Fue en otoño cuando todo comenzó.
Esta estación del año, con el caer de sus hojas, marca el final de un entorno de calidez y el inicio de una agradable heladez. Uno mismo es el que decide dejar volar libremente sus propias hojas teñidas de ocre para marcar el final de una etapa, esperando abrigados el inicio de algo nuevo, o aferrarse a ellas evitando que caigan pero dejando que marchiten a las demás.
Al final, uno de ellos se aferró sin dudar.
Un cálido rayo de sol fue suficiente para que uno de ellos comenzara a darse cuenta de lo que estaba naciendo en su interior; en el momento más inesperado, en el lugar menos pensado y con la persona que jamás había imaginado.
—¿Me pasas la catsup? —Al no recibir respuesta alguna, comenzó a chasquear los dedos frente a los ojos del contrario—. Álvaro.
—Dime.
—La salsa —pidió señalando el bote que sostenía en su mano y que Pascu le entregó de inmediato—. ¿Qué pasa?
—Nada.
Rodri lo miró fijamente antes de fruncir el ceño. —¿Acaso tuviste un pequeño viaje astral?
—Algo así —suspiró—, de hecho creo que alcancé la iluminación.
—Buda estaría orgulloso de ti —mencionó para después morder su hamburguesa—. ¿Me contarás de qué se trató tu viaje?
—Si logro acordarme de todo, sí. Es que fue tan rápido, todavía no me lo explico.
—Hay días en los que en verdad me preocupas, ¿debo llamarle a tu madre para decirle que su hijo por fin se volvió loco?
—Me sorprende que aún no lo hayas hecho —respondió con tanta naturalidad que Rodri no pudo evitar reír un poco—. ¿Sabes qué? Voy al baño.
—¿Para aclarar tus ideas?
—Eso es más que obvio —sonrió—, cuando regrese te cuento la historia de lo que ocurrió en mi mini viaje.
—Aquí te espero.
Pascu se levantó de la mesa para dirigirse al baño del restaurante al que habían ido. Rodri lo siguió con la mirada y, cuando estuvo fuera de su alcance visual, cubrió su boca con su mano izquierda, dejando ver la expresión de sorpresa y confusión que trató de ocultar durante su charla con Pascu.
—Mierda... —susurró para fijar su vista en su hamburguesa a medio comer.
Después de haber grabado un episodio de “Podcast mal”, Rodri invitó a su compañero a comer a un restaurante de hamburguesas que ambos amaban. Su salida iba de lo más normal, justo como en las otras veces en las que solían salir y, como de costumbre, camino al lugar ambos iban hablando sobre el programa que habían terminado de grabar.
—¿“Openings mal”? —Preguntó Rodri al tiempo que entraba al restaurante.
—Solo piénsalo, hay openings con un ritmo muy bueno pero la letra da mucho de qué hablar.
—La idea está bien pero creo que igual podemos incluir las pésimas traducciones que suelen sacar. Hay un opening de “Dragon Ball” que entraría perfecto aquí.
—Ya está, tenemos el nuevo “Podcast mal” —mencionó Pascu tomando asiento frente a la mesa que habían elegido, quedando con la vista frente a la gran ventana del lugar.
Una vez que ordenaron sus hamburguesas, los dos permanecieron hablando de cuál podría ser el nuevo “Destripando la historia” en el que iban a trabajar, pero habían tantas opciones para hacer que mejor decidieron posponer el debate y enfocarse en almorzar.
La flecha destinada dio en el lugar.
Rodri levantó la mirada con la intención de pedirle a Pascu que le pasara la salsa que un minuto antes había agarrado para ponerle a su hamburguesa, pero la imagen que vio lo dejó sin palabras. Al sentarse frente al ventanal, Pascu quedaba expuesto a los rayos de sol que por momentos solían entrar; en ese momento los ojos de Pascu quedaron iluminados por un rayo de color ámbar que los hicieron resplandecer al grado de parecer unas joyas preciosas.
En más de una ocasión Rodri había visto a Pascu bajo los rayos del sol, pero en esa ocasión fue diferente, la imagen que tenía enfrente era tan impresionante que por un momento su piel se erizó y los latidos de su corazón comenzaron a aumentar su velocidad. Se sentía extraño, hasta podía jurar que estaba nervioso, no podía hablar ni moverse, solamente estaba sentado ahí frente a Pascu manteniendo un contacto visual que lo había impresionado.
«¿Qué demonios fue eso?», pensó mientras recordaba ese click que había tenido y que no podía entender.
Agradecía en toda la extensión de la palabra que Pascu haya tenido uno de sus típicos viajes en ese momento o de lo contrario no iba a poder explicarle el porqué no le podía quitar la vista de encima.
—Ya volví —anunció para tomar asiento— y recordé todo.
—Muero por escuchar —respondió, sintiendo que los nervios volvían a él.
Respiró profundamente para tratar de calmarse y disimular lo mejor posible su preocupación mientras comía con Pascu. Quería olvidar el tema pero le era imposible ya que cada vez que veía a los ojos al contrario, esa sensación extraña lo volvía a invadir, por lo que trataba de evitar cualquier contacto visual con él.
—Gracias por la comida —dijo con una sonrisa una vez que los dos salieron del restaurante.
Rodri solamente asintió con la cabeza pues nuevamente le era imposible decir algo. Era frustrante y no sabía qué hacer al respecto, solo sabía que si miraba a Pascu algo dentro de él se empezaba a sentir extraño.
Esa tarde de otoño teñida de ámbar, Rodri solo podía pensar en una cosa: «¿qué demonios me pasa?»
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