Es difícil recordar cuándo comenzaste a sentir algo especial por otra persona, abandonando la inocencia que nos caracteriza de niños para adentrarnos en el complejo mundo del amor.
Olivia tenía unos 12 años cuando aquello ocurrió, el candidato era un chico nuevo inglés que había sido transferido a su colegio, Tom Perry. Por aquel entonces Olivia era una chica común con una fijación preocupante por las telenovelas, el boom de la historia de vaqueros que se enamoran de las hijas de la familia a la que quieren destruir estaba en su apogeo y Olivia había empezado a adquirir un concepto bastante dramático de cómo era enamorarse, y lo que había que sufrir para conseguir un final feliz.
Cuando sus padres le notificaron aquel verano que se mudaban a un pueblo del interior, Olivia lo vio claro, invitó a Tom a la feria del pueblo y, subidos en la noria, le confesó que le gustaba, para acto seguido comentarle que aquella declaración ya no valía de nada puesto que se marchaba en unas semanas. En su mente, Olivia entendía que estaba dando un punto de partida a una incipiente historia de amor en la que, tras idas y venidas, y superar miles de obstáculos, acabaría con Tom Perry de la mano, pero Tom solo tenía 12 años y las hormonas revolucionadas, por lo que aquella confesión solo se convirtió en algo de lo que vacilar en tiempos futuros con sus amigos.
A las tres semanas la familia de Olivia se mudó a un pequeño pueblo de interior, aquel pueblo apenas tenía 1500 habitantes, un colegio que solo llegaba a 2º de la ESO e infinidad de calles sinuosas empinadas. Olivia estaba devastada, odiaba aquel pueblucho, había cambiado una ciudad de costa con un montón de oferta de ocio y un McDonalds por aquel sitio que no tenía ni un cine. Si ella supiese todo lo que aquel pueblucho le tenía preparado...
El colegio empezó a los pocos días, Olivia era bastante afable por lo que no le costó encajar, aunque de inmediato se dio cuenta de que era la rarita de aquel sitio. La mayoría de sus compañeras de clase estaban mucho más desarrolladas que ella, tanto en actitud como fisicamente, Olivia era lo que en aquel entonces consideraban "plana" , un hecho que la pillo totalmente por sorpresa ya que con 12 años ni siquiera sabía que ya tenía que tener pecho. A parte de esto, sus gustos distaban mucho de sus nuevos compañeros de clase, a Olivia le gustaba el cine de cualquier género, la música de Avril Lavigne y todavía jugaba a las barbies en secreto, todo lo contrario a la gente de aquel pueblo que parecía tener una fijación para la música "cani" y cuyo mayor entretenimiento era ir a beber al parque, pero a pesar de ello se adaptó bastante rápido, las ventajas de ser un crío.
No volvió a saber de Tom Perry, y eso que ya había móviles en blanco y negro y ella se había asegurado de dejarle su número grabado, pero Tom Perry había dado rienda a la testosterona hacía ya tiempo. Lo bonito de la adolescencia es que puedes sufrir con intensidad por alguien y estar perfectamente en un par de días, y eso fue exactamente lo que le ocurrió a Olivia.
Al cumplir los trece años, Olivia ya tenía un grupo inusual de amigas, le costaba entender cómo encajaban entre ellas, pero de algún modo lo hacían.
Por un lado estaba Elena, la más adelantada de su grupo, Elena era increíblemente guapa y llamativa, se había desarrollado antes que el resto y ya tenía un novio de 18 años, el cual tenía coche y las llevaba de paseo, aquello, a pesar de ser una ventaja, aun sorprendía un poco a Olivia. Elena era bastante rebelde, siempre discutía con profesores y compañeros y hacía, básicamente, lo que le daba la gana, lo que en secreto fascinaba a Olivia.
