[24 de agosto, 2016]
Loki y yo nos conocimos hace casi diez años en la panadería de mi tío, aquella a la que yo había ido a ayudar por primera y única vez en mi vida.
Era un día nublado, pero sin lluvia, lo recuerdo porque yo llevé paraguas aquel día, no lo necesité y lo olvidé, así que al día siguiente tuve que volver por el a la panadería, solo para volver a encontrarme con Loki.
Me pareció la criatura más preciosa que jamás vi en mi vida entera. Nada se le comparaba.
Su cabello era negro.
Un negro brillante y sedoso que rozaba sus mejillas y acariciaba suavemente la curvatura de su cuello, allí en donde iniciaban sus hombros.
Sus ojos eran del color de la selva.
Llenos de la pureza de ésta, y repletos de un exótico misterio.
Su piel era suave, cándida, del color de la leche. Con solo verla me adormecía y me hacía bajar la guardia.
Siempre que lo tenía cerca me parecía que tenía un aroma como a menta y yerbabuena, y su gusto por el color verde no ayudaba mucho a quitarme esa idea.
Fuimos amigos por un corto tiempo, y es que en realidad, al conocernos, ambos sabíamos que esa amistad no iba a durar como tal por mucho.
Al conocernos me di cuenta de una cosa.
Me di cuenta de que amar era hermoso y sencillo. De que el amor no era dolor en lo absoluto.
Puedo prometerlo.
¿Quieres que lo haga?
Lo haré.
«Enamorarse y amar es hermoso y fácil. Te lo juro. Por todo lo santo y todo lo divino. Por Loki».
Eventualmente, y tal y como ambos sabíamos, nuestro primer beso no tardó demasiado en hacerse presente.
Fue algo torpe, brusco y rápido.
Fue un desastre.
Fue SU desastre.
Pero el segundo, MI beso, fue perfecto.
Fue todo lo que quise desde que lo vi pidiéndome cinco panes al otro lado del mostrador.
Fue todo lo que él quiso desde que yo le di los panes con uno más de regalo.
Cuando nos hicimos enamorados aún teníamos mucho por conocer el uno del otro.
A veces nos encontrábamos tan diferentes, de verdad tanto, que éramos como dos polos opuestos que se complementaban y hacían un todo perfecto.
Sin embargo, habían pequeños detalles, detalles tan insignificantes como el hecho de que a lo largo del día, para satisfacer la sed, no tomábamos otra cosa que no fuera manzanilla con limón sin importar la hora. O que solo comíamos helados de chocolate y hielo. O que nunca tomábamos la leche con azúcar.
Esos pequeños detalles que nos hacían tan extrañamente idénticos, tan extrañamente gemelos.
La primera vez que nos tocamos fue dos años después de habernos hecho enamorados.
Teníamos diecisiete en ése momento, y una película de acción con escenas eróticas se convirtió en la bomba que hizo explotar nuestros deseos más instintivos.
No llegamos al «Final» del acto, tan solo nos masturbamos, y así seguimos por unos cuantos meses más.
Después, y de nuevo, fue él el que tomó la iniciativa para ir un poco más allá cada vez.
Un poco más profundo, un dedo más, algo más, solo la punta, solo la mitad, solo hasta ahí, más lento, mucho más lento… todo de una… rápido… fuerte… duro.
Cuando yo estaba con él, en la situación que fuese, siempre sentía que estaba haciendo lo correcto. Siempre sentía que estaba haciendo las cosas excepcionalmente bien. Siempre sentía que estaba todo perfecto.
Él me miraba, con esos ojos tan bonitos y tan adictivos, esos ojos de selva, y yo me sentía el hombre más bueno, el más perfecto, el más intachable, el más afortunado… de absolutamente TODO el universo.
Mis pensamientos siempre estuvieron dedicados para él desde el día en el que lo conocí.
Era como si toda mi vida lo hubiera esperado solo a él.
Era como si yo existiera solo para y por él.
Y si alguna vez me reí de las telenovelas cursis y románticas en las que los protagonistas eran almas gemelas que se habían unido por obra del destino y que darían la vida el uno por el otro… al conocerlo, al besarlo, al hacerle el amor, al estar entre sus brazos y entre sus piernas…
Dios…
Loki es mi todo ahora.
«Tú lo sabes».
Loki es mi amado ahora.
«Tú lo sabes».
Loki es mi esposo ahora.
«Sé que tú lo entiendes, Dios».
Así que… por favor, por favor, POR FAVOR.
«Te suplico…».
«Te imploro».
No permitas que ésta enfermedad acabe con todo esto.
Tú que haces lo que haces por amor.
«Por favor, Dios».
Que los resultados de éste nuevo examen no lo arruinen todo.
Que la terapia adyuvante haya funcionado, por favor. Por favor.
Merci pour la lecture!
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