kumei Iara Salazar

Hace 19 otoños, los destinos de tres infantes se sellaron ni bien ejecutaron su primer llanto en el mundo humano. Feng HunLing, el hijo mayor del Dios Elemental Feng Sheng, ha sido enviado bajo el mandato de su padre para cumplir una compleja tarea que involucra a seres de su propia línea de sangre: matar a su hermano menor. Sin embargo, varios sucesos le harán entender que muchas cosas no son de la manera en la que se la pintaron desde que era un niño.


Aventure Déconseillé aux moins de 13 ans.

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Introducción: Brisas de Otoño, primera parte

Admirar la naturaleza ha sido y es uno de sus pasatiempos predilectos.

Es otoño y el dulce aroma de las hojas de arce que se queman en la hoguera de su improvisado campamento inunda el aire llenando el bosque con una maravillosa esencia otoñal y hogareña en medio de la nada.

El cielo sobre su cabeza ahora es oscuro, casi tanto como su larga melena negra, la cual cae como una gran cascada de tinta en la oscura laguna de la sombra proyectada de su cuerpo. Las pocas estrellas que alumbran la noche se reflejan en el violeta amatista de sus ojos mientras la reina de la noche lo baña con su etérea luz platinada, recargando con energías lunares tanto el adorno que porta consigo a todas partes como a él, un legítimo hijo de la luna.


Los animales preparan su propia orquesta en la inhóspita y severa natura mientras él no es más que un mero espectador de la belleza que no se atreve a profanar. Cuando el primer sonido se hace presente, el joven solo puede atinar a cerrar los ojos y prepararse para lo que viene ahora.


El cantar de los grillos es el inicio y, el apenas perceptible murmullo del viento, el compás. Continúa el crescendo con el ulular de los búhos en el bosque mientras el curso del río da un toque más místico a la improvisada sinfonía de la que sus oídos gozan desde que abandonó todo lo relacionado con su primer lugar en el mundo: la secta YingHua Fei. El aullido de los lobos entona melodías, canciones que solamente están dedicadas a la única dama que podrá entender su canción lopuna, una que reina entre las nubes y la oscuridad del firmamento, rodeada de sus miles de súbditos casi tan brillantes como ella.


La suave brisa trae consigo noticias que no cualquiera puede escuchar. Solo aquellos que han sido bendecidos con el don del oído acuden al llamado y se enteran de todo lo que está pasando. Por fortuna, él es uno de los benditos que puede oír el llamado de su «hermano viento» y enterarse así de todos los rumores que corren presurosos entre los hombres; de pueblo en pueblo, de región en región. Pero por ahora, entre la hermosa melodía que la madre naturaleza le otorga noche tras noche, prefiere perderse entre los acordes para luego plasmar la pura esencia del bosque en melodías que solo él escuchará, en canciones que nunca serán compartidas hasta que decida pregonar sus tonadas sacadas de la noche.

Horas de sobra habrá para desentrañar los mensajes que el viento le ha traído ahora.


Él vive escondido, invisible ante todos, pero tan omnipresente como las brisas; tan enterado de todas las noticias que abundan en el mundo mortal. No es más que un simple espíritu entre la gente, no es más que el susurro del viento. Solo aparece cuando siente que es necesaria una intervención divina porque los hombres nunca han sido merecedores de las atenciones que deidades como él pueden brindarles.


Todo el hilar de pensamientos venenosos se detiene por un instante cuando una melodía de angustia ha llegado a sus oídos. Un compás tan acelerado y tan desesperado como un cachorro que ha perdido a su madre recientemente, sacándolo de su trance de paz y armoniosas melodías naturales.

Porque es consciente de que cada mínimo cambio es por algo, y más aún si se trata de notas desesperadas en medio de una sinfonía pacífica.

El llamado de la naturaleza jamás debe ser ignorado.


Las tonadas siguen, sin embargo su atención ahora se ha centrado en dilucidar qué clase de historia le entregará la voz del viento, su eterno ayudante en estos casos. Ya no está escuchando nada, nada más allá de su propia respiración y los latidos de su corazón sincronizándose con el ambiente; con el viento, con la energía espiritual que abunda en estos lares. Observa al cielo, viendo cómo las últimas chispas de lo que horas atrás fue una pequeña fogata son llevadas al firmamento para unificarse con las demás estrellas y velar por el sueño de los mortales.

Una vez las cenizas han perdido su color fogoso y han quedado como un simple montón de tizna, sus ocelos se cerraron permitiendo finalmente una concentración absoluta en su alrededor. La respiración es cada vez más lenta, al igual que los latidos. Su cuerpo físico se siente pesado y siente cómo un algo se desprende de él, observándose a sí mismo caer en cámara lenta hacia atrás.


