tadeoibarra Tadeo Ibarra

Unirme a ellos no me pareció difícil. Y aprendí que cualquier situación catastrófica encubre una verdad todavía más grande; para la que muchos no están preparados.


Horreur Littérature monstre Déconseillé aux moins de 13 ans. © TADEO IBARRA 2020

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La Elección


Prefacio


Me les había unido. La sensación era totalmente nueva para mí. Sentía como el líquido que succionaba con fuerza del cuello y de las piernas del hombre me llenaba de energía y comenzaba a formar parte de mi cuerpo. Al principio mis dientes notaron los músculos tensos del cuello, y para mí, un primerizo, había sido más fácil retirarme del cuello y morder las piernas y comenzar a beber de ahí. El cuerpo del humano comenzó a relajarse y me abalancé sobre el cuello. Me quedé ahí por unos minutos cuando el hombre de la voz áspera me retiró con una fuerza descomunal.

—Es suficiente. Hay que mantenerlo vivo; es uno de los voluntarios.



El comienzo


Comenzó con un caso de un infectado al otro lado del mundo. «Una especie de gripe», se podía leer en los periódicos y al principio la gente no prestó demasiada atención a pesar de las insistentes advertencias de que todo podía empeorar hasta niveles insospechados. Al principio, la mayoría de las personas no conocían a alguien cercano que tuviera el virus; por lo que se mostraban escépticos e incluso se atrevían a salir a la calle sin protección alguna; y tengo que admitir, que al principio, justo antes de que los países de primer mundo colapsaran, yo tampoco lo creía. Obstinadamente pensé que sería solamente un método de distracción para ocultar algún evento de mayor impacto, algo que definitivamente dañaría los egos de todos los seres humanos y para aquellas mentes maestras era mejor mantenernos distraídos. Fue hasta que comencé a ver las noticias nacionales, que me di cuenta que la cosa iba en serio.

Comencé a protegerme, a salir con el equipo adecuado; con mascarilla y con lentes. Salía solo lo necesario: para ir a comprar alimentos y una que otra visita al médico. Mucha gente se burló de mí; yo pasaba caminando a un costado de ellos y fingían toser o estornudar cuando se daban cuenta que llevaba puesto un tapabocas. «Son el tipo de personas que no tienen iniciativa, y se esperan a que todo empeore para tomar medidas», me dije a mí mismo, olvidándome de que en un principio yo tampoco daba crédito a la seriedad de la situación.

Pasaron los meses de aislamiento y uno comenzaba a escuchar de casos de infección de gente cercana. Ya se sentía más real. Algunas personas sufrían síntomas leves, en cambio otras tenían que ser hospitalizadas en el área de cuidados intensivos. Los médicos tenían la indicación de no dejar entrar a ningún familiar ni conocido para prevenir más contagios; y si desafortunadamente alguno de los pacientes perdía la vida, lo incineraban y llamaban por teléfono a la familia. Eso era todo; no había despedida ni funeral.

Los casos de personas infectadas fueron descendiendo poco a poco y yo me sentí más seguro; si no me había contagiado en la etapa crítica de contagios era muy poco probable que me contagiara ahora. Poco a poco fui relajándome; salía de vez en cuando con mis conocidos y ya no desinfectaba mis manos después de ir al supermercado. Todo volvía a la normalidad poco a poco. De todos modos, si veía a alguien tosiendo o estornudando, trataba de alejarme lo más que pudiera de esa persona; pero parece que una ocasión, la distancia no fue suficiente.

Una mañana desperté con fiebre y con un cansancio atroz: parecía que me habían arrollado no uno, sino varios camiones de carga. «Si me contagié, no creo que mi situación se vaya a complicar», pensé. Llamé a mi familia para ponerles al tanto y avisarles que por al menos dos semanas no iría a visitarlos. Me dijeron que me cuidara mucho y que los llamara en caso de alguna emergencia. Fui a un laboratorio privado, y me hice la prueba.

