helenasivianes Helena Sivianes

Jackie al fin ha podido salir de las redes de su familia y ha podido decidir por ella misma ha que universidad ir. Deja atrás una vida de la que no se siente orgullosa, amigos que no lo eran, una relación que no llegaría a ningún lado y el miedo a volver a sentir el miedo. Necesita implantar cambios en su vida, pero lo que no se espera es que los desastres pueden ser perfectos cuando el mayor desastre de su vida será conocerlo a él.


Fiction adolescente Déconseillé aux moins de 13 ans.

#romance #amor-juvenil
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Llegó cansada, con ganas de entrar en la habitación y dejarme caer, pero sé que para que eso ocurra aún queda bastante. Ahora estoy entrando por las puertas de la residencia Axis West, no era de las más baratas del Campus, pero sí de las pocas que ofrecía un espacio confortable y en la que solo tenía que compartir con una persona teniendo bastante privacidad. Había encontrado aquel alojamiento después de investigar durante aquel largo verano en el que había trabajado durante todas las horas que le había sido posible en Shenaningans, un bar deportivo cerca de donde vivía y donde había disfrutado muchísimo

Había hablado con Catherine, la chica que ya ocupaba la otra habitación el año anterior y le había parecido lo suficiente normal como para aceptar la propuesta de compartir el precio del alojamiento, por lo visto hasta ese curso anterior, su habitación la había ocupado una chica que había decidido que la experiencia universitaria no era lo que quería para su vida. Era toda una suerte que con tan poco tiempo encontrara un buen alojamiento.

Cargaba a su espalda una mochila, de una mano tiraba de una vieja maleta de ruedas mientras miraba el papel en el que llevaba apuntada la planta y el número del apartamento en el que esperaba poder pasar los próximos cuatro años. En el interior de su viejo Ford Mustang del 68 aún quedaban un par de cajas más. Su vida se reducía a solo esas pocas pertenencias, pero había decidido dar aquel paso, necesitaba hacerlo para dejar atrás una vida de la que no quería pararse a pensar.

Se acercó a un pequeño mostrador de recepción, un chico con alto, moreno y con una sonrisa llena de metal la saludó nada más que se encontró frente a ella. Tras explicarle quien era, presentarle su identificación, le entregó unos papeles en los que confirmaba que había hecho el pago de la reserva más la parte proporcional que le correspondía de los primeros seis meses. Este le entregó las llaves de la que sería su nueva casa. Le indicó cuál de los varios ascensores que había tenía que coger, además de explicarle que en la zona exterior disponía de una plaza propia para su vehículo, cosa que le alegró bastante.

Siguió las indicaciones y se encontró frente a una puerta de color blanca donde con unos números de color dorado sobre esta, indicaba que tras traspasar aquella puerta encontraría el lugar donde había dejado una gran parte de los ahorros de toda una vida. Metió las llaves en la cerradura y tras darle un par de vueltas y entrar se sorprendió de que aquel espacio pareciera mucho más amplio de lo que intuyó en las fotos. La luz entraba con fuerza a través de los grandes ventanales que al parecer daban a una pequeña terraza. El salón era acogedor, un sofá de tres plazas de color amarillo albero frente a una mesa baja de color caoba, lo que hacía de aquella zona algo bastante confortable para descansar o compartirlo con su nueva compañera de apartamento. El suelo era laminado en madera y el espacio de líneas abiertas, una pequeña cocina donde una isla les daba el espacio a dos personas para poder comer. La cocina era pequeña, pero lo suficientemente equipada para poder cocinar. En la conversación con la chica que se convertiría en su compañera ya habían acordado tener un fondo común para la compra de alimentos, así que llevaba todo planeado para el tiempo que pudieran compartir aquel precioso apartamento juntas.

Cuando estaba dispuesta a abrir una de las puertas que daba acceso a las habitaciones la puerta del apartamento se abrió y un hombre cargado con una enorme caja entró hablando a alguien que iba detrás de él y que Jacklyn no podía ver desde la posición desde la que se encontraba.

—No entiendo porque decidiste traer todas estas cosas a casa durante el verano, se podrían haber quedado aquí.

El hombre dejó la caja sobre el suelo al momento que se fijaba en la chica de pequeña estatura, pelo castaño y rostro salpicado de pecas que estaba de pie en medio de la estancia. Dio los pasos que le separaban de ella y extendió su mano para presentarse y saludarla.

—Buenos días, soy Richard. Me imagino que serás Jacklyn, la nueva compañera de apartamento de mi hija —ella tomó la mano que le ofrecía y lo saludo dibujando una sonrisa que había aprendido a mostrar a los clientes durante los meses de verano y que todos consideraba dulce y encantadora.

