mariajosercons María José R. Cons

Supliqué al cielo poder volver a verlo, una vez más... Es lo que me concedieron... Me habían permitido volver a verlo para perderlo otra vez. El destino no podía ser más despiadado... Tú recuerdo, de Ricky Martin. OneShot de una de mis canciones favoritas. Concurso: "La única canción", diciembre 2020. Mín. 1.000 y máx. 3.000 palabras.


Romance Tout public. © Derechos de autor cedidos parcialmente al concurso, para su publicación y difusión en cualquier soporte.

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TU RECUERDO.

"Como un aguacero... Si tu recuerdo me hace bien o me hace mal".



Aquella mañana, templada y luminosa del mes de abril, acudimos prestos y expectantes al primer día de nuestras prácticas en el trabajo.


Atravesamos el amplio hall, después de haber presentado nuestra acreditación a la entrada del Centro de Investigaciones Tecnológicas.

Eramos veinte jóvenes inexpertos, pero ávidos de aprender. Estabamos nerviosos y algo asustados, ante el imponente edificio en el que entraríamos a realizar nuestras prácticas.

Queríamos hacer valer nuestros conocimientos, con la máxima disponibilidad y humildad, ante los tutores que vendrían a apoyar nuestras prácticas.


Entramos a una amplia sala, decorada de forma minimalista, con una gran mesa, sillas circundándola y sobre ellas, dispuestas, en perfecto orden, tablets en las que iríamos anotando todos nuestros avances.

Nos mirábamos, unos a otros, sin atrevernos a tomar asiento, ni a elegir un lugar en el que acomodarnos. Todos esperamos en pie, hasta que llegaron nuestros tutores.

Eran dos varones, de mediana edad, con rostro afable y tranquilizador, aunque sus indumentarias diferían considerablemente.


El que parecía más bonachón, y cercano tomó la palabra. Vestía traje y corbata que le confería un aire de autoridad y respeto.


—¡¡¡Buenos días!!!. Chicas, chicos, mi nombre es Jesús. Seré vuestro tutor durante vuestras prácticas, al igual que Luis —dijo, señalando al varón con vestimenta más informal.

—Hola a todos — contestó sin más comentario, ni cercanía, el aludido.


Cada una de las féminas, hicimos un rápido barrido sobre el tutor que vestía vaqueros, polo; que llevaba sus gafas de sol apoyadas sobre su cortísimo pelo, que calzaba deportivos y permanecía en pie haciendo notar su gran altura. Sin embargo, su atuendo informal no doblegaba su porte arrogante y distante. Proyectaba un carisma, odiosamente atractivo y, a la vez, sumamente vanidoso. En una palabra, mi primera impresión sobre el segundo tutor fue pésima.


Jesús continuó con la presentación, preguntándonos nuestros nombres y de que provincia procedíamos; con una naturalidad y cercanía que se acercaba a una familiaridad de años. Tenía un semblante dulce y bondadoso. Su extraordinario traje y su corbata atada de forma profundamente racial, le daban una imagen de jefe odioso, pero su voz, amable, alejó inmediatamente esa imagen de nuestra mente.


Nos invitó a sentarnos y a hacerle todas las preguntas que necesitaramos en cualquier momento. Nos pidió que le llamáramos por su nombre de pila, y no como Señor Jesús. Bromeó sobre su nombre, realmente, se llamaba Jesús Amable, pero era suficiente llamarlo Jesús.

Realmente su nombre le hacía justicia. Era superamable y cercano con nosotros, que agotados por los nervios, reíamos todas sus gracias.


Terminada la jornada de prácticas, despúes del descanso de rigor, para tomarnos unos cafés, nos íbamos todos ya para casa, cuando el "arrogante" se dirige a mí y me dice: "Señorita, su pantalón no es el reglamentario, pero no importa, le queda perfecto", y acto seguido, sonrió de forma tan franca, que me desarmó.

Tenía todas mis municiones puestas contra él, para despreciar al "guapito" y, casi titubeando, colorada como una granada, le dije: "ya, pero no pude encontrar nada más apropiado" —contesté roja de ira y de vergüenza.


Continuaron los días, las clases, las anédotas, las pruebas, los ensayos, las evaluaciones y, todo se hizo tan intenso que aun hoy sigo palpitando con el recuerdo de esos días.


Luis, acostumbraba a encontrarse casualmente en la cafetería cuando yo bajaba a última hora de la tarde a tomar un café. Su ritual era estar en la barra, como si fuera Humphrey Bogard en Casablanca. Al verme entrar me saludaba y esperaba un poco antes de acercarse.

