nefilimsoul Nefilim Soul

Una historia de amor que narra el inesperado reencuentro en el día de San Valentin. Reencuentro de un amor de antaño. Reencuentro de un amor de juventud. Reencuentro de corazones que nunca debieron separarse. Todos los derechos de los personajes a los creadores del ánime. La historia, así como el argimento son de mi autoría.


Fanfiction Anime/Manga Interdit aux moins de 18 ans.

#lgbt+ #Amordejuventud #reencuentro #Otabealtin #yuriplisetsky #oneshot #songfic #yoi #otayuri #romance #gl #fluff #drama
Histoire courte
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Aquí Estoy




Soltó un suspiro de cansancio dentro de su camerino, un camerino privado. Montado única y exclusivamente por y para él. El beneficio de ser uno de los modelo más cotizado del mundo.


Inició con su rutina para desmaquillarse. Conforme pasaba la suave esponja por su piel tersa notó las diminutas líneas de expresión que comenzaban a formarse en las esquinas de sus ojos.


Una mueca triste fue el resultado de su intento de sonreír a su reflejo.



Había pasado tanto tiempo ya... Años. Años y todavía sentía esa horrible vacío en su pecho. Ese hueco imposible de llenar que deja la ausencia.


La ausencia de un corazón... De su corazón.


Del corazón que le robaron sin miramientos y lo abandonaron después en algún paraje frío, desolado. Tal vez allá, en la cumbre nevada de alguna montaña en la cordillera de Altai.


"Espero que al menos lo haya tirado allí, ese lugar es hermoso, y no que lo haya tirado al desagüe... Aunque es lo más probable.... ¿Por qué?... ¿Por qué?" Pensó para si mismo sin dejar de ver tristemente su reflejo en el espejo iluminado.



Un toque en su puerta interrumpió el tren de sus pensamientos.


-¿Quién?-. Espetó seco.


-Tu conciencia, ¿se puede?-. Contestó la voz femenina que bien conocía, desde el otro lado de la puerta.


-No sé para qué preguntas si de cualquier forma vas a entrar-. Respondió desganado.


Mila entró y cerró la puerta a su espalda. Sonriente, se acercó a él colocando sus manos sobre sus hombros observándole a través del espejo.


-Fue un éxito. Vivienne está feliz con tu participación. Te dará un bono extra. Un muy buen bono extra yyy...-. Declaró ampliando cada vez más la sonrisa.


-No. Olvídalo-. Cortó su frase adivinando lo que venía, al tiempo que se apuraba en desmaquillarse.


-Pero si todavía no te digo...-. Replicó su amiga y mánager. Él le interrumpió de nueva cuenta.


-¿Un fiesta en mi honor? ¿En honor a mi próximo cumpleaños, en la que además se aprovechará para celebrar san Valentín? Olvídalo, ya me sé ese cuento. Es la misma mierda cada año en el mes de febrero... Y la respuesta sigue siendo no. No iré-. Rebatió, a la par que se colocaba tras el biombo para vestirse con su propia ropa.


-Sabes que tienes que ir, Yura. Relaciones públicas y todo eso. Además, la señora Westwood contrató a un Dj que sé que...-. Siguió tratando de convencerle.



No la dejó terminar:


-No. Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión. Me largo al hotel... ¿Relaciones públicas? Para eso te tengo, a ti y a Viktor. Desde que me metí en el mundo del modelaje, nunca, óyeme bien, nunca he asistido a alguna de esas putas fiestas. No sé qué te hizo pensar que esta vez sería diferente... Dile Vivienne que: "Gracias, pero no, gracias"-.


-¿Qué explicación le daré a la prensa, al resto de los organizadores? Hay muchas personas allá afuera esperando verte-.


-Pues no sé, Mila. Usa tu ingenio. Diles que tengo una uña encarnada con pus, que tengo diarrea, que... No sé, que me fui a follar con Chris Hemsworth... O no, sabes qué, mejor con Putin. Diles que me fui a follar con el presidente Putin, y si no te creen, diles que vayan a preguntarle a él-.


-Pero, Yuri...-. Insistió su amiga con dificultad mortificada por no poder convencerle y conteniendo la risa por sus ocurrencias.


Mientras, él seguía guardando rápidamente sus cosas en su bolso. Terminó y se encaminó hacia la puerta.


-No, Mila. Mi respuesta sigue siendo la misma: ¡No!-. Contestó por última vez, azotando la puerta a su espalda. Salió del recinto con ropa urbana y ocultando su rostro.


El beneficio de mantener un bajo perfil es que fácilmente podía mezclarse entre la gente. Se escabulló hasta la calle sin ser detectado por la prensa y caminó por las céntricas calles de Londres. Aun no caía la noche, la pasarela había sido de día a petición de la diseñadora y su staff creativo.


Llegó a una bonita plaza que ya había visitado en estancias anteriores. Sonrió internamente porque era una plaza muy pintoresca que mantenía los puestos de venta de comida y artesanías típicas de la zona. Le encantaba, de alguna manera le recordaba los mercadillos a donde solía acudir con su Abuelo cuando era pequeño.


Al tomar camino por el piso adoquinado, su sonrisa decayó. Los abundantes adornos de corazones, cupidos y todos esos símbolos alusivos a la fecha fueron la causa. El sitio congregaba un gran número de parejas de todo tipo.