—Papá, haz el favor de soltar eso ya y salir de aquí —la chica que lo acompañaba y la que ella identificó como Catherine por las fotos que habían compartido se adelantó para colocarse junto a ella—. Llegamos a un trato.

—Sí, pero esta caja pesaba tres veces más que tú —respondió el hombre

—Hola, soy Jacklyn, pero pueden llamarme Jackie.

Catherine, que lucía un precioso vestido amarillo con pequeñas margaritas blancas moteadas se abalanzó a ella ignorando que le había tendido la mano como a su padre. Era más alta que ella y cuando la rodeó con sus brazos la levantó del suelo y dio un par de vueltas. Sabía que pertenecía a uno de los equipos deportivos de la universidad, pero si le había dicho a cuál en aquel momento no era capaz de recordarlo y menos tras aquel saludo tan efusivo.

—Yo soy Cat —respondió soltándola al fin en el suelo y girándose hacia su padre —. Ahora que ya ves que la chica que va a dormir a mi lado no tiene pinta de psicópata creo que puedes quedarte tranquilo e irte a casa. Estaré bien —se dirigió a su padre sin dejar de abrazar a Jacklyn en el proceso.

—¿Me lo prometes? —le dijo el hombre acercándose a ella y tocándole la cabeza como si se tratara de una niña pequeña. Ella le sonrió abiertamente.

—Sí, no seas más pesado. Te mantendré informado cada día a la misma hora.

El hombre se fue después de darle un afectuoso abrazo a su hija y despedirse de Jacklyn con un gesto de cabeza. Cat, su nueva compañera de habitación se giró hacia ella y de nuevo, sin venir a cuento y de manera totalmente incomprensible, se puso a dar saltos y gritos por toda la habitación. No pudo evitar reírse por la situación. Nunca en su vida había conocido a nadie tan alegre. Tan feliz, tan loca como la chica con la que compartiría aquella nueva experiencia en su vida.

Cuando al fin se tranquilizó se giró hacia su enorme caja y al abrirla, en su interior vio que llevaba muchas más cajas pequeñas, todo súper ordenado. No pudo evitar mirar la maleta y la mochila que había dejado junto al sofá, donde había metido todo lo que necesitaba sin ningún tipo de orden, ya que lo único que le importaba cuando embalaba su equipaje era salir de allí, dejarlo todo atrás. Su casa, sus supuestas amistades. Su vida.

—Esto no es lo que parece —Cat miró a la Jackie y supo sin preguntar qué era lo que estaba pasando por su cabeza—. Mi padre es un maniático del orden y es quien se ha encargado de prepararlo todo. Bueno, yo he elegido la ropa, pero es él quien lo ha empaquetado todo. Creo que es algo que le viene por su trabajo. Es demasiado estricto y no deja nada sin etiquetar o guardar correctamente.

A Jackie le sorprendió la velocidad con la que hablaba esa chica con un acento que le hacía saber que no era del sur como ella. Gesticulaba muchísimo con las manos, por no hablar de que no dejaba de cambiaba el peso de su cuerpo de un pie a otro como si el suelo estuviera cubierto de brasas ardiendo. Le pareció súper adorable y algo le decía que aquella chica que lucía con el pelo corto de un color caoba y una mecha de un tono rosa sobre su flequillo, se convertiría en una buena amiga.

—Es militar, ¿sabes? Pero no es un militar de esos severos que no permiten a sus hijos salir tarde, hacerse un pircing o tener una hora de vuelta que haga reír a sus amigos. Yo nunca he tenido problema con esos temas. Si así fuera yo no tendría ni los pircing ni tatuajes —llevaba un pequeño aro en su nariz y en sus orejas lucía bastantes más y de distintos tamaños —. Solo cuando mi madre murió se puso algo más coñazo, pero solo fue durante un tiempo hasta que ambos nos acostumbramos a estar sin ella y nuestra vida se volvió algo más normal.

—Lo siento... —consiguió decir. Un pequeño nudo se le apretó en el pecho al sentir envidia de que ella tuviera un padre que la quisiera tanto.

—Naah, eso pasó cuando yo tenía siete años. Han pasado ya doce años. Claro que echo de menos a mi madre y todo eso, pero mi padre ha sabido rellenar el cariño que falta por su parte.

Empezó a sacar cosas de las pequeñas cajas que había extraído de la más grande y fue colocándolas en la isla de la cocina, en la mesa pequeña que había en el salón y Jackie estaba asombrada por la energía que desprendía porque mientras estaba haciendo aquello no dejaba de contarle cosas, de donde iba a colocar los utensilios de cocina o qué lado del sofá prefería para cuando decidieran sentarse a ver algo en compañía y no en la soledad de su habitación.