—Catalina, ¿puedo sentarme? —me decía, con voz aterciopelada y dulce.

Mi nombre en sus labios era miel que se destilaba en cada letra. Lo acariciaba. Aun hoy, nadie es capaz de pronunciarlo así.

—Claro que sí, Luis —respondía entre asombrada y halagada.

—Siempre te quedas hasta tarde completando los proyectos. ¿Sabes que la nómina será igual para todos?, —me preguntaba entre irónico y divertido.

—Sí, pero no lo hago para ganar ningún favor económico, ni hacerme la responsable. He venido a aprender, y eso es lo que estoy haciendo. No tengo responsabilidades en casa, por eso, no necesito salir corriendo como si no hubiera un mañana —le respondí algo molesta.

—Lo sé, bueno los sabemos todos. Tu actitud y tu disciplina para llevar a término todos los proyectos dice mucho de tu interés en aprender. Lo que ocurre es que eso, no es lo normal en los prácticos.

—¿Me estás diciendo que no soy normal? —pregunté, entre sorprendida y enfadada.

—Vaya, eres la única que tendría el valor de responderme así. —sonreía con los ojos chispeantes.

—Perdona, no es mi intención ser desconsiderada contigo pero, es que desde el primer día que te ví, me pareciste un arrogante y un prepotente, y aun hoy no ha cambiado mi opinión sobre tí —aseguré sin apartarle la vista.

—Está bien, la sinceridad lo es todo en cualquier relación.


Permanecí callada, sabiendo que había hablado demasiado, y que mi leona interior había irrumpido en la escena sin ser invitada, pero ya estaba hecho.


Tomé la taza de café y, dándole un par de sorbos, intenté serenarme.

—Bueno, una vez sincerada conmigo, ¿aceptarás que yo también lo sea? —rió satisfecho.

—Cómo quieras —respondí, sin muchas ganas.

—Me pareces una mujer admirable, joven pero supermadura, no dejas que te adulen en tu feminidad para no mostrar debilidad y. sin embargo, creo que eres muy tierna, aunque quieres esconderlo a toda costa. —refirió, serio, sin dejar de navegar en mis pupilas.


Nada respondí, no podía... Mis muros cayeron ante su sensibilidad, no creía que la tuviera. Su persona tenía un efecto sobre mí tan potente y arrasador, que no podía soportar estar con él más tiempo.


—Es tarde, si quieres te acerco a casa. Yo tampoco tengo responsabilidades familiares y me encantaría charlar contigo un poco más.

—No te molestes, tengo la parada del autobús enfrente del Centro. Además, tengo que irme ya o perderé el autobús —Me levanté con prisa, como si huyera de un incendio.

—No es molestia. Bueno, entonces... te acompañaré hasta la parada del autobús —Se levantó conmigo, pero se dirigió hacia el lado opuesto de la salida para pagarme la consumición.


Continué hasta la salida, sin esperarle, pero la puerta estaba cerrada; el guardia de seguridad se había ausentado un momento.

Me quedé casi pegada a la puerta en espera de que la abrieran, y poder escapar de su cercanía.

Sus pasos se acercaban, lentos y sonoros, se paró a unos centímetros de mi espalda. Casi podía notar su respiración en mi pelo suelto, sentía cosquilleos electrizantes que recorrían mi cuerpo. Tuve que contenerme para no darme la vuelta.

Estaba absorbiendo el aroma de mi perfume, y sujetó mentalmente sus manos para no acariciar mi pelo, que tenía justo enfrente de su cara.


Ví como "mi" autobús pasaba por delante. No habría otro hasta dentro de una hora.


—¿Era ese tu autobús? —preguntó solícito.

—Si, desgraciadamente sí. Tendré que esperar al siguiente.


En ese momento, llegó el guardia de seguridad y abrió la puerta. Ni siquiera se disculpó. Bueno, no sabía que era el causante de que no pudiera tomar el autobús a tiempo.


—Mi oferta sigue en pie, aunque sé que puedes valerte por tí misma, me encantaría servirte de ayuda. Tú decides —dijo con la cara más angelical que recuerdo en un hombre.

—Vale, acepto tu ofrecimiento, pero recuerda que sigo en prácticas y no quiero que me vean salir con ninguno de mis tutores —afirmé con firmeza.

—No acostumbro a llevar a ninguna "manzanilla" a casa en coche. No me van las niñas de prácticas —aseguró algo ofendido.

—Perdona, no era mi intención ofenderte. He sido muy insolente.