Resopló con frustración. Pensó seriamente en irse a encerrar al hotel, le ponía de los nervios esa fecha. Más que la fecha, el festejo y, los jodidos recuerdos que ésta traía consigo.




"Hoy he vuelto a escuchar

Al silencio gritar

Tu nombre, tu nombre..."




Giró sobre sus talones, dio un par de pasos comenzando el trayecto de regreso hasta que creyó escuchar un nombre. Un nombre que no había vuelto a mencionar ni siquiera en sus pensamientos, se lo prohibió a sí mismo años atrás. Un nombre que le hizo parar en seco al instante.


Fue un susurro del viento quien lo trajo, un sonido apenas perceptible. Un susurro emitido por una voz muy parecida a la propia. La voz de cuando todavía era un niño aprendiendo a amar. El susurro clamaba:

"Otabek..."




En ese preciso momento, mientras intentaba recuperarse del torbellino de emociones que la sola mención de ese nombre provocaba, una pareja cruzó frente a él. Una pareja que llamó su atención. Una pareja especial.


Eran uno par jovencitos tomados de la mano. Uno de ellos con ojos verdes, bajito, de facciones finas, esbelto, de cabello rubio y largo hasta los hombros, parecía tener no más de dieciséis años. El otro, más alto que el rubio, musculoso, espalda ancha, de piel ligeramente tostada por el sol, ojos ligeramente rasgados y negros, cabello corto e igualmente negro, varonil; o tan varonil como cualquier joven que apenas alcanza la mayoría de edad podría lucir.


Ambos caminaban sonrientes, tomados de la mano, mirándose con adoración.



"Y comienzo a sentir

La nostalgia en mi ser

Sin poder evitar

Un lamento de amor sin fin..."




De pronto, el destino, fiel a la costumbre de burlarse de su pena, le arrojó a la cara una escena cuanto menos dolorosa para su memoria.


El jovencito más alto detuvo al pequeño rubio, lo tomó por la cintura con un brazo, al mismo tiempo que sacaba de dentro de su chaqueta negra una rosa roja y acariciaba con ella su mejilla dulcemente. Luego, se acercaba a su oído y le susurraba palabras que le hacieron sonrojar. Ni qué decir que el niño rubio asaltó los labios contrarios agradeciendo la bonita sorpresa. Escuchó claramente cuando el mismo chico exclamaba entre besos tiernos:



"-Te amo, te amo, Aibek-".



Comprendió entonces de dónde vino su confusión por el susurro anterior. Su pecho se contrajo por dentro dolorosamente arrancándole un jadeó entrecortado.



-¿Se encuentra usted bien, joven?-. Oyó una voz masculina, serena, a su derecha.


-¿Qué?-. Inquirió distraído, girando el rostro en dirección al hombre que le hablaba.



Al encontrar la cara del hombre, notó que se trataba de alguien mayor. El timbre de voz, la mirada serena, la caballerosidad y amabilidad con que se dirigía al hablar, el gesto pacífico, le recordaron de inmediato a su fallecido Abuelo.



-Le preguntaba si estaba usted bien... Está llorando, ¿se siente bien? ¿Necesita ayuda?-. Insistió el anciano.


Tocó su mejilla sintiendo la humedad. Sí, en efecto, sin darse cuenta, había comenzado a llorar. Limpió las lágrimas con el puño de su chaqueta. Por fortuna traía puestos los lentes oscuros y evitando hacer un ridículo mayor.


-Sí, gracias, caballero... Es... Son... Deben ser las alergias, ya sabe cómo es eso-. Balbuceó cabizbajo, sin entender el porqué se justificaba ante el desconocido.


-Entiendo... Espero que la alergia no sea por las rosas-. Agregó el hombre con una sonrisa comprensiva a la par que tendía hacia él una de las rosas rojas que había extraído del enorme ramo que cargaba en sus brazos.



-Tome... Feliz día-. Dijo.


-Err. No-no se moleste, gracias por la atención, pero, yo, no puedo aceptar, cómo cree... Su amada se va a molestar por no llevar el ramo completo-. Trató de rechazar torpemente, sintiéndose conmovido y con un nudo en su garganta agrandándose paulatinamente.


-Amado. Es mi amado esposo. Y por supuesto que no va a molestarse, por el contrario, él está esperándome en casa, sin embargo, le aseguro que si él viniera conmigo hubiera sido el primero en hacerle el obsequio... Ande, acéptelo. Digamos que es de parte del Amor... Del Amor, para usted-. Insistió una vez más.


-Gracias... Su esposo es muy afortunado-. Musitó con voz quebrada asiendo la bella flor.


-No, créame, yo soy el verdaderamente afortunado... Bueno, me retiro, joven. Que pase una linda tarde y, que encuentre pronto alivio a su... Alergia-. El desconocido se despidió logrando sacarle una sonrisa pequeña.


-Gracias, igualmente y... Feliz día para usted y para su esposo-. Siguió con la mirada al hombre que apresuró sus pasos perdiéndose entre las calles transitadas.



Dejó salir una exhalación temblorosa. Observó la rosa entre sus manos, inhaló su perfume y sonrió recordando las últimas palabras del hombre.


"Sí. Ojalá pronto pueda encontrar el alivio a mi... Alergia." Pensó con amargura.


No quiso buscar de nuevo a la pareja con la vista. No quería que le señalaran de acosador y, sobre todo, no quería correr riesgo de que le reconocieran.



