ihoam Ihoam Díaz

Colección de relatos cortos. Fragmentos de historias al rededor de todo Zhakyon en distintas localizaciones y momentos. Relatos que pueden o no tener conexión entre ellos. Esta obra fue creada para mostrar pequeñas historias que tienen lugar en el mundo fantástico de Zhakyon, dando pequeños vistazos del enorme mundo creado por el autor.


Fantaisie Médiévale Déconseillé aux moins de 13 ans. © Todos los derechos reservados.

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Orquídeas y Azucenas


—Lady Camille, ya ha llegado la comitiva.


—La puntualidad es algo que los hombres de Odessa quizá no aprecian tanto en su tierra, ¿no te parece?


La joven sirvienta se mantuvo en silencio tras escuchar la pregunta de la dama, su mirada estaba baja, intentando no encarar a la mujer que tenía en frente.


—Mi lady, si desea puedo hacerles llegar su queja.


—No, yo misma puedo hacer eso —alzó su mano en señal de silencio—. Vamos, nuestros invitados deben estar deseosos de ser recibidos.


Camille se apartó de en frente del ventanal que daba al jardín de orquídeas, salió de la estancia seguida de cerca por la joven sirvienta que caminaba un par de pasos detrás de ella, cruzó el amplio pasillo y bajó las escaleras de mármol hacia la primera planta.


La gran residencia de la familia Durand estaba finamente decorada, los ricos tapices de las paredes resaltaban con la luz del medio día, las flores en jarrones de porcelana fina estaban por doquier, adornos en oro cubrían estanterías y mesas, todo perfectamente puesto y sin un solo desperfecto.


En mitad del recibidor, rodeados de la elegante ambientación, una comitiva de cinco hombres esperaban de pie a la dama de la casa. Los hombres lucían ropas bien cuidadas, dos de ellos portando una armadura plateada con el símbolo de alguna casa noble grabado en mitad de la pechera; los otros tres usaban algodón y seda, de colores vivos en tonos azules, blancos y púrpuras, ellos tres estaban hablando entre sí, susurrando suavemente.


En la sala otros dos hombres, claramente guardias de la casa, se mantenían firmes a cada lado de la puerta de madera blanca que daba al resto de la mansión, mirando inexpresivos a los extranjeros. La espera no fue muy larga para la comitiva, con el sonido de las puertas abriéndose de par en par y los guardias poniéndose firmes, la dama a quien verían entró con paso solemne y grácil.


—Lady Camille, es un honor para nosotros que nos haya recibido en su hogar.


De los tres hombres de finas prendas habló quien denotaba mayor estatus, aquel hombre de cabello oscuro y barba cuidada puso una mano sobre su pecho para hacer una reverencia ante la mujer. Los demás hombres hicieron lo mismo, dejando sonar un leve murmullo metálico de las armaduras al inclinarse los dos guardias.


—Creía que nuestra reunión sería en las horas de la mañana, la carta que usted mismo me envió, lord Gian, indicaba la hora —respondió con tono calmo la mujer.


—Me disculpo por la tardanza, nuestro carruaje tuvo un percance en el camino después de salir de Anore. Le ruego este pequeño incidente no afecte a nuestra reunión de hoy. —Gian alzó la mirada, esperando una reacción positiva de la dama que le miraba impasible.


—El tiempo es algo valioso para mí, no me gusta gastarlo esperando a extranjeros —dio un par de pasos para girarse—. Por aquí caballeros.


Lord Gian exhaló aliviado al escuchar como la dama le indicaba el camino, sin perder tiempo la siguió al igual que el resto de la comitiva.


El tránsito por los pasillos de la planta baja de la residencia de los Durand fue un disfrute de olores florales y brisa del campo que se colaba por las ventanas abiertas de la casa. Los sirvientes pasaban de un lado a otro, en silencio, sin prestar la más mínima atención a los extranjeros que andaban por los corredores. Fuera podía verse como en los jardines hombres con trajes de lino cuidaban de las orquídeas multicolores que adornaban el exterior de la mansión, junto a los setos verdes y los árboles podados.


