Aquella cadencia de ritmos repetitivos y contundentes fue lo primero que escucha al recuperar la consciencia, su cuerpo busca acomodarse en una posición amena hasta que recuerda que se encontraba acostada sobre un sofá por lo que apoya su espalda completamente sobre el mueble, desplazando sus dedos sobre fibras ásperas. Sentía que su cabeza daba vueltas por el aturdimiento, no obstante, abre los ojos, percibiendo que el cuarto donde se encuentra está sumido en la penumbra.
El viento mece una telaraña de plástico decorativa además de que impulsa a un globo naranja que rueda lentamente por el pasillo. Ella se sienta sobre el sofá mientras su cabeza sigue bamboleando, observa en sus brazos las mangas largas del camisón blanco que cubre su cuerpo.
—¿Hay alguien aquí? —grita la joven con un tono cansado.
No sé escucha respuesta, solo la música que no para de repetir los mismos ritmos, sus dedos recorren los cabellos negros que sobresalen de la capucha blanca, todavía desorientada se levanta dando unos pasos al cuarto más cercano.
El lavamanos y el espejo que ve al abrir la puerta se vuelven un alivio además de que la ventanilla permite la entrada de la luz de luna, de inmediato se acerca a la llave y mueve la manija para permitir la salida del agua que refresca sus manos, de inmediato se lava la cara buscando espabilarse, aunque el aturdimiento mengua aún sigue, mira fijamente al espejo reflejando sus melancólicos ojos azules.
—Me veo muy pálida quizás esta fiesta estaba muy agitada—diagnostica la joven su propio aspecto—En verdad me queda muy bien este disfraz, bu —murmura tímidamente con una sonrisa.
El viento que entra por la puerta ondea con fuerza la capucha y el camisón blanco, aquella vista a pesar de que le gustaba la hacía sentir un poco rara, por lo que posa los dedos en el espejo tratando de acariciar su propia imagen, sintiendo una tenue calma que la hace emitir un hondo bostezo, vuelve a abrir la llave y se enjuaga el rostro constantemente.
—¡Creo que dormí bastante, quizás tome demasiado!, lo mejor será que vuelva a mi casa de una vez.
Las gotas se escurren en su cabello mojado y corren por el camisón. Unos pasos se oyen en la proximidad, ella tiembla con ligereza y reacciona rápido cerrando la puerta.
—¿Renata estás ahí? —cuestiona una voz aguda.
El corazón de Renata baja su ritmo, sus ojos abiertos de par en par permiten que los parpados bajen recuperando su semblante melancólico, aunque una ligera tensión recorre su cuerpo.
«Parece que es Patty», reconoce la encapuchada blanca y una sonrisa tranquila aflora en su rostro mientras abre la puerta.
Renata queda estupefacta al ver a una joven parada sobre el sofá, sus coletas pelirrojas y sus caderas se contonean el estribillo constante de esa música incesante, en contraste con el camisón blanco, la bailarina viste unos pantalones cortos escarlatas, y botas del mismo color.
—La dj Patty no se cansa, ¿De dónde sacaste esa chaqueta? —inquiere Renata sobre la prenda de cuero negra que lleva su amiga.
—Me la regaló un seguidor, —contesta la activa jovencita guiñando el ojo.
—¿Qué haces aquí bailando, pensé que todo el mundo se había ido? —cuestiona la pelinegra atónita.
—Estoy festejando—afirma Patty danzando alegre.
—Todo está apagado, quizás a alguien se le olvido apagar el equipo de sonido.
—La fiesta no ha terminado.
—Será mejor que reacciones, yo me siento mareada, volvamos ya a nuestras casas.
—Tú estabas muy contenta con la fiesta desde que empezó, ¿por qué quieres parar ahora?
—Es suficiente, este lugar ya se ve apagado y aburrido, debemos irnos —inquiere Renata con mirada despectiva.
—Te veo algo perdida —comenta Patty mientras sigue bailando.
—Solo me siento mareada y la verdad estoy algo desorientada, ya ni me acuerdo que pasó en la fiesta.
—Por qué no sales a dar una vuelta, todo se ha vuelto muy misterioso... ahora sí parece una verdadera fiesta de Halloween, ya estamos en la mejor parte —señala la bailarina moviendo los dedos de forma efusiva.