Caminó en silencio hasta el coche y yo le seguí, sin decir nada tampoco. Solo el sonido de nuestra respiración y el latir enloquecido de nuestros corazones parecían atronar el silencio que nos rodeaba.


Se paró delante de un precioso Audi plateado, lo abrió y se subió como un jinete en su corcel. Me senté en el asiento del copiloto sin poder articular palabra.


El coche se deslizaba sobre la carretera, parecía que flotábamos. Su aroma estaba trastornándome cada vez más, su cercanía era tan intensa que saltaban chispas de los poros de mi piel.


—Vives en Molino de Viento, 11, ¿no? —preguntó resuelto.

—Sí —no pude, ni quise replicar.


Llegamos a mi dirección. Permanecí un segundo dentro del coche para agradecerle su ayuda.

—No tienes nada qué agradecerme, soy yo quien te da las gracias por permitirme traerte a tu casa. Mañana te espero dónde siempre —sonrió, guiñándome un ojo.

—Hasta mañana —salí entre corriendo y saltando. No podía creerme lo que estaba viviendo.


Los siguientes días transcurrieron llenos de entusiastas novedades, entre ellas estaba que en unos pocos meses tendría que irme a los Servicios Centrales del CSIC porque había sido una de los prácticos más brillante.


En la siguiente semana, nos vacunaron a todos contra el tétanos y contra la hepatitis. Yo me había negado en rotundo a vacunarme contra la hepatitis; me había escapado entre los diferentes despachos para que no pudieran encontrarme.


La puerta se abrió y apareció él, en toda su magnitud. Quedó apoyado en el marco de la puerta y me dijo serio: "¿sabes, que tienes que vacunarte?... He tenido que buscarte por todo el Centro. No soy tu niñera, haz el favor de no portarte como una niña. ¡No lo eres!".

—No voy a vacunarme, ya me vacuné contra el tétanos, ayer. No puedes obligarme, y no voy a vacunarme —reiteré convencida.

—Dí lo que quieras, irás a vacunarte. Decide como quieres ir, o vas voluntariamente por tu pie o te llevo en brazos. No tengo inconveniente en llevarte en brazos por todo el Centro hasta la Enfermería. Tú decides —sonrió malévolo.

Me quedé clavada donde estaba, haciendo valer mi decisión.

El comenzó a acercarse, despacio. Me envolvió como un aguacero, no quedó un recodo de mi cuerpo libre de su potencia.

—Vale, está bien iré —me revolví, protestando como una niña asustada.

—Eso me parecía, irás como una mujer que eres, valiente y sensata —contestó con media sonrisa, disfrutando con mi teatral pataleta.


Me acompañó como si de un guardaespaldas se tratara. A un paso o dos de mí cuerpo, sin dejarme ni un respiro de espacio.

—No tienes porque acompañarme, puedo ir sola, conozco el camino —resoplé, intentando librarme de él y de su terquedad.

— Ya sé que conoces el camino, pero no me fio de que irás si te dejo sola. Además tengo que velar por tu salud, nada ahora para mí es tan importante —lo dijo tan despacio y tan profundo que casi caigo redonda al suelo.


Llegamos a la Enfermería.

Traspasé la puerta y él quedó apoyado sobre un hombro, sin llegar a entrar.

Me giré para ver si se había ido, y así poder salir sin vacunarme, pero seguía allí, sin dejar de observarme.


Conocí a muchos compañeros veteranos, y entablé una relación de amistad con Lola, una señora de cuarentaitantos años, con gran carácter y, que me había adoptado como su niña. Nos llevábamos genial, y me "protegía" de los moscones que me asediaban a diario.


Un día al ir a recoger la nómina, Lola vio como Luis se pegó a mi espalda, sin tocarme. No lo vi en ningún momento, teníamos que buscar nuestra nómina, entre todas las nóminas que estaban ordenadas alfabéticamente en una mesa, y necesitaba concentrarme para encontrarla. Lola, indignada, me dijo que si lo volvía a ver pegado a mí, le partiría la cara.


Habitualmente, en mi tiempo de descanso, salía a caminar por la ciudad, y me perdía en un bosque cercano para desconectar de tanto asfalto y ordenadores. Casi siempre veía cerca de mi casa el coche de Luis, o lo vislumbraba en la lejanía.


Cuando llegó la carta confirmándome que tendría que irme al CSIC, me entristecí más que alegrarme. Quería ir, pero tenía tantas ganas de experimentar dónde nos llevarían nuestros sentimientos..., y ya no podría ser.


