Terror intenso era lo que todos sentían cada vez que entraban a éste lugar. Nadie venía aquí por voluntad propia, todos eran obligados a entrar. Podía ver en sus ojos el miedo que recorría sus entrañas al punto de poder palparlo y hasta saborearlo.
Aquello me consumía por dentro desintegrando mi débil ser, transformándome en algo que no quería, y sin embargo no podía evitarlo.
¿Cómo lograr escapar de aquello que tanto me atormentaba?
No existen respuestas. Todo está dicho, no obstante seguía intentando acabar con ésta condena eterna que me aislaba, encerrandome en éste sitio oscuro y desolado.
La llegada de un nuevo visitante daba nuevas esperanzas de libertad a mi pobre ser interno, ya que podría acabar con éste conjuro demoníaco.
Me mostraba con mi antigüa apariencia dándole la bienvenida más cordial.
Al principio todo estaba bien, pero luego descubría quién era yo realmente y todo quedaba en la nada.
Me veía forzado a mostrarme tal como ella me dejó. Monstruosamente bestial. Eran esos momentos cuando la muerte acudía en ayuda del visitante valiéndose de mis afiladas garras.
Una vez más me quedaba observando la libertad de aquel que fue forzado a entrar aquí como yo lo fuí en su momento también. Pero a diferencia de mí, él era salvado y liberado mientras que yo jamás podría contar con tal dicha.
Son esos momentos en los que me veo al espejo, para contemplar al monstruo desgarrar mí débil ser interior y apoderarse de mí yo verdadero.
Nunca escaparé de ésta condena eterna, ella lo sabía y por eso me encerró aquí...en éste laberinto sin fin.
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