u15838216431583821643 Jesús García

Jorge es un joven arraigado a la soledad. Sin embargo, siente una poderosa necesidad de amar, amar de verdad para por fin, sentirse amado. Dicho deseo la jugara una pésima jugada.


Histoire courte Tout public.

#258 #332 #surrealismo
Histoire courte
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Insondable ensueño de amor.

Viernes, 14 de agosto. El potente y radiante sol se encuentra posando en una nube, sobre la aglomerada ciudad, sin embargo, la abrasadora brisa hace de este día uno muy agradable y refrescante, en el que vagan felizmente los amantes sostenidos de las manos, con risas placenteras en sus rostros; demostrando su afecto y amor con apasionados besos en las aceras, plazas, en los cafés de las avenidas y del centro. Incluso, es uno de esos días en que los seres más solitarios pasan un rato ameno junto a la siempre fiel soledad. En fin, un día lleno de puro y arraigado amor.

4:08 pm del mismo día. En una mesa a las afueras de un café, debajo de un árbol, se encuentra un joven llamado Jorge, con sus despeinados y ondulados cabellos, con un aspecto “elegante”. Mueve su pierna derecha ansiosamente mientras que fisgonea descaradamente a todas las personas que pasan cerca de él. Las mira a través de sus pupilas color café, intentado descubrir que esconden los desconocidos ojos, como si estuviera examinándolos detalladamente, acomodándose sus anteojos al mismo tiempo, dando así un aspecto misterioso e invasivo.

En un momento, una juvenil pareja pasó cerca de su mesa tomados de las manos, caminando a paso lento y con las miradas perdidas en los ojos del otro. Esto despertó en Jorge un sentimiento inexorable, algo hermoso que anhelaba tener. De repente un pensamiento invadió su cabeza. “¿Cómo será amar de verdad a una persona que desde un inicio era un desconocido más?” se cuestionó detenidamente, dando antesala a unas series de preguntas similares: “¿Valdrá la pena entregarme a ese sentimiento pudiendo este destrozarme el alma en pequeñas migajas? ¿El amar a otra persona de la manera más profunda y pura no me degastaría de manera indefinida? Entregarle mis sentimientos, pensamientos y confianza a alguien, cuyas intenciones realmente nunca sabre, ¿no sería como un suicidio? Nunca lo sabré, supongo que tendré la oportunidad para averiguarlo”.

Mientras se perdía en sus pensamientos, sus ojos hacían lo propio al ver bailar, al compás del viento, las hojas de un fuerte verde que se encontraban sobre su cabeza. Su mente navegaba en escenarios hipotéticos y en exhumados recuerdos.

Estaba sumergido en sus ideas cuando una pequeña y delicada mano se colocó sobre su hombro, agitándolo y regresándolo de golpe a la realidad. Bajó la cabeza rápidamente, encontrándose bruscamente con una cara de tez blanca, refinada, y con unos ojos impasibles clavados sobre los suyos. Era una chica de espléndida belleza. De su boca salió una enérgica voz aguda que le decía: ¡Amor, ya llegué!

El esbelto y hermoso cuerpo, se sentó frente a Jorge. Él podía apreciar, gracias al modo en que se acoplaba su top blanco, la magnífica figura que dibujaba sus curvas. La atractiva joven se inclinó hacia él, dándole un suave y delicado beso en la boca con sus finos labios de terciopelo. La chica se sentó, con una gigante sonrisa dejando ver una leve separación en sus incisivos centrales. Aun así, ese pequeño defecto – así es como ella lo calificaba- no le restaba el encanto a su delicado y rojizo rostro. Movía su castaña y lisa cabellera de manera delicada y coqueta. Debajo de su flequillo, a ambos lados de su respingada nariz se podía contemplar dos inmensas esferas con el mar egeo dentro, cuyo suave oleaje hipnotizaba a cualquier ser. Este paisaje colocaba los pelos de punta al joven, que dudaba de su lucidez. Apaciguaba todo sus tormentos y ansiedades al sólo tenerla de frente, pero simultáneamente se encontraba algo anonadado, no recordaba haber planeado ese encuentro. Quizá lo olvidé- pensó mientras se frotaba la cabeza tratando de recordar-, supongo que para eso vine hasta acá-. Al final optó por atribuir lo sucedido a su mala memoria.

Así empezaba, de manera irreal y un poco incoherente, una tarde de abrazador y cálido amor.