Leticia era la más recatada del grupo, también era medianamente nueva , se había mudado un año antes que Olivia, apenas hablaba y tenía pinta un poco de empollona, no obstante Olivia y ella se habían hecho muy amigas, vivían cerca y quedaban por las tardes a escuchar música. Olivia le había enseñado un montón de grupos de rock alternativo a Leti, como todos la llamaban, y al ver que a esta le gustaban se había adherido a ella como una lapa.
Sofía por su parte era la mediadora del grupo, Sofía no estudiaba en el mismo colegio que las chicas, ya que sus padres la habían inscrito a un colegio privado en el pueblo de al lado, pero era amiga de la infancia del resto, Olivia y ella se volvieron inseparables desde el principio, se contaban todos sus pensamientos y secretos, fue una conexión instantánea, aunque Olivia lamentaba no poder verla a menudo, siempre estaban pendientes la una de la otra.
Por último estaba Abril, Olivia y ella tenían una relación amor-odio, Abril era muy similar a Olivia, le gustaban las mismas cosas pero siempre estaban discutiendo, a Olivia no le gustaba lo bocazas que era Abril, pero apreciaba sus gustos en común, Abril envidiaba que Olivia hablase tanto y se llevase bien con todo el mundo, pero sabía que podía confiar en ella. Tenían una amistad por temporadas, dependiendo del día eran mejores amigas, y en otras ocasiones se dejaban de hablar a la menor disputa.
En genérico se podría decir que la mayoría de ellas eran bastante pringadas pero, ¿quién no los es con 13 años?, mientras Elena pasaba tiempo con Roberto, su novio, el resto de amigas se preguntaba cuándo conocerían a alguien o cómo lo harían si en el pueblo apenas habían chicos, no obstante, ese no era un problema para Olivia que ya había puesto sus ojos en Marco...
Marco era un chico muy tímido de su clase, se sentaba en última fila y aunque hablaba con todo el mundo a Olivia siempre le daba la impresión de que estaba muy solo. Su piel era muy blanca, lo que destacaba aun más con su pelo negro y sus grandes ojos verdes, aquella mirada melancólica era la que la había atrapado. Olivia era totalmente inexperta en temas del corazón, por lo que decidió pedir consejo a sus amigas sobre cómo abordar el asunto.
- Me estarás vacilando, cómo te va a gustar Marco - decía Abril entre risas.
- No te rías Abril, Olivia lo está diciendo muy en serio - rebatió Sofía.
- Jajajaja y parecías tonta cuando te compramos Oli - dijo Elena con Malicia
Olivia notaba como su cara se iba enrojeciendo y el calor invadía su cara.
- No os riais - susurró- lo cierto es que no sé qué decirle...
Al final Leticia, que nunca intervenía en esos temas, se atrevió a decir algo.
- Si te gusta mucho, al finas acabarás encontrando la manera de hablarle.
- Y ¿cómo sé si me gusta mucho?
- Simplemente lo sabrás...
Aquella conversación no había servido de mucho, claro que le gustaba, le parecía guapo, simpático, era muy deportista, lo complejo era determinar cuánto es mucho, o al menos lo suficiente como para no poder evitar decirle a alguien lo que sientes.
Olivia intentó las siguientes semanas hablar más con Marco, saber qué le gustaba, si eran compatibles, se ve que ser compatibles era un dato fundamental en todas las relaciones amorosas que había visto Olivia en el cine y según había leído en un par de revistas SuperPop. Marco siempre le sonreía pero apenas mantenían una conversación larga, aquello la amargaba y a la vez la volvía loca, hasta que un día no pudo más...
- Marco, ¿tienes un segundo después de clase? - preguntó Olivia casi en un susurro.
- Pues, supongo que sí, ¿por qué?
- Querría comentarte algo.
Marco la miró extrañado, pero no le preguntó nada más en ese momento, simplemente le prometió que la esperaría después de clase y la acompañaría a su casa, ya que vivían en calles paralelas al final del pueblo.
