El ascensor ascendía y esa mujer no hacía
más que frotarse las manos con desesperación, con nervios y tal vez con… miedo.
Miró la hora en su reloj de aguja blanco y se humedeció los labios, esperaba
que esa entrevista saliera bien ya que después de la última todo había sido una
catástrofe, esta vez no lo pasaría lo mismo ―era
lo que pensaba ― no sería tan
tonta como para cometer los mismos errores.
Las puertas del ascensor se abrieron
y salió de ahí más segura de lo que estaba unos segundos atrás ―O
eso se estaba esforzando que pareciera ―
Llegó hasta donde estaba una mujer de cabello corto, era como el de un hombre,
su edad era algo avanzada y usaba lentes.
―La he estado
esperando señorita ―le habló la
señora apenas la vio ―
¿Cómo sabía que era? ―pensó.
Había pedido que no se revelara su nombre por lo ocurrido anteriormente.
Pareció notar su confusión y sonrió
con gracia.
―Tranquila, no me han
dado tu nombre pero si me han enviado una foto de ti, es parte de nuestro
protocolo, es más por seguridad en realidad ―le
explicó.
―Entiendo, no tengo
problema, entonces… ―trató de
decirle y entendió.
Finalmente entró, dando pasos mentalmente
inseguros e aparentemente firmes. Sabía que no debía estar ahí, que podría
quedarse sin su trabajo y sin algo más que eso.
Sin su vida por ejemplo.
― ¿Esto valdría la
pena? ―se preguntó a sí
misma.
No lo sabía pero estaba a punto de
averiguarlo.
―Señor, ella es la
mujer que va a hacerle la entrevista ―le
notificó la recepcionista.
Ella estaba en su gran Mansión, tomó
asiento para encontrárselo de espaldas, Su cabello era de un rojizo profundo.
El dio la vuelta sobre su silla para recibirla
con una sonrisa genuinamente afable. Su oficina le parecía extraña, sin duda
ninguna de las que había visto antes se parecía a esa. Un gran espejo se extendía
de forma onda y redonda por la mitad de ese despacho.
―Bienvenida señorita ―su
voz sonó ronca e intimidante.
―Buenos Días, es un
placer conocerlo en persona ―saludó
ella igual con una sonrisa honesta y una voz suave.
―Muchas gracias.
―Señor
estoy aquí porque quiero hacerle unas preguntas ―reafirmó
la chica que traía un vestido negro ajustado. Sus labios son rojos y sus ojos de
color miel intenso.
Odiaba
los rodeos.
―Lo
sé señorita, así que comencemos, me he tomado la molestia de buscar este
descanso en mi agenda para recibirla ―respondió el
hombre apático.
La
chica casi frunció el ceño pero luego sacudió la cabeza, no debía perder
segundo alguno con el empresario.
―Bien
señor, muchas gracias, de esta entrevista depende mi trabajo ―confesó
abriendo su bolsa para sacar la grabadora.
El
entornó su mirada en ella analizándola.
―No
me diga ―pronunció
con un disimulado tono burlón.
La
mujer percibió su mirada y lo observó directo a los ojos, ella no era la clase
de chica que un hombre podía intimidar pero si lo conociese estaría mucho más
que eso… estaría en pánico.
―Así
es señor. Le repito, muchas gracias, ahora comencemos ―aseveró seria.
―Está bien
señorita, espero poder responder a todas sus preguntas ―asintió sutilmente pasando su pulgar
por una de sus espesas cejas.
El individuo comienza a golpear el
suelo reiterada veces con la punta de su zapato mientras conversa con la
periodista. Tener a una mujer ahí lo hace tener que controlarse, siente
impulsos que con ansias trata de calmar golpeando el pavimento.
Entonces para controlar la presión optó
por levantarse de su asiento y darle la espalda para observar la vista que su
despacho posee. A través del extenso vidrio se visualiza una pradera que casi se
asemeja a un pequeño bosque, hay una cascada acompañada de una lagunilla fabricada
y algunas jaulas con aves dentro. Estaba tratando de relajarse con el sonido
provocado por el agua al caer sobre la misma.
― ¿Le
sucede algo señor? ―preguntó la chica poniéndose de pie
para reposar sus manos sobre el escritorio.
Él mantuvo el silencio por algunos
segundos, algo estaba cruzando por su mente, se había prometido a si mismo
controlarse pero le estaba resultando difícil, así que tomó fuerza de donde no
creía tenerla y tensó su cuerpo para responderle:
―Antes de
comenzar con la entrevista quiero saber qué es lo que realmente quieres saber
de mi ―respondió con escepticismo.