~*~



"Y aquí estoy

Esperando por ti

Sin poder entender

Qué te hizo alejarte de mi..."




Siguió caminando por la plazuela. Fue inevitable que la nostalgia le invadiera.


Nostalgia de los días de ayer, de la felicidad de esos lejanos días.


Nostalgia de Él, de su amor por Él.


Nostalgia de su risa, esa risa ronca que únicamente salía cuando estaban juntos, en la soledad de sus habitaciones. Nostalgia de su respiración que quemaba como fuego al acercarse a su boca. Nostalgia de sus labios carnosos marcando su piel. Nostalgia del calor de su cuerpo, calor que le calentaba hasta el alma.


Nostalgia del amor que le juró sería para siempre.


"Y aquí estoy

Quiero ver si por fin

Te decides volver

Y creer que es posible empezar

Una vez más..."




Anhelo del aquél amor que ilusamente creyó sería eterno... Amor del que absurdamente aun guardaba la esperanza de que volviera.


Esperanza de que le buscara.


Esperanza de que le diera al fin esa explicación del porqué le abandonó sin razón aparente. Del porqué se alejó. Qué hizo él para ahuyentarle. Qué había de malo en él para que hubiera dejado de quererle.



Compró un chocolate caliente en uno de los pequeños establecimientos. Salió de la plaza y siguió caminando entre las calles de Londres que se avivaban conforme caía la noche.



~*~




Ingirió sorbo tras sorbo de la bebida caliente, sintiéndose ligeramente reconfortado con dicha calidez y el dulzor de la bebida.


Sin pensarlo, al menos no conscientemente, se detuvo frente a la entrada de una pista de hielo que había visto en sus anteriores visitas a la ciudad. Entró con una chispa de emoción en su estómago, no supo porqué, simplemente sintió que el lugar le llamaba.


Tenía años sin visitar una pista de patinje. Años. La última vez, el día del anuncio de su sorpresivo retiro a los dieciocho años.


Si alguien llegara a preguntarle del por qué esta ocasión se introdujo al lugar, culparía directamente a la nostalgia... O tal vez al chocolate... O a las alergias.


Casi temblando de emoción pidió los patines de su talla. Tardó un poco en seleccionar los adecuados, pero, bastó con que retirara la capucha de su chaqueta dejando descubierta su cabellera al igual que sus ojos, una sonrisa deslumbrante bien ensayada y las chicas que atendían se desvivieron por cumplir sus demandas.


Agradeció con un guiño y se dirigió a la pista. Quitó por completo su chaqueta deportiva anudándola en su cadera. La flor la dejó encargada a una de las chicas del mostrador. No había mucha gente dentro, salvo por las parejitas de jóvenes enamorados que festejaban el día.


Como si se tratase de una mala broma, se topó con el mismo par de chicos de la plaza. Rió con amargura y empezó a deslizarse por el hielo.


Había escuchado decir a varias personas que volver a patinar después de tanto tiempo sin hacerlo, era como recordar montar una bicicleta. Para él no... Para él fue como recordar montar una motocicleta.


A pesar del dolor por el triste recuerdo, sonrió para si mismo sintiendo a su cuerpo adoptar instintivamente las posiciones adecuadas en cada deslizamiento.


La pista comenzó a despejarse poco a poco debido a la selección musical que los altavoces dejaban oír. Se trataba de hermosas canciones románticas, de décadas atrás. Canciones de antaño que al parecer los más jóvenes no gustaban de ellas o les desconocían.


A él en particular le encantaban, porque, le recordaban su infancia al lado de su madre, cuando él hacía la tarea del colegio mientras ella preparaba la comida y tarareaba la letra de las canciones que emitían en la radio. Lo mismo ocurrió después, cuando fue a vivir al lado de su Abuelo.



Con más espacio disponible. Sus vueltas, al patinar se ampliaron; la velocidad aumentó también. Lanzando la precaución al bote de basura tomó impulso y realizó una pirueta sencilla, luego, un giro... Sonrió complacido por no haber perdido la habilidad, ni haberse roto la crisma en el intento.


En tanto seguía con su reencuentro con el hielo, oyó las notas de inicio de una de sus canciones favoritas, "Lost in Love" de Air Supply; una canción cursi, sí, pero no por eso menos linda.


Al dar media vuelta por la pista, llegó a sus oídos la voz del pequeño rubio. Echó un vistazo y les encontró apoyados en la barrera de contención. El chico rogaba entre pucheros a su pareja para que fueran a bailar al hielo. Captó un par de frases entre ellos. El rubio decía: "-Amo esa rola-". En tanto el otro, se negaba vehementemente a la petición arguyendo: "-Chiquito, sabes que no me gusta bailar, lo peor, no sé hacerlo y menos en patines-".


Río discretamente. Esos dos le causaban mucha ternura.


Una idea cruzó por su mente y se acercó a ellos sin pensar, las emociones le habían ganado. Carraspeó antes de decir:


-Disculpen, no pude evitar escuchar su... Plática y, emm... Me preguntaba si, te gustaría bailar conmigo. Esa también es una de mis canciones favoritas-.


El chico rubio le miró primero con el ceño fruncido. Ceño que se desdibujó para dar paso a un gesto de asombro. Por sus ojos vio el brillo del reconocimiento.