La sirvienta que caminaba a un lado de Camille se apresuró a abrir las puertas de una sala con guardias apostados a cada lado, estos hicieron un leve saludo a la dama quien entró sin hacerles mucho caso. Al entrar, una exquisita biblioteca fue lo que encontraron; estanterías de madera oscura y tallada cuidaban gran cantidad de libros, al fondo un gran escritorio completaba el lugar, a ojos de los odessanos aquel lugar era una obra de arte.


Camille tomó asiento en el sillón tras la mesa y con un ademán invitó a lord Gian a tomar asiento frente a ella. Los dos guardias de la comitiva se quedaron junto a la puerta en silencio, minimizando su presencia; por su parte los dos nobles se quedaron de pie tras la silla de Gian, mirando con admiración los grabados de la madera del escritorio.


—Lord Gian, ha solicitado verme con tanta urgencia que espero un simple acuerdo comercial sea razón suficiente para un acto así.


—No es precisamente el acuerdo lo que me trae a verla —admitió Gian con algo de temor.


—¿Entonces a qué han venido? —inquirió Camille.


—Lady Camille, últimamente hemos tenido algunos... inconvenientes. Por alguna razón la familia Chevallier ha bloqueado a nuestros mercantes en el puerto de Ilmora, no tenemos idea del motivo.


—Chevallier... Puede ser que sus mercantes escondieran contrabando en su nave —sugirió la dama con una expresión pensativa.


—Es imposible, el capitán del navío es sobrino mío, jamás dejaría que algo así sucediera en su barco —exclamó Gian alterándose un poco.


—Solo es una posibilidad, la familia Chevallier no haría algo como eso sabiendo que la mercancía que trae es para mí —Camille fijó sus ojos en el otro—. Puede ser que tenga algún problema con los Chevallier, si es así le recomiendo que trate de arreglar sus asuntos, no es sabio afectar los negocios de otros por problemas de ese tipo.


Los dos hombres de pie se miraron de reojo, siendo discretos; Gian se cruzó de brazos, frunciendo el ceño pensativo. Los ojos de la dama seguían fijos sobre él, podía sentir un silencioso escrutinio que le incomodaba en sobremanera. Se removió un poco en la silla y volvió a mirarla.


—En el tiempo que llevamos aquí en Thurien ninguno de mis hombres ni yo hemos tenido ningún percance con algún noble –mostró una sonrisa confiada—. No es sabio molestar a mis clientes ni a sus allegados.


—No lo es, para nada. ¿Qué cree que pueda ser el motivo del bloqueo?


La sirvienta apareció cautelosa por la puerta, entrando con pasos ligeros, cargando una bandeja de plata en las manos. Se acercó a los nobles y les ofreció algo de beber, una infusión caliente de aroma frutal servida en tazas de porcelana blanca con algunos detalles en forma de orquídeas. Tanto Gian como sus dos acompañantes aceptaron de buen grado la taza, bebiendo en sorbos cortos la bebida.


—Quizá los Chevallier estén tratando de apoderarse de su mercancía.


—Lo dudo mucho Gian, nuestras familias son buenas aliadas, no veo el motivo de querer quitarme un pedido de esculturas —mencionó Camille segura, tomando la taza que la sirvienta le había entregado y bebiendo igualmente la infusión.


—No estaría tan seguro. Durante mis días en Anore he podido escuchar algunos rumores, cosas que apuntan a envidia y rencor entre los Chevallier y los Durand, puede ser que el bloqueo sea algún acto de vanidad; robar sus obras de arte con el fin de ridiculizar su buen nombre, es una opción bastante viable —Gian miró a sus compañeros quienes asintieron, respaldando las palabras de este.


—Robar esculturas es algo muy estúpido, no sería más que una rabieta, algo que no estoy muy segura sea el actuar de esa familia, los conozco bien —afirmó Camille.


—No se confíe mi lady, la envidia es un sentir amargo que corrompe con facilidad la mente. Las personas hablan en las calles de la capital, tantos rumores no pueden ser simples habladurías.


—En eso tengo que darle la razón, la envidia puede ser un horrible sentimiento. Lord Gian, ¿ha oído sobre la pequeña Noemie Chevallier?