Apareció en la oficina donde realizaba mi último proyecto, y todo el mundo quedó expectante preguntándose qué hacía allí Luis. Era nuestro tutor, sí; pero ya no tenía sentido que nos vinieran a buscar, porque eramos nosotros los que acudíamos a sus despachos, que estaban una planta más arriba.


—¡Se qué te vas!. Te echaré de menos, has sido como agua de lluvia, refrescante y pura. No te olvidaré, no puedo hacerlo. —susurró con los ojos brillantes. — Espero que tú tampoco me olvides —se acercó muy despacio acariciándome con sus ojos, me tomó de los hombros y me dio un abrazo; después me dio un beso en la mejilla, que todavía hoy arde en mi piel. Fue como si me bañara en su esencia. Paladeó esos minúsculos segundos como si fueran eones.

—Cuídate, Luis. Nunca te olvidaré —apenas podía hablar, la emoción me embargaba.

Me acarició el pelo, y deslizó su mano por mi hombro mientras se alejaba.


Me faltaba el aire, casi no podía mantenerme en pie. Creí, en ese momento, que me estallaría el corazón y moriría si no podía verlo más. Casi rompo a llorar, no podía ser tan cruel el destino, encontrar a alguien como él y después tener que alejarme. Le estaba dejando y no quería perderlo.


"...puse una velita a todos mis santos, para que pienses mucho en mí... No dejes de pensar en mí."


El año que estuve en el CSIC fue muy enriquecedor a nivel profesional, pero, en realidad, fue una tortura. No podía olvidarlo, la pena y la soledad me consumían.


"que yo me fui, eso está claro, pero tu recuerdo no se va".

"Siento tus labios en las noches de verano, ahí están cuidándome en mi soledad; pero, a veces, me quieren matar".


De forma inesperada, me ofrecieron regresar a mi antiguo puesto en el Centro de Investigaciones Tecnológicas. No podía creerlo. Acepté inmediatamente, sin pensármelo siquiera. Quería volver a verlo. Era un regalo del cielo y lo aprovecharía sin más.


El día de mi regreso, estaba entusiasmada, no podía estar quieta, no me llegaba la hora de poder volver a verlo.

Me guardaron mi número de seguridad y mi antiguo puesto, que no pudieron cubrirlo por falta de personal capacitado.

Pregunté de forma genérica por todos los compañeros y me dijeron que tú estabas de baja, pero que te incorporarías mañana. Me dio un vuelco el corazón.


Por fin, llegó el día.

Lo ví, apoyado en la puerta de mi oficina, como cuando había venido a buscarme para vacunarme.

—Hola Luis, ¿cómo estás?, me dijeron que estabas de baja. —me levanté para besarlo, en la mejilla, claro. Allí no ibamos a hacer ninguna revelación de nuestros sentimientos.


Mi Luis, ya no era aquel dandy, orgulloso y altanero, que derretía a todas las féminas a la redonda. Estaba flaco, demacrado, algo amarillento, envejecido; intentaba mantener su altura, pero su porte se encorvaba hacia delante.


—Sí, estuve ingresado, me detectaron cáncer en el hígado. Ya me habían extirpado antes otro cáncer en el mismo sitio, y al parecer todo quedó normal; pero... se ha reproducido otra vez —respondió entristecido.

—Lo siento, Luis. Estoy contigo para lo que necesites, te daré mi sangre, mis plaquetas, lo que sea.


Supliqué al cielo poder volver a verlo, una vez más. Era una petición sencilla y humilde. ¡Y es lo que me concedieron!. El destino no podía ser más cruel. Volver a verlo para perderlo otra vez.


—Catalina, en dos semanas me operan. No quiero que vengas a verme. Se que rezarás por mí, pero no quiero que veas mi declive. Quiero que me recuerdes como el rompecorazones que todo el mundo cree que soy, aunque sabes que nunca fuí así, al menos, contigo. Era solo una pose —exigió con impotencia y rabia a la vez.

— No te dejaré ir solo. Estaré a tu lado, pase lo que pase. Nada hay más importante en mi vida que tú. No ahora que he vuelto a tí. Seré tu apoyo, no te dejaré caer..., —no pude continuar y rompí a llorar.


Me cogió de la mano y me sacó de la oficina.

—Vámonos hasta mi coche, no puedo hablarte aquí.


No sabía si caminaba, o si me arrastraba. Sentía una losa tan pesada sobre mí, que no podía ni respirar, ni pensar. No podía estar sucediendo esto. Perdería a mi amor, aun antes de tenerlo. Me habían permitido volver a verlo para volver a perderlo. El destino no podía ser más cruel y despiadado.


