Las enormes puertas de metal de la inmensa muralla que resguardaba el castillo se abrieron para él.
El puente fue desplegado. Éste soltó un chirrido tan agónico que empataba perfectamente con el ambiente lúgubre que bañaba el reino.
Una pequeña comitiva de la guardia real liderada por el asesor más cercano a la familia real salió a su encuentro. Todos portaban un discreto distintivo de luto en su indumentaria.
Una vez realizado el saludo oficial, el consejero se disculpó en nombre de la familia real por no salir a recibirle, pues le esperaban hasta unos días después. Explicó que cada uno de los descendientes se hallaban dispersos en sus ocupaciones en otras áreas del reino, a excepción de la Reina. Le invitó a entrar al castillo.
-Majestad, la Reina Aiman le espera en su estudio privado. Acompáñeme por favor. Mi paje les mostrará a sus hombres las cocinas para que coman o sus aposentos por si gustan refrescarse. Hay espacio ya preparado en las caballerizas para sus monturas.- Declaró el hombre de gesto siempre serio.
-Se lo agradezco, Mirza Avci.- Dijo mientras se adentraba al interior del castillo hasta llegar al ala privada de la Reina, seguido unos pasos atrás por Georgy. No se retiró la armadura ni la espada, solo el casco.
-Creímos que su familia vendría con usted, Majestad, al menos una parte de ella. Tenemos una ala de castillo acondicionada para toda su comitiva, está lista para su uso desde un par de semanas atrás.- Comentó en un murmullo el hombre.
-De hecho, mi hermano debe estar por llegar en un par de días más. Permaneció cerca de la costa organizando al resto de mis hombres para recibir a mi Madre. Por desgracia su embarcación debió retrasarse una semana más, el mar en esta ocasión no fue benévolo con nosotros.- Explicó someramente, no pensaba explicarle que el desconfiado de su hermano casi lo amarra al mástil de su barco para que no se adelantase y fuese prácticamente solo a la reunión. Para mayor rabia de su pequeño hermano, a penas le acompañaron Bogatyr Georgy con un puñado de miembros de la guardia real.
-Comprendo, sí. El clima no ha sido consistente desde hace unos meses. Al parecer la madre naturaleza también está disconforme con el derramamiento de sangre innecesario... Volviendo a lo anterior, Majestad, si me lo permite ordenaré a los guardias del muelle para que asistan al Príncipe y su gente en lo que sea posible para asegurar la llegada de la Reina Madre.- Enunció a la par que daba un toque en las puertas de entrada al salón donde le esperaba la regente.
Aceptó y agradeció el ofrecimiento. Dio instrucciones a su caballero para que le dejara a solas con la Reina, pues se trataba de asuntos de estado. A su vez, le pidió supervisar la estancia de sus guardias.
"-Adelante-", una voz femenina que sonó un poco apagada atravesó la madera otorgándole el paso. Mirza Avci hizo una reverencia y se despidió llevando con él al Bogatyr para guiarle hasta donde los soldados descansaban.
~*~
Entró al salón, dando un rápido análisis visual. Manía inculcada por su hermano.
Lo primero que observó fue la enorme ventana abierta de par en par. Tenía el tamaño adecuado para dejar entrar la suficiente luz e iluminar el espacio por completo. A los costados las estanterías llenas de textos y rollos apilados cubrían las paredes casi por completo. Encima de los sillones de terciopelo había un canasto con hilos de varios colores, agujas y lienzos de tela abandonados a medio bordar. Le pareció curioso ver una las patas de los hermoso sillones con la madera mordisqueada, junto a una de éstas, había una manta corta también mordisqueada y deshilada de los bordes. En otra mesilla contigua a la ventana había un par de libros abiertos por la mitad, y justo debajo de ellos estaba el boceto a medio terminar de un paisaje montañoso, nevado, con la luna llena en alto. El paisaje le pareció conocido. Muy conocido. Aquellos pequeños detalles le daban un aire acogedor a la silenciosa habitación.
Frente la ventana se ubicaba un mesón cubierto de documentos varios, enrrollados. Algunos de ellos lacrados con el sello real, un lobo aullando. El mismo lobo fiero que era mostrado en cada uno de los estandartes que pendían en los alrededores y el interior del castillo, así como el símbolo distintivo del escudo de armas.
El lobo... La figura distintiva de la especie que dominaba ese vasto territorio desde siglos atrás. La especie a la que pertenecían la mayoría de los habitantes de ese reino. Al igual que sus regentes.
