V
V Zihanka


Martina es una mujer joven con una vida sencilla, pero agradable. Tiene un novio guapo, y acaba de abrir una pastelería en pleno centro de Málaga. Sí, pleno centro, lo que quiere decir que se ha dejado todos los ahorros de su vida en el alquiler de un pequeño local para ver su sueño hecho realidad. Una buena mañana, sin ton ni son, la felicidad y la burbuja de amor en la que vive con Rafa, su novio de la adolescencia, se resquebrajan, y cae en la dura realidad, volver a ser soltera, ¡y con casi treinta! ¿Cómo se empieza de nuevo en el mercado del amor?


Romance Chick.lit Tout public.

#romance #chick-lit #amor
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PRÓLOGO

3:45 a. m.

Acababa de sonar el despertador, Martina alargó la mano y lo apagó con toda la rabia del mundo, aún no se acostumbraba al horario de los jueves. Estiró el otro brazo, tocando el lado izquierdo de la cama y lo notó vacío. Rafa aún no había vuelto. Los miércoles trabajaba en urgencias y venía a las tantas, cuando ella se levantaba para ir a abrir la panadería, él andaba poniéndose el pijama para meterse bajo las sábanas. Pero desde que se celebraba “los Jueves de Desayuno” en la panadería, tenía que abrir un poco antes y ni se veían para saludarse.


Todavía con los ojos pegados, se hizo su primer café del día, no se había lavado la cara, ni maquillado, ni vestido, lo primero era tomar un tazón de café con leche para despertarse. Y es que el mero olor del café recién hecho, ya le iba dando energía.


De pie, apoyada sobre la encimera y mientras esperaba que el café terminara de salir, leía las noticias y chusmeaba las redes haciendo dedito de arriba-abajo. Sí, eso era lo segundo que hacía, enchufarse al móvil, era una especie de adicta, padecía el síndrome de la nomofobia. Solía perder la noción del tiempo mirando páginas, perfiles, chismorreos, y todo para qué, para estar al día, Martina tenía la gran necesidad de querer estar al tanto de todo lo que la rodeaba.


Martina era una joven en las puertas de la treintena, que se resistía a ella, y que le costaba aceptar, los veinte y largos se estaban yendo, y en cuestión de poco tiempo iba a tener que tomar una decisión responsable con su novio de toda la vida ¿casarse?, ¿hipoteca?, ¿hijos?


De momento vivía con su novio de la adolescencia desde hacía unos años, les iba bien, pero en algún momento iban a tener que formalizar. Él quería hijos, ella, no estaba segura si estaba preparada, los que sí lo estaban eran sus padres, que cada fin de semana en la comida familiar sacaban el temita: “¿Qué, y los nietos para cuándo?” Martina estaba de la dichosa pregunta hasta el gorro. Rafa la observaba de reojo y luego añadía: “Eso preguntadle a la patriarca, que es la que tiene dudas”.


Martina lamió los restos de espuma, que habían quedado en los bordes de la máquina. Fea costumbre, pero era un placer pasar la lengua y sentir el sabor caliente de la leche, luego siempre la enjuagaba bien, y la volvía a colocar en su sitio. Lo primero que hacía cuando ya tenía su capuccino delante, era meter la cucharilla y comerse la espuma. Sentía el reconfortante sabor dulce de la leche en el paladar, después sorbía el café, poco a poco, esperando que aquello no acabara nunca.


Pero todo lo bueno acaba. Así que después de un placentero café con leche mañanero, Martina se lavó la cara, los dientes, se maquilló y se vistió. Por ese orden. Buscó el bolso, cerró la puerta de casa dos veces, tenía que hacerlo dos veces, era una manía, simplemente por mera seguridad, había de comprobar que la primera estaba bien cerrada.


Cogió su vespa, que había heredado de su tío, el hermano pequeño de su madre, con el que se llevaba pocos años y con el que se había criado como si fuese un hermano, y condujo hasta el centro de la ciudad.


En una bocacalle de una de las calles principales, calle Carretería, muy transitada y conocida por los malagueños, tenía Martina una pequeña cafetería-panadería que había alquilado hacía unos meses con los ahorros de todo lo que había trabajado desde los dieciséis.


En la moto se llegaba en un pis pas desde donde ella vivía, así que en diez minutos y a esas horas de madrugada que no había ni un alma bendita en la calle, se tardaba mucho menos, en un santiamén estaba plantada en la puerta de su local.


Al abrir, escuchó un ruido extraño que venía del interior, del almacén. “Como sea un bicho, me muero”, pensó Martina. Lentamente, agarró la fregona que había dejado la tarde anterior al lado de la puerta y se acercó con todo el sigilo que la situación le permitía. Mientras se iba acercando, el corazón le bombeaba con una fuerza espeluznante, sobre todo cuando escuchó unas voces que hablaban entre susurros.


Con el corazón desbocado y el cangelo que sentía, el palo de la fregona tintineaba entre sus manos de los mismos golpeteos que iba pegando contra el suelo sin querer. Pensó en llamar a la policía, pensó en salir corriendo, o coger un arma más puntiaguda para defenderse en caso de que los ladrones la asaltasen, pero cuando escuchó aquella risa alegre que le resultaba tan tan tan tan familiar, no pudo por menos que armarse de valor y encender la luz del almacen.


—¡Rafa! —Se asombró Martina al ver a su novio bien agarrado de una chica desconocida—. Pero ¡¡¿¿¿qué puñetas se supone que estás haciendo???!!


11 Mars 2021 18:19 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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Julián Juan Lacasa Julián Juan Lacasa
Una prota que está cansada de su rutina, y que algo inesperado que le pasa, seguro que la animará a cambiar...
March 17, 2021, 09:31
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