El invierno que mejor me lo pasé fue cuando cogimos a los Reyes Magos con las manos en la masa, quiero decir, colándose en casa con un sacote enorme lleno de cosas y de cajas.
Era una noche oscura, como todas las noches, y bastante fría; mis hermanas y yo dormíamos como los niños buenos y si nos despertamos fue por el barullo que armaron los reyes. Como en casa no hay chimenea, dejaron a los camellos aparcados en doble fila y escalaron hasta la terraza. Nuestra terraza no es muy grande, pero está muy bien aprovechada: tiene macetas, un tendedero, unas mesitas de estudio con sus correspondientes sillas, cajas con juguetes, una bici y un futbolín que trajeron los Reyes otro año.
Bueno, pues Melchor se coló en la terraza y nada más dar un paso se clavó los palos del futbolín en el estómago y se cayó sobre este.
Solo con eso no nos hubiéramos despertado, claro. Pero a continuación llegó Gaspar, que quiso demostrar lo ágil que estaba con un salto acrobático… y se enredó en las cuerdas del tendedero. Se quedó colgando de ellas hasta que Baltasar lo rescató.
Precisamente fue Baltasar el que más ruido hizo y el que consiguió que nos despertásemos del todo: se le cayó encima la persiana cuando iba a entrar en casa. La verdad es que la persiana es más vieja que mi madre, es decir, que es viejísima, pero también fue mala suerte que la cuerda se rompiese justo entonces.
El caso es que Baltasar empezó a gritar y a pedir ayuda. Melchor tiraba de él desde dentro de la casa, porque había pasado antes; mientras que Gaspar, que aún estaba en la terraza, tiraba en sentido contrario, y el pobre Baltasar no dejaba de quejarse.
Con tanto jaleo, mis hermanas y yo no tuvimos más remedio que levantarnos a ver qué sucedía. Al principio intentaron disimular; uno silbaba, otro cantaba una nana a ver si nos daba sueño, y otro solo decía «¡glup, glup, qué desastre!», y encima le dio hipo.
Entonces mi hermana Elena, que a veces tiene unos prontos buenísimos, dijo: «Me parece que se quieren hacer pasar por los Reyes Magos, pero no son los de verdad porque no han traído lo que yo he pedido».
Aquello molestó a los Reyes Magos que dejaron de disimular y se presentaron. Entre todos rescatamos a Baltasar y ellos sacaron nuestros regalos del enorme saco que traían. ¡Ah! Esa noche me enteré de que los Reyes prueban los dulces y manjares que les ponemos… y no estaban muy satisfechos con nuestro estilo: se quejaron de las palomitas con gelatina del año pasado, de las rosquillas peludas del anterior, e incluso de los caramelos con pedacitos de uña. Así que desde entonces solo les ponemos agua para que beban si quieren y si no, que nos rieguen las plantas.
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