Desentonando completamente con el ambiente acogedor, apoyada en el marco del ventanal, viendo hacia el exterior, se hallaba ella, la Reina, portando el vestido negro de luto. A pesar de que el largo velo negro le cubría rostro y cabello en su totalidad, creyó ver un atisbo del rojo de sus irises cuando se giró a saludarle, seña de su poderosa condición como Alfa. Al acercarse, el brillo rojizo ya no estaba.
-Majestad.- Saludó él con una respetuosa reverencia, sentía un profundo respeto por la mujer y su fallecido esposo.
-Por favor, Majestad.- Respondió ella extendiendo su mano hacia la mesa, invitándole a sentarse.
-Le agradezco. Pero, antes permítame reiterarle mis más sinceras disculpas por no poder asistir a los funerales del Rey Alikha. Mi más profunda condolencia, mi Señora.- Realizó una nueva reverencia respetuosa.
La Reina simplemente asintió una vez con su cabeza, correspondiendo el gesto. En tanto él tomaba asiento, ella giró parcialmente el rostro a un costado. Le pareció ver que limpiaba discretamente, bajo el velo, un par de lágrimas de la comisura de su ojo. Cuando se recompuso, dijo:
-Le agradezco que se haya dado el tiempo para venir y hablar conmigo. Pensé que al menos el Príncipe vendría también con usted.-
Sabía de ante mano que probablemente ya habría escuchado su conversación en el pasillo con Avci, aun así le explicó exactamente lo mismo que al Duque. No quería empezar con desconfianzas o malos entendidos.
-Ya veo.- Susurró ella cuando él terminó de explicar.
-Pues usted dirá, Majestad, ¿cuál es el tema que le apuraba tratar conmigo?-
Ella sonrió pequeñito. La posición que ella adoptó al sentarse, apoyándose en el respaldo del sillón, aunado al rayo de sol que se reflejaba en los vitrales del ventanal iluminando su rostro, le permitió vislumbrar sus reacciones a través del velo oscuro. Hasta entonces notó también que dicho velo estaba diseñado para que el área que cubría sus ojos fuera más transparente, sin los patrones intrincados que adornaban el resto de la tela.
-Directos al punto entonces. Verá, primeramente quisiera agradecerle a título personal el haber intercedido por mi reino ante el Rey Katsuki. Dadas las circunstancias, sinceramente no guardaba mucha fé en que pudiera acudir en nuestra ayuda.-
-Por supuesto que acudiríamos en su ayuda, mi Señora. Siendo honesto con usted, puedo afirmar que una de las pocas partes buenas de la herencia dejada por mi padre, es precisamente la alianza ente nuestros pueblos. Solo estoy honrando nuestro tratado. Y, bueno... Francamente, considero que las negociaciones fallidas de un tratado no es motivo suficiente para hacer una declaración de guerra.- Enfatizó.
Meses atrás, cuando leyó la misiva enviada por la Reina donde le explicaba la difícil situación que pasaba su reino, se horrorizó. Nunca creyó que al verse desmoronadas las negociaciones entre ambos reinos, el de los Altin y el de los Katsuki, negociaciones que llevaban años, el Rey Toshiya Kasuki de pronto hubiera decidido atacar.
De inmediato se dio a la tarea de escribirle al Rey Katsuki recordándole el acuerdo entre sus propios reinos, el de los Nikiforov y el de los Katsuki. En el tratado firmado por ambos reinos muchos años antes, se había estipulado la prohibición de atacar algún reino aliado del otro. Fue firme al exigirle honrar la alianza.
Semanas más tarde, se tranquilizó al saber que su intervención había rendido frutos, el cese al ataque había ocurrido anque no con la suficiente premura como para evitar que el deceso del Rey Alikhan Altin.
-Sin embargo, algunos lo consideran motivo suficiente.- Añadió la dama con un toque sarcástico, sus ojos estaban fijos en los libros abiertos con el dibujo debajo.
Debió hacer grandes esfuerzos para contener la risa. Carraspeó antes de hablar:
-Qué puedo decir, Majestad, con la presencia del Rey Leroy y su horda de bárbaros amenazando nuestras fronteras, la opinión del Rey Toshiya es la menor de mis preocupaciones... Creo que es de vital importancia mantener nuestros tres reinos unidos, solo de esta forma seremos lo suficientemente fuertes para defender nuestros territorios de la invasión de ese bárbaro. Esta unión será imposible si Rey Katsuki se lanza a hacer ataques por resquemor cada vez que siente que el honor de su familia ha sido víctima de agravio.-
-Resquemor...- Ella repitió, alzó ambas cejas, lucía divertida. Él se sintió pequeño y ligeramente avergonzado como cuando era reprendido por su madre debido a su boca suelta. Ella prosiguió: -Pues, resquemor o no, Majestad, ha de entender que el ataque de Toshiya nos ha desestabilizado gravemente. Y, para mi mayor desazón, la actitud de Serik no... Sé que mi hijo será un buen rey, lo sé porque tanto mi esposo como yo nos esforzamos en darle una buena educación, a todos nuestros hijos en realidad. Empero, mi hijo mayor confía mucho en las habilidades de nuestra especie. Demasiado, me atrevo añadir.-
-Debo suponer que usted no.- Afirmó más que preguntó.