Gian se tensó al escuchar aquel nombre, sus compañeros volvieron a dirigirse una discreta mirada, dejando entre ver una expresión incómoda; de forma lenta retrocedieron unos cuantos centímetros, alejándose del asiento de su superior.


—No tengo conocimiento alguno de quién pueda ser —aseguró Gian removiéndose un poco en la silla—. ¿Debería saber de quién se trata?


—Noemie era una niña encantadora, era la joven mujercita de los Chevallier, hija de la dama de esa casa.


Camille dejó la taza sobre la mesa y se puso en pie, dio un par de pasos a un lado del escritorio, dejando que su largo vestido color vino cayera fluidamente. Juntó las manos, sus ojos marrones se mantenían fijos en Gian, generando aún más tensión en el ambiente.


—Hace unas semanas la pobre chiquilla fue encontrada muerta en los puertos de Ilmora. Su cuerpo estaba flotando en el agua cuando un simple pescador se topó con él.


—Realmente es una tragedia. ¿Cree que ese sea el motivo por el cual esa familia está armando tanto alboroto? —Gian dejó la espalda recta contra el espaldar, la mujer de cabello oscuro algo cano no dejaba de verle, haciéndole sentir inferior bajo su presencia.


—Puede ser —contestó Camille.


La sirvienta notó como los tres hombres dejaban vacías las tazas, bebiendo apresuradamente; con la bandeja en las manos se apuró a ofrecerla para que los invitados dejaran las porcelanas en esta. Camille le dirigió una rápida mirada al recoger la vajilla, fulminante y directa, bajando la cabeza la joven chica hizo una rápida reverencia y salió de la estancia a toda prisa.


—Lord Gian, hace bien en prestar atención a lo que se cuenta en las calles de Anore, yo misma, aún viviendo alejada de la ciudad, me mantengo informada de lo que se está hablando.


—Es de esperar de una mujer como usted. —Una leve sonrisa cómplice se dibujó en el rostro del noble, sus dos compañeros seguían en un tenso silencio.


—He podido escuchar algunas cosas sobre usted también lord Gian, cosas que quizá solo sean rumores, pero que me generan cierta... curiosidad —dando lentos pasos hacia el amplio ventanal que tenía detrás, Camille se mantenía serena, impasible, misteriosa; como la reputación que le precedía contaba—. Hay rumores sobre una visita hace algunos meses de usted y sus hombres a la casa Chevallier. Dicen que allí una dulce mujer le llamó la atención mientras trataba de negociar un encargo de pinturas. Cuentan que la mujer rechazó sus múltiples ofertas de verle. Que usted insistía al punto de hostigarla. También dicen que al momento de ser denunciado a la dama Chevallier usted la acusó de ser una puta solo por haber sido rechazado repetidas veces.


El rostro de Gian comenzó a cubrirse con algunas perlas de sudor, estaba rígido como una piedra, manteniendo la mirada en la espalda de la mujer, con un tono pálido en la piel y las manos sudorosas.


—Como usted bien dijo: la envidia es un sentimiento funesto, y dicen que usted sintió envidia de la chica, de su vida privilegiada, de su alto nivel en un reino como Thurien, de su libertad, de su felicidad y su familia que la protegió de alguien como usted. Cuentan que la envidia le cegó, incapaz de ver a una mujer tan bella y poderosa, una mujer que usted no podría tener como a uno más de sus cuadros —tomando algo de aire en un suave suspiro la dama se giró para ver desde detrás de su silla el rostro pálido de su invitado—. Cuentan que hombres con símbolos extranjeros en la ropa detuvieron el carruaje donde iba esa joven de regreso a la capital, la hicieron bajar y la secuestraron. Días después fue encontrada muerta, con su cuerpo desnudo y lleno de heridas, flotando en los puertos de Ilmora, cerca, muy cerca, de su lugar de embarque.


