mokkachin mokka chin

Otabek creía que nunca podría encontrar un amor más puro que el que sentía por Dios, sin embargo todo cambió cuando conoció a Yuri, por quien sintió una instantánea devoción. [Inspirado en BORNS]


Fanfiction Anime/Manga Tout public.

#otayuri #yuri-on-ice #yuri-plisetsky #otabek-altin
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Holy Ghost

Basado en un comentario que dejó una chiquilla en una de mis historias, gracias por darme el permiso para hacer este one shot.


🌷


Otabek Altin nunca antes había pensado siquiera en el amor hacia otro, no antes de conocer al niño rubio que acompañaba a Nikolai.


Su vida y la iglesia fueron siempre temas que convergían inevitablemente, desde que su madre estuvo enferma cuando él era un niño, y fue Dios quien pudo salvarla. Otabek comprendió que era esa entidad aquella que debía adorar, porque estaba agradecido, y quería saber más, quería amar más, hacer lo posible para que todos supieran que tan grande podía ser la misericordia de Dios y cómo es que podemos alcanzarla. Y es que no es tan difícil, después de todo, porque la respuesta siempre será el amor.


Ese mismo amor que Otabek decidió dedicarle a la iglesia y a Jesucristo, yendo sin falta, escuchando la palabra de Dios con respeto y adoración, rezando cada noche, pidiendo por aquellos que aún no encontraban el camino y agradeciendo eternamente por haberlo encontrado él. Ese camino que le hizo adorar a Dios, a quien amó fielmente, sin traición alguna, porque Otabek estaba seguro de que nunca encontraría amor más puro que el de Jesús.


Hasta que encontró a Yuri Plisetsky, el rubio de trece años que pudo robarle el aliento, como nunca alguien pudo hacerlo.


Se conocieron hace seis años, cuando el kazajo tenía dieciséis y asistía a la iglesia para ayudar al pastor, aprendiendo de él y su labor predicando la palabra de Dios. Solía pararse a su lado, escuchando atentamente junto al resto, a veces repartiendo el libro de cantos, a veces simplemente encendiendo las velas del lugar. Así como también solía recibir a las personas en la entrada, con una sonrisa cordial que había practicado con el tiempo, y una voz cálida que poco a poco iba tomando forma; y así fue como es que vio por primera vez a Yuri Plisetsky.


El pequeño rubio acompañaba a Nikolai Plisetsky, el anciano con quien a veces Otabek hablaba, el abuelo de Yuri, como sabría tiempo después. Otabek saludó a ambos, sin embargo su sonrisa cordial y su voz cálida se quedaron atoradas en él, siendo reemplazadas por un sonrojo leve y un malestar estomacal que en ese momento no pudo expresar.


Y es que había unángelfrente a él. El niño de cuerpo delicado y cabello dorado, poseía una figura tan pura como hipnotizante, capaz de descolocar por completo el corazón de un adolescente como lo era Otabek Altin. Yuri le miró atento con sus hermosos ojos verdes, mientras mantenía su brazo sujeto al de su abuelo, una sonrisa traviesa surcaba sus labios débilmente, una expresión astuta.


Y el kazajo solo fue capaz de pensar, tontamente,"Dios, realmente te superaste a ti mismo con este chico".


Otabek pudo recuperarse apenas de su encuentro con el ser celestial que era Yuri, y con una sonrisa nerviosa les dejó entrar, saludando a los siguientes. Y si pensó que ese pequeño momento fue difícil, es que no sabía qué iba a ocurrir luego durante la misa, teniendo a Yuri frente a él, con sus ojos verdes chispeantes de diversión y sus labios rosados mostrando la sonrisa hermosa que jamás había visto antes, una que no se fue de su mente en años.


Apenas y pudo cumplir con su trabajo ese día, con sus ojos marrones fijos en el joven ruso, pudo sentirse otra vez como un simple admirador. Y pudo sentirse culpable por eso, por admirar a un mundano más, pordesearde tal manera a un mundano más.