-Tú... ¿Eres Yu...?-. Preguntó a viva voz, por lo que tuvo que callarlo colocando su propio dedo sobre su boca.



Asintió al mismo tiempo que susurró un quedo: "Shht", a ambos, no quería que alguien más lo reconociera. Aunque, el pelinegro se limitó a verlo atontado de pies a cabeza con la boca abierta.



Yuri, instó:


-Entonces qué, ¿quieres bailar conmigo, o no?-. Repitió la pregunta con una sonrisa ladeada, reprimiendo la nueva punzada de dolor ante un vago recuerdo. Las mismas palabras, la misma pregunta dirigida a él por otra persona, con otra voz más grave y cargada de amor.


-¡Sí!... Sí, ¿verdad que sí puedo?-. Preguntó en dirección a su novio que asintió con un movimiento lento, éste no le quitaba los ojos de encima a Yuri, parecía hipnotizado.


Lo tomó de la pequeña mano y lo llevó al centro de la pista. Hizo la petición previa al chico que programaba el audio para que repitiera la canción. Al iniciar el intro nuevamente, preguntó a su pareja de baile:


-¿Cómo te llamas, Bonito?-.


-Ulrik-. Respondió el sonriente y muy sonrojado chico.


-Me gusta tu nombre, ¿eres de aquí, de Londres?-. Siguió.


-No, bueno, casi. Nací en Dinamarca, pero vine a vivir aquí desde los cinco años-.


-Ya... ¿Llevas mucho tiempo de relación con tu novio?-.


-Como novios, no, bueno, como medio día. Hoy acaba de declararse... Como amigos, un par de años. Es mi mejor amigo de hecho-. Respondió sonrojado e ilusionado.


La respuesta hizo flaquear un poco su sonrisa, las similitudes entre su historia y la de los jóvenes eran demasiadas. Solo esperaba que ellos tuvieran un final menos trágico. Aun así, siguió con las preguntas en tanto tomaba el cuerpo menudo entre sus brazos y comenzaban a danzar deslizándose sobre la pista.


-¿Él vive aquí, en Londres?-.


-Sí, él sí. Nació aquí. Su nombre es Aibek. Su mamá es uzbeka y su papá turco-. Contestó el rubio dirigiendo una mirada cargada de amor puro a su pareja.


-Hacen pareja preciosa. Cuiden mucho de ese amor que se tienen-.


-Gracias, lo haremos... ¿Y tú, no tienes pareja? En las redes sociales dicen que sales con un príncipe árabe, aunque... Te vi llorar en la tarde en la plaza, íbamos a acercarnos cuando el otro señor llegó a tu lado-. Dijo el bonito ojiverde con un puchero triste que le hizo sonreir. Bien podría pasar por su hermano pequeño.


-No, para nada, y lo de la plaza... Digamos que recordé a mi propio "Aibek", de cuando tenía tu edad... Cuando entregué mi corazón por primera y única vez-.


-Oh... Supongo que ya no está contigo-.


-Supones bien-.


-Pero, todavía lo esperas, ¿verdad?... Esperas que regrese a ti-. Dedujo rápidamente.


-Algo así-.


-Lo hará. Si era tu mejor amigo y te amaba, lo hará, estoy seguro-.


-Gracias por tus bueno deseos, Bonito... Anda, vamos a llevarte con tu novio antes de que me corte la garganta con un patín-. Contestó habiendo notado que la canción había terminado y comenzaba la siguiente.


-Oh, créeme, él es quien menos se quejaría. Mira la cara de idiota que tiene. Eres su Crush de toda la vida. Te aseguro que ha de estar ideando una y mil fantasías donde hace un trío con nosotros dos-. Afirmó burlón, para enseguida adelantarle y abalanzarse a los brazos de su novio.


Soltó una carcajada, divertido por el desparpajo del chico rubio. Se despidió de ambos dejando un beso en sus mejillas y se introdujo de nuevo a seguir cortando el hielo con sus pasos.



Más tarde, luego de poner su mente en blanco entre los giros, los saltos, las piruetas cada vez más complejos, hizo una pausa forzada. La causa, el continuo vibrar de su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón, anunciando llamadas y notificaciones.



Ya le tenían harto, ¿porqué no podía tener unos minutos de paz?


Se deslizó lentamente hacia la salida del hielo para revisar el aparato con mayor detenimiento. Leyó la cabecera de los mensajes sin abrir la aplicación. La mayoría de ellos de Mila y de Viktor, incluso de Sala. Todas las frases se resumían a:


"¿Dónde estás?"

"¿Dónde te metiste?"

"Necesito encontrarte"

"Comunícate"

"Urge que vengas a la fiesta"

"No vas a crees quién está aquí"

"Vino por ti"

"Te está buscando"

"Eres un necio"


Resopló y apagó el teléfono. No pensaba responderles y perder el poco buen humor que había recobrado.


Entregó los patines a las chicas que, como pago, le pidieron fotografiarse con ellas. Aceptó amablemente con la condición de que no las subieran a sus redes sociales de inmediato, para evitar que la prensa lo asediara.



~*~




Enfilándose hacia la salida se colocó su chaqueta, subió la capucha escondiendo su rostro. Ya era de noche por lo que no creyó necesario usar los lentes oscuros. Llamaría más la atención. Decidió en su lugar usar los lentes de lectura de armazón grueso.


