¨Corrí llorando a los brazos de mi madre. Estaba jugando con un set de juguetes nuevos, venía de un programa infantil de la televisión muy de moda. Pero estos resultaron defectuosos, se desplomaban cada vez que los ponía de pie. Mi paciencia fue tan corta que los arrojé a todos a la chimenea. —Ay, no de vuelta —suspiró mamá—. Bueno, amor, no llores, mañana se estrena otro programa. Si te gusta, te traeré a los actores en mejor estado, pero prométeme que ya no te desharás de ellos tan rápido, ¿ok? ¨
Consentida - N.V. Scuderi
-----------------------------------------------------------------------------------------------------
¨Soy gris, todavía en esa página, oh coloréame.
Solo soy una silueta incompleta pero fina, oh coloréame.
Si el verde persigue las colinas a lo largo de millas.
Si el azul está llevando a cabo el cielo.
Comprueba si al rojo de tu corazón no le importa,
por dónde empezar a colorearme.¨
Cada día, cien niños son abandonados por sus padres biológicos. En ¨Colorea mi infancia¨ somos conscientes de la importancia que tiene un hogar para el correcto desarrollo de los pequeños, por eso, desde hace más de diez años, acogemos a niños en nuestras instalaciones en Alcalá de Henares mientras nos encargamos de encontrarles un hogar donde disfrutar de su infancia rodeados de afecto y cuidados. Para poder seguir coloreando sus infancias, necesitamos la ayuda de personas como tú. Por tan solo 0,50 céntimos al día, el precio de un café, puedes apoyar nuestra inicativa ¨Colorea a un niño¨. ¡¿A qué estás esperando?!; ¡agarra tus pinturas y ayúdanos a colorear!
¨Siempre esperaré,
nunca será demasiado tarde para colorearme,
para colorearme.
Hoy o el año que viene, siempre estaré aquí,
si quieres colorearme...¨
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
La pequeña Nel no se despegaba de la esquina derecha de la habitación, abrazando con ambos brazos sus piernas dobladas. Una camiseta corta de color gris y sus pantalones negros no ayudaban a prevenir el frío del lugar. Sus ojos verdes ya se habían acostumbrado a la oscuridad, pudiendo divisar los bordes de una pequeña mesa y una estantería gracias a la ínfima luz que se desprendía del bajo de la puerta. Tres horas de gritos y lágrimas habían hecho mella en sus depósitos de energía, haciéndola sentir una titánica necesidad de dormir; pero el terror a lo desconocido era un mecanismo demasiado potente como para perder la batalla contra el sueño.
La pelirroja deseaba con todas sus fuerzas volver a la que declaraba su casa. Por mucho que sus cuidadoras insistieran en que aquella era tan solo una solución temporal, no pudo evitar acostumbrarse a la vida en la aldea, compartiendo habitación con Clara, su mejor amiga, y pasando los domingos jugando con otros niños que como ellas, habían perdido a sus padres. Cuando su mamá de acogida le informó de que habían encontrado un hogar para ella, Nel sintió todo un mejunje emocional, que discernía entre atisbos de alergía, pues alguien por fin querría tratarla como una hija, y una profunda lástima impulsada por la necesidad de abandonar a sus hermanos postizos. Ahora por fin sus sentimientos estaban claros; el miedo recorría cada rincón de su pequeño cuerpo.
De pronto, el chirrido de la puerta abriéndose agudizó los sentidos de Nel, haciéndola levantar bruscamente pero sin despegar su diminuto cuerpo de la pared. La esbelta figura de una mujer penetró en la habitación, su sombra se paró en seco y alzó una mano hasta el interruptor, bañando el lugar en una tenue luz fluorescente. La pequeña por fin pudo ponerse en contexto, contemplando las paredes grises con trozos de pintura caídos fruto del tiempo, alguna que otra telaraña adornando las esquinas, una lavadora y el colchón inflable. Al observar su alrededor y darse cuenta de que resultaba mucho más hostil que su habitación en las aldeas, Nel quiso comenzar a llorar, pero decidió comportarse como una niña adulta y frenarlo.
La de los ojos azules alzó la mirada para poder observar a su contraria. La mujer tenía el cabello largo y castaño, envuelto en un moño perfectamente peinado. Vestía una americana rosa y un pantalón negro ajustado. Parecía acabar de salir de una reunión importante. Los tacones dejaban entrever una reciente pedicura de color vino.