—Si crees que hablo mucho solo tienes que pedirme que paré, no me molestará.

—No te preocupes, la verdad es que no me molesta que hables. Yo soy más bien callada, así que podrás rellenar mis silencios.

—Eso de ser callada se va a acabar, lo mío es contagioso, te lo puedo asegurar. Por cierto, me encanta tu nombre, me parece guay.

Le sonrió en forma de respuesta. Solo había una persona en el mundo que la llamara por ese diminutivo y era la persona que más quería y que, aunque en los últimos dos años hubieran estado más distantes, era por el bien de ambos así que, cuando tuvo claro que acabaría en la universidad de Austin era porque de aquella manera estarían uno cerca del otro, aunque tenía claro que evitaría entrometerse en la vida de él de la misma manera que él se lo había prometido a ella.

—Vamos a hacer un trato —soltó de repente la morena—. Hoy te vas a venir a una fiesta conmigo y si decides que no te gusta no insistiré en que me acompañes a ninguna más durante el curso.

No tenía claro que aquello fuera un buen plan, pero Cat no dejó de insistirle así que acabó aceptando, pero para ello tenía que recoger el par de cajas que aún tenía en el coche y terminar de adecentar la habitación que había libre.

Era bastante grande, tenía una cama doble en el centro. La residencia les dejaba sabanas puesta, cosa que era bastante cómodo para alguien como ella que prácticamente viajaba con lo puesto y que tendría que ir de comprar para poder llenar la cantidad de huecos que quedarían vacíos una vez que vaciara todas sus cajas. Había un pequeño armario empotrado que era lo suficientemente grande como para guardar su ropa. También disponía de un pequeño escritorio ideal para las horas de estudios, aunque la residencia disponía de una sala de ordenadores ella tenía el suyo propio. La ventana daba al interior de la residencia, desde ella se veía las ventanas y terrazas de otros apartamentos y al mirar abajo, ya que estaban en una tercera planta, pudo ver una zona común con una piscina en la que en aquel momento había varias personas ocupando las hamacas. Todo lo que había allí y la cercanía al campus empezaban a compensar cada vez más el desembolso de dinero.

Se dejó caer en la cama cuando ya tenía todo colocado, la ropa en el armario, su ordenador sobre el escritorio que estaba bajo la ventana y algunos libros que podía haber rescatado de su casa en una estantería que había justo encima de la cama. En la única mesita de noche que había entre el armario y la cama había dejado su teléfono móvil, un número nuevo que había adquirido en una gasolinera justo cuando estaba entrando en Austin. Pensaba empezar su vida de cero y lo hizo con aquella primera decisión. Solo su hermano tenía el nuevo número por lo que sabía que nadie se pondría en contacto con ella.

Una sensación de soledad le apretó el pecho al darse cuenta de todo lo que había dejado atrás, no se arrepentía de su decisión, no era eso, simplemente se daba cuenta de que siempre había estado sola que, aunque viviera bajo el mismo techo que sus padres ellos nunca habían estado con ella de la forma que se espera que unos padres lo hicieran. Sus amigos, o esos que creían sus amigos solo lo eran por quien ella era, por todo lo que le rodeaba y porque creían que estando a su lado podrían conseguir una tajada del pastel, como Ryan.

Unos golpes de nudillo en la puerta de la habitación la sacaron de sus pensamientos y se levantó para abrir la puerta. Tras ella estaba Cat con una enorme sonrisa en la cara y con un precioso vestido de color gris con unas diminutas rayas en rojo. Sin pedir permiso Cat se colocó en su habitación y dejó el vestido encima de la cama para después abrir su armario.

—Lo que sospechaba, aquí no hay nada que sirva para donde quiero llevarte —se giró hacia Jackie y la miró de arriba abajo —. Esto tiene que servirte, aunque yo sea algo más alta que tú tendrá el largo suficiente. Estoy segura de que incluso con las preciosas curvas que tienes a ti te quedará mejor que a mí.

Volvió a girarse hacia el armario y metió la cabeza en su interior. Jackie la miraba asombrada por la naturalidad con la que actuaba. Cat ya se había cambiado de ropa, llevaba unos shorts vaqueros cortos hasta casi la mitad de su muslo y una camiseta de mangas cortas con franjas amarillas y blancas bastante anchas anudada por delante dejando su ombligo al aire. Pudo ver que llevaba un pircing también en aquel lugar.

—Bueno, pues ponte el vestido con las mismas deportivas que llevas, creo que es lo mejor —se golpeó con el dedo índice varias veces, como si estuviera pensando que más podía ponerse Jackie —. Genial. Sí, ahora cámbiate, ponle un poco de glamur a tu cara y te veo en diez minutos fuera.