—No hay nadie más, creo que solo quedamos nosotras dos, no hay un alma más rondando por aquí —recalca Renata.
—Ya que mencionas las almas, ten cuidado, aquí hay fantasmas.
—¡Fantasmas! —exclama la encapuchada blanca con los ojos bien abiertos y la mano en su palpitante corazón, mientras gira la cabeza llena de estupor hacía todas las direcciones.
Al ver que no encuentra soporte a su estado de pavor, Renata se aferra a Patty y la abraza con fuerza.
—Hay un fantasma que se está llevando a la gente —indica la bailarina con malicia.
—Estar aquí fue una mala idea, ahora recuerdo que tú sugeriste hacer la fiesta aquí —refunfuña la encapuchada temblando.
—Acaso te insistí que me acompañaras a una fiesta en una vieja casona abandonada a las afueras del pueblo, no, tú misma quisiste venir.
—Quizás me daba confianza ver a todo el mundo… pero como pudieron ser tan malos y dejarme sola… bueno contigo.
—Ya te dije que los fantasmas se los llevaron, son fantasmas muy simpáticos, les gusta ver a la gente bailar.
—Suena algo muy tonto —cambia Renata su pavor a un semblante serio —es el tipo de cosas que te inventarías.
—No sé por qué te quejas si estás disfrazada de fantasma. Pero los que hay aquí son de verdad les gusta ver a las personas bailar y por eso no me han llevado. Son fantasmas fiesteros por eso fue que vinimos aquí.
—Pues quédate con tus fantasmas fiesteros. Yo me voy—manifiesta la joven de ojos azules soltando a su amiga hasta que se siente unos dedos rozando su espalda, emite un grito hondo y su caja torácica apenas puede contener su agitado corazón.
—Ya sabía que no te ibas a ir sola, miedosa —afirma la fémina de coletas con un gesto burlón.
—No me molestes en serio me siento muy asustada —susurra Renata temblando para luego acurrucarse en el sofá.
—Sí, estás tan asustada, quédate ahí sentada, yo me iré a buscar a los fantasmas, — enuncia Patty para luego salir corriendo de la habitación.
—¡Espera! ¡No me dejes aquí sola! —grita la encapuchada exaltada «fantasmas, fantasmas, fantasmas, no puedo pensar en ellos, en serio como pudiste quedarte dormida aquí, tengo ir por esa tonta y largarnos de aquí» reflexiona llena de pavor hasta que se levanta del mueble.
Renata se desplaza por el pasillo en busca de su compañera, la luz de la luna que entra por las ventanas ilumina su silueta.
«Este sitio se ve más grande de lo que recuerdo» piensa ella en medio de su paseo, cada paso que avanza las ventanas se hacen más grandes por lo que se dispone a contemplar el paisaje iluminado por la luna, árboles negros desprovistos de su follaje ondean sus desnudas ramas ante la fuerte brisa, manteniéndose firmes como un ejército de soldados custodiando el valle donde crecen, eleva su mirada para contemplar la luna que ostentaba un deslumbrante brillo morado que poco a poco comienza a volverse de color azul.
—Así que estás mirando la luna, ven aquí, encontré a alguien más —enuncia Patty asomándose desde una habitación cercana para de inmediato cerrar la puerta.
—¡Es en serio! —exclama Renata con un brillo en sus ojos.
La encapuchada abre la puerta y de allí sale Patty con una máscara aterradora, lo que vuelve a provocar un grito profundo y aceleración del ritmo cardiaco de su compañera, para su decepción Renata observa como en el interior del cuarto, solo se encontraban varios muebles y objetos cubiertos con sábanas blancas.
—No puedo creer que asustaras solo con esto —comenta la joven fiestera tratando de contener la risa.
—¡Eres una idiota! —reclama la encapuchada blanca con un puchero.
—¡Vamos! solo es una pequeña broma. Aún hay muchos cuartos por mirar.
Ambas caminan por él extenso pasillo, la desconfianza domina a Renata, pero trata de mantenerse impasible ante la situación.