Justo colocaba sus lentes a la par que daba un paso sobre la calle, cuando quedó petrificado. Los lentes resbalaron de su mano estrellándose en la acera.



"Hoy he vuelto a sentir

El deseo de hablar

Y decirte

Que te amo..."




Se topó de frente con una imagen que le perseguía hasta en sueños... Su corazón se desbocó. Su garganta quedó repentinamente seca. Su cuerpo comenzó a temblar.


Ahí, frente a sus ojos, al pie de la acera, estaba Él.



Él, con su típica chaqueta de cuero, apoyado en su flamante motocicleta. Luciendo como todas sus fantasías oníricas, aderezadas con un toque extra del sex apeal que dan los años.


Jadeó impactado, cubrió su boca con una de sus manos.



"Que no puedo olvidar

Esos días de ayer

Que hay momentos que ya

No me puedo calmar sin ti..."




Una tormenta de pensamientos y sentimientos se arremolinaron en su interior, girando de un lado a otro hasta de dejarle mareado. Trastabilló hacia atrás buscando apoyo. Afortunadamente alcanzó a llegar hasta la pared contigua.


Estaba alucinando. Sí, debía estar alucinando. Seguramente cayó en el hielo y estaba conmocionado. No podía ser real. Todo ese atracón de música melosa y la nostalgia hicieron su efecto pernicioso.


Recargó su espalda por completo en la pared. Cerró los ojos y comenzó a respirar agitadamente. Por desgracia, el aire se negó a entrar en sus pulmones.



-Yura, Bebé, ¿qué pasa? ¿qué te duele? ¿te llevo a un hospital?¿llamo una ambulancia?-. Oyó, como a lo lejos, la misma voz grave de sus recuerdos, ahora más profunda, más varonil.


Sintió un brazo musculoso afianzarlo por la cintura, una enorme mano cálida cubrir su mejilla derecha dando repasos suaves con el pulgar y enseguida... Enseguida una pared de calor se cernió sobre su cuerpo.


-Abre los ojos, Bebé. Déjame ver tus preciosas esmeraldas-. La súplica fue susurrada con dulzura.


Resollando todavía, abrió lentamente los ojos, con la mirada desenfocada.


-¿Es un ataque de pánico?-. Inquirió de nuevo el otro.


Asintió torpemente y entonces... Entonces, sin previo aviso, Él acortó la distancia... Y lo besó.


Lo besó con intensidad por unos segundos. Así como empezó, terminó. Le vio tragar saliva audiblemente y preguntar:


-¿Mejor?-. No se alejó ni un milímetro.


Asintió lento, ya recuperando la respiración. Internamente se preguntó cómo es que sabía de sus espororádicos ataques de pánico y sobre todo, se preguntó cómo sabía que besándole se iba a recuperar.


-Tú... ¿Qué...?¿Cómo...?-. Musitó apenas audible. No había notado las lágrimas que ya escurrían por sus mejillas y que Él limpiaba suavemente.


Como escena sacada de película cursi, resonó hasta el exterior una de las canciones programadas dentro de la pista de hielo: "Without You", interpretada por Mariah Carey, creando el telón de fondo perfecto para la explicación dramática del recién aparecido.


-¿Qué hago aquí? Vine a buscarte... Soy el Dj que contrataron para amenizar la fiesta en tu honor... ¿Cómo te encontré? Bueno, pues, tienes muchos seguidores, uno de ellos subió tu baile romántico con tu hijo o clon, no sé qué sea de ti el niño rubio, pero, se parece muchísimo. No debe tardar en llegar la prensa-.


-Sí, tengo que irme y... Gracias por la ayuda-. Trató de incorporarse y alejarse, sin embargo, el otro apretó el agarre en su cuerpo.



-Otabek... Por favor, tengo que irme-. Murmuró con su convicción tambaleando por la cercanía.


Necesitaba irse ya. Necesitaba encontrar estabilidad. Necesitaba... Algo, no sabía qué, pero no quería estar ahí más tiempo.



Se sentía dentro de un sueño peturbador. Tenía ganas de reír, llorar, gritar, golpear.



Quería patear ese enorme y precioso culo enfundado en esos jeans ajustado. Ese trasero abundante que seguía igual de bonito y antojable que cuando eran inexpertos, y luego... Y luego quería obligarlo a que lo follara hasta hacerle perder la conciencia, se lo debía. Se lo debía por tantos años de tortura y por haberlo dejado emocionalmente mutilado, incapacitado para enamorarse de nuevo.


Lo mataría después. Sí, lo mataría como hacen las mantis... Mataría a ese maldito cabrón que se aparecía sin más en su vida, tal como se fue. No pudo elegir otro día más jodido para reaparecer, no, claro que no. Porque así de perro malnacido era, lo hacía a propósito para dejarle marcado y traumatizado de por vida... Convertía su puta vida en un capítulo de novela barata, cursi y mal escrita.


Lo iba a patear. Sí, lo iba a patear hasta dejarle el jodido culo como trasero de mandril. A ver cómo carajo montaba la bonita motocicleta.


No cabía duda de que el la vida lo odiaba.


-No. No, por favor. No me alejes. Solo dame unos minutos, déjame explicarte. Necesito hablar contigo... Solo dame unos minutos y te prometo que después de que te diga todo, me desapareceré de tu camino y no volverás a verme jamás... Lo juro-. Insistió su amor de juventud.