Al final de la misa se sentía mareado y sus ojos no se apartaban de aquella criatura inmaculada, que poco a poco se acercaba a él, siendo arrastrado por su abuelo. Nikolai presentó al rubio como su nieto, y le comentó que iba a pasar el verano en su hogar, por lo que podrían verse seguido.


Y así fue como Otabek pudo admirar a Yuri varias tardes a la semana, cuando Nikolai asistía a la iglesia puntualmente. Así como también le vio alrededor del pueblo, con la actitud burlesca y traviesa que caracterizaba al joven, una criatura hermosa que vestía los pantalones más cortos que tenía durante las cálidas tardes de verano, mientras recorría las estrechas calles en la bicicleta que trajo dese su hogar en San Petersburgo.


Ese verano Otabek había encontrado otro pasatiempo además de hacer caridad y ayudar en la iglesia, uno que le avergonzaba admitir y que luego podría ponerle un nombre adecuado, aunque en ese momento no podía explicarlo. Ese verano encontró algo más gratificante que leer la biblia o acampar junto a los jóvenes de la iglesia, ese verano Otabek pudoconocera Yuri Plisetsky.


Sus tardes juntas surgieron un día en que el rubio le encontró espiándole, y no tuvo problema alguno en hacérselo saber, con la sonrisita astuta de siempre.


— ¿Vas seguirme por la eternidad o te vas a presentar correctamente?


El moreno quiso ocultar sus sonrojo producto de la vergüenza, o el calor, mas le fue imposible. Y ese sonrojo aumentó cuando pudo apreciar los labios de Yuri curvándose con gracia, a la vez que arrastraba su mano hasta la de Otabek, para llevárselo a rastras hasta lo que luego se convertiría en su refugio durante el verano.


Un verano que jamás se iría de la mente de Otabek, un verano en que conoció el amor, aunque no se dio cuenta de aquello hasta años después.

Y es que cada día junto a Yuri era una aventura nueva. Escuchar su risa ligera, sentir sus dedos buscando los suyos, ver sus labios con una devoción que no podía explicarse, los atardeceres naranjas y rosados, el calor de la playa y las quejas que siempre tenía Yuri hacia algo o alguien. Para Otabek, no había algo más hermoso que todo eso; en su mente, Yuri Plisetsky era el ángel pintado en el vitral más bello.


Y la electricidad que podía haber entre ambos, esa que Otabek sentía con solo verle, con solo sentirle. No podía explicar el cómo o el porqué, pero Yuri era como un rayo dentro de una botella, y no podría dejarlo ir ahora que lo tenía.


Aunque, a pesar de sus deseos, Otabek tuvo que recordar que la eternidad no es para el ser humano, ni siquiera en el amor.


A finales del verano, Yuri se despidió de él con un abrazo apretado y una sonrisa triste, pidiéndole una última vez en aquel lugar donde habían pasado dos meses de las sensaciones más puras que alguien pudiese explicar jamás. Y se vieron una última vez ahí, aunque el atardecer había pasado hace unas horas, ellos seguían guardando silencio, hasta que Yuri estuvo cada vez más cerca, hasta el punto de juntar sus labios suavemente, para luego irse.


Irse tal y como había llegado a la vida de Otabek, sin siquiera advertirle, sin saber qué iba a causar en el kazajo, quien durante varias noches no pudo conciliar el sueño, pensando en ojos verdes y labios rosados. La criatura inmaculada, la sensación de la noche, Yuri Plisetsky sin más ni menos, causando estragos en él.

Estragos y sonrojos que, tiempo después, él podría llamaramor de verano.


🌷


A los veintiuno, su vida era distinta luego de ese verano en que conoció a Yuri Plisetsky. No volvió a verle ni a él ni a su abuelo, aunque la razón por la que Nikolai no había vuelto a la iglesia era distinta, y es que el ruso había muerto meses después del verano. Otabek sintió tristeza al enterarse, sobre todo porque su familia decidió realizar los funerales en Moscú, por lo que él no pudo estar presente.