«De seguro todo lo que está pasando es algo que está haciendo Patty para divertirse… tiene que ser eso, lo más probable es que el resto de la gente este escondida y este sea uno de sus trucos, no me voy a asustar esta vez»
Ellas entran a la siguiente habitación, fuegos flotantes de varios colores que cambian su tonalidad intermitente giran alrededor de una llama de color purpura, produciendo un brillo que ilumina a las estanterías llenas de libros que están en el lugar.
—Pues —comenta Renata ligeramente amedrentada, para luego coger valor y decir con una sonrisa, —se te dan muy bien los efectos especiales, has convertido este lugar tan serio en algo divertido con esas luces fantasmales que parecen una discoteca.
—Sí claro, te dije que los fantasmas son divertidos así que deja de tener miedo.
La encapuchada blanca sonríe y observa como las luces coloridas iluminan a su compañera que de inmediato se contonea ante un ritmo leve que empieza a sonar.
El próximo año me pondré un disfraz como el tuyo, me gusta mucho —halaga Renata.
—Te verás muy linda siendo la dj Renata —responde la joven fiestera.
—Me gusta son esos lentes de contacto rojos que te pusiste son muy impresionantes además de que te maquillaste todo el cuerpo te ves completamente blanca—recalca la encapuchada.
—Así es.
—Sí, te veo más deslumbrante a cómo te ves habitualmente, de hecho, te veo más voluptuosa, bueno, de seguro deben ser los efectos del alcohol, a lo mejor bebí demasiado.
—Ji, ji, ji, ji, en vez de mirarme así, podríamos buscar algunos chicos guapos.
—¿Entonces aún hay gente aquí?
—Podrían estar en algunos de los cuartos —señala Patty abandonando de inmediato el cuarto.
—Oye no tan rápido, lo mejor será dejarlos tranquilos —inquiere Renata buscando alcanzar a su compañera.
La joven fiestera ignora a su compañera y entra a una de las habitaciones. Renata está a punto de abrir la puerta, pero oye unos rechinidos constantes, sus suposiciones dibujan un leve rubor en sus mejillas, hasta que de pronto la puerta se abre y una almohada impacta con fuerza su cara, una vez observa el interior de la habitación, encuentra a Patty recostada boca abajo en una cama amplia, aunque lo que se lleva completamente su atención son varios cojines flotantes.
«Muy graciosa de seguro hay algunos hilos colgando esos cojines» deduce la testigo sorprendida suponiendo el aparente truco.
Los cojines se contonean al compás de la música, y Patty se para en la cama para golpear uno de estos con la cadera, Renata en cambio se acerca a uno de estos con una sonrisa confiada pasando la mano por el lado superior pero el suave objeto se mueve hacía sus manos por lo que en respuesta lo termina abrazando, pero el cojín flota hacia arriba levantándola del piso.
—Creo que estos cojines tienen algo en contra mía —refunfuña la encapuchada mientras sacude las piernas en el aire.
—Más bien les agradas.
La pelinegra se suelta y los cojines se acomodan debajo de ella para amortiguar su caída.
—Yo creo que ya fue suficiente, mucha diversión, pero todavía me siento un poco mareada, es mejor que vuelva a casa—se queja Renata.
—Todavía esto no ha terminado —dice Patty con una sonrisa que sus mejillas apenas pueden sostener, brinca de la cama hacia al frente de la puerta y sale corriendo por el pasillo.
La chica con el disfraz de fantasma busca seguirle el paso a su jovial compañera andando por aquel pasillo que ya empezaba a sentir interminable hasta que encuentra una bifurcación, en ambos caminos se encuentran unas escaleras unas hacia arriba y las otras hacia abajo. Patty espera a su amiga en las escaleras descendentes, pero ella ignora a su amiga percatándose de la presencia de alguien más descendiendo por las escaleras de arriba, un hombre joven de silueta alta, cabello largo y negro meciéndose por el viento.
«No de que sea ese disfraz, pero se ve bien con esos pantalones y chaqueta de cuero negro además de que su amplio sombrero es muy bonito», piensa Renata sobre el sujeto misterioso.
—Oye fantasmita bonita, ven aquí, que está toda la gente —llama Patty a su amiga.
«Patty está loca, pero, si voy hacia las escaleras que van hacia abajo me voy más rápido de aquí, ya estoy harta de ese pasillo que ya parece infinito», deduce Renata mientras da el paso para descender por los escalones.
