Un día normal tiene noches extrañas, para Ivana resultó de esa manera la primera vez que estuvo en su nuevo cuarto. Por el día se veía colorido, pero al caer la noche, el violeta que tanto le encantaba, se veía opaco y espeluznante.
—No puedo dormir aquí, papá— dijo temblando—. Su padre la tranquilizó, pero no pegó un solo ojo en toda la noche, la pobre Ivana mantuvo la mirada sobre su armario, que lucía más feo de lo normal, pues según Ivana esa noche pudo observar una sombra oscura asomarse por la puerta del armario.
Los monstruos eran algo común en las historias de terror, pero más allá de la fantasía, Ivana creía en ellos desde aquella noche.
Al dia siguiente la niña rogó a su madre para que la dejara dormir con ella, de hecho, así fue, logró convencer a sus padres y sin darse cuenta, Ivana llevaba dos semanas durmiendo con ellos. Lastimosamente al llegar a la semana tres, Ivana tuvo que volver a su cuarto.
— Quien me manda a ver películas de monstruos. No creo que pegue el ojo en toda la noche— suspiró la niña.
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