Como una divinidad etérea que rebosa inmortalidad, su cuerpo astral es envuelto en un halo azul celeste adornado con los brillos de pequeñas estrellas que se sujetan gracias a la gravedad. Flota en un espacio vacío, caminando sobre un amplio lago y produciendo ligeras alteraciones en la lisa y quieta superficie del agua. Un sendero de pétalos de cerezo lo guía hacia una plataforma, la cual conoce muy bien: la Plataforma de Comunicación Celestial.

En esos instantes, lo único que importaba era la atmósfera divina que lo rodea, conectándolo con todo y nada a la vez. El cabello lo lleva recogido en una alta coleta, delicadamente sujetado con una corona dorada típica de los espadachines de su región; una que representa su origen como Primer Príncipe Heredero del Viento, balanceándose parsimoniosamente con su lento y elegante caminar. Las túnicas blancas como espuma marina, adornadas con finos detalles de grullas y viento en hilos de colores verde aguamarina y oro, se arrastran por el manto acuoso; pero no se mojan en ningún momento. De brazos cruzados tras su espalda y con la mirada en alto, avanza determinado hacia lo que parece ser la base de un árbol cortado en medio de aquel peculiar páramo. No es la primera vez que hace uso de esta plataforma, por lo que sabe que su visión del lugar cambiará de manera abrupta ni bien ponga un pie en dicho «tronco».


Una de las blancas e impolutas botas es apoyada en la amaderada superficie, y como si se tratase de una simple ilusión creada por su mente, el solitario paisaje se ve difuminado en el aire cual si fuera humo, presentando ante él una gran estructura: altas columnas de color marfil con intrincados y detallados grabados de carácteres que contienen mantras de las deidades que habitan en este sitio; las paredes se irguen solemnes y orgullosas mostrando colores cálidos por el fuego que sirve de iluminación en aquella oscura habitación. Es un gran contraste comparado con lo que el espejismo reflejaba.


Delante de él, una serie de grandes estandartes de blancas tonalidades, que lo rodean en un perfecto semicírculo, aparecen; siendo únicamente uno de ellos ocupado por una deidad que siempre tiene su rostro oculto tras una máscara. Lo único que se ve de aquel misterioso rostro son sus labios rosáceos dibujados finamente en una elegante y grácil sonrisa.

Éste era el Hermano Viento. Conocido entre los Dioses Marciales como Feng Sheng [1] o el temido Feng Bao Zhi Wang [2], su venerable padre.


Tan etéreo como misterioso, la máscara dorada que cubre la parte superior de su rostro brilla suavemente, reluciendo las minúsculas incrustaciones de lapislázuli y rubíes que posee, con tres pequeñas piedras de luna en la frente formando una flor de tres pétalos. Un abanico con pinturas de pétalos de durazno revoloteando en el aire junto a hojas de arce y un lobo aullando a la luna, se mantiene desplegado a la altura del pecho del gran holograma del dios y las túnicas oscuras con detalles de viento; grullas y nubes en color dorado, celeste y plateado, resaltan la blancura de la piel apenas expuesta.

El príncipe repara en el detalle del abanico, pero rápidamente su vista nuevamente se posa en las concavidades de la máscara como si así pudiera ver los ocultos ojos de su padre.


―Feng HunLing… este Dios le da la bienvenida al Primer Príncipe Heredero.―la grave voz del mayor resonó por la habitación, meciendo suavemente las llamas que alumbraban y otorgan calidez en el frío y serio ambiente.


―Feng BaiXing presenta sus respetos. Este cultivador saluda al Señor del Viento.―alegó solemne mientras otorgaba una venia al contrario quien, complacido con la formalidad del menor, habló ordenándole que retornara a su postura original. Obedientemente, se enderezó mirando a los «ojos» del mayor. —Este cultivador tiene una duda y espera pueda ser resuelta a la brevedad.— Feng Sheng guardó silencio en indicio de que tenía permitido hablar— ¿Cuál es el mensaje que «Hermano Viento» tiene para mí en esta ocasión?


El hecho de haber dejado su secta no era indicativo de que abandonaría viejos hábitos, como el comunicarse de manera regular con los dioses. Después de todo él también es un semidiós, y uno de los miembros de aquella cohorte divina era su padre. No tenía otra manera de comunicarse con él tampoco.

El hábito de hablar con el viento jamás se desvanecería, al igual que el ayudar cuando sienta que realmente vale la pena hacerlo. Quizá definitivamente era un sujeto muy raro.