Finalmente llega al gran salón, un gran candelabro cuelga del techo sumado a que en las paredes esqueletos, calabazas y telarañas de goma que decoran el lugar. Renata esboza una sonrisa de consuelo al observar las siluetas de varias personas, las cuales no pueden verse claramente debido a que la luz está apagada, todas parecían estar bailando. Patty inmediatamente se une a la fiesta. Poco a poco los ánimos de la encapuchada empiezan a subir llenándose de alegría y su cuerpo se contonea al ritmo de la música.
«Está sensación me siento todavía un poco mareada y cansada, pero a pesar de eso me siento ligera, no tengo hambre ni sed no sé qué me habrán dado pero esta sensación en mi cuerpo se siente rara, siento que puedo bailar por toda la noche.», reflexiona Renata dejándose llevar por el momento.
La música electrónica se convierte en ondas que mueven los cuerpos de los bailarines con una inusitada naturalidad.
—¡Qué bien lo mueves fantasmita sexy! — grita Patty a su compañera.
—Siento que me estoy moviendo sola —responde la encapuchada con una sonrisa amena.
Renata cada vez se mueve con más ánimo y se deja llevar por el jolgorio, hasta que sin darse cuenta golpea a alguien con la cadera, ella voltea a mirar, viendo que lo que había rozado era una mitad inferior humana usando unos blue jeans, que bailaba enérgicamente. Esto produce un angustioso giro brusco que hace que ella choque con otros de los bailarines, al ver sus manos de madera carentes de dedos y su cabeza que en vez de rostro tenía una superficie lisa en la parte frontal.
—¡Ah!, ¿Qué les pasó a estas personas? —grita Renata sorprendida hasta que evalúa bien la superficie de madera en la parte superior de las piernas bailarinas. «Todos son maniquís, Patty ha llevado este truco muy lejos está completamente loca y ahora la perdí de vista entre todos esos maniquís, entonces no hay nadie más aquí, no puede ser...», reflexiona la encapuchada blanca abrumada, «ahora sí no voy a soportar más de estas cosas, ya es suficiente fiesta, pero me siento rara, quiero irme, pero también quiero quedarme. »
Ella sin darse cuenta se abre paso entre los maniquís viendo de espaldas al joven de ropas negras que había visto antes, por lo que se ubica al lado de la ventana, «No es solo lindo, hay algo en él que me da tranquilidad, bueno es mucho más impresionante que los demás muchachos que conozco además para ser alguien tan callado y misterioso se ha quedado hasta muy tarde» piensa ensimismada—Hola —toma Renata la iniciativa haciendo que él la mire con sus ojos azules y profundos y de unos pasos.
—¡Renata cuidado! —grita Patty.
Los siguientes segundos fueron muy abruptos para la encapuchada blanca, solo alcanza a ver como él blandía una guadaña y Patty la empujaba, ahora con su amiga sobre ella se encuentra en las afueras de la mansión.
—Finalmente afuera —exclama Renata aliviada hasta que choca con la realidad.
Al frente de su vista tenía una pared de ladrillos llena de hollín. Lo primero que observa es una ventana cerrada.
«¿Cómo llegue aquí? Recuerdo que Patty me empujó y estaba al lado de la ventana, pero no recuerdo romper los vidrios y esa ventana se ve cerrada, este ambiente es muy diferente al que había adentro, adentro tenía miedo, pero poco a poco me acostumbraba al lugar hasta sentirme cómoda, pero ahora siento algo que me hace sentir un inexplicable malestar» deduce Renata hasta que empieza a ver por completo el panorama.
Un letrero hecho añicos en el piso y al frente lo que tenía no era una gran mansión sino un pequeño edificio de dos pisos cubierto de cenizas, solía ser una discoteca, el viento esparce constantemente partículas negras.
Patty se levanta y observa con indiferencia a su amiga que se postra en el piso y respira hondamente llena de angustia.
«Siento nauseas, pero también siento como si mi cuerpo fuera incapaz de vomitar, como si no tuviera nada adentro, pero que importa eso, afuera, afuera todo es tan aterrador.»—¿Qué ha pasado aquí? —suplica Renata con lágrimas en sus ojos.