Ahora, casi había olvidado lo que era una vida más allá de la iglesia, y es que luego de terminar con sus estudios, estaba decidido a seguir con su labor con Dios, y así convertirse en cura. Porque luego de ese sentimiento que compartió con Yuri, el amor hacia Jesús seguía siendo su prioridad.


Hasta que una tarde, volvió a verlo.


Estaba apoyado en una de las grandes puertas, su cabello estaba largo y su ropa era demasiado ajustada como para ir a un lugar como ese. Pero sus ojos seguían iguales, aún cuando la expresión de su rostro abandonó toda felicidad y burla, ahora solo había una extraña fiereza, con el ceño algo fruncido.


Cinco años después de lo que fue su primer amor, Yuri estaba otra vez frente a él, tan hermoso como lo recordaba.


Su garganta se secó rápidamente, sus manos comenzaron a temblar antes de que pudiera siquiera detenerse, y sus ojos no podían apartarse de él. Como era una tarde cualquiera, no había misa en ese momento, solo eran ellos dos y un par de personas más, algunos rezando, otros manteniendo el silencio culposo de aquellos que van en busca de perdón.


Pudo ver claramente como el dedo de Yuri se movía, llamándole. No lo pensó más y fue hasta él, encontrándose con Yuri apoyado sobre un viejo carro, que pudo identificar como el que fue de Nikolai. La expresión del rubio había dejado la molestia, y ahora mostraba una sonrisa sincera, sin despegar sus ojos de los de Otabek.


— Ha pasado un tiempo.


La risa ligera de Yuri pudo llenar el lugar, sonando sobre el canto de las aves o el ruido del tráfico, y Otabek pudo sentir como los cinco años entre ambos se hacían nada, como si hubiese sido ayer que ambos reían en lo que fue su escondite. Plisetsky por su parte solo podía sonreír al ver otra vez a Otabek, aún cuando seguía en la iglesia, la verdad es que no era una real sorpresa.


— Cinco años, Beka.—Yuri tuvo el atrevimiento de acercarse a él y pasar sus manos por su mandíbula, mirando todo su ser con atención, sonriendo.—Cinco años que te han venido de maravilla, mírate.


Otabek se permitió reír ante eso, notando como esos cinco años también le habían afectado a Yuri, y es que si bien su actitud burlona y atrevida parecía intacta, él sabe que ya no es el mismo niño que pasó el verano con él.


Decidieron ir por un café al viejo lugar donde pasaban sus tardes comiendo tarta y jugo, aunque ahora mismo habían cambiado el menú por algo más adulto, y su mesa seguía siendo la misma. Aquel lugar en la esquina, junto a las dos ventanas, que daban a metros de su escondite cerca de la playa y el bosque de ese pequeño pueblo. Incluso pareciera que la música del lugar era la misma, y Yuri pudo notarlo, porque no tardó en cantar, igual que siempre.


Otabek solo podía verle embobado, aún cuando su expresión cambió de felicidad a tristeza cuando la dueña de la cafetería le dio su pésame por la muerte de Nikolai.


— ¿Qué te trae otra vez a Primorsky Krai, Yura?—El rubio sonríe ante el apodo, llenando su boca con más del Ptichie Moloko, tratando de no pensar en las tardes junto a su abuelo.


— Terminé el instituto hace... una semana. Quise tomarme unas vacaciones lejos de San Petersburgo, qué mejor que el pueblo fantasma donde te puedes ahogar en medio de tus sueños.


Otabek pudo percibir el dolor entre sus palabras, con esa indirecta hacia su abuelo, quien murió durante la noche, con un ataque al corazón que nadie pudo detener. La tristeza que Yuri mantiene en su pecho no es invisible para Otabek, y le gustaría hablar de eso con él, aunque no sabe muy bien cómo.


— O puedes pasar tardes enteras entre la playa y el bosque.


Yuri sonríe al escuchar ese comentario por parte del kazajo, asintiendo. Otabek continúa con su café en silencio, fijándose en los labios de Yuri y como estos degustaban el chocolate de su pastel. Altin nunca antes se había fijado en la boca de alguien, ni mucho menos habíadeseadola boca de alguien.


