A veces quisiera dejar de escribir. Tener una vida estable que no dependa de mis frases, dejando de bailar con la incertidumbre para meterme a la sala de espera de una oficina.
A veces quiero tener una vida regular. Dejar de arriesgar para conseguir resultados y dejar de ver mi vida como un teatro. Hay veces que esa parte dramática quiere irse para darle la bienvenida al empleado del mes.
A veces quisiera dejar de sentir. Dejar el tormento con mis experiencias pasadas, tan tristes, pudiendo hablar de sus sinsabores en pasado en alguna charla familiar.
No hacer nada me seduce. Es como si corresponder con la procrastinación fuera el objetivo de la vida, y yo queriendo esforzarme por cumplir esos objetivos a cabalidad. Enamorarme de un largo amor y dejar de lado el arte. Que las obras no me consuman para yo empezar a consumirlas, igual de vulgar que tener los dedos naranjas de tanto comer comida chatarra, con el plato en la barriga y la televisión a todo volumen.
Esa monotonía seduce de tan estable y me asusta. Es como ver un anuncio de una agencia de viajes que te promete ir a Cancún 2 personas todo pago, viendo la piscina pero no el crédito que te van a cobrar después de que se te olvide lo bien que lo pasaste.
Es lo que tiene el arte. Uno da emociones a cambio de verlas plasmadas. Uno es su propio conejillo de indias; su propio ratón de laboratorio. Uno quiere ser dos para sentir la mitad de las desgracias, pero cuando la obra enorgullece uno quiere ser uno solo con el arte.
El desamor duele el triple y el amor empieza a doler. Me he sentido como arrancándome recuerdos de la cabeza, volviéndose torturas cada vez que tengo que corregir textos para acordarme de qué tan duro sentí las consecuencias.
Cuando se cierra el telón y le doy a "Guardar como", sólo está el título de la obra recompensándome. La obra viaja en el tiempo estando congelada, sólo para verse nostálgica en un relato que se publicará un mes después.
Tienes a las personas que alguna vez te quitaron el sueño en forma de texto, romantizando aquella pesadumbre. Haciendo de la desolación el público y del drama la trama, quitando así todo el mensaje de la obra; que al escribirla pretendía que enseñase lo contrario.
Por eso quisiera tener una vida común y corriente: no tendría que darle la razón a mis fantasmas cuando quieren hacer drama, y eso me daría la suficiente autoridad como para justificar tener una vida sana de tristezas.
Igual es una crisis pasajera que se irá tal y como vino. Hay épocas en las que miro hacia atrás y veo por cuántos abismos me tiré intentando volar, cosa de la que salgo aterrorizadamente motivado.
Construir no es para todo el mundo. Ese impulso de querer destruirlo todo es humano. Supongo que es humano precisamente porque todos me entienden cuando se los comento. Y me gusta, pero no me apasiona tener que destruir para volver a embarcarme en una aventura que ya me sé.
Será que soy muy exigente, será que me autosaboteo a largo plazo. Tendría sentido pensar así viendo las oportunidades que he dejado pasar, dejando un vértigo a fallar las ocasiones que vienen.
Ojeo poco a poco a medida que voy escribiendo este texto. Veo que me estoy dejando llevar por la dejadez y no me gusta nada. Se supone que estoy aquí para cumplir mis metas, pero introspecciono y me encuentro con un paisaje lleno de pereza; lleno de cosas que juré destruir.
Las veo y las odio. Las tengo allí, riéndose de mí cuando sucumbo ante las ojeras. Se reúnen en conjunto cada día para atormentar mis progresos, y cada vez que me distraigo las tengo estrangulando mis esperanzas.
Mis esperanzas... Fueron la única razón por la que estoy aquí. Me hice un mundo entero en torno a mis sueños y por primera vez lo estoy viendo crecer. Es como si floreciera en ese pedacito de tierra en el que mis demonios se alojan, creciendo como bambú entre girasoles, generando el dolor más reconfortante que alguna vez sentí. Como si su fruto fuera una especie de desinfectante contra el mal augurio. Es tanto lo que crece, concluyo, que me toca escribir acerca de mi pereza en los escritos, a falta de lugares más húmedos en los que mis penas puedan atrincherarse.
Pero tengo que ser justo conmigo mismo. Así como se están yendo mis problemas, así se van personas con ellos. Llevo mucho tiempo sin decir un te amo, llevo mucho tiempo sin que alguien me abrace en plena tristeza y llevo mucho tiempo sin saber qué es que la gente finja quererte: y eso es más tenebroso de lo que parece.
Las traiciones se desvelaron, el odio se disipó. Sólo queda celebrar, pero lo haré mañana por la mañana: hoy se llora por lo perdido, aunque tenerlo nos duela más.
Merci pour la lecture!
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