Ella relajó el rostro e asintió para
contestar:
―Voy a
serle honesta señor, solo me han permitido hacerle las preguntas que sabían que
usted contentaría ―confesó mirando su espalda ―.Pero si
me respondiera otras preguntas me ayudaría mucho con mi trabajo.
―¡Otras
pregunta! ―repitió ―. ¿Qué clase de preguntas?
―Preguntas
personales, si les diera más información de la que pidieron seguramente van a
dejarme mi empleo ―explicó segura.
―Me da
cierta curiosidad saber porque quieren quitarte tu empleo ―admitió ―. ¿Qué has
hecho para que quieran hacer eso?
El seguía de espalda y eso la disgustó ― ¿acaso no
sabía que la base fundamental de una conversación es verse a los ojos? ―Pensó.
Los ojos hablan más que una boca, expresan más que una palabra y delatan más de
lo que a cualquiera le gustaría.
―disculpe,
es algo personal ―respondió volviéndose a sentar.
Entonces el hombre por fin dio la
vuelta para clavar su mirada en ella. Serio, completamente serio, su mandíbula
también se tensó.
― ¿Usted quiere
que yo le diga cosas que no le contado a nadie y pretende reservarse algo tan
sencillo de responder? ―inquirió con molestia.
―
¿Sencillo? Usted no sabe eso, y si bien tiene razón, yo no estoy obligándolo a
nada, no tiene necesidad de decirme algo si no quiere ―replicó sin dejar de mirarlo.
El entornó su mirada en ella y sacó una
pelota roja de su bolsillo, ella frunció el ceño y él comenzó a apretar la
esfera en su gruesa mano derecha. La chica fijó su mirada en la pelota
confundida, al parecer tenía un dibujo en el centro.
―Tiene
razón ―soltó como si aceptarlo le fastidiara ―. Pero
véalo de esta forma, yo voy a contarle lo que usted necesita, si me cuenta el
motivo por el que está por perder su trabajo y la entiendo sabré si valdrá la
pena decirle lo que necesita ―detalló con perspicacia.
Ella lo observó con contrariedad asintiendo:
―Claro, así
son todos ustedes ¿no? Tu por tu, si no das nada a cambio no recibes nada ―rebatió
aun con decepción en sus ojos.
Él hombre apretó aún más fuerte el
objeto rojo y sonrió para darle la espalda de nuevo.
―Eres muy
perspicaz ―le dijo con un tono jocoso.
―Solo dígame
si va a contestar las preguntas.
―Estas aquí
para eso.
―Entonces
no le demos más vueltas a esto.
―Déjame
ayudarte.
―No voy a
decirle nada ―aclaró.
En cuanto ella soltó esas palabras él volvió
a girarse para mirarla, esta vez mantuvo la pelota exprimida y tomó asiento de
nuevo en lo que afincó sus codos sobre la mesa e agarró la esfera con ambas
manos dejando a la vista un dibujo que ésta tenia, lo observó bien… eso era un
lobo
Lo que el objeto rojo tenía en el
centro dibujado era un lobo, entonces él le dio más curiosidad aun, quería
saberlo todo de él, sabía que solo debía contarle lo que preguntaba para eso.
―No me
quedan dudas de que eres una chica muy inteligente ―le comentó ―. Solo quiero saber porque tus jefes
están considerando quitarle el empleo a una dama como tú.
Eso la tomó desprevenida.
― ¿A qué se
refiere con una dama como yo?
―Contéstame
y te lo diré ―respondió con una sonrisa ladina.
Solo estaba haciéndose la difícil,
tratar a ese hombre le había despertado una inquisición abrumadora. Tomó por
fin la decisión.
―Está bien
señor, pero debe prometerme que esto va a quedar entre nosotros ―aceptó con
esa condición.
Él amplió su sonrisa y puso la pelota en
la mesa para entrelazar sus dedos.
― ¡Muy
bien! pero antes…―pensó ―. Tú ya sabes quién soy y yo no sé quién
eres ―planteó mirándola tan fijamente a los ojos
como si eso fuese a revelarle su nombre ―quizás ―.
― ¿Eso es
necesario?
―Para mí lo
es.
―Prefiero mantener
mi identidad oculta señor, espero no le moleste ―instó firme.
― ¿Sabes
que puedo saberlo todo de ti si quiero, no? ―sonó amenazante.
―Estoy
segura que nadie va a darle información concreta de mi ―replico divertida.
En ese instante el gran señor dejó caer
el objeto rojo de sus manos y observó algo de reojo. Ella siguió la pelota
rodando por el brillante suelo rustico de rallas negras y grises.
―Está bien
mujer enigmática. La escuchó ―dijo sin más.