El abanico que momentos atrás permanecía desplegado en las manos de aquella deidad se cerró abruptamente, provocando un ruido seco que hizo eco en la habitación. Feng Ling por reflejo cerró los ojos ante la fuerza e intensidad del sonido. Incluso podría jurar que la expresión relajada del dios había transmutado a una más seria. Lentamente abrió los ojos, topándose con lo que temía: una aterradora expresión que aparentaba enojo.

¿Acaso había dicho algo malo? ¿Sino por qué razón lo llamaría? Al gran Feng Sheng no le agradaba la idea de perder el tiempo en cosas banales como ver a su hijo… ¿no?

O eso siempre fue lo que los ancianos del Clan siempre le dijeron. «Nuestro venerable Señor está demasiado ocupado como para tener tiempo que perder con su hijo… Feng HunLing, Feng Sheng es un Dios importante. Y el tiempo también es severo incluso para seres como ellos. Debes entender que tu venerable padre piensa en cosas de mayor relevancia que tú.»


—Feng HunLing, —habló el mayor, manteniendo en su mano el abanico aún plegado. Si los ojos de este estuvieran expuestos, está seguro de que la expresión en su mirada sería dura. Un estremecimiento desagradable recorrió su columna al percibir la intensidad de aquellos ojos de color desconocido —me alegra que preguntaras… de hecho, me hubiera gustado simplemente hablar contigo, pero también tengo una misión para ti.—


Espera. ¿Qué?


¿Feng Bao Zhi Wang… quería hablar con él?


¿Nada más?


Quizá su usualmente inexpresivo rostro delataba la confusión que tenía respecto a lo primero dicho, porque la expresión seria de su mayor nuevamente retornó a una sonrisa más burlesca.

Qué bien. Ahora sería el objeto de burlas de su venerable padre.


—Feng BaiXing solicita la información del mensaje.— un suave resoplido escapó de los labios del mayor, nuevamente desplegando el abanico con los diseños que tan peculiares le habían resultado. Esta vez no tuvo reparo ni demasiado disimulo en observar la decoración del objeto y, por alguna razón, sentía que una parte de él mismo estaba reflejado en él.

Un carraspeo seguido de una risita elegante lo sacó de su trance, y cayó en cuenta de que había sido pillado en medio de su “fechoría”. Alzó su mirada ahora a la expresión del mayor, que no mostraba otra cosa más que diversión y comprensión. Los lóbulos de sus orejas se colorearon de vergüenza, pero aún así mantuvo sus ojos en los del contrario.


—Feng HunLing… ¿te gusta lo que ves?—preguntó Feng Sheng con lo que podría jurar que era… precaución.

¿Por qué le preguntaría si le gusta un abanico como ese con tanto cuidado, como si temiera que alguien los observase?


—Sí, mi Señor… A Feng HunLing le gusta mucho lo que ve. —alegó el muchacho, nuevamente dirigiendo sus ojos al abanico que aún estaba desplegado a la altura del pecho del mayor. —¿Por qué el Maestro Feng Bao Zhi Wang lo pregunta?


Negar que le duele poner esa clase de “distancia” entre él y su propio padre sería una de las más grandes mentiras. Pero de todas formas, no conoce otra manera de tratarlo. Y por más de que papá le haya dicho tantas veces que “Las formalidades entre ellos no eran necesarias”, el dolor de la tabla de disciplina en su espalda por “faltarle el respeto al dios” llamándole padre, repercute en él como una sensación fantasma, una que pese a que los años transcurran nunca se fue.

Feng Bao Zhi Wang no puede hacer nada más, no puede ni siquiera ordenarle a su príncipe a llamarle padre. Solo puede ser presa de su propio dolor al saber que su niño también quiere lo mismo que él.


—Es bueno saberlo, hijo.— se sinceró, como si se hubiera sacado un gran peso fantasma de su ya cansada y envejecida espalda. Feng BaiXing se permitió sonreír ante él.

Le encantaría saber lo que se siente un abrazo de su papá, y no la frialdad de las reglas. ¿Será tan cálido como lo describen sus compañeros? ¿Se sentirá seguro cuando ese día llegue por fin y no sea un maldito tabú para él llamarle “papá”?


—Mn. Es hermoso, padre.— dijo en un suave susurro, pero este llegó igualmente a los perspicaces y agudos oídos del dios.

No dijo nada para no incomodarlo. Y HunLing internamente, que sabía que se le había escapado, lo agradecía.


Por desgracia, todo lo bonito del momento tenía que terminar tarde o temprano, y ambos lo sabían bien. La energía espiritual del menor estaba empezando a agotarse, y se dieron cuenta de ello cuando el cuerpo astral de Feng HunLing comenzó a desvanecerse de a poco. Feng Sheng casi entró en pánico, pero apenas y se notaba que sus labios se habían fruncido en una línea recta y su respiración estaba contenida en sus pulmones.