A Jackie ni siquiera le dio tiempo a protestar y, aunque pareciera raro, se sintió bien. Por primera vez alguien le decía que hacer sin tener que ser ella quien tuviera que llevar la batuta de la situación. Aquello era totalmente diferente y por eso le hizo caso. Cogió el vestido, ropa interior para cambiarse después de la ducha y su neceser para maquillarse un poco. No tenía ni idea de a donde la llevaría Cat, pero no le importó y menos aun cuando el atuendo era algo informal. Eso también era algo nuevo en su vida.

Tardó algo más de diez minutos en estar preparada, pero cuando salió de su habitación y vio como la sonrisa de Cat se hacía más amplia en su cara, sintió que había conseguido lo que quería. Había cometido una gran locura y algo que si sus padres la vieran en aquel momento haría que su madre tuviera uno de sus ataques dramáticos. Dentro del baño había cogido unas pequeñas tijeras que tenía en su neceser y había cortado su flequillo en un corte recto, justo a la altura de sus cejas y le encantaba como le quedaba. Se había alisado un poco el pelo, al menos lo que había podido con el poco tiempo que tenía y se había atrevido con el maquillaje delineándose los ojos y poniendo la máscara de pestaña suficiente para que estas parecieran mucho más largas de lo que eran, algo de sombra de ojos color cobre, coloretes rosas y el toque que más le gustaba y que nunca se había atrevido, aunque la barrita labial llevara dentro de su neceser bastante tiempo. Sus labios brillaban de un rojo tan intenso como el de las piruletas.

—Y a esto, señoras y señores, se le llama glamur.

Cat dio los pasos que la separaban de su nueva amiga, la cogió de la mano y la hizo girar sobre sí misma para ver cómo le quedaba aquel vestido. Como ya había intuido se le ajustaba a cada una de las curvas de su cuerpo como un guante. Le llegaba justo por encima de las rodillas y la combinación con aquellas deportivas negras quedaba genial, por eso al momento la soltó de la mano y entro corriendo en su habitación para salir menos de un minuto después con una chaqueta de cuero que le tendió. El tiempo era caluro en aquella época del año, pero era el mejor complemento para aquel vestido de tirantas finas y sobre todo si pretendía que la fiesta se alargara hasta bien entrada la noche.

Ambas salieron del edificio de la residencia agarradas del brazo. Jackie llevaba un pequeño bolso donde había metido su cartera, el móvil donde ya estaba el contacto de Cat y las llaves de su coche.

—Tengo mi coche aquí al lado —le dijo sacando las llaves y enseñándoselas.

—No nos va a hacer falta, tenemos suerte de estar en una de las mejores zonas, lo que viene a traducirse, que las mejores fiestas están a pocas calles, además, hoy tienes que beber algo conmigo. Tenemos que celebrar que somos compañeras de apartamento y si conduces me será imposible convencerte.

A Jackie le bastó aquella respuesta para volver a guardar las llaves y dejar que su nueva amiga, porque la sentía así, la guiara por aquellas calles que nunca había pisado y que le hacían sentir mucho más segura que las de San Ángelo.

Tal como había dicho Cat, habían cruzado un par de calles o poco más cuando empezaron a escuchar música y un extenso jardín apareció ante ellas. Jackie no esperaba que en una zona como aquella, rodeada de edificios altos, apareciera una casa tan majestuosa. La morena le explicó que pertenecía a una de las tantas hermandades de la universidad y que prácticamente eran las únicas casas de ese tipo que encontraría por aquella zona.

Cat iba saludando a todas las personas que se encontraba por el camino, como si las conociera, porque cuando Jackie les preguntó quiénes eran, esta simplemente se encogió de hombros y tiró de ella hasta que entraron en la casa. Aquello era enorme, a la derecha había una pequeña sala de estar donde pudo ver a un par chicos sentados en un sofá jugando a la videoconsola y varios rodeándolos y animándolos con vasos rojos en las manos. Cat seguía tirando de ella por el pasillo que daba a un salón mucho más grande. En aquella casa había bastantes personas y muchas de ellas con cazadoras que pronto reconoció como las del equipo de futbol y al momento se vio buscando a esa persona que se prometió no molestar y allí estaba ella, el primer día que pisaba la ciudad cuando aún no habían empezado las clases.

Tenía que haberle preguntado a Cat a qué tipo de fiesta asistirían y quienes serían las personas que se podían encontrar allí. Si lo hubiera hecho seguiría en el interior de su habitación dándole vueltas a lo que había sido su vida hasta hacia tan pocas horas.

4 Novembre 2020 17:33 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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