sonrisa. Enloquecer a la gente era una de sus cosas favoritas en el mundo.


–Mírame cuando estoy hablando contigo –dijo Jeon.


Jimin lo miró a los ojos.


–¿Qué? –dijo, extrañamente consciente de las manos de Jeon en sus muslos.


–Hoseok me dijo que querías regresar al juego, tan pronto como sea posible –dijo Jeon–. Gracias a tu propia imprudencia y terquedad, has empeorado tu lesión. No puedes empezar a entrenar hasta que el dolor se haya ido en su mayoría. Sólo te puedes culpar a ti mismo si te pierdes la Copa del Mundo.


Los labios de Jimin se adelgazaron.


Lydia volvió a la habitación y le entregó a Jeon lo que había solicitado antes de salir de nuevo. En silencio, Jeon se sentó junto a él, envolvió la bolsa de hielo en una toalla húmeda, y la presionó firmemente contra la ingle de Jimin.


–¿Ahora entiendes lo estúpido que has sido?


–Realmente no me gusta tu actitud –contestó Jimia.


Jeon sonrió. Era una de esas personas cuyo rostro no se suavizaba mucho por una sonrisa.


–Acostúmbrate a ella. Yo no trato a mis pacientes con guantes de seda.


Jimin sólo lo fulminó con la mirada.


Durante unos largos minutos, sólo hubo silencio, mientras se miraron uno al otro. Estaba haciendo que Jimin se sintiera un poco raro, pero se negaba a apartar la mirada primero.


Minutos después, Jeon fue el que finalmente lo hizo. Quitó la bolsa de hielo y empezó a envolver la venda elástica alrededor de su muslo. Pasando el vendaje alrededor de la parte posterior de la cintura de Jimin, lo aseguró allí.


–Ahora debes descansar –dijo Jeon, quitando las manos–. Y, cuando digo descansar, lo digo enserio. También, hielo tres veces al día por quince minutos.


Jimin no dijo nada.


–¿Entendido? –dijo Jeon, en un tono que no admitía réplica.


–No puedo estar en cama todo el día –dijo Jimin, tratando de sonar razonable y adulto. Arañaba sus nervios el que Jeon lo tratara como si fuera un bebé medio tonto–. Mis músculos se están debilitando cada día. ¿Cómo se supone que voy a recuperar la forma si soy una papa tirada en un sillón?


–Vamos a recuperar tu musculatura después de que la fase aguda haya terminado.


Jimin sacudió la cabeza.


–¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo trabajé por este cuerpo?


Él podría no haber sido nunca tan escuálido y bajito como su hermano, pero era naturalmente, muy delgado y le había tomado un montón de trabajo duro para ganar y mantener la masa muscular que tenía. Y aún con todos los entrenamientos diarios, nunca sería tan musculoso y fuerte como la mayoría de los futbolistas. Por lo menos era lo suficientemente fuerte como para no ser acosado por la pelota, como Taehyung lo era a menudo.


La mirada de Jeon barrió sobre el cuerpo de Jimin. Jimin se removió un poco. Era una tontería. No tenía nada de qué avergonzarse -aunque sólo era de mediana estatura, tenía un cuerpo genial- pero el escrutinio de este tipo le hizo sentirse extrañamente consciente de sí mismo, y odiaba sentirse cohibido. Era Park Jimin. Era rico, guapo y popular. Sus días de ser un niño delgado y sucio, fueron superados hace mucho.


Cuando Jeon volvió a mirar la cara de Jimin, sus ojos eran ilegibles.


–No es nada que no podamos arreglar.


Jimin frunció los labios.


–Bien. Pero quiero un masaje de cuerpo entero. Puedo sentir mis músculos poniéndose débiles y tiesos.


Jeon le dió una mirada taimada.


–Muy bien –dijo después de un momento de consideración, abriendo el bolso que había tenido colgando del hombro. Sacó una botella de aceite de masaje–. Sácate la remera y vuélvete sobre tu estómago.


Jimin se quitó la remera, rodó sobre su vientre, y cerró los ojos. Atrapó su labio entre los dientes, repentinamente muy consciente de que llevaba sólo los calzoncillos y nada más. Su propio malestar lo desconcertó un poco.


Estaba acostumbrado a recibir masajes de los fisioterapeutas del club –Demonios, él estaba acostumbrado a estar completamente desnudo durante esos masajes. De hecho, la única razón por la que Jeon no le dijo que se quitara también los calzoncillos, probablemente fuera debido a que la ingle de Jimin no podría ser masajeada, mientras que su lesión todavía estaba inflamada.


–¿Qué estas esperando? Me está agarrando frío –Jimin dijo, su irritación creciendo junto con su auto-conciencia. Este hombre le hacía sentir demasiado incómodo y en el borde, sin razón aparente.


Oyó a Jeon abrir la botella.


Y entonces.


–Se supone que debes calentar eso, ¡idiota!