Volvió su mirada a él y asintió.
―La razón
por la que mis jefes están considerando despedirme es porque he quedado mal
ante ellos ―relató insegura.
― ¿Qué
hiciste? ―estaba expectante.
―No hice
nada, solo mi trabajo. Me enviaron a entrevistar a un diseñador de ropa, sin
duda uno de los mejores, me ofreció una copa, la cual acepté por educación,
luego trató de seducirme y para percatarme comencé a grabarlo, yo solo busco
ganarme mi dinero para sobrevivir sin necesitar de nadie y me negué a acostarme
con él.
―Creí que
todos los hombre diseñadores de moda eran homosexuales ―se burló en su cara.
―También
yo, pero ahora ya sabe que no es así. Intenté escapar y fue entonces cuando el
hombre comenzó a actuar extraño, ahora hablaba con voz femenina, aseguró que
había sido una broma pero no fui tan tonta como para creerle y lo bofeteé, le dejé
muy claro que no jugaría conmigo.
―Eres
valiente―admitió.
―Tal vez,
pero ser valiente solo me sirvió de distracción, apenas lo golpee pasó todo muy
rápido, se enfureció y en menos de lo que pude tenía mi cartera en sus manos, sacó
mi grabadora, de alguna forma él sabía que lo estaba grabando, eso es lo último
que recuerdo, luego todo se vuelve confuso en mi cabeza, él le había puesto
algo a mi bebida.
―¡Valla¡
y ¿Qué pasó luego?
―Desperté
en un callejón, tenía ropa distinta, más atrevida y estaba demasiado maquillada,
cualquiera podía confundirme con una prostituta. Después regresé a trabajar y
mis jefes me observaron molestos, dijeron que me despedirían, no entendí nada
hasta que me mostraron unas imagines, era yo, sí, pero claramente no lucida, no
recordaba eso.
―Fue
inteligente ―aceptó.
―Creo que abusó
de mí.
―No ―negó
seguro.
― ¿Ah?
―Escucha,
un buen psicópata siempre prefiere a su carnada consiente.
― ¿Cómo
ust… ―intentó hablar.
―Continua.
Estaba realmente impresionada.
¡Dios¡
Ella nunca había tenido una
conversación como esa.
―Finalmente
me despidieron, salí de esa oficina decepcionada, me quedé frente a la puerta, él,
se había quedado con mi grabadora. Estando ahí, escuché cuando comenzaron
hablar de usted.
Él seguía sumido en lo que ella relataba,
incluso sus ansias se calmaron un poco.
―Nadie
quería entrevistarlo, nadie quería venir hasta aquí, y justo ahí me atreví a
entrar y aseguré que yo lo aria, que yo vendría. Todos me miraron como si estuviera
loca pero fue la oportunidad que me otorgaron para recuperar mi trabajo.
Silencio.
― ¿Y sabes porque nadie quería entrevistarme? ―indagó.
Dudó en responder.
―Usted señor, usted es el motivo, todos saben cómo derrumba a
las personas de su sitio, cualquiera que le haga algo sabe que tendrá una
desgracia de vida.
―Sin embargo aquí estás tú, a quien parece no importarle eso ―dijo observándola
serio.
―Así es señor, pero eso no importa, ahora es su turno, debe
contarme aquello que nunca le ha contado a nadie de su vida.
―Enserio eres valiente, te admiro. Cumpliré con lo que dije
pero ahora soy yo quien debo advertirte ―esclareció con una seriedad implacable.
― ¿Advertirme?
―Sí, voy a contarte dos versiones de mi vida. Una: la que
verdaderamente nunca nadie sabrá. Y dos: la versión que sabrán tus jefes y las
demás personas.
―Pero…
―La advertencia es esa, si aceptas debes estar consciente de
que yo me aseguraré de que seas la única que lo sepas ―especificó.
―Está bien ―asintió confunda.
Ella era la primera persona que
escucharía aquella historia, había conseguido que él decidiera contarle aquello
que juró que nunca nadie sabría, solo él y…
Había sido valiente, a pesar de que
sabía más razones por las cuales nadie había querido ir.
―Eso no es respuesta para mí.
La chica tragó grueso; pensó.
―Acepto.
El asintió con una sonrisa maliciosa y marcó
su celular.
―Suspendan mi agenda de hoy ―ordenó a través de la línea.
―Ya mismo Señor ―respondieron al otro lado del teléfono.
La miró. Lo miró.
―Hazme un Favor ―le pidió él con una nota calculadora y
una mirada discretamente maliciosa.
― ¿Qué quiere?
―Tráeme mi pelota.
Merci pour la lecture!
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