-No hace falta que lo jures, sé que eres experto en desaparecerte sin dejar rastro... De cualquier forma no debo estar aquí más tiempo, no quiero que me encuentren los periodistas-. Casi se arrepiente de su hosquedad al contestarle. Casi. Sobre todo al notar esos hermosos ojos oscuros anegados de lágrimas.


Jodido chantajista. Masculló enrabiado para si mismo.


-¿A dónde vamos? ¿Quieres que te lleve a tu hotel?-. Inquirió solícito. Al fin lo soltó dejándolo descansar de su presencia asfixiante.


Cómo era posible que se pusiera más guapo y más... Más bueno con los años. No llegaba todavía a los treinta, pero, sinceramente, no a todo el mundo le caía tan bien la edad. Él lo sabía mejor que nadie debido al sector donde trabajaba. Y Él, para colmo de sus malditos males, se había convertido en la epítome de la guapura... Asquerosamente atractivo.


Divagó haciendo tiempo para encontrar una respuesta, aunque, exactamente igual que cuando eran adolescentes, su presencia lo desconcentraba.


-No... Bueno, sí. En mi habitación hay una terraza muy cómoda, ahí puedes decir lo que tengas que decir... De cualquier forma, supongo que será rápido, ¿no?-.



Lo intentó, de verdad intentó, no quería tratarlo así de cortante. No después de andar lloriqueando por años debido a su ausencia. No obstante, no podía, no podía controlarse, el dolor le ganaba tomando la delantera y contestando por él.


No era esa la forma en que había imaginado su reencuentro. Y, siendo sincero consigo mismo, no imaginó, ni por asomo, que sucediera algún día.


Trepó en la motocicleta sin ánimos de pedir un taxi. Hizo todo lo posible por no abrazarse a esa enorme y fuerte espalda que parecía llamarle a gritos para que la estrujase y se restregarse en ella.



~*~




Una vez ubicados en el estacionamiento subterráneo, bajó de un salto de la motocicleta, no permitió que Él le asistiera. Tampoco quiso que bajaran en la entrada porque probablemente los fotógrafos ya le esperaban afuera. Afortunadamente, en ese hotel había un elevador designado exclusivamente para los huéspedes de las suites más lujosas.


Llegaron a la habitación. Abrió y se encaminó directamente a la terraza. Sacó una cerveza de la nevera, la botella de vodka y los cigarrillos que había dejado Mila sobre la mesilla de la misma terraza la noche anterior.


Entregó la cerveza al invitado que le miraba entre nervioso y abstraído. Encendió un cigarrillo y se apoyó en la baranda acristalada dándole la espalda.


"Y aquí estoy

Esperando por ti

Sin poder entender

Qué te hizo alejarte de mi..."





-Listo. Habla lo que tengas que decir y vete-. Espetó mirando al horizonte.


Pasaron largos minutos en silencio. Incluso creyó que Otabek había optado por irse sin avisar, cuando el carraspeo ronco a su lado lo hizo dar un respingo.


-No voy a disculparme por haber terminado contigo-. Comenzó Otabek con su discurso, que fue cortado por la estruendosa carcajada sin humor de Yuri mientras negaba incrédulo.



Trago grueso, observándole con dolor. Respiró profundo, luego prosiguió:



-No voy a disculparme, Yuri. No voy a hacerlo porque lo hice por una buena razón. Tal vez ahora suene estúpido, suena estúpido ante mis propios oidos, pero, en el momento creí que era lo mejor... De lo que sí tengo que pedirte perdón es por haber sido tan cobarde, por haber tardado tanto en buscarte. Perdón por no haber cumplido mi promesa de estar contigo siempre. De no dejarte solo-.


-Hace mucho tiempo que te perdoné, Otabek. De hecho, nunca te guardé rencor por ello... Yo te amaba. Solamente quería conocer el motivo de tu alejamiento. Eras mi mejor amigo. Iba a aceptar cualquier respuesta, aunque me doliera, porque eras mi amigo primero que nada... Aceptaba que te hubieras arrepentido de nuestra relación, que yo ya no te gustara, que te hubieras hartado de mi, de vernos a escondidas por temor a tu familia. Pero te fuiste sin más, sin dar explicaciones... Fue un simple: "gracias por participar, suerte para la próxima", enviado por la aplicación de mensajería-. Tomó un largo trago a la botella de vodka.


-Me amenazaron para obligarme a dejarte-. Murmuró el otro, cabizbajo.


-¿Qué...?-.. Musitó extrañado, creyendo que había escuchado mal. Eso sí no se lo esperaba.


-Serik, mi hermano mayor, me escuchó hablando contigo en una de nuestras videollamadas. Oyó cuando profesaba que te amaba, y tú respondías igual. Además de los besos que me enviaste. Grabó todo con su móvil... En un principio no le dijo a mis padres, pero, ¿recuerdas que te comenté que me preocupaban sus amistades, porque éstas eran parte de un grupo radical musulmán?-.


Asintió estupefacto y enmudecido. Una vez que asintió, Otabek continuó:


-Pues parte de ellos estaban en Rusia, tenían contacto con miembros de la Federación de Patinaje de ese país y obviamente de Kazajistán. Miembros que formaban parte del mismo grupo... Ellos sabían todo de ti, Yura. Sabían cuán importante y prometedor era tu futuro. Así que, como yo era mayor que tú, creyeron que yo te estaba corrompiendo... Y yo dejé que lo pensaran-.