–Es la segunda vez que me llamas idiota. Me estoy ofendiendo –Jeon puso sus manos aceitadas en la base del cuello de Jimin.


–¡Ay! ¡Eso duele!


–No seas una niña.


–Pero duele.


–Vamos, no es tan malo.


–Tú no eres el que está siendo- ¡Ah!


Jeon se rió entre dientes, hundiendo sus dedos con más fuerza.


–Bebé.


–No creo que te conozca lo suficiente como para dejarte usar apodos cariñosos –dijo Jimin, con voz suave y sedosa.


–Te dije que lo cortaras –Jeon dijo con sequedad–. Tu ridícula voz de dormitorio está desperdiciada en mí.


Sonriendo, Jimin dijo en voz baja, íntima:


–¿Mi bromeo te hace sentir incómodo, Kook?


Jeon resopló, sus grandes manos acariciando y amasando a lo largo de la columna vertebral de Jimin.


–Mi nombre es Jungkook. Sólo mi madre me llama Kook.


–No has contestado la pregunta.


Jungkook hizo un sonido irritado.


–No, no me hace sentir incómodo. Simplemente no me gustan los juegos. No me gusta la mierda.


–¿Y qué te gusta?


–Prefiero la honestidad y los avances directos.


–Aburrido –dijo Jimin, arrugando la nariz–. Entonces, ¿qué haces para divertirte?


–Ver fútbol. Follar –dijo Jungkook en un tono coloquial. Jimin se echó a reír.


–Espera, déjame adivinar: Has estado follando con la misma persona durante años.


–He tenido una novia desde hace años.


–¡Ves!


–Voy a tener que decepcionarte –dijo Jungkook, presionando sus pulgares en la espalda baja de Jimin, con fuerza–. Estamos en una relación abierta.


–Que progresista de su parte –dijo Jimin, aunque estaba realmente sorprendido. El chico no parecía ser del tipo que estaba en una relación abierta–. ¿Por qué? ¿Cómo incluso funciona?


–No es que sea nada de tu interés, pero cuando dos personas confían entre sí, tan sólo es práctico. Ella es periodista deportiva. Los dos estamos alejados mucho, y muchas veces no nos vemos por meses.


Jungkook continuó masajeando su espalda baja. Se sentía... no apestaba.


–Hmm, ¿Por lo que ambos son libres de dormir con quienes quieran?


–Sí.


–¿Y nunca te sentiste asqueado de que otro hombre tocara a tu novia?


El concepto era un poco difícil de entender para Jimin, pero por otra parte, nunca había sido bueno en compartir sus cosas.


–No soy del tipo celoso –dijo Jungkook–. Los dos somos adultos, y ambos tenemos necesidades físicas. No es más que práctico.


–¿Y ella no se pone celosa tampoco?


Eso, Jimin tenía problemas para creerlo, teniendo en cuenta... bueno, él no era ciego. Jungkook sería un idiota, pero era un idiota sexy.


–Ella sabe que el sexo no significa demasiado si no hay un vínculo emocional real. Ella sabe que es la única que importa.


Jimin ahora como que quería conocer a la mujer. Ella debía ser muy segura de sí misma... o muy tonta.


–De todos modos –dijo Jungkook, todavía masajeando su espalda baja–. Pronto ya no importará. Hemos acordado que seremos exclusivos después de la boda.


Jimin abrió los ojos.


–¿Te vas a casar? ¿Cuándo?


–En tres meses.


–Mis sinceras condolencias.


Jungkook rió mientras se movía para masajear las piernas de Jimin, salteando sus nalgas y muslos.


–¿Eres compromiso-fóbico?


–No le veo el punto. Las relaciones a largo plazo son restrictivas y aburridas.


Las manos cambiaron hacia sus pantorrillas, masajeándolas con fuerza.


–¿Alguna vez has estado en una relación, pequeño? –La voz de Jungkook prácticamente chorreaba condescendencia.


Jimin le dió una patada y luego se quejó de inmediato cuando una sacudida de dolor disparó a través de su ingle.


–Si sigues así, no te recuperarás en el corto plazo –dijo Jungkook.


–Lo dice el chico que me provocó –Jimin se quejó, suprimiendo la necesidad de voltear la cabeza y sacar la lengua.


Dios, ¿qué tenía este tipo que sacaba lo peor de él? No podía recordar la última vez que se sintió tan al límite e infantil.


–Voltéate sobre la espalda –dijo Jungkook.


Gruñendo, Jimin lo hizo, y Jeon empezó a masajear su frente. Jimin se retorció un poco. Estaba tan acostumbrado a recibir masajes que había dejado de sentirlos extraños e intrusivos desde hace mucho tiempo, pero por alguna razón... Esta vez era diferente. El toque de Jungkook era impersonal, sus manos deslizándose sobre la piel de Jimin con una eficiencia practicada, pero Jimin no podía apartar la mirada de las manos de Jungkook, mientras que masajeaban y acariciaban los músculos de su brazo.