Cómo olvidar que vivían en calles paralelas. Por las mañanas, Olivia salía de casa antes de tiempo, empezaba a andar al colegio muy despacio, entreteniéndose lo máximo posible para encontrarse de manera totalmente casual con Marco, así todas las mañanas realizaban el trayecto juntos, ella hablaba sin parar y él se limitaba a contestarle con monosílabos siempre acompañados con una sonrisa.
Cuando Olivia salió de clase y tras despedirse de sus amigas, las cuales le intentaron dar el mayor ánimo del mundo con miradas rápidas y risitas tontas, vio como Marco la esperaba apoyado en la pared. Sus mechones negros caían de manera desordenada por su frente, este los miraba pensativos, como si quisiera averiguar algo más allá de ellos pero le fuese imposible dar con la clave, al ver a Olivia volvió a su mirada melancólica de siempre y le sonrió.
En el camino Olivia iba callada al igual que Marco, sabía que tenía que armarse de valor, pero no le salían las palabras, el tiempo parecía ir muy deprisa mientras intentaba encontrar el coraje para decirle cómo se sentía, al llegar al kiosco azul y amarillo que vaticinaba que solo quedaba una calle hasta la casa de Marco, Olivia se giró de manera abrupta.
- ¡Me gustas¡ - soltó al fin, sin medias tintas.
- ¿Cómo has dicho? - preguntó Marco con una evidente expresión de sorpresa en su cara.
- He dicho - carraspeó Olivia - que me gustas...
- Pero si apenas me conoces Olivia - suspiró Marco.
Aquella frase le sentó como un jarro de agua fría a Olivia, no tanto por el rechazo evidente, si no porque sabía que él tenía razón, en aquellas mañanas que habían compartido trayecto, ella le había contado infinidad de cosas, pero él solo se había limitado a responder con una sonrisa, no sabía que le gustaba, si tenía un color favorito, sus hobbies... ahora que lo pensaba en frío apenas sabía nada del chico que tenía delante.
- Tienes razón - dijo Olivia con la sonrisa más forzada que había esbozado jamás - te propongo una cosa, ya que no te conozco, que tal si me dejas ser tu amiga y luego ya veremos.
- No será un poco injusto para ti, si te gusto, que solo te deje ser mi amiga - preguntó Marco con una voz una tanto triste.
- No, aparte, quizás si te conozco bien me dejes de gustar, pero al menos seremos amigos - rió Olivia, y al fin pudo escuchar la risa de Marco.
Pasaron todo ese año hablando, era el boom del chat del Messenger y Olivia y Marco se pasaban horas y horas escribiéndose, y cuanto más sabía de Marco, más se enamoraba Olivia de él. Marco era un chico solitario, sus padres, aunque vivían juntos, llevaban separados los últimos tres años, aunque eso solo lo sabían ellos y Marco, el cual veía como no dormían juntos, ni apenas se hablaban a lo largo del día. Al ser hijo único no tenía nadie con quién hablar de aquellas cosas y se había encerrado un poco en sí mismo. A Marco le gustaba el fútbol y salir con sus primos que también eran del pueblo, aunque Olivia no les conocía.
Durante todo este tiempo, Olivia ponía estados de canciones que le recordaban a Marco esperando que él se diese cuenta, pero él nunca preguntaba, aunque aquello le dolía, le alegraba saber que Marco confiaba en ella y que al menos tenía una amiga. Cuando éste no soportaba la situación en su casa, Olivia iba al kiosco a por helados y se sentaban juntos en el banco del parque que había junto a sus casas. Apenas hablaban en esos momentos, pero Marco agradecía siempre su compañía.