-Perdón por la demora, había un chingo de tráfico -dijo ella un poco exaltada, mientras sacaba un cigarrillo de la cajetilla que traía en su bolsa-. Un idiota chocó contra el carro de algún funcionario de la gobernación. Casi llegan a las manos los dos ineptos. Es que esos políticos se creen la “verga” con sus aires de superioridad, en verdad son unos abusadores. ¡Todos son unos idiotas corruptos en este país! - Siempre aprovechaba cualquier ocasión para echarle tierra a los políticos, los detestaba, y esta vez no era una excepción.

Jorge un poco sorprendido por su temperamento, la observó sin decir mucho. Le acerco el encendedor rosando la delicada y suave mano femenina. Después de guardar silencio, comentó vagamente, con el propósito de evitar el tema político que ya lo tenía fatigado:

-Coño, Amor -expresándose con mucha confianza-, discúlpame, pero sabes que no me gusta hablar de este tema. Tanto que ha sufrido mi tierra por la corrupción, que en verdad ya no quiero hablar de eso. -Haciendo referencia a su país de origen.

Ella acepto la respuesta e ignoro completamente el tema. “Bueno, lo importante es que me encuentro aquí contigo. Sólo eso importa ahora” -confesó ella con mucho cariño y mientras tomaba las manos de su chico dejando escapar una suave y picarona sonrisa-. Luego de ese pequeño gesto, por fin encendió con mucha ansia su camel, dejando escapar lentamente el humo de su boca, calmando su ánimo. Le ofreció uno a Jorge, pero este lo rechazó, detestaba esa marca de cigarrillos. Sacó un Lucky de la cajetilla que guardaba en su bolsillo y lo encendió con calma.

Era una joven pareja teniendo una amena y amorosa conversación acompañados por el humo tabaquero. Los minutos pasaron, el día se volvía cada vez mas fresco, y ahí seguían los dos, perdidos en su mundo, hablando trivialidades. Él se tomó un caliente capuchino que lo hizo entrar en calor acompañado de un poco de sudor que corría minuciosamente por su frente, obligándolo a quitarse su sudadera, mostrando su arrugada camisa blanca. Ella, en cambio, se tomó una cerveza bastante fría. Una gélida sensación recorrió por todo su cuerpo.

Después de pagar la cuenta. La chica se levantó de su silla y se inclinó hacia los labios de Jorge robándole un beso cargado de vehemencia. Jorge quedó alucinando por la suavidad de esos labios carmesí, provocando estos, mágicamente, que su cuerpo levitara sobre la silla, elevándose como un globo, alejándose del pavimento y de la misma realidad. Realidad que carearía de sentido.

El efímero beso llegó a su fin, separándose los labios. La bella muchacha extendió su mano y dijo a modo de susurro:

-Vamos, levántate.

- ¿A dónde vamos? -preguntó él un poco dopado aun por aquel beso

-Por ahí, caminemos…

La joven pareja, con los dedos entrelazados, vagaron por las calles sin rumbo alguno, disfrutando de su encuentro. En ocasiones detenían el paso bruscamente para juntar los labios nuevamente. Ella se ponía de puntillas y liaba sus brazos sobre el cuello del chico. Él la sostenía delicadamente por la cintura. Cada beso era breve. Pero para ellos, al unir las comisuras labiales, el tiempo era relativo. Los segundos se convertían en una larga eternidad.

Se dirigían al centro cuando Jorge se dio cuenta que realmente no se acordaba de que él tuviera un tipo de relación con alguien, menos con esa chica. Lo realmente extraño era que desde muy dentro sentía una inescrutable sensación de cariño y afecto por ella. Sentía que la conocía desde hace un tiempo atrás, sin embargo, no recordaba de haberlo hecho, aun así, él la quería. Seguía el paso mientras indagaba en sus memorias para hallar una respuesta a lo que estaba sucediendo. Pero sus intentos de indagación se esfumaron velozmente al escuchar la delicada voz que le decía con emoción:

- ¡Ven! Entremos a esa librería.

Lo tomó del brazo y lo jaló hacia una vieja y grande librería. Entraron rápidamente y se encontraron con tres largos pasillos iluminados por una tenue luz amarillenta, repletos de antiguos libros, y no sólo los libros, toda la librería era una auténtica antigüedad. Las altas y polvorientas bibliotecas se encontraban abarrotadas desordenadamente con libros cuyas hojas ya estaban amarillas por el pasar de los años.