🌷


Luego de su reencuentro, poco les costó a ambos reconstruir una rutina casi olvidada. Yuri vivía en la que fue casa de su abuelo, trabajaba en la cafetería donde fueron con Beka, y por las tardes se sentaba cerca del río y el bosque, con Otabek Altin junto a él. Algunos días iban hasta la casa del kazajo, donde sus hermanitas se mostraban ansiosas para peinar a Yuri, y su madre les preparabapirozhki, cosa que siempre dejaba sentimental al rubio.


Yuri iba cada tarde a la iglesia, iba por Otabek. El kazajo seguía yendo a sus clases, y Yuri esperaba a que terminara para que fueran a cualquier otro lugar. Desde el cine hasta algún restaurante, las salidas juntos podían ser lo que quisieran, mientras estuvieran juntos y sus manos se buscaran de vez en cuando, sin explicaciones.


Pero la mayoría del tiempo se resumía a Otabek y Yuri en medio de su lugar abandonado, solo hablando, de todo y nada, hasta que el día se acababa y por algún motivo sus labios se buscaban instintivamente, incluso si era solo para un roce delicado y corto.


Y ahora no era la excepción, Yuri estaba apoyado en el hombro de Otabek, así como llevaba haciéndolo hace más de un mes. El moreno peinaba su cabello con calma, viendo el agua calmada y la brisa fría, sintiendo los labios de Yuri buscarle.


— Quería verte.


El susurro de Plisetsky le desconcierta, y solo puede ver sus ojos brillantes, mientras que sus labios se acercan cada vez más.


— Hace años que quería verte, Otabek. Desde que te conocí, no sé cómo, caí enamorado de ti... Así que pensé que podría volver.


Otabek le ve con sorpresa, sonriendo al sentir el cosquilleo en su estómago y su corazón agitado, convenciéndose de que sí había amor más puro que el que tenía hacia su labor en la iglesia. No puede evitarlo, sus manos van hasta el rostro de Yuri y lo toman con delicadeza, besando sus labios lentamente, yendo más allá.


Por eso llevó sus dedos hasta el cabello de Yuri y lo apartó del camino para apreciar su rostro, y así separarse de él, con una sonrisa.


— También caí enamorado de ti, Yura.


Yuri apenas y podía de la felicidad, con una sonrisa algo débil en sus inseguros labios, mirando fijamente a Otabek.


— Otabek, no soy un santo, pero ¿debo serlo?—El kazajo le sonríe en respuesta, juntando sus manos, entrelazándolas.


— Haces que mi corazón vaya tan rápido, para mí, Yura, tú eres el ángel en el vidrio pintado. —Puede acariciar su rostro con calma, susurrando.—Déjame satisfacer tu alma... eres mi espíritu santo, Yuri Plisetsky, y te necesito cerca, quédate junto a mi.


Las sensaciones que Yuri le hacía sentir eran indescriptibles, su sola cercanía podía dar vuelta sus sentidos, nublando su razón y acelerando su pulso. Nunca antes había pensado así de alguien, porque Yuri era único, era más hermoso que cualquiera, mejor que todos, un ángel que había llegado a su lado, suespíritu santo.


Y no le importaba si era blasfemia, incluso si para algunos era incorrecto, Otabek tenía su corazón en calma, porque no existe una acción más pura que el amor. Y amaba a Yuri, como pensó que jamás amaría a alguien, lo amaba con todo el corazón y no lo lamentaba en lo más mínimo; incluso si tuviese que dejar su trabajo en la iglesia, porque nada de eso cambiaría su amor por Yuri, su devoción por él, así como tampoco cambiarían el hecho de que es cristiano.


Porque un amor así de puro jamás podría hacer daño, el amor no resta, solo suma, y sabe que con Yuri a su lado no existe mejor paraíso que el verde de sus ojos.


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Hola! Escribí este OS hace unos tres años? Y decidí volver a publicarlo. Sinceramente me da algo de cringe jajajaj pero todo me da cringe:) Así que está bien; inspirada en Holy Ghost de BORNS

22 Août 2020 16:08 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

mokka chin Escritora de fanfics, principalmente 🌻

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