—Mi lady, está completamente equivocada, hace unos meses intenté comerciar con lo Chevallier pero ellos rechazaron mis precios. Después de eso jamás volví a ver a ningún miembro de esa familia —limpiándose el sudor con la manga el noble negó con la cabeza mientras hablaba—. No puede creer esos rumores tan oscuros que ha oído, debe ser alguna trampa para que mi imagen entre las damas se vea manchada.


—No creería ni una sola de esas palabras si la fuente que me informó no fuera fiable —admitió la Camille.


—Debe de haber algún error. Mi lady, me conoce desde hace un par de años, sabe bien que soy un hombre honesto, que jamás podría cometer tal atrocidad —replicó el odessano.


Gian se puso de pie lentamente, las piernas las sentía débiles y el cuerpo pesado. Incluso en pie seguía sintiéndose inferior ante la mujer que le miraba indiferente desde en frente de aquel ventanal.


—¿Quién le ha dicho tal sarta de mentiras? —alegó Gian.


Las puertas de la entrada de la biblioteca crujieron al abrirse. A paso firme y con mirada altiva una mujer con un fino vestido negro entró caminado seguida de dos guardias. Los hombres, armados con espadas en la cintura, no portaban el mismo uniforme que la guardia de los Durand, sus armaduras doradas y con una azucena grabada en la hombrera derecha indicaban a cual familia servían.


Los tres invitados se dieron la vuelta para ver quién entraba, sus rostros dejaron ver una explícita expresión de sorpresa y temor. Gian dio un par de pasos atrás, chocando torpemente contra la mesa que tenía delante, implorando a la Luz que la visión de esa mujer entrando en la estancia no fuera más que un mal sueño.


—Yo le he contado esa historia a lady Camille. Yo misma participo en el relato, lastimosamente soy la víctima del cuento —anunció la recién llegada.


Su cabellera rubia estaba adornada con apliques y broches dorados, recogida en elaboradas trenzas. Su piel blanca resaltaba con el oscuro tono de su vestido y sus ojos, azules como el cielo, estaban clavados en Gian con una expresión de repudio evidente. Lady Anaelle Chevallier se detuvo a solo unos pasos de la comitiva de nobles extranjeros, sus dos guardias se mantenían a cada lado de ella, tan solo dos pasos atrás.


—Lady Anaelle, es toda una sorpresa tenerla aquí, no pensé que con todo lo que ha pasado hiciera una visita a los Durand. —El nerviosismo de Gian era más que palpable en su forma torpe de hablar, seguía contra la mesa, acorralado entre dos mujeres a quienes estaba temiendo con toda su alma.


—Déjese de tonterías Gian, no es casualidad que usted esté aquí hoy —contestó Camille con un tono algo molesto.


—Resulta que mi hija era muy cercana a lady Camille, le encantaba pasar las tardes en esta casa, en compañía de ella. Cuando le conté que estaba muerta su desconcierto fue enorme, así que decidimos encontrar al culpable —manteniéndose firme Anaelle miró a Camille con complicidad.


—No fue difícil dar con el responsable del asesinato de mi pequeña compañera de tardes. Resulta que los extranjeros, en especial los hombres con algo de poder, cuando vienen a nuestro reino piensan que nosotras somos fáciles de engañar, pero nada más fuera de la realidad. Todo lo que pasa en Thurien lo sabremos tarde o temprano, tenemos ojos y oídos en todas partes, y la muerte de la hija de una de las damas regentes no es algo que pase desapercibido.


—Ya tenía mis sospechas cuando Noemie me pidió que me encargara de usted, pero no pensé que pudiera ser tan osado y creer que saldría como si nada del reino después de cometer tal acto contra mí —algo de rabia podía intuirse en las palabras de la dama Chevallier, quien a pesar de comenzar a subir el tono se mantenía altiva y orgullosa.


—Solo tuvimos que alejarlo de los Chevallier y hacer que se interesara por otra familia que quisiera comprar sus baratijas; un extranjero jamás conoce a fondo los lazos que hay entre nuestras familias, aún menos uno que va y viene todo el tiempo —Camille se adelantó un poco, dando un par de pasos al frente, con sus manos aún juntas y su expresión inalterable—. Entenderá que no saldrá de este lugar, al menos no con vida.