Las largas horas sentado en la mesa de discusiones, al lado de su padre, escuchando los dimes y diretes de los miembros de la corte o enviados oficiales de reinos ajenos, le habían enseñado a leer entre líneas. Eso, aunadas a las miradas reprensivas de su madre y los golpecillos en la nuca dados en privado por su hermano cuando se equivocaba.
-Usted mejor que nadie entenderá que mi posición como regente y Alfa no me lo permite.-
Y vaya que le entendía. Uno de los mayores fallos cometidos por su padre había sido precisamente ese, el exceso de confianza. Error que le llevó a la muerte. Habían pasado pocos años desde que había sido coronado como nuevo Rey y estaba dándo todo de sí para no cometer las mismas equivocaciones de su padre.
La Reina Aiman continuó:
-Su intercesión nos ha dado un respiro. No obstante, el tratado que firmamos con su padre está pronto a expirar, no era tan completo como me hubiese gustado... Mucho me temo que en cuanto que éste concluya, Rey Toshiya se lance a un nuevo ataque. Sus hombres aun no se han retirado de nuestras fronteras. Su ejército es numeroso, ha sido entrenado por individuos que saben luchar y mermar nuestras habilidades. Poseen armamento especial, son rápidos y pelean tan bien como lo hacen contra ejércitos de otras especies con menos habilidades o soldados humanos... No somos débiles, Majestad, sin embargo, tras el último ataque, aunados a los constantes secuestros y los saqueos en las fronteras... No creo que podamos resistir un ataque completo.- Dejó ir un suspiro tembloroso.
Sintió la necesidad de acercarse y reconfortarle de alguna forma. Fue inevitable que le recordara a su propia madre. Hizo lo único que el protocolo y su posición le permitía, dado que no podía tomarse confianzas innecesarias a pesar de estar en igualdad de posición jerárquica. No eran amigos, no todavía.
-Tenga la seguridad de que haré todo lo que esté a mi alcance para apoyarle. Si nuestra alanza se mantiene fuerte, Toshiya no tendrá razón válida para atacar. A menos que decida romper la alianza con mi reino y por ende el acuerdo que firmó con mi padre.
-Estoy de acuerdo con usted, Rey Viktor. Empero, mi preocupación principal es que Katsuki considere no honrar nuestra alianza a no ser que haya un lazo lo suficientemente firme, como lo es el que existe entre su familia y la de él.- Ella cambió su posición aproximándose a la mesa, hacia él, le miraba directo a los ojos, apoyando las palmas de sus manos encima de la madera.
"Oh", pensó Viktor, comprendiendo a dónde iba la conversación.
-Un acuerdo matrimonial, entonces... Entiendo.- Mencionó barajando posibilidades.
No agregó palabra, prefería dejar que la reina concluyera su propuesta, aunque la vio repentinamente perdida en sus pensamientos.
-Aunque, desafortunadamente no se me ocurre una propuesta viable.- Inició con un murmullo, todavía lucía vagamente sumida en su mente, prosiguió: -No conozco algún miembro de mi familia lo suficientemente aceptable para ello. Serik y Aidan ya están comprometidos. Nurzhan es a penas un pequeño crío de cinco años... Y, Otbekhan... No sé qué decirle acerca de él.- Concluyó en un murmullo al mismo tiempo que sus ojos café se desviaban nuevamente hacia los libros abiertos con el dibujo sobre la mesilla.
No había escapado de su conocimiento el estado de los miembros de la familia real después de la muerte del Rey. Habían llegado a sus oídos que el Príncipe Otbekhan era el más afectado, no le conocía aun, pero sabía que su profunda congoja, aunada a su carácter retraído, tranquilo y meditabundo, mantenía al reino completo preocupado por au bienestar. Suponía que eran "cosas de lobos, de manada", como le había explicado su hermano con su timbre de sabidillo.