-¿Qué...? ¿Por qué? Eso no era cierto, no es cierto-. Exclamó con molestia.


-Acababas de cumplir los dieciocho años, Yuri, indagaron y hallaron pruebas de que llevábamos casi tres años de relación... Amenazaron con meterme a la cárcel, aunque realmente eso fue lo que menos me importaba, me preocupó más el hecho de que supieran dónde y cómo encontrarte. A ti y a tu Abuelo. Amenazaron con hacerles daño a menos que yo me alejara de ti. Eras alguien valioso, de renombre y laureado por tus logros desde muy pequeño, eras muy importante para tu país... Y yo no lo era tanto... Me golpearon y, terminaron por joderme la rodilla. No pude recuperarme. Bajé mi rendimiento y la Federación de Kajiztán me botó. Ni siquiera tuvo caso que mi entrenador denunciara ante las autoridades, debido a que una parte de ellos también estaba coludida. Arguyeron que, mi comportamiento atentaba contra la integridad de mi familia, de la religión, incluso contra el país... No conforme con arruinar mi relación contigo, mi carrera y mi reputación, Serik le contó a mis padres. Ese mismo día me echaron de casa sin nada más que lo que llevaba puesto-.


-Beka...-. Musitó sin saber qué más decir. Le creía, por supuesto que le creía. Había oído historias semejantes a lo largo de los años entre sus compañeros de trabajo y varios amigos de sus pripios amigos. El odio y la discriminación eran latentes aún en la actualidad, era el pan de cada día en muchas sociedades, en mucho países.


-No me arrepiento de nada, Yura. Yo estaba tranquilo, dispuesto a sortear cualquier obstáculo mientras a ti te dejaran en paz... Cuando me enteré que a los pocos meses de haber terminado nuestra relación habías dejado el patinaje y migrado a Italia, me dolió pensar que era por mi causa, sin embargo, al mismo tiempo, me alegré de que abandonaras ese país-.



-¡Dios! No me digas que tomaron represalias en tu contra por mi huida... ¿La tomaron contra ti?-. Inquirió alarmado. Otabek se limitó a sonreír con amargura y subir los hombros.


Jadeó impactado, indignado, mayormente sintiéndose dolido por su historia. La historia de ambos.




"Y aquí estoy

Quiero ver si por fin

Te decides volver

Y creer que es posible empezar

Una vez más..."



-No quiero que sientas lástima por mi, Yuri. Ni compasión, o algo semejante, esa no es mi intención... Si-si te estoy contando esto, es porque ahora te veo y, tengo la certeza de que estás bien. Sé que estás seguro, protegido, que tienes amigos que te aman y darían la vida por ti. Que no necesitas de nadie... Sé que, seguramente ya habrás encontrado a alguien que te ame, que te proteja como te mereces. Alguien que no sea un inútil y cobarde como lo fui yo. Alguien que te acompañe en todo momento. Alguien que te cuide como el precioso tesoro que eres, que siempre has sido. Alguien que sepa cumplir su promesa de estar siempre a tu lado... Y, bueno, yo... Era todo lo que tenía que decirte... Ya no te molesto más-. Dio la vuelta para dirigirse a la puerta de salida.


Yuri le detuvo, sus ojos se encontraron y vio las lágrimas rodando sobre la hermosa piel morena.

-¿Cómo sabes que estoy bien?-. Otabek entrecerró los ojos confundido por su pregunta. Respondió sin titubeos:


-Pues, porque he seguido tus pasos todos estos años a través de las redes sociales, la prensa, comentarios de conocidos mutuos-.



-¿Es la razón de que pienses que tengo a "alguien"?-. Insistió.


-¿No es así?-.


-No. No deberías creer todo lo que se dice sobre mi. A estas alturas pensé que ya tendrías aprendida la lección, después de lo que hemos vivido... No hay un "alguien", Otabek... No ha habido un "alguien" después de ti... ¿Por qué no me buscaste antes?-.



-Porque en aquel momento no sabía cómo ponerme en contacto contigo. Cancelaste tus redes sociales, tu correo electrónico. Tu número telefónico no era el mismo. Ni siquiera tus antiguos vecinos tenían idea de tu paradero. Tenía prohibido contactar con tus amigos también o acercarme a la pista de hielo donde entrenabas. No había manera... Me hubiera encantado ir a buscarte a Italia, pero, no tenía dinero ni para comer... Batallé mucho para poder salir de país, estuve trabajando como mesero en un bar y tiempo después me contrataron para amenizar el lugar con mi música. Desgraciadamente, todo el dinero que ganaba lo gastaba en curarme de las golpizas que me daban, continuaban acosándome... Así seguí, hasta que junté el dinero suficiente y me fui a Albania, con mis primos. Allá, ellos me apoyaron, me escondieron de Serik y sus secuaces, porque seguía buscándome. Según él, quería matarme por deshonrar a la familia. Convenció al resto de mis hermanos de unirse a su grupo, ya imaginarás el resultado... Años después me fui hasta Francia. Por esas cosas locas del destino me topé con Leroy y con Leo. No tienes idea de cómo me ayudaron. De hecho, fueron los primeros en casi obligarme a buscarte, pero... Pero, no quise-.


-¿Por qué?-. Susurró con la garganta apretada.