—Será mejor que vuelvas adentro y sigamos festejando —recita Patty sonriendo quien camina hacia la discoteca desolada atravesando las paredes.
Aquel peculiar hecho era algo a lo que Renata no le da mucha importancia ya que se levanta para ver el escenario completo, en su mente dibuja la discoteca en óptimas condiciones y los árboles que la rodean llenos de un frondoso follaje y flores blancas, el recuerdo de lo que solía ser, mira los árboles áridos y desnudos, ya no le producían un sosiego tenebroso, realmente se encontraban sin vida, observa hacia el sur donde el viento aleja innumerables partículas negras y denso humo que asciende.
«Pero que ha pasado en Tristal… mamá… papá», piensa angustiada dando pasos hacia el sur a la par de las lágrimas recorriendo sus mejillas.
Ella al moverse estupefacta siente que con una de sus pisadas desquebraja algo que se topa en el piso, al bajar la mirada observa que su pie había pulverizado el fémur de un esqueleto completamente carbonizado, por lo que emite un grito hondo para luego correr moviéndose con torpeza y caer en el piso postrada de rodillas.
«Todos se murieron… ¿Por qué sigo yo aquí? Además, Patty atravesó la pared», reflexiona Renata angustiada postrada en el árido piso en el que solo queda los restos de la hierba extinta y sumida en un hondo llanto.
Su mente empieza a refrescar los recuerdos, recordaba a Patty bailando con una apariencia menos ostentosa que la que tenía ahora, todos disfrutando de la fiesta hasta que, en unos minutos, al menos mantenía esos recuerdos difusos, estaba tan borracha que difícilmente no sabía que estaba pasando en la fiesta hasta que una sensación de calor inmediata recorrió su cuerpo y muchas horas después despertó.
Desde ese entonces no volvió a sentir calor, ni hambre ni frío, solo sentía una sensación fresca y ligera, pero también mareo y fatiga acentuándose al estar de cara contra la realidad. Renata se había convertido en el ser en el que se había disfrazado.
Ella se levanta, lo único que la motiva es volver a casa, pero el paisaje de destrucción la desalentaba, su cuerpo temblaba, sentía como si su corazón fuera a salir por la boca, pero ya no tenía corazón, pero esa sensación permanecía en el actual remanente de su cuerpo.
«Dentro de la discoteca está esa mansión, ese lugar se sentía vivo a pesar de que ahora todo está muerto y desolado, quizás… debería volver», piensa ella.
Aquel pensamiento la detiene, pero continua indecisa, hasta que va acercarse a un encapuchado caminando, apenas podía distinguir como su rostro era rojizo y lleno de puntos y su cabello parecía musgo marchito, ya que al verlo lo que más le aterraba era la imponente guadaña que cargaba. De inmediato corre despavorida de vuelta a la discoteca, esa agitación excesiva era lo más cercano que sentía a estar viva, era como si en su cuerpo fantasmal su corazón estuviera latiendo todavía y la adrenalina recorriera por sus venas.
Ella abre las puertas del negocio destruido, volviendo a la fantasmagórica mansión que existe en su interior, ya no estaba el infinito pasillo, ni la esplendorosa sala de baile, solo un camino bifurcado, por la izquierda se encuentra la figura pálida y de tonos escarlatas de su amiga.
—¡Qué bueno que volvieras! ¡Vamos a seguir festejando! — exclama Patty exaltada.
—¡No hay nada que celebrar! ¡Todo el mundo está muerto! —responde Renata sollozando.
—¡Y eso que! Ya no hay nada que podamos hacer, nosotras somos fantasmas podemos quedarnos aquí y festejar para siempre — reitera la fantasma fiestera con una gran sonrisa y mostrando una mirada frenética.
—¿Cómo puedes pensar en festejar después de todo lo ocurrido?
—Ya no somos humanas, —contesta Patty quitándose la chaqueta dejando al descubierto que sus brazos se habían desvanecido, aunque conservaba sus manos flotando temblorosas, —este lugar es especial y vamos a quedarnos aquí, aquí podre bailar y festejar por siempre.
—Algo le ha pasado a tu cuerpo, me das miedo. Afuera todo está destruido, no podemos seguir pretendiendo que todo está bien.