HunLing no pudo hacer más que una mueca de hastío. A veces su energía espiritual era muy inoportuna. Odiaba eso. Finalmente aquella ominosa deidad decidió hablar sobre la misión que tenía para él.


—HunLing. La misión que tengo para ti ahora, se relaciona directamente con tu hermano, Feng Tian'E. — ¿Que A-Tian qué?

¿Qué tiene que ver su didi[3] en todo esto?


— Hm. Lo escucho.


— Debes... — pareciera que el mayor de los dos se estaba tomando su tiempo en decirlo, puesto que demoraba en expresarse correctamente. — matarlo.


En ese preciso segundo, su cuerpo astral se desvaneció de la plataforma espiritual, sin siquiera poder hacer o decir algo para salvaguardar la existencia de su querido hermano menor. Y el sabor amargo en su paladar no hizo más que aumentar con aquella funesta noticia. No entendía nada. ¡Definitivamente algo debía de estar mal con toda esta información! ¿¡Cómo podría siquiera alzar su mano contra su hermano si ni siquiera sabe dónde puede estar oculto!?

Hay algo muy raro en todo esto... y se dará a la tarea de averiguarlo.


Cuando el plazo de tres palitos de incienso [4] transcurrió, su cuerpo astral había regresado al plano terrenal, observando cómo su cuerpo físico yacía en el césped humedecido por el rocío de aquella otoñal mañana. Varias hojas de arce remoloneaban juguetonas en el viento, y otras fueron a parar a su cabello como adornos. Era una vista divertida para él verse de este modo.

Sin embargo, sabe que si quiere obtener respuestas lo mejor y más obvio sería retornar a su cuerpo original... si lo pierde, él mismo estará jodido.


Caminando despacio entre las hojas de naranjas y amarronadas tonalidades se dirigió al "cascarón" durmiente, hincándose de rodillas a su altura y sentándose en su regazo de espaldas. Con un suspiro suave cerró los ojos y se recostó nuevamente sobre el cuerpo de carne y hueso, mientras nuevamente recuperaba la conciencia.

Su respiración era ligeramente agitada, al igual que el remecer de los latidos de su corazón cada vez que utilizaba este medio de comunicación. Llevó una de sus manos a sus ojos, intentando de a poco reacostumbrar su visión a la luz solar del amanecer. Carajo. Justamente tenía que ser aquí... pensó amargamente, mientras se reincorporaba de a poco y nuevamente tomaba entre sus manos sus propias armas: una larga espada jian [5], y un arco junto a un carcaj repleto de flechas.


Sería una excelente idea preguntar, pero no hay gente cerca de donde él se encuentra ahora. Deberá permitir lo de siempre: que el viento sea su guía y le explique cómo proceder.





Glosario:

[1] Feng Sheng : Compuesto por los caracteres chinos "风" (Fēng; "Viento") y "声" (Shēng; "Sonido, Voz"), dan la traducción de la oración "Voz del Viento".

Este es el nombre de nacimiento* de la deidad en su tiempo de humano.


[2] Feng Bao Zhi Wang: Compuesto por los caracteres chinos "风" ( Fēng; "Viento") "暴" (Báo; "Violento") "之" (Zhi; utilizada para finalizar palabras que quieren ser expresadas en plural) y "王" (Wàng; Rey, Señor).

El título honorífico* de Feng Sheng se traduce como "Señor de las Tormentas".


[3] Didi: La palabra didi (caracteres: 弟弟, pinyin "dìdì") se traduce como "Hermano menor".

Para más datos, un libro explicativo de los parentescos y demás datos referidos a este universo se adjuntará pronto.


[4] Palitos de incienso: medida de tiempo de la China Antigua, la cual se basaba en el tiempo en el que una varilla de incienso demoraba en consumirse por completo. Es el equivalente a 30 minutos.


[5] Espada jian: Caracteres: 劍道 ; Pinyin: Jiàndào.




21 Janvier 2021 06:46 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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A propos de l’auteur

Iara Salazar Las letras son mi refugio en un mundo cruel e inhóspito

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Carlos Uriel Carlos Uriel
bastante bueno me gusto
January 29, 2021, 03:16
~
Los Príncipes del Viento
Los Príncipes del Viento

Universo basado en el mundo del cultivo de la energía espiritual. En este caso, corresponde a tres libros (de ser posible más) en los que se narran las historias de tres hermanos como protagonistas principales. A medida que la historia vaya avanzando, se presentarán personajes. Algunos simplemente serán mencionados; otros tendrán una relevancia importante en algún futuro quizá no muy lejano. En savoir plus Los Príncipes del Viento.

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