POV Eleonora
—¿¡Qué diablos te pasa por la cabeza!? ¿¡Acaso te crees inmortal!?
Intenté bajar mi tono de voz, ya que mi candidato se cubrió las orejas con sus manos.
—¿Por qué hiciste eso otra vez en mitad de una batalla? Si no fuera por mí ya estarías muerto. Casi te parten la cabeza a la mitad con un hacha.
Molesta, seguí regañando a mi candidato durante varios minutos más.
Ya estaba cansada.
¿Cómo puede ser tan idiota? A este paso morirá antes de cumplir su venganza.
De pronto, una fuerte brisa helada nos golpeó e hizo que mi candidato se cayera.
Su caída fue torpe, tanto que me termino soltando y quede en contacto directo con el suelo.
Aun estando en mi forma de espada, sentí como todo mi cuerpo se congelaba.
—¡Oye! Apresúrate y guárdame en la vaina. Necesitas retomar el camino cuanto antes o moriremos congelados aquí.
Soltando un largo suspiro, el candidato se levantó y fue tambaleándose hacia mi dirección.
—No olvides revisar bien lo que traen esos tipos. Podrían tener algo útil para tu supervivencia. Si no estoy mal… ¿Los humanos necesitan comer 3 veces?
Recogiéndome con sus manos, el candidato me guardó y asintió con la cabeza.
—Oye… ¿Sabes algo?
Mientras él estaba saqueando los cuerpos sin vida de los bárbaros, no pude evitar querer hacer una pregunta.
Sus ojos se desviaron hacia la vaina de su cintura a la vez que seguía comprobando en detalle a los cadáveres.
Últimamente, su actitud hacia mí es indiferente. Escucha mis órdenes, pero no responde con palabras mis preguntas.
En un principio no me molestó, hacía más fácil la cooperación y si terminábamos esta tontería pronto, podría ver a mis hermanas en la hora sagrada de este siglo.
Me considero una espada bastante compresiva, así que le he dado unas buenas semanas para que mejore su actitud, pero para mi suerte… iba todo a peor.
Su rostro ya no tenía ningún brillo ni motivación. Era como un cuerpo sin vida cuyos ojos estaban vacíos.
Su cabello negro era bastante largo y estaba hecho todo un desastre.
Tener cabello largo solo estorba en las batallas, no entiendo por qué no se lo cortaba.
¿Debería darle la sugerencia?
Me empezaba a preocupar, ya que esa actitud hacía que en los combates arriesgará demasiado su vida más de la cuenta como si no tuviera miedo de ninguna consecuencia.
Traté de que mi tono fuera amistoso y le dije:
—Tienes que cuidar tu cuerpo. A este paso no lograrás tu objetivo rápido. ¿Has pensado en cortarte el cabello? Creo que por eso no viste a aquel niño que…
—Eleonora.
A mitad de mi discurso, la palabra que dijo me sorprendió.
¡Sabía hablar todavía!
Pensé que se había vuelto loco. Tal vez si le enseño bien podría alardear de él con mis hermanas.
Emocionada, di la siguiente orden:
—¿Ves a esos tipos de allá a lo lejos? No nos ven desde esta distancia. Te puedo guiar para que los matemos y veamos si son las personas que estás buscando. Son un grupo algo grande, pero con magia será fácil. No uses aura porque tu cuerpo…
Escuché un chasquido de lengua antes de que terminará de dar mi discurso.
¡Este desgraciado!
Sentí que iba a explotar de ira por su actitud, pero me controlé.
Fue allí donde de pronto recordé algo importante.
¡Cómo no lo había pensado antes!
Sintiéndome un genio, traté de hablar nuevamente con él en un tono más maternal.
—Eh... Candidato, supongo que estás pasando por esa etapa que los humanos llaman adolescencia...
Hice una breve pausa para observar su reacción.
Al parecer, seguía revisando en detalle aquellos cadáveres.
—¡Tranquilo! Yo lo comprendo. Tengo más experiencia de la que te imaginas. No lo había pensado antes porque tienes unos... ¿135 años? ¿O… eran 123? Bueno, no importa. ¡Estoy aquí para que me cuentes tus...!
—Eleonora, es suficiente.
Un tono seco y directo interrumpieron mis dulces palabras.
—¿Qué?
¿Cómo se supone que las madres humanas lidian con esto?
¡Se supone que esta es la parte en que él me escucha y se abre hacia mí!
¿Lo golpeo?
¿Se arreglará todo si le doy unos cuantos golpes?
¡Llevo demasiado tiempo soportando este juego infantil!
Terminando de revisar los cadáveres, al parecer lo único útil que encontró fue un pedazo de pan verde.
Le dio una mordida sin pensarlo dos veces.
—¡Oye! ¿Qué haces? Eso es peligroso. Puedo protegerte en el combate, pero si destruyes tu cuerpo así…
—¿Cuál es mi nombre?
Sorprendida por su repentina pregunta, me quedé sin respuesta por varios minutos.
El sol dentro de poco iba a caer.