—Tú debes de ser Nel, ¿verdad? —preguntó la voz femenina con un toque dulce. Por alguna razón sus palabras hicieron que la pequeña se estremeciera, sintiéndose incapaz de mediar palabra.— Mi nombre es Elisa, soy tu... futura madre, si haces las cosas bien, claro. Mi hija te está esperando arriba. —sentenció, alzando el brazo a modo de indicación para abandonar el lugar.
La ochoañera miró confusa a su contraria, ¿qué quería decir con hacer las cosas bien? Sus cuidadoras le habían enseñado buenos modales y amabilidad, era una excelente estudiante y una buena amiga, estaba segura de poder convertirse en la hija perfecta si le daban la oportunidad de hacerlo. La pequeña esbozó una ligera sonrisa, siguiendo el paso de su futura madre para salir de aquella insípida habitación.
Elisa dirigió a Nel a través del pasillo, el trayecto le parecía inacabable. Mientras caminaba, observaba las fotos colgadas a ambos lados de las paredes rosas. Una niña pequeña montada en un caballo, la misma niña en el parque Warner, en el Jardín Botánico de Madrid, en un un teatro con marionetas... Con cada imagen que veía se sentía más relajada, consiguiendo que sus temores se disiparan dándole paso a un atisbo de ilusión, ¿eso quería decir que por fin podría ir a un parque de atracciones?; ¿haría todas esas cosas que sus compañeros del colegio hacían con sus familias? Su sonrisa comenzó a estirarse, sintiendo ansias por conocer a la protagonista de aquellas fotografías.
La castaña se paró en seco frente a una de las puertas, desvió la mirada por un instante hacia la niña, como si intentara evaluarla, soltó un fuerte suspiro y abrió la puerta.
—¡Milena cariño!; ¡tu niña ya está aquí! —exclamó Elisa con una emoción que parecía fingida.
Nel cruzó el umbral de la puerta, observando anonadada las dimensiones de aquel cuarto. Las paredes bañadas en el color rosa, una casita de muñecas enorme, un tocador, una pequeña habitación aparte a modo de vestidor y cantidades ingentes de juguetes. Su boca se abrió de par en par, estaba impresionada. ¿Compartirían habitación o podría tener una propia que adornaría a su gusto? Su risueña mente comenzó a imaginar cómo podría ser tener un sitio para si misma, nunca había llegado a plantearse cómo le gustaría que fuera; ¿de qué color la pintaría?
Su nueva hermana estaba sentada en la cama, tenía puesto un vestido rosa con estampado de flores azules hecho a medida, unas medias blancas y zapatos azules. Su largo cabello rubio estaba perfectamente recogido en una coleta adornada con un lacito a juego con los zapatos. Milena tiró al suelo la muñeca que sujetaba en la mano y corrió hacia su madre. Al llegar hasta Nel, la observó detenidamente, parecía inspeccionarla.
—¡Jooo mamá!; ¡te dije que la quería con el pelo marrón! —lamentó la rubia, cruzándose de brazos.
—Ya lo sé cariño, pero no quedaban. Juega con ella y si no te gusta, el mes que viene cojo otra —respondió Elisa sonriente.
Nel no atendía a la charla entre ambas chicas, pues se encontraba envuelta en una fantasía con tonalidades rosas impulsada por la imagen de aquella gigantesta habitación. De pronto, la puerta se cerró y las dos niñas se quedaron solas.
La pelirroja quiso acercarse hacia una de las muñecas tiradas en la alfombra de terciopelo azul que adornaba el centro del lugar, pero su compañera se lo impidió, agarrándola del brazo con fuerza y haciéndola caer al suelo. Nel esbozó un rugido de molestia, pero decidió no manifestarse pues no quería empezar la amistad con su nueva hermana con mal pie.
—¡Quieta!; ¡voy a jugar con tu pelo! —exclamó Milena mientras inundaba sus pequeños y rellenos dedos con brusquedad entre el cabello de su compañera, aún tirada en el suelo. La rubia tiraba y retorcía lo mechones mientras Nel apretaba los dientes tratando de aguantar el dolor.
—Me haces daño... —esbozó Nel casi en un susurro, pero su contraria parecía no percatarse de aquellas palabras.
—Tu pelo no me gusta —replicó la rubia, para después correr hacia el tocador donde se encontraba su caja con utensilios de peluquería. Agarró unas tijeras y volvió hacia donde estaba su hermana postiza, tomando de nuevo un mechón de su cabello y cortándolo sin darle tiempo a su contraria para responder.