Durante los tres días siguientes al recibir el resultado de «positivo», los síntomas se habían mantenido igual que al principio: dolor de cabeza, fiebre y tos. Eran los que describían en la televisión así que tuve confianza en que pronto me recuperaría. Una tarde, cuando estaba viendo un reality show, me sentí con mucho sueño y cansancio así que decidí subir con todo y mi manta a mi habitación. El tramo de escaleras me pareció eterno, y cuando llegué a la segunda planta, mi cuerpo se sentía como si hubiera corrido un maratón. Me sentía muy agitado y me parecía que las bocanadas de aire no eran suficientes. El pánico me invadió e inmediatamente llamé a una ambulancia, a pesar de que una parte de mí me decía que quizá estaba exagerando. Había visto que en cuanto uno tuviera dificultad para respirar debía ir rápido al hospital; el tiempo era clave.

Cuando la ambulancia llegó, yo ya había avisado a mi familia. Todos estaban muy preocupados.

Como es de esperar me internaron, y a los pocos días me sedaron para intubarme. Es muy difícil describir la sensación de «nada» o el vacío que se experimenta cuando uno está inconsciente, cuando ni siquiera se percibe el tiempo.

Al principio no me di cuenta cuanto tiempo había pasado; había abierto los ojos y lo primero que noté fue el cansancio de mi cuerpo y tenía la garganta totalmente adolorida y después me di cuenta que había sido por el tubo por el que pasaba el oxígeno.

—Despertaste —dijo una voz femenina.

—Te tardaste más de lo esperado para alguien de tu edad y de tu condición física, lo cual hace el asunto todavía más emocionante —añadió otra voz más áspera.

—Tengo mucha sed —les dije. Y incluso ahora, dos años después, no encuentro palabras para describir el ansia de beber que tenía en ese momento.

—Ya habrá mucho… MUCHO tiempo para que te sacies —dijo la mujer entre risas—. Y como podrás ver, te trajimos tu primer alimento. —Señaló al rincón—. Bueno, todo depende de qué decidas.

Alcé un poco la cabeza y pude ver que en un rincón de la habitación había un hombre desnudo, sentado en una silla y mirándome fijamente. Tenía dos grandes círculos azules debajo de los ojos y se le veían varias cicatrices en el cuello y cerca de la entrepierna. En cuanto vi la escena, la sed que sentía se transformó en un ardor horrible en la garganta. Tenía que pararme y beber de ese hombre. Me agité y me di cuenta que estaba amarrado de pies y manos y la desesperación se apoderó de mi.

—Tranquilo muchacho. Todavía tienes una decisión que hacer —dijo el de la voz áspera entre risas burlonas—. Verás, sobreviviste a la prueba. Fue muy difícil diseñarlo, pero finalmente creamos un virus capaz de seleccionar a los humanos más resistentes. Los eternos, como nosotros, ya somos muy pocos comparados con la población humana que va en aumento. Necesitábamos incrementar nuestra población.

Yo apenas y prestaba atención. Tenía que beber.

—Si escoges unirte a nosotros, te dejaremos beber; pero si decides que no, te incineraremos y avisaremos a tu familia que no sobreviviste a la enfermedad.

—Me les uno —dije casi gritando. Me desataron con un movimiento extremadamente rápido y me abalancé sobre el hombre desnudo.

11 Octobre 2020 23:01 2 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Tadeo Ibarra Tadeo Ibarra es originario de Monterrey, Nuevo León al norte de México. Amante de los gatos, la música clásica e ingeniero químico de título encontró su vocación en la escritura de relatos cortos de misterio y suspenso.

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Roxanne Lafaurie Roxanne Lafaurie
Dios mio me ha encantado, y me ha dejado sin palabras, que sublime :O :O :O
November 12, 2020, 01:44
Jancev Jancev
¡Excelente, Tadeo! Ha sido muy ingenioso utilizar un hecho real y reciente para generar a tu neonato, se percibe incluso "posible". ¡Felicidades!
October 13, 2020, 23:42
~