La noche sería mortal para él si no encontraba un lugar en el cual refugiarse.
Este no era un momento para que ambos nos pusiéramos a discutir de cosas tan triviales.
—¡Candidato! ¡Tienes que seguir a esos bárbaros que están a varios metros de nosotros ahora! Recuerda tu objetivo, tienes que matarlos y ver de paso si hay un lugar donde pasar la...
—¡Eleonora! Di mi nombre.
La insistencia de esa pregunta me agarró por sorpresa.
¡Se supone que esto no iría en esta dirección!
Tenemos que matar al enemigo y refugiarnos. ¡No jugar a recordar cosas innecesarias!
¿Por qué los humanos son siempre candidatos tan complicados?
A veces todo marcha bien, pero a veces de la nada dan un giro de 180 grados.
¡No los entiendo!
—No me moveré de aquí si no me respondes.
Soltando esa declaración, enderezó su espalda y se quedó parado como una estatua.
Parecía que hablaba en serio.
¡Demonios!
Si no me apresuro, su vida correrá peligro. Perderemos a nuestros enemigos y pasaré una noche horrible en este lugar.
¡No puedo permitirlo!
Buscando en mis recuerdos, traté de sacar a flote el momento en que él y yo hicimos el contrato.
Familia de espadachines… Matrimonio… ¿En qué parte era…?
Fue allí donde, pasados varios minutos, dije su nombre.
—Ludius.
Hubo silencio.
¿Me había equivocado?
Siempre he tenido buena memoria y una muy excelente noción del tiempo. Me resulto extraño no haber recordado con exactitud su nombre.
Aunque me llevará varios minutos recordar algo, me resulto muy extraño no haber acertado.
¡Agh! No es tiempo de ser egocéntrica.
Traté de indagar otra vez en mis memorias y por las dudas solté otro nombre.
—¿Marcus?
No hubo ninguna respuesta.
¿¡En serio íbamos a jugar este ridículo juego!?
¡Quién pone su vida en riesgo es él, no yo!
Por más frío que pase en esta forma, no puedo morir de hipotermia ni de ninguna de esas enfermedades raras de las que sufren los humanos.
No había razones para que yo siguiera jugando este juego donde parecía que él trataba de hacerme sentir culpable.
Decidí quedarme callada durante varios minutos, mientras observaba de reojo como se alejaban los bárbaros de nosotros.
Cada vez más kilómetros nos distanciaban. Dentro de poco les perdería el rastro si se seguían alejando o si pasaban por algún obstáculo que obstruyera mi visión.
Los nervios empezaron a invadirme y empecé a decir todos los nombres que me venían a la cabeza.
—¡Jorge, Jarvis, Wilson, Peter, Juan, Robert, Cristian…!
Seguí así durante varios minutos, hasta que finalmente él alzó la voz.
—Cállate.
Esas repentinas palabras quebraron mi paciencia.
—¿Qué…? ¿Qué te pasa?
Tartamudeé alterada, pero seguí con mi discurso:
—Soy la única que se preocupa por ti, ¿es así cómo me lo agradeces? ¿¡Acaso tus padres no te enseñaron modales!? Si es así ahora mismo voy a volver en mi forma…
Lágrimas.
Antes de que me diera cuenta, varías lágrimas empezaron a caer del rostro de mi candidato.
Vi como trataba de mantener sus lágrimas a raya frunciendo el ceño, pero para su mala suerte, era como tapar una cascada.
Debido al fuerte, sus lágrimas se congelaban al poco tiempo que tocaban el suelo
¿Me habré excedido?
Supongo que las espadas somos diferentes a los humanos. A mis hermanas suelo hablarle con más severidad, pero nunca se han puesto a llorar de esta manera.
—¿No dijiste qué harías lo que sea por salvar a tu hermana?
Sin hacer ni un solo comentario, él me desenvainó en mi forma de espada.
—¿Eh? ¿Qué haces?
Sujetándome con sus dos manos, a punto hacia el suelo.
Sus manos temblaban, tal vez dudaba de lo que estaba haciendo.
Para nuestra mala suerte, cuando trate de ver en donde estaban nuestros enemigos, ya habían desaparecido.
Estábamos en grandes problemas.
Dentro de unas horas caería el sol y la noche en este lugar se convertiría en un infierno de hielo.
Quería avisarle de que teníamos que actuar ya, pero mis palabras no salían de mi boca.
La respiración del candidato era agitada.
¿Mis hermanas pasarán cosas parecidas con sus candidatos?
—Eleonora.
—¿Qué?
—Perdón.
No entendía la razón del porqué él se estaba disculpando.
Normalmente, él era muy egoísta. Solo escuchaba mis órdenes e instrucciones, pero nunca me daba las gracias.
Su único acto memorable conmigo fue darme este nombre, pero del resto… no tengo ningún recuerdo positivo con él.
En ese momento se me vino un consejo que me dio Eirlys hace muchos siglos.
No existe creación perfecta. Todos tenemos defectos.
—Tranquilo, estoy aquí para…
—Quiero romper el contrato.
Merci pour la lecture!
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