Sintió la mirada en su cara y levantó la vista. Jungkook estaba observándolo. Tan pronto como sus ojos se encontraron, Jungkook apartó la mirada, centrándose en la tarea en cuestión.


Eso hizo a Jimin cuestionarse.


–¿Qué?


–Nada –Jungkook dijo bruscamente, moviéndose para situarse justo por encima de la cabeza de Jimin.


Colocó las palmas de sus manos por debajo de la clavícula de Jimin. Luego presionó sus manos hacia abajo, con las palmas en los pectorales y masajeándolos. Jimin vió las manos de Jungkook deslizándose sobre su pecho, cubriendo sus pezones, las palmas de las manos frotando contra ellos, una y otra vez. Jimin se mordió el interior de la mejilla, sintiendo una agitación en la ingle.


Mierda. Esto no le había ocurrido durante un masaje desde hacía años. Él sabía que era una reacción bastante normal, y la mayoría de los fisioterapeutas no se molestaban cuando ocurría, pero el hecho de que le estaba pasando con este come-mierda era mortificante. Cerró los ojos, pensando en las cosas más repugnantes que pudo.


–Necesitarás una nueva cama –dijo Jungkook.


Los ojos de Jimin se abrieron.


–¿Qué? ¿Por qué?


–El colchón es demasiado blando.


Jimin apretó los dientes. Increíble.


–Nadie te pidió opinión sobre mi colchón. Debes saber, estoy bastante apegado a mi colchón.


Las manos de Jungkook, finalmente, dejaron de acariciar su pecho. Se movió hacia abajo, para trabajar en las piernas de Jimin.


–Es malo para tu columna.


–Mi colchón es perfecto.


–No, no lo es –dijo Jungkook–. Debería sostener tu cuerpo en una postura neutral, en la que la columna vertebral tenga una buena curvatura y los glúteos, hombros y cabeza estén soportados en una alineación adecuada. Es necesario para tus huesos que ofrezca alguna resistencia. Tu colchón es demasiado suave para ello.


–Pero si el colchón es firme, empujaría en esos puntos de presión –dijo Jimin.


–Sí, pero sólo si el colchón es demasiado firme. Si es demasiado suave, como tu colchón, los puntos de presión no serán adecuadamente soportados, por lo que todo tu cuerpo descansará mal –Jungkook lo empujó hacia un lado–. Mira –dijo Jungkook, poniendo una mano en su nuca.


Pasó lentamente la mano por la espalda de Jimin hacia su baja espalda, justo por encima de su culo.


–La columna vertebral se curva debido a que el colchón se hunde demasiado bajo el peso. Puede causar varios problemas a largo plazo. Puede empeorar...


Jungkook todavía estaba diciendo algo –casi dándole una conferencia– pero Jimin tenía problemas para concentrarse. La mano de Jungkook estaba descansando justo encima de su culo.


–¿Entiendes ahora por qué necesitas un colchón nuevo?


–Está bien, ¡lo que sea! –Jimin se quejó, retorciéndose lejos de la mano de Jungkook–. Todo lo que siempre haces es criticarme.


–¿Siempre? –dijo Jungkook, sus ojos negros destellando con humor–. Nos conocimos hace media hora.


–Precisamente. He oído más críticas en media hora de las que he oído en medio año.


–Eso significa que estás rodeado de lame-botas –Jungkook se puso de pie, limpiándose las manos con una toalla–. Voy a elegir un nuevo colchón para ti. Vas a ser un buen chico y dormir en el colchón que ordene para ti.


Por alguna estúpida razón, la polla de Jimin se sacudió. Él trató de ignorarlo.


–Estás cruzando la línea –dijo Jimin, muy, muy suavemente.


Jungkook sonrió.


–No lo creo. Es trabajo del fisioterapeuta asegurarse de que su paciente está en plena forma. Y encontrarás que tomo mi trabajo muy en serio –Él agarró su bolso y se dirigió hacia la puerta.


–¿Alguna otra orden? –dijo Jimin a su espalda.


–No hagas nada estúpido sólo para fastidiarme –dijo Jungkook por encima del hombro–. Voy a volver mañana por la mañana y espero encontrarte todavía en la cama.


–¿Se me permite levantarme a hacer pis, mi señor?


–Sólo si realmente tienes que hacerlo –dijo Jungkook–. Puedo decirle a Lydia que compre pañales para ti. Bebé.


Jimin agarró una almohada y la arrojó a la cabeza del imbécil. Jungkook se agachó, riendo.

25 Février 2022 21:23 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
19
Lire le chapitre suivant 2

Commentez quelque chose

Publier!
~

Comment se passe votre lecture?

Il reste encore 27 chapitres restants de cette histoire.
Pour continuer votre lecture, veuillez vous connecter ou créer un compte. Gratuit!