Cuando Nel observó tiras de cabello pelirrojas en el suelo, se levantó de inmediato, alejándose rápidamente de su contraria y corriendo hacia el espejo del tocador. Sus ojos se inundaron de lágrimas al contemplar las calvas que Milena le había propiciado.
—¡¿Por qué me has cortado el pelo?! —exclamó Nel mientras lloraba desconsoladamente.
—Te he dicho que no me gusta, te voy a poner una peluca —respondió Milena restándole importancia.
—¡Pero yo no quiero usar peluca! ¡quiero mi pelo!
—¡No es para tanto! ¡ven aquí! tengo que terminar de cortarlo. —Milena se acercó hacia Nel, intentando agarrar otro mechón de su cabello. La pelirroja comenzó a alejarse hasta chocar su espalda contra la pared y cuando su contraria alzó el brazo, la empujó, haciéndola caer al suelo.
—¡¿Qué haces?! —La rubia se enfureció, levantándose rápidamente para volver a sus intentos de cortarle el cabello a su hermanastra. Nel agarró el brazo de la pequeña tratando de frenarla, hasta que, finalmente, las tijeras acabaron penetrando en el hombro derecho de la pelirroja, esta soltó un grito de dolor desgarrador. En cuestión de segundos Elisa irrumpió en el cuarto, alarmada por el ruido.
—¡¿Qué ha pasado?! —preguntó notoriamente nerviosa.
—¡Me ha clavado las tijeras! —exclamó Nel entre lágrimas y sangre que comenzaba a caer desde su brazo a la alfombra.
—¡No me gusta esta niña!; ¡quiero otra! —replicó Milena cruzándose de brazos.
Elisa suspiró, acercándose hacia su hija biológica, ignorando los gritos de dolor de Nel.
—Cariño, ya es la tercera niña en lo que vamos de mes, sabes que el límite son cinco al año. Piénsatelo...esta al menos cabe en los vestidos.
—¡Me da igual!; ¡no la quiero!; ¡llévatela! —sentenció la rubia con un semblante serio.
—Está bien cielo... no te alteres, mañana la devuelvo. —respondió Elisa, acercándose hasta Nel y agarrándola del brazo, para llevarla fuera de la habitación.
—¡Has manchado la alfombra de sangre!; ¡espero que pueda lavarse!; ¡¿te haces a la idea de cuánto me ha costado?! —voceó la matriarca apretando el brazo de la pequeña mientras abría la puerta de la habitación gris, empujando a la niña dentro, para después encerrarla con un portazo.
Nel no podía parar de llorar por el dolor salpicado de miedo. Su hombro escocía y seguía sangrando, coloreando su camiseta gris de un rojo intenso. Se acurrucó de nuevo en una esquina. Su estómago no paraba de sonar, impulsado por el hambre. Mientras tanto, podía escuchar la conversación que su madre postiza mantenía con la ONG desde el otro lado de la puerta, distinguiendo palabras sueltas como ¨negro¨, ¨mercado¨ y ¨órganos¨. La pequeña cerró los ojos, con la esperanza de que aquel incidente supusiera su vuelta a la aldea al día siguiente. Adormecida, comenzó a escuchar la sutil melodía de una canción familiar...
¨Siempre esperaré,
nunca será demasiado tarde para colorearme,
para colorearme.
Hoy o el año que viene, siempre estaré aquí,
si quieres colorearme.¨
Merci pour la lecture!
Una historia desgarradora de principio a fin, la problemática de los niños sin hogar y el destino de muchos de ellos, una narración estupenda y un esmero en la ortografía y gramática que merece ser reconocido. Totalmente recomendada. ¡Felicidades a su autora!
Un cuento triste y potencialmente real, pero hermosa y sutilmente narrado con un título que golpea más en el corazón al comprender de qué va la historia. ¡Recomendadísimo!
Quizás un poco duro por el tema que ataña, pero que solo deja entrever una realidad que muchos ignoramos... Is Bel nos demuestra en esta obra su capacidad de autora nata y su buen manejo a la hora de tocar temas no muy debatidos. Excelente narrativa y excelente redacción... Felicidades
Original, tenebrosa, con una redacción y gramática que no dejan nada para desear, realmente muy buena historia. A modo de recomendación personal, podría la autora considerar cambiar la cubierta por una más acorde al contenido, de esta forma puede atraer a muchos más lectores. ¡Saludos!
Una historia muy potente con una estructura y una narrativa exquisitas. La autora se vale de interesantes recursos narrativos (entre los que destaca la canción que da título al relato) para llevarnos a través del terrible viaje de su infortunada protagonista desde la esperanza hacia el terror.
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.