-Porque seguía teniendo miedo de que te hicieran daño. Yo no estaba junto a ti, no tenía manera de protegerte, de cerciorarme que estuvieses bien... Y también... También porque me daba vergüenza que me vieras así, todo derrotado, sin nada qué ofrecerte... Tú antes decías que me admirabas, que era tú héroe... No sé... Supongo que todas esas idioteces que te hacen pensar el miedo, la soledad, y nublan la razón-. Explicó sin verle a los ojos.



Levantó el rostro moreno colocando el índice en su mentón, luego, lo enmarcó con ambas manos, acortó la distancia hasta quedar a unos centímetros de su boca. Susurró:


-He estado esperando por ti. Todo este tiempo he estado esperando por ti. Esperando que decidieras volver a mi. Volver por mi...Tratando de entender qué había hecho para alejarte, ansioso de conocer tus motivos, para poder cambiar y convencerte de que me dieras una nueva oportunidad... Cuando también desapareciste de mundo del patinaje, igual, sin explicación, sin alguien que pudiera darme información sobre ti... Pensé que me odiabas... Pensé que me aborrecías y por ello ya ni siquiera querías verme ahí-.



-No, Yura. Yo nunca podría odiarte, ¿cómo crees que podría odiarte?-. Respondió abrazándose a su cintura.


-Era un niño... Y te amaba tanto... Todavía te amo tanto-. Balbuceó entre sollozos que acompañaban a los del hombre frente a él.


-¿De verdad?... ¿De verdad todavía me amas?-. Inquirió con los ojos brillantes de ilusión, tanta, que se le estrujó el corazón.


Cómo había podido vivir sin ver esos ojos hermosos. Cómo pudo pensar mal de él. Porqué fue tan cobarde para decidirse a buscarlo por su cuenta.



Maldita sea, él poseía una vida acomodada, llena de lujos, tenía muchos contactos... Y su Beka estuvo necesitado durante tanto tiempo. Solo, sufriendo por su causa, para mantenerle a salvo... No se lo perdonaría a si mismo jamás.


-Con toda el alma, mi amor... Te amo, Mi Beka-.


-Y yo a ti, Bebé. Mi Yura... ¿Me-me darías una segunda oportunidad? Una oportunidad para conquistarte, para enamorarte de nuevo... Yo sé que no estoy a tu altura, pero...-.


-¿Lo dices por la estatura?-. Bromeó esperando hacerlo reír como antes. Era una broma que mantenían cuando comenzaron a crecer y él casi alcanzaba la estatura de Otabek antes de llegar a la mayoría de edad.


Y sí, funcionó, ahí estaba de nuevo esa risa masculina que tanto había extrañado, haciendo que su corazón se saltara un latido.


Otabek apoyó la frente en su hombro mientras reía. Dijo:


-Sí, también, pero, me refiero a que yo no tengo...-. Cortó su frase antes de que la terminara.


-Pues es lo único que se me ocurre que podría mortificarte. Porque cualquier otra razón, a mi no me importa, te lo aseguro-.


-Te amo, Bebé... Mi Bebezote-. Declaró entre risas escondiendo el rostro en su cuello e inhalando su perfume.


Él, Yuri, con el corazón latiendo de felicidad, lo envolvió entre sus brazos.


Miró hacia el firmamento agradeciendo a cualquier deidad que se hubiera apiadado de su dolor y del de su Beka permitiéndoles estar juntos de nuevo. Vivos y sanos. Con su Amor intacto.


Besó la sien de su amado una y otra vez, todavía sin creer que lo tuviera ahí, declarandole su amor y pidiéndole una oportunidad. Ciñó el abrazo, necesitado de sentirle más cerca.


Otabek salió de su escondite, le miró a los ojos y entendió su necesidad. Él era el único que lograba entenderle sin palabras. Se aproximó hasta tocar sus labios con los suyos en un beso breve, de reconocimiento. Dándole tiempo a alejarse si así lo quería. Yuri no lo hizo, por el contrario, persiguió los labios ajenos, ansioso de más.


Comenzó con un toque suave en sus labios, a una caricia efímera. Le siguió otra y otra, cada vez con mayor intensidas. Terminó en un beso profundo, hambriento, necesitado. Un beso cargado de nostalgia, de anhelo. De un anhelo que exigía ser satisfecho.


Entre besos se adentraron a la habitación, ávidos de caricias, de reencuentro, de reconocimiento... Ansioso por poseer de nuevo un amor que creían perdido, que creían extinto... De un amor que perduró a través del tiempo.


De un amor que sobrevivió a la maldad humana.


De un amor que juraron sería para siempre.



Un amor que se asegurían de que fuera para siempre.




~*~ FIN ~*~






22 Mars 2021 19:04:47 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Nefilim Soul Mis historias en su mayoría tienen como protagonista a dos personajes: Otabek y Yuri, aunque tal vez te encuentres también otras parejas. Son historias que cuentan la manera en que las vidas de estos dos se ven entrelazadas, en diferentes circunstancias, contextos, universos, diferentes tiempos... Historias que pueden ser la tuya, la mía, la de cualquiera. Pueden encontrame también en la plataforma de AO3 con el usuario: Nefilimsoul. En Wattpad como: @nefilimsoulstories

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Yatovale 10 Yatovale 10
Hermosos!!!😭😭😭😭😭😭😭❤️❤️❤️
March 22, 2021, 19:53
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