Recibe la décima carta en el mes. Le suplica por una respuesta. Su amor, escribe, es tan incondicional como el de un perro, pero muere famélico y ya no sabe cómo sostenerlo en pie. Ansia el calor de sus manos. Afirma no poder soportarlo más. Las formas de las letras se desvirtúan. Cualquier cosa es peor que una espera que parece no dar con su final. Después de todo, la sociedad siempre hablará mal de los amantes. Ya sea por envidia o por falta de un verdadero corazón capaz de arriesgarse. Suena convencido y convincente. Más que nada: desesperado.
Se sienta a escribirle una respuesta: ha muerto hace 15 días. Neumonía. No sé si ella estará en algún infierno en particular pero estoy seguro de que te ha dejado en uno. Se muerde los labios con insistencia, la mirada fija en el papel. No soporta seguir escuchando al cartero golpear. Dejar los rastros de un amor que no fue el suyo y que se mantuvo a lo largo de todo su matrimonio. Es decir, 5 años.
Sobres amarillentos que pasan por debajo de la puerta. Es casi como si abandonara su cadáver día tras día. Se sienta junto a las penumbras, a destrozar con uñas y dientes. Quiere ver sangre y piel desgarrada en jirones. Casi puede escuchar el llanto del hombre. Deleitarse en él.
En cambio escribe que pronto, que sea paciente, que la alumbre desde la distancia, que esas cartas son lo único bueno que le queda, que por favor le escriba, que nunca deje de escribir.
A eso se aferra: a los amores que no le pertenecen.
Nunca dejes de escribir Jeon Jungkook.
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