—Y sí todo se ha acabado, que importa, hay que seguir aquí disfrutando, —los ojos de Patty mantienen una mirada fija y su sonrisa exagerada incomoda cada vez más a Renata —podemos seguir aquí, podemos hacer lo que queramos, finalmente puedo vivir para siempre.
—Esto ya fue suficiente, necesito poder calmarme —grita la pelinegra con sus ojos azules llenos de lágrimas, de inmediato le da la espalda a la pálida escarlata, y se va corriendo hacia el camino de la derecha.
Al poco tiempo se topa con el joven de ropas negras, su figura le produce incertidumbre, se siente afligida por no poder asimilar la situación, por lo que al poco tiempo el miedo se apodera completamente.
«Yo quiero estar sola, esa guadaña será que… no, no quiero, tengo miedo.", piensa ella al verlo portar esa herramienta.
Se ve sin salida, rodeada por un rostro conocido sumido en el apego y la locura y por el otro el misterio hacia un destino incierto hecho persona, aun así, se percata de su naturaleza espectral y corre hacia la pared atravesándola.
«Ahora que lo pienso… no sé a dónde ir, este sitio no tiene sentido.» piensa la encapuchada blanca al llegar al siguiente cuarto el cual estaba casi vacío a excepción de un tapete de tela en el centro y cuatro materas, una en cada esquina.
El joven de ropas negras entra por la única puerta, a pesar de los lentos pasos que da, ella no puede evitar sentirse perseguida.
—No temas, es momento de que tengas paz y que descanses.
Esas palabras refuerzan las suposiciones de la fantasma y aumentan sus inquietudes. Permanecer o irse son las aparentes opciones que pasan por su mente, pero el miedo nubla sus respuestas.
—Yo no, sé... —exclama Renata sollozando mientras piensa «Todos se fueron, pero no hay despedida, me he sumido en un sueño profundo que me alejó de la realidad y escondió los recuerdos en mi mente.»—espera… déjame pensar, no sé qué quiero hacer. —súplica ante el sujeto que porta la hoz.
—No es algo que puedas decidir —recalca él.
Aquellas palabras llenan de impotencia a ella, por lo que vuelve a correr hacia la pared, pero los esfuerzos de su huida son en vano ya que queda atascada, tras forcejear logra traspasar el obstáculo, notando que su cuerpo era más ligero debido a que ya no sentía sus piernas, sus extremidades fueron reemplazadas por una cola fantasmal, Renata flotando observa con sosiego el lugar donde ahora se encuentra, el mismo sofá roñoso que soporto su letargo cuando permanecía impasible sin enterarse de la situación, busca sentarse en el mueble pero su nueva apariencia le dificulta la acción.
El sonido de la perilla la pone alerta por lo que busca ocultarse, en el baño, otra vez vuelve a mirarse en el espejo.
—Me veo muy pálida, esta situación es difícil de asimilar, pero ya no tengo vida he perdido mis colores —diagnostica la joven su propio aspecto, —A pesar de todo, me gusta cómo me veo siendo una fantasma, buuu, —murmura tímidamente con una sonrisa.
La calma momentánea se pierde cuando ella escucha unos pasos.
—No vas a seguir huyendo, tu cuerpo se ira fatigando cada vez más, la fecha de los espíritus está finalizando, si te aferras a este mundo tu alma se desvanecerá. —dice el joven de la hoz, fuera del baño hasta que decide adentrarse a ese cuarto —o quizás permanezcas atrapada en un largo sueño hasta que la fecha vuelva a retornar —comenta al ver el cuarto vacío.
Dentro del espejo yace un alma, el alma de Renata Lenard, tras no soportar la angustia de su nueva situación se oculta en el objeto reflejante, pero al poco tiempo se ve sumida en un profundo letargo.
Momentos más tarde, el joven de ropas negras camina por la sala de baile, todos los maniquís se encuentran desperdigados en el suelo, y en el techo al lado del candelabro, una bola disco se bambolea mientras una luz roja titila hasta apagarse. Tras un hondo suspiro sale por la puerta de lo que por dentro es una mansión y por fuera los restos de una discoteca.
Con levantar la mano llama la atención del encapuchado y ambos emprenden el camino a las ruinas de lo que solía ser la ciudad de Tristal.
Merci pour la lecture!
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