Jorge se quedó observando las antigüedades. Al echar un vistazo por el lugar se percató que la chica había desaparecido de su vista. Se habrá colado por alguno de los pasillos- pensó-.

Caminaba hacia un pequeño mostrador cuando agachó la vista y se percató que el liso piso tenía un diseño ajedrezado, dejándolo totalmente hipnotizado. Comenzó a deslizarse lentamente por las casillas como si fuera alguna pieza del juego. Se detuvo pensativo, con ambos pies en una casilla blanca. En ese momento detrás del mostrador en donde se encontraba la caja registradora apareció mágicamente-según Jorge-, un altísimo y envejecido sujeto.

- ¿En qué te puedo ayudar joven? -con una grave pero refinada voz- Pareces estar perdido.

-No, no estoy perdido, vine a fisgonear -dijo algo nervioso mientras veía al viejo rostro con una densa barba y un ancho bigote blanco. Apoyados en la nariz unos grandes lentes con excesivo aumento, haciendo gigantescos los ojos verdes del individuo-. Primera vez que entro a esta gran librería.

-Oh, ya veo. Sí, es una gran librería, llevo años con ella. Es lo más importante que tengo.

Luego de esas palabras soltó un suspiro de alivio recorriendo con sus monstruosos ojos todo el lugar. Se encontraba profundamente orgulloso. Prosiguió hablando con Jorge.

-Vi que estabas admirando profundamente el piso. ¿En qué pensabas?

Jorge soltó una pequeña y penosa risa. -Sonará ridículo, pero me detuve a pensar en que pieza de ajedrez eligiera ser.

-Interesante pegunta -dijo mientras se rascaba la majestuosa barba-. No me parece una pregunta ridícula. Entonces, ¿qué pieza eliges?

Tardó un poco en responder ya que, con sus ojos, había encontrado a la chica hurgando algunos libros en el pasillo que se encontraba frente a él. Incluso, se encontraban en la misma columna, sólo tenía que caminar por las casillas en línea recta para llegar a la joven dama. En ese instante sintió la necesidad estar a su lado, tomarla de la cadera y mirar en la profundidad de sus ojos. Era la compañía que él había estado buscado tiempo atrás. No quería regresar otra vez a la soledad. Con ella a su lado, de alguna manera, se sentía mejor. Finalmente respondió sin quitarle la vista de encima a la joven.

-El peón, elijo al peón.

-Elige usted a la pieza más débil joven, ¿por qué razón?

-Sí, es la pieza más débil. Sin embrago, metafóricamente, significa mucho para mí-arguyó Jorge-. Siendo la pieza más débil enfrenta todos los obstáculos con valor, ya que esta no puede echar para atrás, no le queda otra que avanzar, sin importar que.

- Y, ocasionalmente, si llega a la octava línea se puede convertir en un Rey, o en otra pieza de mayor valor.

- Exactamente -volteó sorprendido a mirar el senil rostro-. Entendió bien a lo que me refería.

-Así es, mi joven amigo.

La muchacha se acerco a ellos con dos libros en mano. Le enseño una pequeña risa a Jorge y se acerco a la caja registradora. El anciano reviso ambos libros mientras veía con soslayo a la chica. -El anticristo, Friedrich Nietzsche -leyó en voz alta-. Buena elección.

Ella sabía que su elección era buena, no necesitaba de otra opinión. Sacó dos billetes y pagó con una risa un poco frívola. Luego de tener el cambio en la mano se dirigió hacia Jorge y lo llevó del brazo hasta la salida. Antes de cruzar la puerta, Jorge, le hizo un gesto de despedida con la mano al curioso dueño de la librería.

Una vez afuera, volvieron tomarse de la mano y a paso lento se direccionaron a una plaza para tomar asiento y contemplar el atardecer. Al sentarse allá sacó los libros de la bolsa con intención de mostrárselos a Jorge.

-Mira, te compre este -dijo mientras se lo daba-. Espero que te guste, amor.

Jorge lo observo mientras lo tenía sostenido entre sus manos. - “Mujeres”-apenas leyó el título sabía que se trataba de Bukowski. Este era unos de sus libros favoritos. Lo había leído unas cuantas veces, aun así, fingió sorpresa por el regalo- ¡Muchas gracias, linda! Siempre he querido leerlo. ¿Tú no lo has leído?

