Cinco regalos Suivre l’histoire

Los pequeños ojos verdes de David se abrieron como platos al ver que su esposa se acercaba con dos heladas copas de champaña. Él sabía que no había sido exactamente el mejor marido del mundo, pero también sabía que Kate era un verdadero ángel. Preparar una pequeña pero deliciosa cena, alquilar una linda cabaña y decorarla tan acogedoramente no es algo que cualquiera logre, sobre todo, justo a tiempo para celebrar Navidad.

—A-Amor, en verdad, gracias por todo esto— tartamudeó el joven hombre al tiempo que le daba un sorbo a su copa, extrañamente apenado— Francamente, creí que seguías enfurecida conmigo… Ya sabes… Después de lo de Mariana… ¡Pero te juro que ya no la he vuelto a ver!

— ¡Oh, no es nada! —Sonrió Kate, al tiempo que jugueteaba sus dorados rizos— Te estoy dando lo que te mereces, amor. ¿A poco no sabes cómo odio las injusticias?

—Sí, lo sé muy bien. Por eso, perdón si te lo digo, me extraña todo esto. Me encanta, pero creo que no me lo merezco

—Nene, yo sé que lo de Mariana son cosas que pasan. ¿Y a poco no todo esto está como para morirse? ¡Pero bebé, bebe! Me costó muy cara la botella como para que la desperdicies.

David sonrió dulcemente, al tiempo que bebía las últimas gotas de su copa de champaña. En verdad, todo parecía sacado de una postal de ensueño: La cabaña, los bocadillos de pavo, el lago congelado, la chimenea, cuya leña ardía… casi con la misma intensidad del súbito dolor que lo hizo caer al piso como si hubiera sido fulminado por un rayo.

— ¡Q-qué demonios me diste! — masculló el ojiverde, sintiendo como si alguien le estuviera pateando con furia el torso.

—Nada que no te merecieras, cariño— respondió la rubia con absoluta serenidad— Ya no te preocupes. Con esto estamos a mano por lo de Mariana. ¡Feliz Navidad, mi amor!

Acto seguido, Kate tomó su bolso y salió de la cabaña moviendo sus caderas con elegancia, dejando a su marido en el piso, tan frío como un puñado de nieve.