Por desgracia, todo esto pasaba a segundo término en este momento. Comprendía perfectamente que si una gran regente como lo era la Reina Aiman colocaba en la mesa una propuesta de tal magnitud era porque su pueblo corría serio peligro, su familia, su manada, el territorio corría serio peligro. Ruina total, en pocas palabras. Era de vital importancia llegar a una solución, contaban con unos días antes de que la alianza entre sus reinos expirara. Debía hacerce algo. Y debía hacerse ya.
Cómo le hubiera gustado haber hecho caso a su hermano, esperar y tenerle a su lado en ese instante. Él sabría qué hacer. Él siempre tenía buenos consejos, sus ideas a veces pisaban los límites permisibles, pero funcionaban. Siempre funcionaban. Y justo era el tipo de ideas que se necesitaban ahí, ahora.
Su hermano... Su pequeño hermano... Una idea comenzó a iluminar su cabeza llenándole de entendimiento.
Una idea que probablemente no haría feliz a mucha gente, comenzando con su querido y belicoso hermano. Sin embargo, en términos de alianzas políticas, bueno, era lo que se necesitaba.
Yuratchka le perdonaría, estaba completamente seguro. Con el tiempo lo haría.
Si le rogaba lo suficiente.
La Reina Alfa le observaba curiosa e inquirió:
-¿Qué piensa, Majestad? ¿Alguna solución acaso?-
-Pienso en las acotaciones de nuestro dilema. Primeramente, quisiera preguntarle algo, espero no ser, emh... Irreapetuoso o invasivo.- Ella elevó una de sus cejas e hizo un ademán para que continuara: -Antes debo aclararle que mi conocimiento de su raza se remite únicamente a las lecciones que recibí de niño. Conocimiento que se ha incrementado gracias a mi hermano, su basto conocimiento general y su gusto por la lectura... Eh, tengo entendido que para ustedes los Licántropos, cuando se trata de elegir a una pareja o consorte, el género les resulta, emh... ¿Indiferente?... ¿Es eso cierto?- Intentó, de verdad que intentó no removerse incómodamente en su asiento. Sintió sus mejillas calentarse, absolutamente mortificado por estar tratando este tema con una dama.
Se sintió tan joven e inexperto, empequeñecido frente a la mirada escrutadora y divertida de la Reina. Maldijo internamente por su mala cabeza, debío esperar a su amado hermano, él sabría como tratar estos temas sin pestañear siquiera.
-En efecto, Majestad Viktor. Es así como los Lobos llevamos a cabo nuestra elección.- Vio como una de sus comisuras se alzaba, un atisbo de sonrisa.
-Y, ¿esta se condición se aplica también para todos los miembros de la familia real?- Siguió interrogando, tragándose la vergüenza. "Necesitaba" saber.
Todo rastro de diversión se borró del bello rostro de la Reina, quien esta vez entrecerró los ojos, luciendo cautelosa.
-Bueno, entenderá usted que en el caso de la familia real se ha ptocurado que los compromisos se lleven a cabo con parejas de género opuesto, buscando perpetuar el legado y sobre todo, la especie. La mayoría de tales compromisos se concretan mucho antes de que los involucrados tengan siquiera poder de decisión. Usted mejor mejor que nadie sabe de esto.- Ella esperó a que él asintiera, cuando lo hizo, agregó: -No obstante, puedo confirmarle que sí, mis hijos, al menos los que no están comprometidos, están sujetos a hacer la libre elección de consorte si así lo decidiecen... ¿Puedo conocer el motivo real de su pregunta?-
Él se tomó unos segundos para respirar profundamente y decir:
-Por supuesto, mi Señora. Digamos que, creo tener una solución a nuestro problema.- Ella se inclinó un poco más hacia él, expectante. -Siendo una madre devota y alfa ejemplar, imagino que debe conocer perfectamente a cada uno de sus hijos... ¿Sabe usted, cómo se siente el Príncipe Otbekhan respecto a los miembros de su mismo género?... Me refiero a, ¿cree usted que él consideraría a un varón humano como opción para ser su consorte?- Soltó de golpe.
La Reina Aiman se apoyó de nuevo en el respaldo de su silla, tomando distancia, con sus ojos desviándose de nuevo hacia la mesilla con el boceto y los libros por un minuto. Luego regresó su vista hacia él mirándole largamente.
Yuri lo iba a matar. Y la idea no debía estarle causando tanta gracia como lo hacía.
Sí, definitivamente le iba a matar en cuanto se enterara... Y él únicamente podía pensar en cuánto reiría mientras lo hacía.
Merci pour la lecture!
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