-No, no me gusta mucho como escribe ese sucio y morboso alemán alcohólico-dijo de forma tajante y directa-. Pero sé que a ti te encanta, y quise regalártelo.

Este se acercó y le dio un beso en la rojiza mejilla. La sostuvo de la cintura y ella recostó su cabeza sobre su hombro. En el cielo, el atardecer saco a relucir los intensos arreboles, mientras que el radiante Sol se agazapaba detrás de una nube, dándole la bienvenida a la melancólica noche, con la brillante luna de acompañante. La solitaria y luminosa ciudad era testigo del joven amorío

Caminaron un largo trayectoria hasta la casa de Jorge, llevaban en la mano un embace lleno de arroz chino, que compraron en el centro, para resolver la cena. De vez en cuando subían la cabeza para observar el despejado cielo que se encontraba saturado de centellantes estrellas.

En el camino, ella le hablaba de todos sus problemas de manera espontánea y sincera, con cada lujo y detalle; él escuchaba con atención cada palabra, observándole fijamente los azules y herméticos ojos; ella era lo único que el quería escuchar, ver y tocar. Todos sus sentidos estaban sublevados y cautivados por la risueña ninfa.

Subieron por las escaleras hasta el apartamento, este se encontraba en el último piso. Pasaron y ella tomo asiento en el sofá negro que se encontraba en la sala. Colocó algo de jazz -su género favorito-, mientras descansaba sus piernas, o eso pensaba Jorge, que se encontraba colocando la comida sobre la mesa, dándole la espalda a la joven. Una súbita caricia sintió Jorge por la espalda, no era más que el roce de unas suaves manos que se deslizaban delicadamente por su cintura y espalda. Se sorprendió un poco al sentir que unos desnudos senos recostados sobre su columna. Esto lo hizo voltear lentamente y, efectivamente, la chica se había despojado de todas sus ropas, dejándolas regadas en el suelo, enseñando su espléndida desnudez.

Ya una vez en la cama, el cuerpo de la chica se encontraba sobre Jorge. Esta junto su boca con la suya apasionadamente, besándose sin cesar. Sus dedos y las palmas de las manos recorrieron paulatinamente la suavidad del encantador cuerpo; acarició el delicado relieve de sus pechos; sintió las curvas de la tallada cintura, deslizándose en ellas una y otra vez; rosó sus muslos llegando hasta los esbeltos glúteos, tomándolos fuertemente; sus tremulosos dedos navegaron hasta la profundidad de su cuerpo, en el profundo y picado mar de la intimidad.

Sus miradas se encontraron en el poco espacio que había entre ambos. Ya el mar egeo había desaparecido totalmente de las pupilas, ahora yacían unas enormes llamas de fuego que se expandían cada vez que el deseo aumentaba. Un infierno caloroso se reflejaba en el infinito de sus ojos, literalmente.

En el clímax del íntimo encuentro, Jorge estaba disfrutando de un gran placer hasta que su mente le envío una repentina y peligrosa señal. Todos los inextricables pensamientos se aclararon repentinamente. Sintió una vertiginosa sensación en su interior, como si bajara la vista desde la punta del Empire State. Todas las mariposas y deseos se calcinaron rápidamente.

- ¡No sé quién eres! -clamó- ¡no te recuerdo! ¡No sé cómo te llamas! – decía, mientras se estremecía por el cuarto, dejando a la chica sola en el colchón.

Esta no se sorprendió de la repentina reacción. En su cara se podía ver una sonrisa superficial y unos ojos fríos. - No, no me conoces -dijo burlescamente la joven- y no recuerdas mi nombre, porque no lo tengo, no existo, sólo soy un producto de tu estúpida y jodida imaginación-añadió soltando una carcajada mientras su cuerpo se requebraba, convirtiéndose en polvo -. Pobre alma solitaria, pobre soñador sin remedio…

Todo había sido producto de una distorsión de la realidad. Jorge se despertó de la fantasía, aún se encontraba bajo ese gran árbol que lo cubría del Sol; sin nadie a su lado, sin ninguna compañía, sin quien amar.

Era una hermosa y fresca tarde, perfecta para los jóvenes amantes, para los seres solitarios y para las desiertas almas… de los soñadores despiertos.

21 Juillet 2020 18:39 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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