Un día, mientras Olivia escuchaba e intentaba descifrar la letra de una canción de Linkin Park a solas en su habitación, escuchó el sonido de una nueva notificación del Messenger, era un mensaje de Marco, hacía tiempo que no se ponía nerviosa al ver esa pequeña burbuja que anticipaba que tenía un mensaje de él, no había dejado de gustarle ni mucho menos, pero tenían la suficiente confianza como para no estar incomoda o nerviosa a su alrededor. Al abrir el mensaje se quedó un poco desconcertada <<dentro de 10 minutos te veo en el parque, tengo que hablar contigo>>, era bastante tarde por lo que Olivia tuvo que inventar un disparate a sus padres para poder salir a esas horas.
Cuando llego al pequeño parque que solo contaba con un columpio, dos balancines de animales y un pequeño barco de madera con tobogán y pared rocosa en el centro, vio a Marco al fondo, dando vueltas pensativo.
- ¿Estás bien Marco?¿Ha pasado algo? - Marco solía estar siempre tranquilo aún cuando algo le perturbaba, por lo que verle tan nervioso preocupó a Olivia.
- ¡Ah ya estás aquí Oli!, si yo...si, si todo bien, si - parecía tan nervioso que Olivia, instintivamente, tocó su brazo para calmarlo, ante este gesto Marco se detuvo en seco y la miró repentinamente a los ojos, tenía la mirada clavada en ella, era la primera vez que él la miraba de aquella manera, tan fijamente, lo que hizo que esta vacilase y le soltase el brazo. Sorpresivamente antes de que su brazo se apartase del todo, Marco tomó su mano.
- Sabes Oli... - dijo Marco en una tono suave, parecía haber recobrado la compostura, aunque Olivia apenas se había percatado ya que tenía los ojos fijos en su mano, la cual aun sostenía Marco - estaba en casa y me ha pasado una cosa super tonta, y mi primer pensamiento ha sido la cara burlona que pondrías cuando te lo contase mañana - sus palabras eran lentas, parecía como si decir aquello le dejase sin energía, Olivia podía notar como empezaba a sudarle un poco la mano - y entonces me he dado cuenta que, ya esté contento, o triste, o me pase la cosa más absurda del mundo, lo único que quiero es compartirlo contigo...
Al escuchar esa frase Olivia al fin pudo mirarle a los ojos, aquellas palabras la habían tomado totalmente por sorpresa, llevaba un año siendo su amiga, su amiga sincera, aunque siempre esperaba algo más, hacía algún tiempo que había perdido un poco las esperanzas, pero le valía su compañía. Ahora él estaba allí, diciéndole unas palabras totalmente inverosímiles para ella. Marco dio un pequeño paso hacia ella, acortando el espacio entre ellos, Olivia podía ver claramente sus preciosos ojos verdes, nunca había tenido la oportunidad de verlos tan cerca, eran de un color verde intenso, pero con un toque ligero de gris, como si la melancolía que le caracterizaba fuese una parte intrínseca de él.
- Al final, te has convertido en mi amiga y al que le has terminado gustando has sido tú a mí - susurró - discúlpame, estoy nervioso - dijo torpemente con una sonrisa.
- No lo estés - y sintiendo un subidón de confianza, se acercó sin previo aviso a él y lo besó.
Aquel era el primer beso de Olivia, la cual estaba bastante sorprendida de varias cosas mientras sucedía este hecho, en primer lugar de lo lanzada que era, siempre pensó que en estos casos se sonrojaría o tendría que esperar a que el chico la tomase en sus brazos, pero Olivia se había dado cuenta que ya había tenido la paciencia suficiente, en segundo lugar, de lo bien que parecía dársele aquello de besar a alguien, y por último en la vergüenza repentina que le estaba dando aquello. Cuando sus labios se separaron, Olivia no sabía dónde esconderse, se giró de manera precipitada y, sin mirar a Marco directamente, le dijo que al día siguiente se verían para ir al colegio mientras se dirigía a toda velocidad a su casa.
Cuando entró en su habitación Olivia estaba roja como un tomate, aquella noche tuvo fiebre y una sonrisa bobalicona en la cara que le fue imposible borrar a pesar de los sudores.
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