Los guardias odessanos se apartaron de los lados de la puerta, empuñando sus espadas sin desenvainar. Se apresuraron a acercarse a los nobles pero de inmediato los guardias de Anaelle se dieron la vuelta y desenfundaron sus armas, cortándoles el paso.


—¿Qué piensan hacer? —preguntó Gian con terror en sus rostro.


—En un principio pensamos ahogarlos en el mar, incluso pensamos en que fueran torturados hasta la muerte, pero algo así sería dedicarle mucho tiempo a un pobre diablo como usted —contesto Anaelle de forma serena, incluso burlona—. Entonces decidimos hacer algo menos llamativo, más íntimo.


—Putas zorras... ¡¿Qué piensan hacernos?! —gritando desesperado el noble odessano estaba entrando en un pánico abrumador, sus dos compañeros se alejaron de en medio y se hicieron a un lado, mirando horrorizados a ambas mujeres.


—Es casi poético que con una cita que usted mismo pidió para verme sea este el momento en que va a morir. —Con una leve sonrisa Camille volvió a tomar la taza de su mesa por el asa para darle un último sorbo a su bebida—. No es lo que vamos a hacer, es lo que ya hicimos lo que debería preguntarse.


Gian miró desesperado de un lado a otro. Al fijarse en sus dos compañeros notó como comenzaban a toser y llevarse las manos al vientre, tosiendo cada vez más fuerte y dando quejidos de dolor. Miró a Anaelle, le estaba dirigiendo una sonrisa de satisfacción, se quedó frío, nunca pensó que su obsesión por aquella chiquilla pudiera llevarlo a un destino como ese.


—La muerte siempre se presenta de formas inesperadas, una herida mortal, ser asfixiado mientras duerme, incluso en una bebida de cortesía.


Gian abrió grande los ojos, comprendiendo lo que sucedía. Sus compañeros estaban ahora en el suelo, escupiendo sangre por la boca y retorciéndose de dolor, gritando de forma agónica. Los guardias desenfundaron sus espadas para hacer frente a los soldados Chevallier, pero de inmediato tres guardias de la casa Durand entraron, acorralando a los soldados odessanos, impidiéndoles hacer nada.


Gian comenzó a llorar desesperado, dejándose caer de rodillas, de repente comenzó a toser. Sobre el suelo en frente de él sangre cayó desde su boca, un intenso dolor invadió sus entrañas, su llanto se volvió gritos de agonía, una muerte lenta y dolorosa caía sobre él, teniendo como última visión los finos zapatos de Anaelle Chevallier.


—Por fin acabó todo esto —Camille se acercó a Anaelle, rodeando el cuerpo inmóvil y con la piel púrpura del invitado—. Podrás estar más tranquila ahora.


—Nada de esto sería posible sin tu ayuda Camille, te agradezco enormemente —dijo la dama Chevallier.


—Lo que sea para vengar a nuestra pequeña de un cerdo como ese. Guardias, encárguense de esos dos, mátenlos fuera de la casa, y ocúpense de estos cuerpos. Acompáñame, aún podemos dar un paseo por los jardines.


Ambas salieron de la biblioteca, rodeando a los soldados odessanos que se miraban con temor.


Las damas salieron al exterior de la casa, la tarde estaba preciosa en los jardines de orquídeas, sería un agradable paseo antes de que terminara el día.

16 Août 2020 02:20 2 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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Alhajan Alhajan
Gato, me ha encantado toda la trama. También es que siento debilidad a las cosas aritocráticas. Pero con sesgo apartado, llevaste todo con exquisitez y dejas buen sabor de boca a los personajes y acción refinada. 10/10 Gatómetro. Salud y abrazo desde la lejanía.
August 29, 2020, 21:02

  • Ihoam Díaz Ihoam Díaz
    (Soy un desastre respondiendo comentarios.) Me alegra que te haya gustado este fragmento. En este sitio lo que habrá es bastante cosa política y eventos relevantes que han ocurrió por todo Zhakyon, así que vas a encontrar a futuro más de estos juegos de poder. Gracias por pasarte a leer. September 02, 2020, 05:37
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