Llegamos al Audi, y me abrió la puerta. No podía decir nada y arrancó el coche. Se encaminó hacia nuestro bosque y cuando llegamos a nuestro rincón secreto, paró. Abrió las ventanillas y respiró una bocanada de aire puro.


—Catalina, te quiero, te quiero desde el día que te hice rabiar, a propósito, para llamar tu atención. Me arrebataste el corazón cuando despreciaste mi arrogancia, desde ese momento he sido tuyo, aun sin saberlo. He respirado cada curva de tu cuerpo, me he derretido en tu pelo, y me he alimentado de tu aroma... —no pudo seguir hablando, sus ojos se inundaron de lágrimas.

Yo no pude decir nada. No había palabras que pudieran describirle todo el amor y el dolor que sentía, al mismo tiempo. Lo rodeé con mis brazos y él abrió sus labios y me besó. Despacio, con angustia, sabiendo que eran nuestros últimos momentos y que jamás volvería a sentirme latiendo junto a él.

Era incapaz de soltarme, no podía dejar de abrazarlo, quería que la muerte nos llevara a los dos.


—Luis, te amo, más de lo que puedo expresar. Déjame acompañarte, por favor —supliqué con mis últimas fuerzas.

...


Se fue, al día siguiente, no dejó que nadie me dijera en qué hospital lo operarían.

Semanas más tarde me comunicaron que había fallecido en la operación.


La vida sin él, ya no me importaba. Tenía rota el alma. La desesperación rasgaba cada gota de mi sangre, que se convertía en un negro río de vacío y soledad. Tuve que irme de allí, cada rincón me recordaba su ausencia y me rompía por dentro.


Cada vez que escucho la canción de Ricky Martin, puedo verlo, casi tocarlo y su voz sigue acariciándome como entonces; protegiéndome con su seguridad y fortaleza.


..."Si tu recuerdo me hace bien o me hace mal".
























1000 a 3000




María José R. Cons

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3 Décembre 2020 23:58 18 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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VA VAZQUEZ ALMUDENA
Qué bien contada¡ Breve y muy intenso idilio que te llega al corazón. Gracias por compartirlo.
January 29, 2021, 10:03

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Hola Almudena. Muchas gracias por tu comentario. Esa era la idea, haceros "estallar" el corazón, y que sintáis ese aguijón del amor en el centro del pecho. Le llamo "aguijón" porque nos llena de "dulce veneno" y nos coloniza cuerpo y mente. February 02, 2021, 22:24
ASHLEYCOLT 777 ASHLEYCOLT 777
Por favor, que historia... me ha dejado cansada y agotada con ese tan, pero tan triste desenlace... no sé cómo describirlo. Muchas gracias por publicarlo. Maria Jose de verdad me has conmovido con estas letras.
January 03, 2021, 22:29

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Hola AshleyColt 777. Gracias como siempre por tus palabras. Sí, la verdad es que es tremendamente triste, pero este fue el final. El corazón se rompe cuando te conceden lo que has pedido y lo pierdes, se rompe doblemente cuando no has sabido pedir al cielo lo que querías (por ignorancia, el no saber es mortal). He aprendido la lección, ya nunca más he pedido un poquito de lo que amo cuando lo quiero todo. February 02, 2021, 22:16
Sira Ariza Grandes Sira Ariza Grandes
Enternecedor tira y afloja entre enamorados. Muy bien desarrollada la historia, y los pequeños acontecimientos que van llevando la trama muy originales. Gracias
December 20, 2020, 11:05

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Muchas gracias Sira por tus palabras. Esta historia es muy personal. Un saludo. December 21, 2020, 10:34
pascual alonso pena pascual alonso pena
Preciosa historia, Muy bien narrada
December 17, 2020, 23:13

Sandra Henao Lenda Sandra Henao Lenda
Muy hermoso. Muy bien desarrollada la trama, los personajes. Muy bonito.
December 15, 2020, 00:39

Jacinto Puertas Valcarcel Jacinto Puertas Valcarcel
Me gusta tu forma de contar historias.
December 06, 2020, 11:56

  • María José R. Cons María José R. Cons
    Espero que mis próximas historias sean también de tu agrado. December 06, 2020, 16:09
Luisa  Romero Casas Luisa Romero Casas
Tierno y desgarrador.
December 06, 2020, 11:19

Alberto Fernandez Perez Alberto Fernandez Perez
Conmovedor.
December 04, 2020, 08:33

~